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Capítulo dieciseís


Casa de la tía Mary

6:10pm

Tal como lo había propuesto Ingrid, decidieron visitar la casa de su tía Mary, la cual era una mujer alta y voluptuosa, con caderas y pechos prominentes. Al igual que Ingrid, tenía la piel oscura y su cabello iba peinado en rastas que le llegaban hasta la mitad de la cintura. La tía Mary les había dado algunos bocadillos y luego les preparó una deliciosa comida. Thomas comió a la velocidad de la luz, y Annika disfrutó de cada bocado. ¿Hacía cuánto no comía? Había estado tan inmersa (y nerviosa) de lo que acontecía a su alrededor que se había olvidado de sus necesidades básicas.

Después, el grupo durmió por cuatro horas seguidas hasta que Annika se levantó sobresaltada de una pesadilla y se dio cuenta de que era tarde. Decidió levantarlos. Había llegado el momento, el sol comenzaba a ocultarse.

—Hemos dormido lo suficiente. Tenemos que irnos —les dijo —. Entren al baño y hagan lo que tengan que hacer. En el camino no pienso detenerme.

La tía Mary les proporcionó algunas linternas que tenía guardadas en el ático, y les permitió empacar comida y agua para el camino. Habían tenido que mentirle, diciéndole que iban a acampar en el bosque.

—Muchas gracias por todo, tía —le dijo Ingrid con una sonrisa, pero sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas.

—Nena, estoy a tu servicio. Me alegra encontrarte de nuevo —respondió Mary. En sus mejillas se formaban pequeños hoyuelos. Era una mujer relajada y muy amable. La mujer envolvió a Ingrid en sus brazos y luego abrazó al resto del grupo. Era un gesto bastante cariñoso que hizo que a Annika se le encogiera el corazón de ternura —. Anden con cuidado por el bosque, que luego no quiero enterarme de que se los comió un animal o algo por el estilo.

Mary abrazó a Annika y de alguna manera se sintió reconfortante.

Algunos soltaron risitas nerviosas. Observaron el emotivo momento de despedida. Ingrid sabía que la mujer frente a ella no era su tía realmente, pero aún así, decidió actuar como si lo fuera.


~✧~❂~✧~

Tardaron dos horas en regresar de nuevo al campamento. Estaba tal cual lo recordaban; desolado y con un montón de cintas amarillas en los alrededores.

No había nada en particular, y decidieron no perder el tiempo averiguando si algo había cambiado desde que se fueron.

Atravesaron el portón que los llevaba de nuevo a las profundidades del bosque y comenzaron a caminar.

—Tengo que admitir que estoy muy asustado —confesó Thomas rompiendo el silencio. Él desenvolvió una barrita de chocolate y se la comió en un abrir y cerrar de ojos.

—Gracias por ofrecernos. Era la última barrita de chocolate que quedaba —bufó Erik, descontento.

Ya había anochecido. Las linternas estaban desgastadas y sus baterías eran escasas. Bajo los árboles se formaba una negrura total y la luz que emitían las linternas no era suficiente para disipar la oscuridad que inundaba la zona. A Annika le pareció que era aterrador.

—¿Y si algo sale mal? —preguntó Ingrid y se cruzó de brazos, ya había comenzado a tiritar.

—Estaremos bien. De todas formas, tenemos que arriesgarnos. Es peor quedarnos aquí —contestó Andrus, quien se aferraba al brazo de Annika.

—A mí me hubiese encantado conocer a mi otro yo —afirmó Thomas algo emocionado. Le entusiasmaba de tan solo imaginarlo.

—¿Para saber si es igual de patético que tú? —se burló Erik.

Las risas inundaron el bosque, y de alguna manera, hizo que parte de la incertidumbre y el miedo se disipara.

No obstante, Annika no podía dejar de pensar en la muerte del Erik de esta realidad, y sobre todo, recordó al hombre que había visto tras los árboles antes de abandonar el campamento. Estaba segura de que algo raro estaba pasando.

Andrus la tomó de la mano y juntos continuaron avanzando al mismo ritmo.

Tardaron más de lo esperado. Annika ya conocía el camino que habían tomado para llegar a la zona del meteorito, y allí estaban. Si continuaba avanzando, llegarían hasta la zona en donde ocurrió todo, en donde ocurrió dicha oscuridad que los succionó y los depositó en otra realidad.

—No tengamos miedo. Enserio, estaremos bien —soltó Andrus, quería parecer tranquilo, pero su respiración entrecortada y el temblor en su voz demostraba lo contrario.

—Tomémonos de las manos y avancemos juntos —indicó Annika. Se giró para ver a Thomas ya que él era el que llevaba consigo el aparato de radioactividad (lo habían conseguido en una tienda de aparatos raros en la plaza del pueblo) Thomas asintió con la cabeza y levantó el aparato, éste señalaba la presencia de radiactividad, aunque sus niveles eran muy bajos —. Estamos asustados, pero tal como lo dijo Andrus antes, no tenemos opción. Tenemos que regresar a nuestro hogar, así que seamos fuertes y aguantemos. Pasaremos por esa... apertura y volveremos a casa.

—¿Qué pasa si no regresamos? —Thomas se notaba inquieto.

—Solo hay dos realidades, ¿verdad? La nuestra y en la que estamos ¿O no es así?

Ante la pregunta de Erik, todos se quedaron en silencio por unos minutos. Finalmente, Andrus se llenó de valor y respondió:

—Ojalá fuera así de sencillo. Pero no lo es. Hugh Everett dio una hipótesis llamada Muchos Mundos, en la que señalaba que hay un enorme número de universos, quizás infinito, y puede haber una coordinación entre sí para que en cada uno ocurran cosas ligeramente diferentes.

—¿Entonces cómo sabremos si es nuestra realidad o no? —Ingrid dio un paso al frente.

—No lo sé. Quizás... Esa sensación desaparezca, ya saben, la sensación de que algo no está bien ¿Lo han sentido? Yo me he sentido así desde que llegamos. Es como que todo lo sientes diferente y fuera de lugar, como cuando dejas el control en el sofá, y llegas y no está ahí pero sabes que lo dejaste ahí. También podremos comprobar que no hayan otros yos en esa realidad y así sabremos que es la nuestra ya que somos los faltantes —respondió Annika en voz baja. Thomas hizo una mueca denotando confusión.

—¿Y si a nuestros otros yo también les está ocurriendo lo mismo que a nosotros? —esta vez fue Thomas el que habló. Se puso en medio de todos y comenzó a hablar como si estuviera dando un discurso —. ¿Alguno de ustedes vio la película Coherence de 2013? Los otros yo de los protagonistas estaban en las mismas, es decir, también estaban moviéndose de un mundo a otro e incluso llegaron a interactuar entre sí...

—Chicos... —interrumpió Erik y señaló con el dedo índice. Todos se giraron hacia donde apuntaba —. ¿Eso es lo que creo que es, verdad? Es esa misma roca que vimos.

A unos cuantos metros, una luz entre verde y azul titilaba de manera lenta. La luz comenzó a intensificarse hasta que pudieron detallar que era emitida desde las grietas de una extraña roca.

—Ha llegado el momento —anunció Annika. La adrenalina comenzaba a recorrer todo su cuerpo. Sostuvo la mano de Andrus, y con la otra se aferró a la de Ingrid. Todos se tomaron de las manos y en silencio comenzaron a acercarse.

—Estaremos bien —musitó Andrus.

—Esto es una locura. ¡Somos unos genios! Es el mayor descubrimiento en la historia de la humanidad —Thomas sonreía y miraba la roca con asombro. Era el único entusiasmado. Erik, por otro lado, tenía los ojos más abiertos de lo normal.

El suelo bajo sus pies comenzó a temblar de nuevo. La luz que emitía la roca comenzó a encenderse y apagarse frenéticamente. Una fuerza extraña, que por supuesto no era el viento, hizo que el pelo de Annika se soltara de su moña y comenzara a agitarse hacia arriba.

Una horda de calor invadió su cuerpo y de repente comenzó a sudar. Quiso apretar la mano de Andrus con más fuerza, pero ya no la sentía. Ni Andrus, ni los demás estaban con ella. La silueta de los árboles desapareció. No había cielo ni estrellas. Todo se volvió oscuro salvo por la extraña luz que había frente a ella y que no dejaba de titilar con locura. No podía mover las piernas porque de hecho no las sentía. Pero si pudo sentir algo, una fuerza que la hizo caer y que la dejó inmovilizada. Estaba suspendida, como si estuviera acostada flotando en el aire. Y de repente, comenzó a caer.

En medio de la oscuridad pudo distinguir una extraña voz que la llamaba.

—¡Annika! Ven aquí.

Era la voz de un hombre.

—Te estamos esperando.

Quería responder pero se le hizo un nudo en la garganta. Se preguntó si era alguno de sus amigos, pero no reconocía dicha voz.

Annika mantenía los ojos abiertos aunque ya no podía captar nada. Incluso la luz que arrojaba el extraño meteorito había desaparecido.

—Corre más rápido, Annika. Te necesita.

De repente, Annika cayó con estrépito. Se golpeó en todo el cuerpo, pero el dolor fue mucho más insoportable en la espalda y la cabeza. Quedó tendida en el suelo, con brazos y piernas extendidos.

—¡¿Todos están bien?! —gritó una voz agitada.

Una luz se encendió justo sobre ella, obligándola a cerrar los ojos.

—Annika, ¿estás bien?

Era Erik.

Abrió lentamente los ojos y se encontró con él. Erik estaba de pie junto a ella y le apuntaba con su linterna. Estaba lleno de sudor y sus ojos estaban rojos.

—¿Qué...qué pasó?

—Ya llevas mucho tiempo inconsciente. Estábamos preocupados.

Poco a poco, la silueta del resto de sus amigos fue apareciendo en su campo de visión. Thomas y Andrus la ayudaron a colocarse de pie.

—Sucedió más rápido que la primera vez. Andrus y yo despertamos primero, luego, Thomas apareció de la nada. Y luego seguiste tú. Estamos esperando a que Ingrid... aparezca.

Erik se rascó la barbilla pensativo, pero no dijo nada más. Esta vez, fue Andrus quien habló:

—Es extraño, pero no tardamos el mismo tiempo dentro de la oscuridad. Quizás en estos momentos, Ingrid aún se encuentra viajando por la apertura.

—Es diferente a como sucedió la primera vez. Las sensaciones que experimentamos, han cambiado, ¿o fui la única? Sentí un vacío, y de repente caí al suelo —expresó Annika preocupada.

—Yo también sentí lo mismo —afirmó Erik y Andrus asintió con la cabeza.

—Experimenté algo diferente. Estaba todo oscuro pero había un ruido que casi hace estallar mis tímpanos. Fue tan fuerte que incluso sangré por la nariz —Thomas señaló su camiseta que sin duda tenía varias manchas rojas.

De repente, un cuerpo apareció de la nada. Se materializó en el suelo de una manera que los dejó a todos impactados: era Ingrid.

Ingrid estaba en el suelo, incorporándose lentamente entre quejidos. Su cabello crespo y largo cubría su cara.

—Chicos... —musitó.

Todos se acercaron a ella y se acuclillaron a su lado.

—¿Estás herida? —le preguntó Annika. Tomó a Ingrid y empezó a quitar el pelo que se le adhería a la frente debido al sudor, hasta que pudo detallar su rostro. Salvo las ojeras y la apariencia demacrada y pálida, se podría decir que no tenía heridas. Erik apuntó con su linterna y la obligó a entrecerrar los ojos —. ¿Esto ha sido todo? No tardó tanto como la primera vez...

—Supongo que sí. Ha sido todo —respondió Andrus.

—Entonces, ¿hemos regresado?

—Lo averiguaremos.

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