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Capítulo cinco


12:55am

La familia Ivanov se reunió en el porche. Se sentaron a pesar del frío que hacía a plena noche. Todo estaba oscuro, a excepción de las farolas que iluminaban los alrededores; solo se podían observar, escasamente, la silueta de los árboles que rodeaban la casa.

—Ahora, ¿se puede saber que estabas haciendo en ese cuarto? —inquirió Ivanna y soltó un fuerte suspiro. Se cruzó de brazos mientras su cabello corto ondeaba por el fuerte viento.

—¿Qué estamos haciendo aquí afuera? ¿Y si mejor entramos? —Annika evadió la pregunta. Sus nervios estaban a tope. Era consciente de que no había cometido un crimen, solo se trataba de una equivocación. Sin embargo, el ambiente tenso la presionaba.

—Porque sí, Annika. Ahora dime de una maldita vez, solo responde.

Se sintió regañada, como si aún tuviera diez años. Guardó silencio por un momento, pero la mirada amenazante de su madre la obligó a hablar.

—Yo solo entré, quería ver qué era lo que estaba viendo el abuelo. Siempre enciende la televisión, y quería ver qué era eso que tanto veía a medianoche —contestó y se mordió el labio al percatarse de lo ridícula que era la situación —. Estoy investigando acerca de la caída del meteorito de 1987, el abuelo sabe algo de eso. Yo solo pretendía conseguir información.

Sus padres se miraron con desasosiego. Annika pudo percibir entonces, que ellos también sabían algo y que lo habían estado ocultando ya hacía tiempo.

—El abuelo Edgar participó en una expedición un año después de la caída, pero sus compañeros desaparecieron misteriosamente menos él. Necesito respuestas... —insistió ella y de nuevo analizó la reacción de sus padres. Era como si el enojo se hubiese esfumado y ahora solo podía sentir intranquilidad en sus miradas —. ¿Qué saben ustedes de esto, eh? Encontré archivos en el sótano, archivos veraces.

Todos mantuvieron el silencio por un momento. Lo único audible era el sonido de los grillos.

A pesar de la inquietud, Ivanna se acomodó mejor en la silla y tomó aire.

—Tú dile —le dijo a su esposo. Allan asintió con la cabeza.

—Mi padre... quiero decir, tu abuelo tuvo una juventud difícil. Dedicó gran parte de su vida al estudio, luego se ganó una beca y estudió ingeniería física. Después fue contratado por una organización gubernamental en donde realizaban todo tipo de estudios. Él presenció la caída del meteorito, al igual que muchas otras personas —comenzó a decir en voz baja, como si temiese que Edgar lo escuchase —. Le asignaron una misión junto a otros como él. Hicieron la expedición para hallar los restos del meteorito.

Las palabras salían rápidamente de la boca de su padre, como si las hubiese estado conteniendo hasta ese momento.

—Los restos habían aparecido en otras partes más recónditas de donde en realidad habían caído... Edgar, cuando no estaba tan demente, nos comentó que era como si esos materiales se hubiesen teletransportado —añadió Ivanna con un hilo de voz.

—Pero él y sus compañeros ubicaron uno de esos restos en Sadala. Fueron a por ellos, pero tu abuelo se sentía mareado así que tuvo que esperar en la camioneta. Sus compañeros de expedición se adentraron en el bosque y jamás regresaron. Desde entonces, mi padre se volvió loco. Quedó trastornado.

Annika procesó la información rápidamente.

—Es por eso que ve las noticias de 1987 cada noche... Aún está trastornado con el suceso —concluyó y sus padres asintieron con la cabeza.

Lentamente comenzó a atar los cabos sueltos. No obstante, otras hipótesis surgieron.

—¿Quedan respondidas tus dudas? Ahora prometemos que no le darás vueltas al asunto y que jamás volverás a entrar en la habitación de Edgar ¿Queda claro? —su madre enarcó las cejas y esperó una respuesta. Se notaba impaciente.

Pese a las ganas de Annika por querer seguir conversando del tema, entendió que sus padres estaban agotados y prefirió dejar el asunto... por el momento.

—No volveré a entrar, pero no dejaré mi investigación —contestó ella finalmente y agachó la mirada, pensativa. No podía abandonar el foro y perder sus avances. Ya tenía claro lo que haría, y nada ni nadie la haría cambiar de opinión.

—Está bien —asintió su padre e hizo girar las ruedas de su silla —. Continúa investigando.

—Pero Allan, —interrumpió su madre —. puede ser peligroso.

—Nuestra hija es muy inteligente, ella será muy cuidadosa. Ivanna, cariño, por favor dejemos el asunto y vayamos a dormir.

Annika le sonrió a su padre y este le guiñó un ojo. Se notaba cansado pero aún así correspondió a su sonrisa.

Ivanna soltó un bufido y luego asintió.

—Está bien. Pero tendrás mucho cuidado en todo ¿Vale?

—Por supuesto —dijo Annika emocionada.

Sus padres entraron de nuevo en la casa.

Annika decidió observar el cielo estrellado desde el porche. Pudo identificar algunas constelaciones y se mantuvo un buen rato allí con la cabeza fija en el cielo.

Se preguntó entonces, con emoción, el sinnúmero de secretos que aguardaba el universo. Secretos que esperaban ser revelados. Secretos que, sin duda, anhelaba conocer.

—Son tantas posibilidades —musitó y sonrió. Fue entonces cuando al fin se decidió sobre lo que continuaba en su investigación: Encontrar los restos del meteorito.

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