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Capítulo trece

No tardaron en llegar al estacionamiento de la universidad. Los espacios estaban plagados de estudiantes que se dispersaban por doquier con sus grupitos, todos llevaban sus mochilas y cargaban libros como cualquier día de clase. Eso hizo que Annika se pusiera más nerviosa.

Lo que estaban presenciando los tenía a todos muy confundidos.

—¿Será que aún no estamos de vacaciones? Quizás nos equivocamos con la fecha de salida —sostuvo, inquieta. No podía parar de morderse las uñas. Era un hábito poco habitual en ella, pero tenía los nervios a tope así que fue inevitable.

—Lo que dices no tiene sentido —le contestó Andrus —. Estamos de vacaciones, eso es seguro. Además, ¿no te acuerdas de la despedida que organizaron los maestros en el auditorio?

Andrus tenía razón. Apenas había sido la semana pasada que realizaron una breve despedida y notificaron algunos cambios para el próximo semestre. No cabía duda de que algo raro estaba sucediendo.

—¿Y si han llamado a los estudiantes para una especie de reunión, o algo así? —sugirió Ingrid.

Nadie respondió, puesto que aquello no tenía sentido. En ninguna universidad harían algo así.

Atravesaron el patio y rodearon la fuente circular que se encontraba en el medio. Justo al lado de esta, reposaba la estatua del fundador, el cual era un hombre panzón y llevaba un libro en la mano. Dicha escultura resultaba significativa. En el entorno, se ubicaban bancos de madera a disposición de los estudiantes.

Una voz familiar atrajo su atención. Estaba segura de que se trataba del profesor de física avanzada: Christopher Miller.

El grupo desvió la mirada de la estatua y observaron al maestro acercarse. Era un hombre alto, medianamente robusto y de cabello rubio con algunas canas. Además, poseía gafas y su frente era un poco más sobresaliente que la del promedio.

—Hola, muchachos. ¿Qué tal todo, eh? —les preguntó posicionándose frente a ellos. Christopher llevaba una enorme sonrisa en el rostro, que se fue apagando a medida que los inspeccionaba —. ¿Qué les ha pasado? ¿Por qué esas caras?

Annika y su mejor amigo se miraron sin saber cómo responder.

Christopher llevaba unos jeans normales junto con una camisa abotonada de mangas largas con su escarapela de profesor. El maestro los miraba confundidos y no apartaba la vista de ellos.

—Vale, veo que es un secreto —soltó una risita y se rascó la barbilla —. Así son ustedes, muchachos, no confían en los adultos. Entonces, ¿cómo van esas maquetas? y... ¿Quiénes son estos jóvenes que los acompañan? No recuerdo haberlos visto...

Christopher saludó a Ingrid, a Thomas y Erik. A pesar de que notaba algo extraño en el grupito, decidió no preguntar nada y volvió a sonreír.

—Uhm... Son estudiantes nuevos —mintió Andrus con la voz temblorosa.

Annika conocía al señor Miller desde hacía dos años. Siempre fue la más participativa de su clase y debatían acerca de muchos temas. Sabía que era un hombre amable y muy colaborador, pero que también odiaba que le vieran la cara de estúpido.

—¿Nuevos? —Miller frunció el entrecejo y se rascó la barbilla —. ¿Están seguros? Estamos a mitad de año, a estas alturas no aceptan nuevos estudiantes.

Annika se puso nerviosa.

—No... lo que quiso decir Andrus es que estamos aquí para observar las instalaciones ya que... —comenzó a decir Ingrid pero no terminó su frase. Miró a todos con nerviosismo, ya que no sabía cómo continuar.

Annika se mordió el labio. Sus amigos no dejaban de meter la pata y Christopher parecía notar las incongruencias.

—Planeamos estudiar aquí el próximo año —finalizó Erik.

Christopher dudó unos instantes y los examinó uno por uno. Sin embargo, decidió forzar una sonrisa.

—Eso está muy bien. Este lugar es muy agradable y es un buen comienzo antes de pasar a una universidad más prestigiosa. Por ejemplo, nuestra chica modelo —el profesor le hizo ojitos a Annika. Se estaba refiriendo a ella —, está a un paso de pasar a una mejor universidad, y todo es gracias a lo que ha aprendido aquí.

—Si —ella forzó una risita, intentó hacer que sonara convincente pero no lo hizo. Notó algo extraño en lo que acababa de decir: ¿Pasar a otra universidad? Annika planeaba hacerlo, sí, pero aún estaba lejos de conseguirlo y nunca le había comentado sus planes de transferirse a otra institución.

—Aprovechando que ando por estos lados, Annika, ¿cómo va ese trabajo? Debe estar listo a más tardar para el jueves.

—¿Qué trabajo? Señor Miller, pero estamos de vacaciones —soltó ella. Quería averiguar qué estaba ocurriendo. Andrus la pellizcó y luego le dio un codazo, pero ella lo ignoró.

Christopher soltó una carcajada.

—¿Vacaciones? Ojalá así fuera, señorita Ivanov, pero no es así. Estaré esperando su trabajo o de lo contrario te pondré una baja nota. Ahora, chicos, me ha dado mucho gusto conversar con ustedes pero debo ir a preparar mi clase. Nos vemos —se despidió y se dio la vuelta, luego desapareció por la puerta de doble hoja que llevaba al interior de la institución.

—¿El profesor Miller siempre ha sido así? ¿No lo notas como raro? —preguntó Andrus. Ni siquiera esperó una respuesta y cambió de tema —. ¿Por qué mencionaste lo de las vacaciones, eh? Te acaba de ver como si estuvieras demente.

—Algo está muy mal —Annika miró a todas las direcciones y halló a un grupo de chicas reunidas en torno a la fuente —. Esperen un momento.

Se dirigió hacia ellas y les pidió el móvil. Una de ellas cedió y amablemente se lo extendió. Annika solo encendió la pantalla observando la fecha que se mostraba en la parte superior. Luego devolvió el móvil y regresó con sus amigos.

—¡Esto es una locura! —exclamó.

—¿Qué pasa? —preguntó Thomas.

—La fecha no concuerda...

Todos sacaron sus móviles. Intentaron encenderlos pero ninguno funcionó.

—Les juro que estaba a tope con la batería. ¿Se habrá roto? —dijo Erik.

—No funciona ninguno —musitó Ingrid.

¿Cómo era posible que todos los móviles dejaran de funcionar? Era probable que se debiera a los efectos que produjo lo ocurrido en el bosque, o quizás, fue una coincidencia y se quedaron sin batería simultáneamente.

—¿Qué fecha señalaba? —quiso saber Andrus.

—Hoy es veintiséis de marzo. Antes de hacer la expedición, era... doce de junio.

Dicha declaración los impactó a todos.

—Hemos retrocedido en el tiempo —soltó Thomas con una expresión de asombro en su rostro —. ¿Cómo es posible? ¿Venimos del futuro?

—¿Qué estupideces dices? Cálmate ya —le exigió Erik, estaba a punto de perder la paciencia. O ya la perdió —. ¡Al carajo con todo esto! Ya hicieron la investigación que querían, ahora que cada uno tome su camino y regrese por donde vino. Estoy muy ocupado. Thomas, vámonos.

—¿En que nos vamos a ir, eh? ¡No tenemos una maldita camioneta! —bramó Thomas. Su mente estaba repleta de sudor y sus mejillas estaban coloradas —. Mira, viejo. No entiendes nada de lo que estamos diciendo, tampoco entiendes la seriedad del asunto. ¿Crees que esto es una broma?

Annika se percató de que varios estudiantes los observaban y no pudo evitar sentirse incómoda. Detectó algunos rostros conocidos, pero la mayor parte eran estudiantes que nunca había visto.

—Chicos, tenemos que calmarnos. Todo el mundo nos está mirando y van a creer que estamos locos —intervino Ingrid.

—Si, es cierto. Nos miran como un bicho raro. Es mejor que vayamos a un lugar mas alejado —sugirió Andrus y eso hicieron. Se alejaron de la multitud de estudiantes y se ubicaron en un pequeño callejón al lado del edificio principal.

Annika se tomó un momento antes de hablar.

—¿Recuerdan de lo que hablamos en el foro? Me refiero a la otra parte de la investigación, la que no consistía en la búsqueda del meteorito, sino sobre el extraño post que circuló en el internet años después de la caída.

—¿De qué estás hablando? —preguntó Andrus totalmente confundido.

—Si, yo lo recuerdo —contestó Ingrid y Thomas respondió con un breve asentimiento de cabeza.

—Bien. Pues creo que el post era cierto, y que en estos momentos estamos en un lugar en donde no deberíamos estar. Piénselo bien. Todo cambió luego de que... nos atrapara la oscuridad. A lo que me refiero es que, llegamos al campamento y no estaba tal cual lo recordábamos, luego, estamos aquí, en una fecha totalmente distinta.

—El usuario comentó que estaba en un lugar diferente. Estaba perdido entre, ¿realidades alternas? —agregó Ingrid.

—Esperen un momento, ¿De qué están hablando ustedes? ¿De qué teoría hablan? —Andrus parecía impaciente y a la vez enojado.

Thomas se aclaró la garganta.

—Mira, viejo. Annie, Ingrid y yo no iniciamos esta investigación sólo para hallar el meteorito. Bueno, quizás sí, pero antes de eso, conversamos sobre una extraña publicación que se realizó años después de la caída del meteorito, fue una teoría muy conocida en los foros de ciencia. Era corta, pero lo que afirmaba era realmente asombroso. Recuerdo que leí el post cuando era más joven. Debía tener trece o catorce años, y desde ese entonces no dejé de buscar el post, ya que se había esfumado de todo el internet. Mediante el foro, hablamos sobre eso ya que los tres logramos recuperar pequeños fragmentos de lo que decía dicho usuario. Sin embargo, no sabemos si esos fragmentos son verdaderos y tampoco los hemos juntado para rearmar dicha publicación.

—Lo que sucede es que muchas personas comenzaron a salirse del contexto de la publicación, así que recolectamos diversos fragmentos. Pero no estamos seguros de que pertenezcan a las declaraciones de dicho post —aclaró Ingrid.

—Ahora sí que es una completa locura. ¿Saben que la gente publica cosas tontas, verdad?

Todos ignoraron el comentario de Erik.

—Vale. Entonces... ¿Esta es una realidad alterna? —Andrus relajó la expresión en su rostro. Sin embargo, se había puesto pálido —. ¿Cómo sabremos si lo es?

—Hay muchas maneras —comenzó Ingrid —, pero debemos ser cuidadosos. Si alteramos algo, por más pequeño que sea, todo se irá al carajo. Yo opino que...

—¡¿Pero qué...?! —interrumpió Thomas. Su atención estaba puesta en otra parte. Todos miraron a su dirección. El grupo soltó exclamaciones de asombro, no obstante, Annika no pudo identificar la razón de dicho asombro.

—¿Qué sucede? —preguntó ella. Entrecerró los ojos para poder ver mejor a la lejanía, pero no distinguió nada.

—Creo que esta es la prueba definitiva de que no es nuestra realidad —comentó Ingrid. La expresión de terror que se había formado en su rostro hizo que Annika se asustara. Al no saber qué estaba pasando, su corazón se aceleró y entró en alerta.

Se dio cuenta de que estaba mirando en la dirección equivocada. Observó hacia donde todos miraban y se percató de lo estaba sucediendo.

No podía creerlo.

Intentó reaccionar pero sus músculos se habían congelado. Lo que vio la dejó totalmente paralizada.

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