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Capítulo dos


Hogar de la familia Ivanov

6:15pm

Annika se bajó del auto y caminó hacia su casa a través del pequeño sendero rocoso. Luego vio a su padre en el porche bebiendo una taza de café; Allan Ivanov reposaba en su silla de ruedas, con la taza en mano, y la mirada puesta en el ocaso.

—¡Ey! hola ¿Qué tal todo?

—Te estaba esperando. Ha sido un día muy agotador. ¿Cómo te fue, preciosa? —le dijo enseñándole los dientes. Su padre estaba tranquilo, quizás se hallaba en ese estado reflexivo propio de él —. ¿Quieres sentarte conmigo?

—Claro —dijo y se acomodó en una de las sillas. Realmente se sentía agotada, estuvo estudiando por largas horas, y luego, a pesar del cansancio, fue a cumplir con su trabajo de medio tiempo en la biblioteca. Ahora, estar sentada allí sin hacer nada era todo un lujo.

—¿Hoy fuiste al trabajo o estuviste cuidando del abuelo? —le preguntó ella sin tapujos.

Allan desvió la mirada del cielo y la observó.

—Se podría decir que ambas cosas. Trabajé tres horas en la mañana y luego volví a casa a cuidarlo.

Pudo notar el cansancio en su mirada.

—¿Y mamá? —quiso saber. Miró a través de la ventana, hacia el interior de la casa. Al otro lado no vio luz ni asomo de vida.

—En el trabajo. Ha surgido un caso extenuante. Ya sabes, de posible asesinato. Lo más probable es que ande de juicio en juicio y no pueda estar presente en casa. Creo que tendré que quedarme aquí cuidando a mi... a tu abuelo —la palabra "padre" era la más difícil de pronunciar para Allan. No lo consideraba como su padre, pero aún así, debía encargarse de él.

—Yo... puedo tomarme algunos días libres y ayudarte con eso —propuso Annika, pero estaba dudosa de ello. La expresión de su padre se tornó seria tras oír aquello —. Piénsalo. Tienes que cuidarlo cuando a duras penas puedes defenderte en tu silla de ruedas.

—No, eso ni pensarlo, Anna. Tu abuelo no soporta la presencia tuya ni de tu madre. Eso ya lo sabes —replicó él, frunciendo el ceño. Al parecer, la calma que había logrado conseguir en su breve momento de reflexión, se había esfumado —. Además, debes concentrarte en tus estudios.

—¿Por qué nos odia? Nunca he hablado con él, ni he hecho algo para molestarlo ¿Cuál es su problema?

—Su problema es que es un viejo malhumorado.

Un chico de cabello rojizo y con gafas se acercaba, jadeando, sobre su bicicleta. Se trataba de Andrus.

Annika se puso contenta de verlo. Y no solo ella, parecía que su padre también.

—¡Buenas tardes, señor Ivanov! —saludo Andrus. Subió hasta el porche y ambos chocaron los puños.

—¡Eh, muchachón! ¿Qué te trae por aquí? —rió mi padre dándole golpecitos en el hombro.

—Quizás viene a matar el tiempo —supuso Annika sonriente y le sacó la lengua —. Esta es su segunda casa, papá.

—Ya lo creo que sí. Y eres totalmente bienvenido.

Decidieron entrar a la casa. Annika empujó lentamente la silla de ruedas de su padre y lo llevó hasta el pequeño ascensor del hogar. Dicho ascensor había sido construido justo después de que su padre quedara parapléjico y, desde entonces, se le había vuelto la vida más sencilla. Cerró la puertecilla, con su padre dentro, oprimió el botón y este comenzó a subir. Andrus y ella se dirigieron al segundo piso mediante las escaleras y arriba se encontraron nuevamente con él.

—Estaré en mi cuarto descansando —anunció y se despidió de ambos —. Más tarde los llamo para cenar.

Annika guió a Andrus hasta su cuarto.

—¡Uy! Tú cuarto parece un cochinero —comentó Andrus al entrar, esquivó el desorden con una mueca de desagrado y se lanzó sobre la cama.

—Ya lo sé, salí de afán esta mañana —dijo ella y comenzó a recoger la ropa del suelo.

Andrus sacó su celular y comenzó a navegar por su Instagram.

—¿Estabas aburrido en tu casa, o qué? —quiso saber Annika. Metió el bulto de ropa en el closet y se sentó frente a su escritorio —. ¿O vienes a comer gratis?

Andrus soltó una risita.

—No quiero perderme la cena de tu mamá.

—Pues que lastima, ya que ella no tendrá tiempo para cocinar hoy —le contestó —. Pero si quieres te preparo tu cena.

Andrus hizo un gesto de asco, y fingió arcadas. La última vez que Annika cocinó para él, le provocó un malestar estomacal que lo mantuvo en cama dos días.

Ambos rieron.

Annika entró en el foro. La página de inicio estaba repleta de imágenes relacionadas al universo y las estrellas. Se había asegurado de hacerlo llamativo para todo aquel que quisiera ser parte de la discusión. Recorrió los posts hasta que llegó al más reciente, Habían respondido varios usuarios, pero solo dos de ellos continuaron con la discusión:

@GordYng: Cuando era pequeño, un extraño usuario había publicado una teoría que inundó todo el internet. Creo que se arrepintió de haberla compartido, porque luego de cinco horas lo eliminó todo. O quizás, el gobierno lo silenció.

A lo cual, otro usuario respondió:

@IngMistery: También lo recuerdo... Dicha persona hablaba sobre realidades alternas, y mencionó una expedición extraña que realizó el gobierno. Yo tengo una fotografía sobre dicha expedición. El padre adoptivo de mi padre es uno de los desaparecidos.

Annika revisó el hilo de la conversación. Todo había iniciado con su último post, el cual, dio sus frutos mediante una pregunta problematizadora: "¿Cómo es posible que cayera un meteorito casi entero en la tierra?" A lo cual, solo tres miembros respondieron dejando sus teorías. Uno de ellos respondió:

@GordYing: Quizás cruzó un agujero negro y se teletransportó o algo así. Por eso los satélites no lo captaron y evitó la colisión con la atmósfera.

Dicha respuesta hizo que una extraña adrenalina recorriera su cuerpo. El asunto se volvía cada vez más interesante.

También recordaba haber escuchado la alocada teoría de internet, que fue furor entre los jóvenes internautas en los años posteriores del fenómeno. Sin embargo, aunque algunos postearon fragmentos de la teoría, nadie sabía a ciencia cierta si eran reales o se los habían inventado. Lo que sí era cierto, es que la persona que publicó aquello estaba relacionada con la investigación gubernamental y quiso revelar la verdad al mundo... solo que fue silenciado.

—Anna ¿Si me escuchaste?

La voz de Andrus interrumpió sus pensamientos.

—¿Eh? Perdón. ¿Qué decías?

—¿Cada cuanto te la pasas metida en el foro? —gruñó Andrus. Parecía estar harto de la insistencia de Annika con dicha página.

Ella sintió una horda de calor invadir su cuerpo. En serio no entendía cuál era el problema de Andrus ¿Acaso tenía prohibido mirar en su foro?

—¿Y tú? ¿Cada cuanto te la pasas metido en Instagram envidiando la vida de otras personas? —le reprochó ella con el ceño fruncido.

Andrus se sintió ofendido. Annika entendió que se había pasado un poco, así que se disculpó.

—Al menos explícame qué es lo que haces allí —le dijo él soltando el móvil. Tomó otra silla y se sentó a su lado.

Annika le mostró la fotografía que habían subido a la página, misma por la cual se asombró en la mañana. Era una foto antigua, en donde posaban cuatro hombres vestidos con trajes de camuflaje y con herramientas y cámaras en manos. Tras ellos se visualizaban enormes pinos y una camioneta. Parecía que estaban en un bosque.

Andrus examinó la fotografía y también leyó algunas de las publicaciones.

—¿Qué tiene esto de extraño? —preguntó finalmente y dejó el móvil en el escritorio.

—Es la misma que encontré en el sótano... —Annika se levantó, buscó debajo de su cama y extrajo una caja de cartón ya desgastada y a punto de romperse. En ella, reposaba una pila enorme de documentos. Rebuscó hasta que encontró la fotografía —. Estaba en el armario del sótano. Es del abuelo, él...

—¿Tú abuelo? —Andrus levantó el ceño, parecía sorprendido —. Joder, Anna ¿Y si se entera? No me malinterpretes, pero tu abuelo da mucho, muchísimo miedo.

Ella soltó un bufido y le restó importancia.

—Aquí lo importante es que el abuelo estuvo relacionado con una expedición. Mira, lee esto.

Tras la fotografía se encontraba algo escrito en tinta negra ya desgastada.

—Expedición 1987. Grupo cuatro —leyó Andrus en voz alta.

Ella le enseñó artículos viejos de periódico, en donde relataban la caída del meteorito.

—Es sumamente extraño. En esa época, esta era la noticia más impactante y de la que todos hablaban. Pero de repente, dejaron de salir artículos relacionados con el tema. Todos los medios de comunicación olvidaron el asunto ¿Por qué? —Annika se puso de pie y comenzó a andar por toda su habitación —. Es sencillo, el gobierno quiso ocultarlo. Luego, aparece esta fotografía, sobre una expedición. Creo que estaban buscando el meteorito, Andrus. Pero...

Le extendió el ultimo artículo de periódico.

—Los que participaron en la expedición desaparecieron misteriosamente —concluyó Andrus atónito luego de leer el artículo.

—Menos mi abuelo —Annika señaló a uno de los hombres de la fotografía. Ese era su abuelo; Edgar Ivanov. Solo que sin arrugas y sin dicha expresión de enojo —. Él no desapareció. Y ahora, en el foro, otra persona publica una fotografía igual. Esa persona debe saber algo sobre esto ¿No lo crees?

—Todo esto pinta mal, pero puede haber una explicación. Estos hombres pudieron haber muerto, caer en un barranco profundo, o peor aún, se toparon con un asesino en serie que le puso fin a sus vidas. En el mundo, todo tiene una explicación.

—Puede ser... pero no es así —interrumpió ella. Se acercó a Andrus y comenzó a exponer la teoría, que junto con los miembros del foro, había construido —. Pero, ¿Y si se teletransportaron? Hubo una publicación rondando en internet, alguien reveló algunas cosas del gobierno. Mencionó realidades alternas. ¿Y si estos hombres viajaron a otra realidad?

Andrus soltó una carcajada forzada, había cierta diversión en su mirada. No obstante, al ver la seriedad con la que Annika exponía sus ideas, dicha expresión desapareció.

—¿Hablas en serio?

Annika asintió con la cabeza.

—¿Te acuerdas de cuando estábamos en secundaria? —le preguntó y señaló la fotografía que reposaba en su mesita de noche. Estaban los dos, con cara de pubertos, y sostenían un trofeo —. Ganamos las olimpiadas de física. Tú y yo éramos amantes de estos temas, yo aún lo sigo siendo. Estábamos convencidos de que era posible ir a otra realidad alterna, y esta es probablemente la prueba, la manera de comprobar si es cierto.

Andrus se encontraba atontado, pero algo en su expresión se notaba diferente.

—¿Qué pruebas tienes para demostrarlo?

Annika sonrió, satisfecha de que Andrus se interesara en el tema. Sacó de la caja otros documentos y se los extendió.

—Mi abuelo lo anotó todo. Lee la página dos —le indicó ella, se sentó y escuchó a Andrus leer el pequeño fragmento:

"Cuando fui a buscarlos, no estaban. No se hallaron sus cuerpos. Pero antes de que eso ocurriera, Vill se comunicó conmigo, lo único que me dijo fue que ese no era nuestro mundo".

Había más por leer, pero Andrus decidió parar. Se quedó en silencio un minuto con la mirada agachada.

Annika se sintió ansiosa. Anhelaba que su amigo la apoyara, que le compartiera sus opiniones. Pero Andrus estaba quieto, sin saber qué decir o cómo reaccionar. Luego se atrevió a romper el silencio que inundaba el cuarto

—Digamos que te creo, pero ¿Qué planeas hacer?

—Me reuniré con los miembros del foro en persona. Mi abuelo también guardó el mapa de la última ubicación en donde se llevó a cabo la expedición. Iremos allí a investigar —le respondió. Ya podía sentir la emoción recorrer su cuerpo.

—¿Esa gente de la página estuvo de acuerdo?

—Solo dos personas.

—¿Y si son secuestradores, estafadores o asesinos en serie? ¿Cómo podrás confiar en ellos si no los conoces? —expuso Andrus con una mueca de desagrado.

—Tengo un plan... Pero aún tengo que pensar si haré esto o no.

En ese momento, el padre de Annika los llamó para cenar.

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