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•01 | Sin querer.


Primer libro de la serie: You are my destiny.




Espero con la poca paciencia que me caracteriza que las puertas de metal que se cerraron frente mis ojos solo medio segundo atrás, se vuelvan abrir para así poder subir al ascensor como normalmente evito hacer. Una sonrisa alza flojamente una de las esquinas de mis labios por lo irónico de la situación en la cual me encuentro ahora.

La verdad es que odio los ascensores con toda mi alma, pero justo ahora no me interesa esperar por uno si debido a ello puedo poner fin con mayor rapidez a mi descolorida vida que ha perdido por completo su sendero.

Mierda.

No puedo evitar una rasposa carcajada ante los pensamientos tan crudo de mi realidad. Nunca imaginé que estaría esperando el elevador que me llevaría a mi muerte prematura, y es que con solo 22 años de edad, el suicidio no estuvo en mis planes sino hasta hace solo un par de semanas atrás; en dicho momento terminé de palpar la desdicha de encontrarme muerto en vida.

Sinceramente, mi permanencia en este plano terrenal no tiene sentido. No soy el valor fijo en la vida de nadie, no tengo deseos, ni mucho menos metas, solo... Tengo un gran vacío que se vuelve cada vez más grande y feroz con el pasar de los días.

Es asfixiante.

Sí, aunque sea complicado de entender, este hermoso chico que puedo apreciar con tristeza a través de lo metálico de las puertas, posee una vida bastante miserable que cada vez se vuelve más difícil de cargar. No tengo ninguna experiencia traumática, no sufrí de abuso, no tengo una familia mala, ni mucho menos una enfermedad incurable que me haga contar los días. Contrario a lo que muchos creen, tengo todo lo necesario para ser una persona feliz... Pero aun así no lo soy.

Desde que tengo memoria me aferré a esa frase dicha por Nobuo en NANA: "Te creeré aunque sea mentira" Dichas palabras las utilicé como mi lema de vida: ''Creeré que es bueno vivir, aunque sea mentira'' Fue lo que me repetía una y otra vez, y yo estaba tan ensimismado en la perfección de algo imperfecto, que jamás noté el truco detrás de mi vida. A veces quisiera retroceder el tiempo y golpearme para no engañarme a mí mismo durante tantos años. Intenté sobrellevar mi existencia hasta que la situación que reprimí en mí, se volvió tan clara que entonces noté que solo era yo el que estaba intentado tapar el sol con un dedo.

Cuando abrí los ojos a la realidad, me di cuenta que no era más que un caparazón completamente vacío que intentaba desesperadamente de volverse una tortuga y poder andar así sea con lentitud. Me resulta gracioso justo ahora; porque aunque fingiera una sonrisa e hiciera feliz a todos a mi alrededor, siempre terminaba llorando en mi habitación al sentirme incompleto.

Cuando acepté que nada en este mundo podría hacerme sentir conforme, comencé a observar todo de una forma distinta.

Los atardeceres tenían un toque más trágico de lo que hubiese deseado, terminando siempre con un dolor horrible en el pecho que me quitaba el aliento. La lluvia solo me hacía sentir más deprimido, y las risas de mi familia al verse a mi alrededor eran tan opresivas, que el deseo de no verlas nunca más comenzó a regir mi destino. De esa forma nació el deseo de morir, que es la gasolina que impulsa en este momento mi estadía en la espera del ascensor.

¿Encantadora historia? Sé que sí.

Dejo de observar mi reflejo para poder apreciar la pantallita oscura sobre las puertas del elevador que indica en ese momento el descenso de la caja metálica por el piso ocho. Las ansias comienzan a correr por mis venas como la misma droga que probé semanas antes. Quiero subir rápido y terminar con esto de una sola vez sin que el arrepentimiento pueda llegar a mí.

El sudor en mis manos comienza a ser visible, al igual que el dolor en las piernas al poder percibir con demasiada claridad como aquel viejo aparato metálico baja piso por piso, casi burlándose del miedo que le tengo a las alturas.

Odio esto... Jodidamente odio subir a ese tipo de cosas que operan solas y se ven tan viejas; es que de solo pensar que voy a estar por varios segundos suspendido en el aire dentro de una cabina metálica que se puede caer en cualquier momento y así obtener una muerte aplastante, literalmente hablando, me hace temblar. A pesar de ser consciente de mi acrofobia, me arrepiento en este instante de haber condicionado lo poco que he vivido a este miedo. Justo porque me iré del mundo sin haber hecho miles de cosas que quise hacer y que por el temor me negué, es que planeo morir en las alturas; no me voy a lazar del decimoquinto piso, sinceramente primero me moriría de un infarto, y no quiero morir de una forma tan fulminante. Yo... Quiero ver el atardecer, y ya luego ingerir esas pastillas que en mi pequeño bolso yacen para poder irme poco a poco mientras miro el cielo y tengo algunos momentos para pensar que realmente es mi fin.

El respectivo sonido que hace dicho medio de transporte vertical al llegar, suena, impidiendo que continúe indagando en mis enfermizos deseos de una muerte no tan espantosa. Sin ganas de perder el tiempo, entro a la cabina y presiono el botón que me llevará al piso que está antes de la azotea. Justo cuando falta la mitad del espacio para que las puertas se cierren, una bolsa de color azul obstruye el cierre, cosa que me hace saltar en mi lugar por lo repentino de la acción. Un segundo después, un joven jadeante del otro lado hace un profunda reverencia junto con un ''Disculpe'' En forma de susurro. El chico se coloca en la esquina de la cabina, tomando con excesiva fuerza lo que parece ser una bolsa de compras entre ambas manos.

Me acerco nuevamente al tablero con intenciones de acelerar el cierre, y en ese mismo instante el joven tiene la pretensión de hacer lo propio, pero al estar yo más cerca que él, se contiene a medio camino soltando una pequeña risita que desde mi experiencia sonó un tanto incómoda, nerviosa.

Carraspeo la garganta para centrarme.

—¿Qué piso?—pregunto con cortesía.

El que me vaya a morir no me quita lo educado. Él me mira por un segundo que parece eterno y seguidamente baja la mirada al piso un poco... ¿Apenado? No lo sé, solo puedo alzar una ceja a su dirección debido al silencio que mantiene.

—El... Último, por favor—masculla en un hilo de voz.

No respondí, solo asentí y marqué el piso que es el mismo que yo voy a ocupar. Las puertas por fin cierran con mayor lentitud, consiguiendo enseguida ese punzada en mi espalda baja al sentir que comienza el ascenso hacia los pisos superiores. Mis ojos no se despegan de la maldita pantalla que cambia con una lentitud olímpica. Ya puedo percibir cómo mis palmas duelen ante la insistente acción de restregar contra la tela de mi pantalón. En serio necesito bajar de aquí lo más pronto posible...

Vamos, todo estará bien, todo estará bien... Ya faltan solo...

De un movimiento bastante violento que es seguido de un estruendoso sonido, la cabina se detiene repentinamente en el decimoprimer piso. Yo al estar tan concentrado en querer bajar, no puedo sostenerme y pierdo el equilibrio hasta sentir lo frío del suelo contra mi mejilla izquierda. Quedo completamente paralizado en el momento en que las luces se apagan y una casi imperceptible luz de los bombillos de emergencia encima del tablero, se enciende. De manera automática giro mi rostro al otro lado del amplio elevador para notar que no soy yo el único en el suelo.

El joven de cabello azabache yace sentado mientras sostiene su cabeza entre sus manos y unos gruñidos de dolor romper el silencio del lugar. La bolsa de compra está esparcida a su lado con todo el contenido por doquier, pudiendo identificar algunas chucherías de empaques brillantes y otras bebidas. Un chillido agónico me alarma, haciendo que me arrastre un poco hasta él para poder verificar qué tipo de daño causó la caída.

—Ey, ¿Estás... Bien?—pregunto un tanto asustado. Lo único que puedo ver de su cara es su boca fruncida en una mueca sufrida, ya que sus ojos los mantiene ocultos tras su mano—. Oye...—lleno de temor acerco mis dedos hasta su hombro para llamar su atención—. ¿Ese golpe que oí fue tu cabeza al chocar contra el metal?

—Ah... S-Supongo—responde entre un jadeo bajo.

—Se escuchó bastante fuerte—realmente había sido más que fuerte de lo expresado, y el que se siga tomando la cabeza de esa forma tan insistente, solo logra inquietarme—. ¿Estás mareado? ¿Náuseas? ¿Qué lugar específicamente fue el que golpeaste? ¿No rompiste tu cabeza?

—Muchas preguntas.

—Lo siento, es que puedes tener con facilidad algún tipo de lesión. Por favor, déjame revisar.

—¿Es doctor?

Mi mano que se aventura a él, queda a medio camino al escuchar aquello. El dolor en mi pecho crece. ¿Doctor? ¿Alguien como yo?

—Eh, no...—no pude finalizar ni el segundo año de medicina. Qué idiota soy. No tengo ningún tipo de derecho de preocuparme por otros si en este día acabaría con lo que un doctor lucha por salvar: la vida. Patético Kim Taehyung, patético—, lo siento no lo soy. Solo quería verificar que estuvieras bien... Es todo—me cohíbo.

—Suena como uno—responde en voz baja, quitando al fin la mano de su rostro.

Con la escasa luz que el sitio brinda, puedo notar que una gota de sangre resbala de su ceja derecha hasta su mejilla en un rápido movimiento. Sabía que algo debió de romperse con semejante golpe.

—Supongo que no moriré, s-solo duele un poco—cierra sus ojos con fuerza al decir aquello.

—Estás sangrando—murmuro aliviado—. Rompiste una de tus cejas.

Por costumbre me apresuro a buscar un pequeño pañuelo que siempre traigo conmigo en el bolsillo delantero de mi pantalón, para llevarlo a la zona afectada y así contener la sangre que sale de forma escandalosa. Él vuelve a mirarme.

—Al parecer no es una gran herida—comienzo a farfullar nervioso—, la zona se hinchará bastante, tendrás que tomar algo para la inflamación y dolor si no es soportable, quizás se mantenga el malestar en tu cabeza y tu ojo se vea afectado por la hinchazón. Te recomiendo que vayas al médico para que él valore si son necesarios algunos exámenes—sigo diciendo sin pensar.

—¿En serio no es médico?—vuelve a preguntar.

—No—bajo mi mirada hasta sus manos que permanecen quietas sobre su regazo. Tomo alguna y la llevo al pañuelo para que sostenga por cuenta propia la tela que cubre su herida—, Como ya dije, no lo soy... Al menos, jamás lo logré—admito en voz baja con una pequeña sonrisa.

Una vez él sostiene por sí mismo la tela, me alejo lo suficiente otorgándole su espacio. Por educación ante su dolencia, empiezo a recoger e introducir las cosas que están regadas en la bolsa de compra de tono azul.

—Puedo notar la vocación, ¿Cómo alguien así no lo puede lograr?—indaga cauteloso, acercándose para ayudarme también.

La seguridad con la que dice esas palabras hace que una sonrisa dolida se forme en mis labios. Yo también creí que poseía una vocación única sobre la faz de la tierra, yo también pensé que con solo amar algo podía obtener las cosas, pero al darme cuenta que con amor y ganas no mucho se obtiene en un mundo que se mueve por el dinero, la decepción me llevó a la depresión y la depresión al vacío emocional del cual no he podido salir todavía.

—Creo que sería un buen doctor—dice tímidamente, quitando el pañuelo de su ceja en el afán de utilizar ambas manos en la recolección de sus compras—. Lo siento, no tiene que hacer esto por mí, yo puedo.

—No es nada, solo... Otra vez estás sangrando—noto, sin siquiera percatarme que lo estaba mirando—. Por favor, no dejes de hacer presión por el momento—vuelvo a llevar el retazo de tela hasta su ceja, ganándome una mueca que distorsiona ese rostro de bebé que el chico posee—. Quizás necesites un punto, aunque con esta luz no podría asegurar cuán profunda es la herida. ¿Te duele mucho?

—Gracias—murmura sin apartar todavía sus ojos de los míos —. Es muy amable... Eh...

Yo en serio quiero decir algo, pero de mi boca nada sale... Solo esa extraña sensación que ya había experimentado con anterioridad en algún momento de mi vida. Sus ojos negros me llevan a un lugar lejano, es extraño, pero siento que ya lo conozco de algún sitio, que lo hice hace mucho tiempo, y por ello, esas ganas de llorar sin razón aparecen. Parpadeo varias veces y alejo mi atención de él. ¿Qué ha sido eso?

—Taehyung, es un placer—digo en seguida un poco confundido por todas esas emociones que se van arremolinando en mi estómago.

Solo es un toque el que siento cuando desliza sus dedos por sobre los míos al querer tomar el pañuelo, lo que causa una corriente de electricidad por todo mi cuerpo, nuevamente llevo mis ojos a los suyos que ni siquiera parpadean al mirarme. ¿Acaso él ha sentido lo mismo? ¿Qué es esta cercanía que me conmociona a tal manera? Cercanía que no existe. Mierda, en serio siento ganas de llorar.

—Jungkook—sonríe un poco, finalmente desviando la atención de sus ojos—, mi nombre es Jungkook... Eh... ¿Hyung?—pregunta con curiosidad.

—Sí, s-supongo que soy tu Hyung, te ves... Bastante joven. Da igual, puede llamarme como desees—murmuro.

De forma rápida corto cualquier tipo de contacto y me siento en el suelo dejando la distancia correspondiente para no sentir incomodidad. Mi espalda se pega de la fría superficie metálica que se cuela a través de la tela de mi chaqueta rosa, y relamo mis labios que se han secado por la extraña opresión en mi pecho que solo se hace mayor con el pasar de los minutos. No puedo asegurar cuánto tiempo transcurre, pero la respiración errática del azabache me comienza a poner nervioso hasta el punto de sentir que casi gotas de sudor resbalar de mis manos.

—¿Está bien?—su voz sale suave, aterciopelada, ¿Cómo se puede oírse de esa forma si seguía respirando de ese modo?—. ¿Hyung?—mi mirada se distorsiona por las lágrimas que hasta ese momento me doy cuenta que queman mis ojos. ¿Qué es...?—. Hyung... Cálmese.

Su mano toma de forma fuerte mi brazo izquierdo haciéndome caer en cuenta que no es su respiración la errática, es la mía.

Las lágrimas empiezan a descender por mis mejillas como cascadas, y con ello, esa opresión asfixiante crece en mi cuerpo, aparte de esa tan común punzada en la parte baja de mi espalda que me hace quedar rígido en mi lugar. Estoy aterrado. Fui lo suficientemente estúpido como para no notar las pequeñas pistas me mi sistema me fue dando.

Supongo que es una muy mala idea quedarse atrapado en un ascensor a once pisos del suelo si una de las persona sufre de acrofobia, y más, si durante toda su mísera vida ha evitado utilizar cualquier tipo de medios que conlleva estar a dos pisos sobre el suelo. En medio del pánico, puedo detectar lo ilógico del momento, estoy entrando en un ataque de pánico por estar en una situación que yo mismo creé al querer morir, MORIR, por Dios... ¿No es mejor que se caiga esto y así descansar en paz de una vez? No, claro que no; porque el que yo quiera partir de este vacío mundo, no me da derecho a arrastrar conmigo a otros seres inocentes.

Él refleja la inocencia más hermosa que haya podido observar...

—Está temblando, ¿Qué le sucede?.

Quiero hablar, quiero decirle que estoy a nada de tener un ataque debido a la altura y situación; pero simplemente las palabras no quieren abandonar mis labios, mi corazón palpita tan fuerte que mis oídos retumban de forma sofocante en mi dolorosa cabeza, mis extremidades están entumecidas. ¿Por qué? Joder, se supone que esto no tenía que suceder.

—Por favor... ¿Qué hago? Q-Qué puedo hacer...—se pregunta con voz intranquila moviéndome un poco.

Entre mi colapso, él se coloca de pie y empieza a pedir ayuda por medio de las puertas mientras golpea y golpea con ambas palmas. En cierto momento dejo de prestar atención a esta persona cuando mis pulmones se comprimen de un momento a otro, de por sí, ya el lugar posee oxígeno limitado y que comenzara a hiperventilar empeora la situación drásticamente. Entonces como si ese hermoso azabache no encontrara más por hacer, se posiciona sobre mí, toma mis mejillas haciendo que mis ojos que permanecían cerrados se abrieran y clavaran en los suyos con sorpresa.

—Míreme... Solo míreme a mí—pide entre mimos que son dejados con suavidad sobre mis mejillas, distrayendo por algunos instantes el pensamiento de que posiblemente podría morir en cualquier momento—. Respire... Míreme respirar y trate de llevar mi ritmo—quiero parar de llorar, quiero dejar de sentirme estúpido frente un chico tan guapo como lo es ese joven, pero no logro controlar mi estado, no puedo parar, no puedo evitar tener miedo—. Tu respiración es extraña—al menos no, hasta que esa preciosa voz me arrebata el poco aire que poseen mis pulmones—, ¿Qué debo hacer? No lo entiendo. Tu respiración no me deja comprender si estás bien—un desconocido está cantando para mí, un chico que acabo de conocer canta solo para mí—. Un abrazo te daré. Tus suspiros dicen que estás cansado, lo sé, ha sido un día muy largo para tomar un descanso—sus ojos negros no se quitan de los míos, y milagrosamente la opresión de mi pecho va aflojando milímetro por milímetro—, solo piensa en ti, toma un descanso... Deja de lado las preocupaciones...

Las lágrimas que abordan mis mejillas en este punto ya no son por el pánico de la situación, si no por los miles de sentimientos encontrados que esas suaves notas que salen de sus labios de manera armoniosa, calan en mi pecho de una forma anormal. Sin él saberlo, esas han sido las palabras más lindas que he recibido desde que decidí dejarme morir en vida. No lo puedo creer, un chico que apenas tengo un máximo de 45 minutos conociendo, me está diciendo en una voz tan dulce como un murmullo, que descanse.

Tu respiración es extraña, ¿Qué debo hacer? No lo entiendo, tu respiración no me deja comprender si estás bien...—sus dedos que dejaban mismos, ahora limpian suavemente lo húmedo de mi rostro al verme en la incapacidad de parar mi llanto—. Un abrazo te daré, lo has hecho bien—susurra poniendo fin a esa canción—. Lo ha hecho bien, Hyungrepite—. Lo ha hecho muy bien.

Con timidez y viendo la duda reflejada en sus ojos, desliza sus manos hasta mis hombros envolviendome en un abrazo lleno de delicadeza, gentileza. Estoy anonadado. Un desconocido me abraza, está tratando de alentarme por medio de un toque que me he negado, está brindándome su afecto de forma desinteresada. Su muestra de solidaridad logra que más lágrimas caigan y que los sollozos que estaban siendo amortiguados por su camisa de rayas blanca con negro, comiencen a inundar el lugar. Definitivamente ya no lloro por tener miedo a caer, lloro porque hace menos de una hora me iba a ir de este mundo sin que alguien me dijera que lo había hecho bien, sin que nadie se preocupara por tenderme una mano en una de mis crisis, sin que alguien me alentara y diera palabras de apoyo... Tal cual, como ese joven que apenas conozco lo está haciendo.

—G-Gra-cias—susurro aferrándome sin vergüenza a su camisa—, muchas... M-Muchas gracias.

Gracias por decir palabras que nadie en 22 años se preocupó en pronunciar, gracias por decir sin querer cosas que esperaba escuchar de las personas que se supone se alegran de que viva, gracias por tomarte unos minutos de tu tiempo en consolar a este pobre miserable que vio como única salida tangible el suicidio.

Aunque quise decir esas palabras en voz alta, nunca sería capaz de hacerlo, no puedo simplemente abrirle mi corazón a alguien que posiblemente no vuelva a ver después de salir de este horroroso sitio.

El chico no dice nada después de eso, solo canta la misma canción otra vez mientras acaricia mi cabello transmitiendo paz. La misma melodía salió de sus labios interminables veces hasta que las lágrimas dejaron de mojar su camisa, hasta que los espasmos de un desgarrador llanto como el que había tenido entre sus brazos, paró. Yo nunca me había roto de esa forma delante de alguien, jamás había llorado de esa manera. Por un momento, me importó tan poco que fuera alguien que acabara de conocer, simplemente de esa forma salió, simplemente no podía aguantar más, ¿Estaba mal hacerlo así? No lo sé, y no me importa; porque esa calidez que el alma de esa persona tiene sobre la mía, es casi irreal.

—Siento que lo conozco—susurra él dejando descansar su mentón en mi hombro sin parar de acariciar entre mi cabello—. Cuando mis ojos no pudieron separarse de usted por primera vez, un sentimiento sofocante de nostalgia me embargó. Cuando comenzó a respirar de forma rápida, pude percibir su miedo... Un miedo que me hizo erizar, que me hizo estremecer. Cuando empezó a llorar comencé a desesperarme porque podía sentir su consternación. Pero luego... Cuando lo abracé, su dolor atravesó mi corazón—su voz que hasta entonces había sido suave, se rompe al decir eso último—. ¿P-Por qué? ¿Por qué estoy llorando en este momento? ¿Por qué puedo sentir que su ser está roto? ¿Quién es usted? No lo entiendo...

—No lo sé—admito, trayendo su cuerpo más hacia el mío. Yo tampoco comprendo. Yo también puedo concebir lo que él acaba de decir, solo que no fui capaz de verbalizar esos ilógicos sentimientos que esta persona me hace sentir—. Yo tampoco lo sé.

—Quizás... Quizás lo conocí hace tiempo—dice de repente, deshaciendo el abrazo para tener una vista clara de mi rostro—. Hábleme de usted, estoy seguro que ya lo conozco. ¿Dónde nació? ¿A cuál preparatoria fue? ¿Qué universidad utilizó? Dígame... Estoy seguro que lo tuve que tratar en algún momento.

—Yo crecí en Daegu, estudie allá. Hace dos años que vivo aquí en Seúl... No sé, quizás nos vimos en algún momento en la ciudad.

—Soy de Busan—responde de inmediato con el rostro lleno de clara decepción—, y vivo aquí desde hace tres meses, es imposible, ¿Verdad?—ahora son sus ojos los que se llenan de lágrimas y hacen que mi pecho duela, ¿Esto fue lo que él sintió hace un rato?—. Si nunca le había visto... ¿Por qué... Tengo la sensación que lo conozco de toda la vida? Esto... Esto está logrando desesperarme.

—Lo siento, quizás solo conoces a alguien parecido a mí—termino por decir.

Esta situación es tan absurda, ¿Cómo puedo percibir que lo conozco, si estoy seguro que jamás lo había visto en mi vida? Y la única cosa que me da seguridad de ello es que un rostro tan hermoso como el que él posee, sería sencillamente imposible de olvidar.

—No, no—niega de inmediato, llevando la contraria—. No se trata de su apariencia, se trata del sentimiento que poseo cada vez que miro sus ojos, ¿Usted no lo siente? ¿Soy solo yo?

—Sí, lo hago... Entiendo lo que tratas de decir, Jung...—me detengo de forma abrupta al darme cuenta que lo llamaría por su nombre.

Al hacerlo, una imagen nítida llega a mi cerebro. Era un atardecer tan hermoso como jamás lo pude imaginar ni en mis mejores sueños. Tan amplio como nunca mis ojos en esta ciudad de concreto podrán apreciar. Increíblemente, pude sentir el soplar del viento contra mi rostro, viento que corría en esa tarde que podía mirar a través de mis ojos como si fuese real. Nuevamente lágrimas corren por mis mejillas al verme a mí mismo observar ese mismo atardecer, era yo, estoy seguro de ser yo...

Solo que con ropas muy distintas, antiguas... Quizás de hace siglos atrás, pero era yo...

—Entonces no lo entiendo, Hyung—su voz suave hace que la imagen de ese atardecer se pierda en lo profundo de mi cabeza, volviendo mi atención a esos ojos negros que al igual que yo, no comprenden lo que sucede entre nosotros—. Si jamás lo he visto, ¿Por qué mi pecho duele tanto? ¿Por qué lloro sin razón? ¿Acaso eso tiene algún sentido?

Quizás estoy comenzando a comprender. Aunque de solo pensarlo, la palabra ''Descabellado'' Suena por todos lados, pero es lo único que puede encajar en toda esta extraña vivencia, que quizás es absurda, pero el hecho de que mi alma resuene solo cerca de él, no deja de ser real.

—Tal vez... Fue en la anterior vida—muerdo mi labio con temor por esas palabras—. Quizás nos conocimos en nuestra vida pasada




-AlHanyG

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