Capítulo catorce
Estaba segura de que era ella.
Tenía la misma apariencia. El mismo color de pelo. La misma contextura. El mismo rostro ¡Todo era igual! Sus dudas se disiparon puesto que ya no había nada que aclarar. Estaban en otra realidad. El mundo en el que se encontraban no les pertenecía.
Annika pegó un grito ahogado y perdió el equilibrio. Todo su cuerpo se vino abajo y se lastimó las rodillas. Andrus se acuclilló junto a ella y tomó su cabeza entre sus manos.
—Anna, cálmate. Cálmate ahora mismo, no entres en pánico.
Pero Andrus también jadeaba y sudaba como loco. Al igual que ella, estaba impactado.
La chica cerró la puerta del auto (¡Incluso tenían el mismo auto!) y caminó por el patio, rodeando la fuente.
Annika no podía creerlo. El asombro y el miedo eran difíciles de soportar. El corazón le latía desbocado. Era como verse en un espejo, solo que esa chica no era su reflejo.
—Annie, ¿tienes gemela? O... —Thomas estaba nervioso. Señalaba a la joven con la mano temblorosa.
—Soy...soy hija única —logró responder pese al shock en el que se encontraba. Sentía que le faltaba el aire.
Ingrid se agachó y la tomó de la mano.
—Annika, reacciona. Acabamos de hacer un enorme descubrimiento. Esa era tu otra yo. Eras tu... solo que no era tú.
Ingrid la hizo salir del trance mediante una fuerte sacudida.
—Lo sé. Solo estoy... asombrada —musitó. Aún no podía creérselo. Acaba de ver a una chica totalmente idéntica a ella. Se preguntó entonces si compartían algo más que el físico. ¿Tendrían la misma personalidad, gustos y preferencias? ¿O era totalmente diferente? ¿Y si era la versión oscura de Annika? Todas las preguntas se abalanzaron sobre ella como una especie de avalancha.
—¿Sientes algo? ¿Alguna distorsión en tu campo de visión? —preguntó Andrus —. Según lo que muestran en las películas, si te topas con tu otro yo comienzas a presentar sensaciones extrañas. ¿Sientes algo? O incluso pueden haber deformaciones en el entorno.
—¡A la mierda con todo esto! —estalló Erik —. ¿Acaso me están jugando una broma?
—¡¿Una broma?! —arremetió Thomas con el mismo tono de voz —. ¿Acaso no ves todo lo que está pasando? Entonces, ¿cómo mierda puedes explicar que hayamos visto a otra Annika? ¡Estamos en otra realidad, Erik! Esa chica era su alter ego.
—¡Quizás solo era una chica similar!
—¡Chicos, cálmense! —exigió Ingrid pero ninguno de los dos la escuchó.
Thomas estaba rojo por el enojo contenido. Apretó los puños a sus costados y se mordió el labio con fuerza.
—¡Te voy a demostrar que no es así! —vociferó y salió corriendo.
—¡No! —Ingrid intentó detenerlo, pero Thomas corrió a una velocidad impresionante y siguió a la otra Annika, quien ya se había introducido en el edificio de la universidad.
—¡¿Qué carajos está haciendo?! —exclamó Annika alterada. Erik salió corriendo tras él.
—No... esto no está bien. No podemos alterar nada —afirmó Andrus en voz alta. Ingrid lo miró y asintió con la cabeza.
—Tienes razón, Andrus. No podemos ponernos en peligro. Iré a por ellos. Ustedes quédense aquí —Ingrid se ató el cabello crespo con una moña y luego se limpió el sudor de la frente —. Pase lo que pase... No interactúen con sus otros yo ¿Entendido?
Annika y su mejor amigo asintieron con la cabeza. Ingrid salió del callejón en el que se encontraban y corrió hasta desaparecer por la puerta del edificio.
Annika estaba asustada de lo que esos dos pudieran llegar a hacer. Hablarían con su otra yo. ¿Eso alteraría el curso normal de todo? Estaba segura de que dichas acciones traerían fuertes consecuencias y ninguno de ellos estaba listo para eso.
—Tenía razón. Te lo dije, Andrus. Ese pedazo de meteorito abrió algo, como una especie de puerta o apertura que nos permite viajar a otras realidades. Esa fue la razón por la que los hombres desaparecieron y jamás volvieron —comenzó a decir ella. Tenía la mirada en el suelo mientras que su mente era un revoltijo. Comenzaba a entender, a atar los cabos sueltos —. Esos hombres se perdieron entre realidades ¿Crees que nos pasará lo mismo a nosotros?
—No digas eso. Podemos regresar, pero no podemos permanecer mucho tiempo aquí.
El timbre que indicaba el cierre de las puertas del edificio sonó de repente. La muchedumbre se agolpaba a las puertas de la universidad para poder entrar.
—Te creo. Sí, es cierto, todo lo que tu abuelo copió en esos documentos es cierto. Pero aunque es asombroso y... aterrador, no podemos quedarnos. Es muy peligroso. Podemos volver de la misma forma en que llegamos acá —continuó Andrus y se pasó la mano por la frente por enésima vez. No dejaba de sudar —. Tenemos que volver y dejar esta investigación cuanto antes.
—¿Sabes que son millones de posibilidades, verdad?
Pensar en eso la volvía loca. No estaba preparada para lo que sucedería si no lograban regresar a su mundo original. Miró hacia las puertas, esperando divisar a sus amigos, pero no ocurrió nada. Todo el patio estaba desolado, a excepción de un auto que acababa de estacionarse. Miraron atentamente, y observaron a una mujer alta y con ropa elegante abandonando el coche.
—Escóndete, es la directora —le pidió Andrus. Se adentraron más en el callejón y permanecieron allí unos cuantos minutos.
Annika no dejaba de pensar en todo lo que estaban experimentando. La imagen de su otra yo no se borraba de su cabeza. Intentaba pensar con claridad, pero sencillamente no conseguía procesar todo.
—¿Qué están haciendo ustedes dos aquí? —dijo una mujer.
Andrus y Annika se sobresaltaron. En la entrada del callejón, la directora los miraba desafiante.
—¿Creen que no los vi? —inquirió —. Señor Peterson, señorita Ivanov. Necesito una explicación de inmediato. ¿Por qué están aquí y no han entrado a la institución? ¿Acaso quieren ser sancionados?
—Señora directora, nos disculpamos con usted. Nosotros... —Annika miró a Andrus, no sabía cómo continuar.
—¿Nosotros qué? —insistió la mujer con irritación —. ¡Adentro de inmediato! Y agradezcan que no llamaré a sus padres ¡Adentro!
Ambos tuvieron que entrar. La directora los seguía pisándoles los talones para cerciorarse de que entraran. Mientras Andrus caminaba con la mirada gacha, Annika observaba a todos lados. Estaba aterrada de encontrarse con su otra yo. ¿Qué pasaría si eso sucediera? ¿Estaría en peligro? Estaba segura de que no podían alterar nada de esta realidad. En ese momento, odió a Erik y Thomas por haberse involucrado precipitadamente, si tan solo ellos no hubieran entrado...
Cuando cruzaron la puerta de doble hoja se toparon con el extenso pasillo. En los lados, permanecían los casilleros azules y en torno a ellos había estudiantes preparando sus cosas para el inicio de clase.
La directora entró, les lanzó una mirada casi que asesina y continuó su trayecto hasta que desapareció entre la multitud.
Andrus agarró a Annika del brazo y soltó todo el aire que retenía en sus pulmones.
—Creo que debemos escondernos.
Comenzaron a caminar despacio. Annika se sentía ansiosa a cada paso que daba. Miraba el entorno deseando no encontrarse a ella misma. Cuando veía alguna chica rubia se detenía en seco y contenía un grito, pero luego se calmaba al darse cuenta de que no era ella.
Algunas miradas se posaron sobre ellos. Muchos estudiantes los miraban de pies a cabeza, unos que otros se veían más sorprendidos.
—Nos miran... ¿Se habrán dado cuenta de que no somos de aquí, de este mundo? —murmuró Annika con la voz temblorosa.
Andrus negó con la cabeza.
—No es por eso. Anna, solo míranos, somos un desastre en estos momentos.
Annika se percibió de pies a cabeza, y también a Andrus. Se percató de que estaban cubiertos de tierra y que sus prendas estaban un poco maltratadas. ¿Cómo no se había dado cuenta antes?
—Podemos permanecer en los baños hasta que suene el timbre de la primera hora. Luego nos marcharemos —apuntó ella. Quería alejarse de toda la atención que estaban recibiendo —. Entra en el baño de hombres, y yo estaré en el otro. Cuando suene el timbre nos vamos de aquí, ¿entendido?
—¿Y qué hay de los otros?
—Los esperaremos en el auto. Andando.
Se separaron, no sin antes dedicarse una mirada que denotaba angustia. Andrus se introdujo en el baño y Annika caminó unos cuantos metros. Se sentía más incómoda ahora que estaba sola.
Giró por el pasillo y repentinamente se chocó con una persona. Los documentos que traía el chico se desperdigaron por el suelo. Annika se quedó de pie sin saber cómo reaccionar.
—Maldición, lo que faltaba —soltó dicho joven. El muchacho se acuclilló y recogió sus cosas. Tenía el pelo naranja y llevaba anteojos. Annika lo reconoció de inmediato y la confusión y el enojo se apoderó de ella.
—Joder, Andrus, ¿qué te dije? ¡Tienes que esconderte en el baño! —lo reprendió elevando la voz. No se percató de que de nuevo atrajo la atención de todos los presentes.
Andrus se puso de pie de repente.
—¡¿Estás loca?! ¡Tú fuiste la que chocó conmigo!
Annika se dio cuenta en ese entonces de lo que estaba sucediendo. Andrus, el original, se había escondido en el baño y ella lo había visto ¿Cómo pudo olvidarlo? Quizás los nervios la estaban poniendo fuera de lugar. El Andrus original, tenía pecas en las mejillas y este no, en cuanto el resto de su apariencia, si concordaba.
Annika retrocedió. Su respiración se cortó de inmediato. Una horda de calor invadió su cuerpo.
Andrus la miraba enojado. Se veía totalmente diferente. Sabía que su verdadero amigo habría reaccionado tímidamente ya que ni siquiera era capaz de expresar su enojo en el momento. Pero este Andrus daba miedo, y al parecer no la conocía.
—Qué muchacha más extraña. Maldición, acabas de arruinarme el día —soltó y se marchó por el pasillo dando grandes zancadas.
Ni siquiera le dio tiempo de disculparse.
Su visión se tornó borrosa. La cabeza comenzaba a darle vueltas. Ella decidió huir, corrió por el pasillo despavorida hasta que llegó al baño de mujeres. Se metió en él y arremetió contra una chica que estaba a punto de entrar al único cubículo disponible. Estaba tan alterada que la empujó y se encerró en dicho baño.
—¡Oye! ¡¿Qué te pasa?! —exigió la desconocida con enojo.
Annika bajó la tapa y se sentó en el retrete.
—Calma, Agustina. Quizás era muy urgente —le dijo otra chica, que parecía ser su amiga.
Se escucharon risitas y más voces pero Annika dejó de escucharlas. En esos momentos, estaba experimentando un ataque de pánico.
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