Capítulo ocho
Pueblo Sadala, Estonia
Campamento vacacional de Jõgeva
Domingo, 11:15am
Annika caminaba de vuelta a la cabaña. Llevaba en sus brazos la caja repleta de los documentos de su abuelo Edgar. Notó también que los guías del campamento estaban preparando el inicio de las actividades recreativas.
De repente, alguien chocó estrepitosamente contra ella, quien pegó un grito ahogado y luego perdió el equilibrio al mismo tiempo que la caja se le zafaba de las manos. Cayó sobre el césped, golpeándose en el trasero y vio que la caja se había aplastado debido a la caída. Todos los papeles se encontraban desperdigados en la pradera, y algunos comenzaban a ser arrastrados por la brisa.
—¡¿Pero qué carajos te pasa?! —bramó furiosa. Levantó la mirada y se encontró con el responsable de su caída: se trataba de un joven robusto y de piel medio morena que se encontraba inclinado, jadeando y sudando como si acabase de correr una maratón.
Annika no obtuvo respuesta. Se puso de pie y se sacudió la tierra de encima. Ella dejó escapar un fuerte suspiro, apretó los puños conteniendo su enojo. Esperó unos segundos, pero el chico realmente se notaba muy mal.
—Oye... ¿Qué te pasa? ¿Acaso no me viste o qué? —le preguntó.
El chico alzó la mirada hacia ella. Tenía los ojos rasgados y cafés, y sus mejillas estaban coloradas. Sin embargo, pese a su cansancio, algo en su mirada denotaba miedo. Estaba asustado.
—¿Todo bien? —insistió ella, comenzando a exasperarse.
Hasta ese momento no se había percatado de lo extraño que resultaba todo. Sobre todo la apariencia de ese joven. Portaba unos jeans que le llegaban hasta las rodillas, una camisa naranja y sobre ella una chaqueta blanca, sin embargo, dichas prendas estaban sucias y hechas jirones. En las rodillas tenía raspones recientes, ya que la sangre aún emanaba de ellas.
Cuando lo detalló mejor sintió que lo había visto antes. Le resultó familiar.
Annika estaba desconcertada, pero se paralizó por completo cuando el sujeto le agarró el brazo y comenzó a examinarla. Ella se defendió, y forcejeó con él para desprenderse de su agarre.
—¡¿Qué ocurre contigo?! ¡Suéltame!
—Por favor... quiero que seas tú —dijo él. Su voz se escuchaba ronca, como si su garganta estuviera seca. Examinó ambos brazos de Annika buscando algo, pero sea lo que fuese no lo encontró y maldijo en voz alta. El chico comenzó a correr. Huyó hasta el portón y lo atravesó sin problema. Luego de eso, desapareció de su vista.
Annika miró a todas las direcciones posibles, pero no vio a nadie más. Ni siquiera la gente del alrededor se había percatado del suceso.
Estaba desconcertada y dejó escapar todo el aire que retenía en sus pulmones.
Se quedó allí de pie, sin saber qué hacer. ¿Debería seguirlo? No, no podía hacer eso. Quizás solo se estaba preocupando por nada. ¿Y si huía de algo o alguien? Era factible ya que estaba asustado, pero ¿Por qué actuó de esa manera con ella? ¿Por qué no habrá pedido ayuda a los adultos del lugar?
—¿Todos esos papeles son tuyos? —le preguntó una voz a sus espaldas. Annika se sobresaltó un poco, pero decidió calmarse y olvidar —momentáneamente— lo ocurrido.
—Si. Son míos —contestó ella en voz baja y se dio la vuelta. De nuevo se sorprendió al ver al chico de la gasolinera frente a ella. Traía en sus manos algunos papeles arrugados.
El chico se acuclilló y comenzó a recoger los documentos.
—Por cierto, soy Erik Rosin ¿y tú? —él levantó la mirada y sonrió. Luego centró su atención en recoger los papeles.
—Me llamo Annika, pero puedes decirme Anna o Annika. Como quieras.
Erik soltó una risita y asintió con la cabeza.
—Qué coincidencia encontrarnos de nuevo ¿no te parece?
Annika repitió su acción y tomó cada artículo de periódico. Esperaba que la brisa no se hubiese llevado ningún papel importante.
—Si. Me sorprendí al verte antes. Me resultabas familiar y luego recordé nuestro encuentro en la gasolinera —dijo.
Pasó un breve momento de silencio.
—Uhm...¿Te gustan los campamentos? —preguntó Annika para salvar la conversación, o quizás, pretendía olvidarse de lo sucedido. Por alguna extraña razón, quería entablar alguna especie de amistad, aunque fuese solo temporal.
—No. De hecho fui obligado a venir con mi hermano para una absurda investigación —afirmó y se puso de pie. Annika hizo lo mismo y de nuevo metieron todo dentro de la caja.
—¿Qué tipo de investigación? —Annika se le quedó mirando fijamente. Su corazón comenzaba a acelerar sus latidos, pero no sabía si era por la emoción que generaba dicha palabra, o si se estaba poniendo nerviosa al estar frente a frente con un chico tan guapo.
—¡Erik! ¡Carajos, viejo! ¿Dónde te habías metido? Debemos encontrar una cabaña rápido, no pienso dormir en una de esas carpas.
Los dos se dieron la vuelta y observaron a un joven acercarse hacia ellos. Debido a que estaba a contraluz, no lograba detallar muy bien su apariencia, pero a simple vista, se veía de baja estatura.
—Ese es mi hermano. Va en último año de secundaria pero es muy inmaduro —comentó Erik con cierto dejo de fastidio.
Annika quedó totalmente desconcertada cuando el hermano de Erik se paró frente a ellos. Ella miró hacia el portón y luego al chico. Después parpadeó varias veces para estar segura.
—¿Estás bien? —preguntó ella repentinamente. Se sentía totalmente confundida.
—Si ¿por qué lo preguntas? —el hermano de Erik la miró con el ceño fruncido pero con una expresión divertida en su rostro. ¿Y si fue una broma lo de hace unos momentos? ¿Habrá sido planeado para asustar a los campistas?
—Es solo que... te vi hace unos momentos... estabas —ella señaló su camisa, pero bajó el dedo rápidamente al percatarse de que estaba impecable. No había suciedad ni rotos en sus prendas. Y sí, el hermano de Erik era el mismo chico que chocó contra ella, el mismo que actuó extraño y huyó despavorido como si estuviera huyendo de algo. Al ver los rostros de confusión de ambos chicos decidió negar con la cabeza —. No, perdón. No es nada. Creo que te confundí con otra persona.
Pero estaba segura de que era el mismo chico de hacía unos minutos. No solo tenía el mismo físico, sino que también traía la misma ropa, a diferencia de que este llevaba un sombrero de cubo y unas gafas de sol coloridas. Sus rodillas estaban sin un rasguño.
—Dejando de lado tu extraño comportamiento... —comenzó a decir el chico y recibió un codazo por parte de Erik —. Me presento, soy Thomas Rosin. Y este grandulón a mi lado, es mi hermano Erik.
Annika, pese a su enorme confusión, decidió sonreír, pero las mejillas le temblaban.
—Yo soy Annika Ivanov. Un gusto conocerlos.
Thomas observó la caja en el suelo y se acercó a echar un vistazo.
—¿Qué haces? —le cuestionó Erik y rodó los ojos.
—Esto es... —Thomas tomó uno de los artículos y abrió los ojos con sorpresa —. Espera. Annie, ¿eres del foro?
Primero, Annika se sorprendió por la inesperada pregunta, luego por cómo la había llamado. En toda su vida, nadie le había dado ese diminutivo a su nombre.
—No me digas ¿Eres GordYng? —preguntó Annika y vio como Thomas se acercaba rápidamente. De forma inesperada, la abrazó y soltó una risotada. Sin embargo, ella no demostró emoción alguna ya que aún seguía pensando en lo ocurrido antes. Estaba segura de que Thomas había sido el chico que chocó contra ella y huyó luego de haber actuado como un demente.
—Es un gusto conocerte. Te estaba buscando por todo el lugar, pensé que me habían timado.
—Ey, Thomas, estás siendo muy maleducado —expresó Erik con una mueca de fastidio, pero Thomas lo ignoró. Él se volteó hacia Annika e incrédulo le preguntó: —. ¿En serio eres de ese foro?
Annika no podía creérselo. Todo le resultaba inesperado. Tuvo que forzar una sonrisa, intentó decir algo pero las palabras no le salían.
—Vale, vale. Annie ¿y el resto de miembros? —insistió Thomas, ansioso.
Tenía que responder antes de que notaran su comportamiento sospechoso. Así que agarró la caja y le dijo a ambos:
—Síganme. Nos esperan en la cabaña.
~✧~❂~✧~
Los escasos rayos de luz se filtraban por las ventanas de la cabaña, y pese al sonido de las trompetas, ninguno de ellos se inmutó. Las actividades recreativas habían iniciado, sin embargo, ellos no estaban allí para ser partícipes del campamento de verano, sino que usaban dicha fachada para poder investigar en el bosque sin ser sancionados.
—La ruta de la excursión que realizan los guías campistas es por aquí, nosotros seguiremos ese camino y luego nos desviaremos tomando un rumbo totalmente diferente. Seguiremos las coordenadas que nos muestra el mapa. Debemos andar un poco más de lo esperado, pero no queda demasiado lejos —explicó Annika mientras señalaba cuidadosamente el mapa. Ellas les había explicado con antelación todo lo que sabía, también les habló de su abuelo y de que él fue el único que no desapareció en dicha expedición.
Ingrid tomó el pliegue del mapa y analizó las zonas señaladas.
—¿Cuánto tiempo nos tardará llegar hasta este punto rojo? —preguntó Ingrid centrando su mirada en Annika.
—Quizás dos o tres horas.
—Carajos, andaremos mucho. Hay que llevar muchas provisiones para el camino —apuntó Thomas —. Por suerte, traje más que suficiente.
Thomas abrió su mochila y extrajo un paquete de botellas de agua y varios comestibles.
Ingrid le dio unas palmaditas en el hombro y le sonrió.
—Eso es más que suficiente, gracias Thomas —agradeció ella.
Thomas, Ingrid y Annika se encontraban inmersos en las preparaciones. Por otro lado, Erik y Andrus permanecían en un rincón apartado, mirándolos y esperando impacientes. Casi ni se hablaban ya que cuando Andrus proponía un tema de conversación, Erik actuaba indiferente. Ninguno de los dos pertenecía al foro y no estaban realmente enterados de los avances en la investigación, de todas formas, ninguno de ellos mostraba interés.
—Por cierto, ¿esos dos nos van a acompañar? —preguntó Thomas en voz baja. Los miró y luego rodó los ojos —. Creo que serán un estorbo.
—Estoy de acuerdo. No creo que nos sirvan para algo —repuso Ingrid.
Ambos chicos miraron a Annika esperando su respuesta. Ella los observó. Por un breve momento, Andrus le sonrió y alzó las cejas, Erik ni siquiera se inmutó, seguía ensimismado.
—Andrus sí que nos será de ayuda, sobre Erik... Bueno, si quieren ir con nosotros o no será decisión de ellos —murmuró en respuesta. Ingrid y Thomas asintieron con la cabeza —. De todas formas, fuimos nosotros los que los obligamos a venir.
—Yo no obligué a venir a mi hermano. Cuando le comenté a mis padres que vendría al campamento, mi padre no me permitió venir solo así que le exigió a Erik que me acompañara. ¡Es un asco! ¡No soy un niño como para tener una niñera encima! —habló Thomas enojado.
—Pero estás en secundaria y no tienes licencia de conducir —replicó Erik y se puso de pie. Luego miró a Annika y suavizó la voz —. ¿Hasta cuando se quedarán ahí sentados charlando?
Erik le estaba pareciendo irritante. Ella solo negó con la cabeza dejando la pregunta en el aire, y siguió trabajando. Erik notó que Annika evadió su pregunta y soltó un bufido.
—Está bien, sigan con lo suyo, vamos a ver hasta donde llegan con esta investigación —alegó Erik en respuesta y salió de la cabaña.
—¡Uy! ¡Que buen humor! —exclamó Thomas y negó con la cabeza —. Es un aguafiestas.
Andrus decidió acercarse y de igual forma, se sentó en el suelo junto a Annika.
—Creo que me estoy aburriendo de estar sentado sin hacer nada. ¿Cómo van? —preguntó y se acomodó las gafas. Comenzó a revisar el mapa y todos los apuntes —. ¿Qué es esto de pros y contras?
—-No es nada —Thomas le arrebató el papel a Andrus y lo arrugó. Todos miraron a Thomas desconcertados. Thomas suspiró y se aclaró la garganta —. Bueno, quizás es exagerado, pero planteé pros y contras sobre el meteorito. Cosas que quizás deberíamos tener en cuenta y ser precavidos. Como por ejemplo: Radiación.
—Los meteoritos no son radioactivos —lo corrigió Andrus.
—¿Pero, y si tiene algún tipo de sustancia peligrosa? No podemos exponernos a eso.
Thomas y Andrus continuaron debatiendo sobre dicho asunto. Por otro lado, Annika acercó la enorme mochila que trajo consigo y la abrió.
—¿Qué es eso? —quiso saber Ingrid y se acercó. Cuando estuvo más cerca, Annika pudo sentir un buen aroma a flores —. Ah, ya veo. Cámaras y aparatos.
—He traído cámaras, radios de comunicación y un detector de metales. No es mucho, pero puede servirnos.
—Yo igual traje equipamiento —Ingrid sacó de su mochila otros instrumentos. Tenía un GPS, botiquín de primeros auxilios, varios pares de guantes de tela, y una navaja suiza.
—Yo traje un detector de radiación. Era de mi padre —mencionó Thomas y soltó una risita.
—Créeme, no nos va a servir de nada —se burló Andrus.
—Debemos prepararnos. Esta misma noche partiremos y daremos inicio a nuestra expedición —les indicó Annika y se puso de pie. Caminó hacia una de las ventanas y deslizó las cortinas empolvadas. Distinguió a muchos jóvenes jugando y corriendo por la pradera. También observó a Erik detrás de un árbol. Estaba fumando.
—Yo grabaré todo con esta cámara. Deberíamos registrar cada momento —avisó Thomas y sacó una de ellas, se la colgó en el cuello.
Todos estuvieron de acuerdo.
—Empaquemos todo. En cuanto suenen las trompetas que indican la hora de dormir, nos iremos del campamento sin ser vistos —esta vez fue Ingrid la que habló.
Todos comenzaron a empacar. Andrus se acercó a Annika y bajó la voz.
—¿Planean encontrar el meteorito? ¿Qué es, exactamente, lo que buscan? —le preguntó. Se veía algo nervioso —. No quiero ser un amargado como ese tal Erik, pero... ¿Qué les hace pensar que hallarán un meteorito que ni el gobierno pudo encontrar?
—No estamos haciendo todo esto para hallar una roca, Andrus. Solo espera, ya lo verás.
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