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Capítulo siete


10:20am

Luego de dos horas de viaje, llegaron al campamento vacacional ubicado en Sadala. Annika condujo cuidadosamente por una carretera rocosa y empinada que llevaba directamente a su destino, a los alrededores no había nada más que árboles y vasta naturaleza. Quedó fascinada con el bello paisaje que se formaba a su izquierda; más allá de los árboles, se lograba visualizar un campo de orquídeas y mucho más lejano, apenas visible, edificaciones que podrían ser del pueblo central de Sadala.

—Hay mucha más gente de la que imaginé ¿Este lugar es reconocido, verdad? —curioseó Andrus y sacó su móvil comenzando a tomar fotografías.

Más adelante, se encontraban autos estacionados en un parqueadero improvisado al aire libre. De ellos, se bajaban jóvenes muy entusiasmados. Además, algunos padres se despedían de sus hijos.

—Si. Es el campamento más grande del condado de Jõgeva. Por eso es popular —contestó ella. Detuvo el auto en un lugar apartado del resto y apagó el motor.

—Bien, ¿estás listo?

Andrus asintió con la cabeza. Tomaron las mochilas rápidamente y abandonaron el coche. Al tocar el suelo, Annika se sintió desorientada, era la primera vez que iba a un lugar así. Todos los jóvenes parecían potencialmente extrovertidos, y para ella, que sin duda no lo era, le pareció incómodo. Se acercaron a una caseta azul, ubicada al lado del portón de madera que delimitaba la zona del campamento con el resto del bosque. Allí se formaba una larga fila de jóvenes que esperaban impacientes para ser atendidos.

Cuando les correspondió su turno, la mujer que aparentaba tener más de treinta años y que llevaba el pelo tinturado de un rojo encendido, los atendió con una enorme sonrisa en el rostro. La mujer pidió identificaciones para asegurarse de que no sobrepasaran los veinticinco años (norma principal del campamento) y luego, les exigió que rellenaran un registro.

—¡Bienvenidos al campamento vacacional del condado de Jõgeva! —exclamó finalizando el registro y les señaló la entrada. Ambos agradecieron y cruzaron el portón.

Se encontraban en un gran campo de césped podado, los árboles y arbustos los rodeaban casi de manera circular delimitando la zona. En medio se encontraba un área ovalada con pequeñas piedrecitas, en la cual habían ubicado grandes troncos de madera que usaban como asiento alrededor de la fogata. A algunos pasos de ellos se encontraban predispuestas algunas carpas azules, solo una de ellas llevaba la bandera de la cruz roja.

—¿Y ahora qué? —Andrus se mantuvo a la espera. Miraba a ambos lados observando la cantidad de jóvenes que disfrutaban de su llegada. Sin embargo él no parecía demasiado contento.

—Maldita sea —soltó Annika de repente.

—¿Qué sucede? —preguntó Andrus con el ceño fruncido. Luego hizo una mueca —. No me digas que ya te arrepentiste.

—No es eso... joder —dijo ella y resopló —. ¿No ves eso? ¡Todos llevan un brazalete azul! ¿Ahora cómo podré identificar a los miembros del foro, eh?

En ese preciso momento, la mujer que los atendió en la caseta se acercó corriendo hacia ellos mientras agitaba en el aire dos telas azules.

—Chicos, me disculpo con ustedes. Me olvidé entregarles este identificativo. Nos permitirá reconocer a los novatos —la mujer les entregó los brazaletes que llevaba el resto de personas. Pudo sentir como Andrus se contenía, le vio las mejillas tornarse de un rosa pálido y de repente se echó a reír. Annika se sintió avergonzada, pero aún así mantuvo la calma. Las cosas no estaban saliendo según lo planeado...

—No es gracioso —refunfuñó y sacó su celular. Ingresó en el foro y escribió rápidamente:

@AnnIvanov: Hola, ¿alguien ahí?

La primera respuesta no tardó en llegar:

@IngMistery: Aquí estoy. Me encuentro en el campamento, ¿ustedes también? Todos llevan brazaletes azules ¿Dónde nos encontramos?

A Annika la alivió dicha respuesta. Le mostró a Andrus, acallando al fin sus burlas. Estuvo a punto de responder pero de repente el móvil se le fue de las manos. Levantó la mirada percatándose de que un hombre, al parecer un guía campista, se lo había arrebatado de las manos.

—No se permiten los celulares, rookie ¿Acaso no leíste nuestras sagradas normas? —la miró con una expresión divertida y negó con la cabeza fingiendo decepción. El hombre era alto y delgado, con una barba larga que hasta le ocultaba la boca. Vestía una camisa azul con una estampilla indicando que era organizador del campamento, junto con unos jeans hasta las rodillas que dejaban sus piernas ultra peludas al descubierto —. Para hacer llamadas puedes hacer uso de la cabina telefónica. Solo se permiten dos llamadas al día.

—Pero... al menos déjame apagar el móvil y lo entregaré —pidió Annika controlando sus impulsos. Ya podía sentir el enojo recorrer cada parte de su cuerpo. Apretó los puños a la espera de una respuesta, pero lo único que recibió fue una sonrisa burlesca.

El hombre se marchó, estuvo a punto de encaminarse hacia él echando humo por la rabia, pero Andrus la detuvo.

—Dejémoslo así. Mejor usa el mío —Andrus, estúpidamente, sacó su móvil. Y de nuevo el guía se acercó a ellos.

Sin mediar palabra alguna, extendió la mano y arqueó una de sus cejas. Andrus tuvo que entregarle el móvil y agachó la mirada decepcionado.

—Gracias, Andrus. Eres muy inteligente —le dijo ella y rodó los ojos con fastidio.

—Lo siento. A veces soy muy estúpido.

Pese al enojo de Annika, no pudo evitar sonreír.


~✧~❂~✧~

Los guías del campamento pidieron a todos ubicarse en los gruesos troncos que estaban en torno a la fogata. La multitud de jóvenes tomaron asiento y conversaron animadamente mientras esperaban nuevas indicaciones. Otros guías del lugar, estaban repartiendo nachos con guacamole y trozos de tarta de fresa junto con refrescos.

El ambiente era cálido y tranquilo, la luz del sol que llegaba hasta esa zona resultaba prometedor para el gran día que les deparaba. El color verde de la naturaleza que los rodeaba se encontraba mucho más radiante, además, algunas mariposas volaban por sobre las flores y generaban un paisaje totalmente hermoso. Annika no pudo evitar contemplar lo emocionante que resultaba estar allí en esos momentos.

Una mujer de contextura robusta se dispuso justo al lado de la fogata y aplaudió para llamar la atención de todos. La mujer tenía la piel pálida y el cabello rubio, junto con algunas arrugas en su rostro. Sus ojos claros viajaron a cada uno de los rookies que se encontraban a la espera.

—¡Buenos días, queridos campistas! Soy la guía líder, y me llamo Eliza —comenzó a decir en voz alta. Poco a poco los murmullos cesaron y ahora toda la atención estaba sobre ella —. Hoy es un día muy especial, ya que se da inicio al campamento vacacional de Jõgeva. Muchos de ustedes provienen de partes diferentes, y están ansiosos por ser parte de esta aventura. Pero primero, deben conocer las reglas...

Eliza siguió hablando, pero la atención de Annika se desvió hacia un joven muchacho que se encontraba sentado apartado del resto. Aquel rostro le resultaba familiar.

—¿Ese no es el chico que conociste en la gasolinera? —quiso saber Andrus intrigado. Annika se percató de que sí, si era él. Permanecía sentado con los brazos cruzados, no miraba a la mujer, sino que su mirada viajaba de un lugar a otro. Traía la misma ropa, y al igual que ella, llevaba el brazalete azul.

El chico, quizás sintiéndose observado, posó la vista directamente en Annika. Los dos se observaron con cierta sorpresa en sus rostros.

Annika sonrió y lo saludó con la mano. El chico correspondió con una sonrisa tímida.

—Está guapo... Aunque no es tu tipo —murmuró Andrus y se rio.

—Cállate —le respondió entre dientes. Annika esperaba no estar sonrojada en ese momento. Por suerte, aquel muchacho apartó la mirada y se centró en la mujer.

—...deben ir a buscar sus cabañas. Solo se permiten de a cinco miembros en cada cabaña. Pueden recorrer el campamento y escoger las que más les llame la atención. Recuerden, los compañeros de cabaña serán los mismos hasta terminar el campamento. ¡Ahora, manos a la obra! —finalizó el guía al mismo tiempo que varios chicos se levantaban y corrían hacia la zona de cabañas.

—¿Qué tenemos que hacer? —preguntó Annika confundida. Cuando volvió a mirar el lugar en donde se encontraba el muchacho, se dio cuenta de que no estaba. Se había ido.

—Rápido, ponte de pie. Se supone que debemos escoger una cabaña antes de que nos toque dormir en carpas —Andrus la tomó del brazo y comenzaron a trotar hacia la zona de rookies.

Las cabañas estaban construidas en hileras. Iban decoradas con macetas, y en las puertas habían pegado un animal distintivo del bosque. Algunos jóvenes entraron en la cabaña del zorro, otros en la del oso. Se dieron prisa, intentando escoger su lugar pero todas empezaban a estar ocupadas rápidamente y es que lo cierto es que habían muchos más campistas de los que habían imaginado.

—Espera... ¿Ves ese brazalete? —Annika señaló la cabaña del fondo, que tenía a una mariposa como identificativo. Esta, a diferencia de las otras, no tenía flores ni porche. Pero había un brazalete azul colgando de una estaca de madera —. Ese brazalete no es del campamento, pero es azul ¿Entiendes lo que quiero decir?

Andrus negó con la cabeza, se veía ansioso por encontrar una cabaña rápidamente.

Annika se encaminó hacia dicho lugar, se percató también de que era más pequeña que las otras. No tocó la puerta, simplemente giró el pomo y entró. El interior se fue iluminando poco a poco, hasta que se encontraron frente a frente con una chica morena y de cabello crespo, que se encontraba acuclillada sacando algo de su mochila. Ella levantó la mirada y se sobresaltó.

—¿Quiénes son ustedes? —preguntó —. Oh, disculpa. Es cierto, han escogido esta cabaña. Mi nombre es Ingrid.

La chica se puso de pie y se sacudió el polvo del pantalón. Era una joven de muy baja estatura, pero con un cuerpo voluptuoso. Traía unos pantalones negros ajustados, camisa blanca y un cárdigan gris. Su melena crespa y voluminosa iba peinada con una diadema blanca con perlas encima.

—Hola, un gusto conocerte. Yo soy Annika Ivanov y él es mi amigo Andrus —saludó amablemente y examinó el lugar con un vistazo rápido. La pequeña cabaña tenía dos camas y tres colchones en el piso, junto con un único armario de madera —. Vi un brazalete afuera, ¿es tuyo?

Ingrid sonrió y en sus mejillas se formaron pequeños hoyuelos. Algo en su expresión había cambiado. Al fin, Annika se decidió a hacer la pregunta que tanto ansiaba:

—¿Tú eres del foro?

Ingrid soltó una risita y asintió con la cabeza. En ese momento, el corazón de Annika se aceleró por la emoción y también río. Parecían niñas pequeñas al conocerse por primera vez.

—No pensé que serviría la señal con mi brazalete, pero veo que ha funcionado de maravilla. ¿Son ustedes los dos miembros restantes del foro? —ella se acercó más a ellos. La sonrisa no se desdibujaba de su rostro. Parecía igual de emocionada que Annika —. Yo soy IngMistery.

—Yo únicamente. Andrus solo es mi amigo y vino a ayudarme. Supongo que nos falta encontrar al otro miembro —afirmó Annika. Caminó hacia una de las camas, la que quedaba al lado de la de Ingrid, y dejó la mochila encima —. Me han decomisado el celular ¿Tienes el tuyo ahí?

—Sí, claro. Dejaré un post en el foro y le diré que nos encontramos en la cabaña mariposa ¿Te parece?

—Sí, por mi perfecto.

Andrus, quien hasta ese entonces se había mantenido en silencio, caminó por la estrechura de la cabaña y se sentó con las piernas cruzadas sobre uno de los colchones.

—¿Entonces, que sigue a continuación? —quiso saber. Annika e Ingrid se miraron.

—Tengo un plan, pero creo que es mejor dialogar cuando la otra persona esté aquí. Annika ¿Has traído el mapa?

Annika se sorprendió de que la llamara por su nombre. Se sentía como si ellas dos se conocieran de toda la vida.

Ingrid le transmitía cierta confianza, su presencia generaba un ambiente amigable y cómodo. Annika estaba segura de que esa chica no tenía malas intenciones y que sin duda, estaba preparada para la búsqueda.

—Claro. Lo traje —aseguró Annika y miró a todas partes, pero luego sonrió apenada —. Aunque, lo dejé en el auto. Voy a por él.

—Está bien, pero no tardes. A las once cierran las puertas del campamento y no se puede entrar ni salir.

Annika asintió con la cabeza. Abandonó la cabaña dejando a Andrus y a su nueva compañera allí adentro. Esperaba que se conocieran mejor.

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