Capítulo doce
Annika condujo sin detenerse hasta que conectaron con la autopista principal, la cual estaba muy concurrida de autos y peatones que caminaban por la acera.
En el interior del auto reinaba el silencio. Lo único audible eran las respiraciones de cada uno. Estaban aliviados de encontrarse de nuevo con el resto de la civilización ya que, de alguna manera, los hacía sentir fuera de peligro.
—Chicos... —murmuró Thomas, atrayendo la atención de todos. Annika lo miró por el espejo retrovisor. Thomas se hallaba en medio de Ingrid y Erik —. Aún tengo la cámara.
Levantó el artefacto para que todos pudieran verlo, y añadió:
—Estoy seguro de que grabé todo.
Se miraron los unos a los otros. Nadie quería revivir ese momento, pero era necesario hacerlo. Annika salió de la autopista, vislumbró el edificio de su universidad y decidió estacionarse en una zona apartada, donde solo habían contenedores de basura.
—Muéstranos —pidió ella.
Thomas configuró la cámara y dio inicio a la grabación. Todo había quedado grabado bajo el manto verde de la visión nocturna: en la grabación pudo distinguir las siluetas de sus amigos, parecían aterrados y sus ojos brillaban por el efecto de la cámara.
La cámara no estaba fija y por lo tanto se sacudió. Ocurrió lo que ya sabían, corrieron y luego Thomas resbaló en el hueco. Vieron la roca que por suerte quedó registrada.
—En ese momento ocurrió el temblor —recalcó Thomas, aunque eso era demasiado obvio.
Luego, la cámara capturó la roca y después no hubo más que oscuridad. La grabación se llenó de estática y ahí terminó.
—No hay sonido. Qué raro —comentó Ingrid y se colocó un mechón tras la oreja. Parecía nerviosa.
—No sé qué fue lo que ocurrió en ese lugar, pero debemos acudir a la policía —manifestó Erik con el ceño fruncido.
—Nadie nos creerá —Annika negó con la cabeza —. No podemos decírselo a nadie.
—Pero tenemos pruebas ¡Mira! ¡Esta grabación es la prueba! —protestó Erik alzando la voz.
Andrus resopló y fue el siguiente en hablar.
—Joder... Van a creer que es un montaje.
Otra vez hubo silencio.
—Estuve pensando que, ¿y si los hombres de la expedición experimentaron lo mismo? —soltó Ingrid repentinamente —. Quizás encontraron la roca, y les sucedió lo mismo. Es de hecho muy probable. Pero. ¿Cómo es que hemos regresado a la normalidad y ellos desaparecieron?
—Creo que fue el gobierno. El gobierno se deshizo de ellos —concluyó Thomas y se rascó la barbilla.
—Yo siento que todo es diferente —Annika agachó la mirada y tragó saliva —. Todo es diferente. Las calles, el ambiente. Es que me siento extraña.
La miraron con extrañeza. Nadie entendió lo que ella quiso decir. Sin embargo, ella podía sentir que algo no andaba bien, pero, ¿cómo expresar esa sensación? ¿Debería decirles sobre las conclusiones a las que había llegado antes de introducirse en el bosque? No. No podía asustarlos.
—¿Pero qué...? —Andrus señaló hacia la lejanía. Apuntaba a la universidad que se encontraba a varios metros de donde ellos estaban estacionados.
—¿Qué pasa? —le preguntó Annika.
Su mejor amigo la miró desconcertado.
—Hay estudiantes en la universidad.
—¿Y qué con eso? —cuestionó Erik. Parecía impaciente.
—Que estamos de vacaciones. Nadie debería estar allí —Andrus tenía razón. Había jóvenes que ingresaban en el edificio, como cualquier día de clase.
—Andrus, vamos. Tenemos que ver por qué están entrando. Esto es muy raro —le dijo Annika sin rodeos. Andrus asintió rápidamente y se bajó del coche.
—Iremos con ustedes —avisó Ingrid. Thomas y Erik estuvieron de acuerdo en acompañarlos.
—Está bien. Démonos prisa.
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