Capítulo 3.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo, en ese momento sentí como los pelos se me pusieron de punta. Mantuve los ojos cerrados, buscando torpemente con la mano una manta. Sentía como me cubría una parte del cuerpo, pero por desgracia no la encontré... Sino que hallé otra cosa. Una mano. Me sobresalte, incluso abrí los ojos, aunque después de que pasasen varios segundos terminé convencida de que se trataba de mi otra mano... Pero todo cambió cuando esa mano estrecho la mía en la suya. Mis ojos se abrieron como platos, de un salto me senté en la cama, dirigiendo de manera nerviosa la mirada hacia la persona que se hallaba a mi lado.
Si la mano hubiese sido algo más pequeña lo habría dejado, ya que podría ser la de mi hermana, pero este no era el caso. A mi lado se hallaba un chico. Inmediatamente revisé el si llevaba ropa, alterada de que no fuese así. Dejé escapar un suspiro lleno de alivio al ver que iba vestida igual que ayer. Velozmente me levanté de la cama, analizando con la vista cada parte de la habitación.
—¡Esta no es mi habitación! —Di un grito, logrando con él que el sujeto desconocido se revolviese en la cama. Con pasos firmes me acerqué a la ventana. Quería reconocer la calle en la que estaba, quería buscar la salida de ese... ¿Piso? Si, era un piso.
Me asomé por la ventana, recorriendo la calle con la mirada. En una parte de ella habían coches aparcados, en frente del piso en el que estábamos habían tiendas, entre ellas una pequeña floristería, un bistro, un bar y un pequeño boutique, al parecer francés. Intenté situar esa calle, pero nunca antes había estado en ella, ni siquiera la vi en alguna foto o algo parecido. La sangre en mi empezaba a hervir, sentía como mis ojos empezaron irritarse y como una ola de pánico empezó a apoderarse de mi.
Bruscamente me di la vuelta, decidida a irme de ahí. Por desgracia no me di cuenta de que el chico se había acercado a mi por detrás y me tropecé con él, quedando de manera casi torpe entre sus brazos. Sus ojos claros se clavaron en los míos, un pequeño brillo de emoción apareció en ellos. Contuve el aliento, retrocediendo a continuación un torpe paso para crear entre nosotros algo de distancia. El desconocido se relamió los labios, parecía nervioso, pero no apartó la mirada de mi.
—¿Quién eres? —Preguntamos ambos al mismo tiempo, como si nos hubiésemos puesto de acuerdo.
—Me llamo Kilian—. Se presentó ofreciéndome con educación su mano derecha para estrecharla. Le analicé con desconfianza. Su nombre no me sonaba absolutamente de nada, nunca antes lo había oído.
¿Estaría él en la fiesta de anoche?
Me quedé pensando sin reaccionar de manera alguna a su presentación, mostrándole con ello mi parte maleducada. Él dio dos tosidos forzados. Le hacia notar demasiado que no quería estrechar su mano, pero aún así, continuó insistiendo sin apartarla.
Terminé tomándola y estrechándola con fuerza.
—Risha—. Le solté y creé nuevamente distancia entre nosotros. Su mirada seguía sin apartarse de mi, por unos instantes parecía hipnotizado. Escondió la mano derecha entre sus cabellos claros, revolviéndolos.
Esto se estaba volviendo incómodo para ambos. Empezaba a notarse en su mirada. Kilian no me quería ahí y yo tampoco quería estar en este lugar. Sacudí la cabeza y me encaminé hacia otra de las habitaciones del piso, buscando con desesperación la salida.
—¡Oye! —Alzó la voz. Me detuve y de manera insegura me di la vuelta hacia él.
¿Qué quería de mi? ¿Y si me ha secuestrado?
—¿Estás bien? —Preguntó con algo de preocupación. Levanté una de mis cejas y me crucé de brazos observándole de pies a cabeza.
—¿Me has secuestrado?
—¡¿Qué?! ¡Claro que no! —Se apresuró a contestar.
—¡¿Entonces qué hago en tu piso?! —Grité sin darme cuenta.
—También me gustaría saberlo. —Hizo una corta pausa, acompañando esta de un pesado suspiro—. Me desperté sobre las tres de la mañana para ir a beber y te encontré a mi lado en la cama. ¡¿Te imaginas como quedé?! —Prosiguió sonrojándose al imaginarse ese momento. Sentí como mis mejillas también empezaron a cobrar algo de color, pero intenté disimularlo dándole la espalda.
—¿Me viste a tu lado en la cama y no me dijiste nada? ¿Acaso para ti es normal despertar con desconocidas en la cama? —Cuestioné después de que pasasen unos instantes, dándome la vuelta hacia él. Esa pregunta le había dejado algo más nervioso, se le notaba en los ojos. Mordió su labio y abrió la boca, pero no emitió ninguna palabra, en parte parecía estar buscando en su mente las más apropiadas.
—Estabas dormida, no sé, me daba pena despertarte y parecías bastante cansada—. Respondió con rastros de timidez.
Un incómodo silencio volvió a crearse entre nosotros. Era muy amable y simpático, pero seguía siendo un simple desconocido. No podía confiar en él... Lo único que sabía era su nombre.
—¿Te apetece desayunar algo? —Preguntó sacándome de mi mente.
—Debería volver a casa—. Le rechacé con tacto. Kilian revolvió sus cabellos de nuevo, la chispa de emoción comenzó a desaparecer de su mirada. Era como si le disgustase volver a su rutina.
—Cierto, pasaste la noche aquí. Tus padres estarán preocupados—. Curvó sus labios en un tierna, pero forzada sonrisa.
—Quizás otro día—. Quise animarle con ese comentario, más bien, darle una oportunidad. Llevaba poco tiempo aquí, pero parecía muy abandonado y una parte de mi, me decía, me susurraba que podía tener a un verdadero amigo. Era extraño, pero sentí una especie de conexión con él. Volví a encaminarme hacia la puerta de salida.
Por el camino vi su cocina y parte del salón. Ambas estaban medio ordenadas, había ropa usada en el sofá y platos sin lavar en la cocina. Sonreí al verlo, aunque tenía que admitir que el piso entero estaba más ordenado que mi habitación. Continué hasta la puerta de salida, en el centro de esta había un calendario. Me quedé mirando la fecha y sentí como un escalofrío recorrió mi cuerpo.
—¿Viernes ocho de marzo? —Pregunté confundida—. Pero si ayer era lunes—. Agregué con inquietud.
—¿Sucede algo? —Se acercó a mi Kilian fijando su mirada en mi.
—¿Por qué tienes un calendario del año pasado? —Cuestioné tranquilizándome. Igual le da pereza cambiarlo, por eso tiene uno del año pasado, tiene su sentido. Aunque no estaba muy segura de que fuese así, pero al estar medio ciega, pues no encontré el año en el calendario. Kilian rió cortamente y negó varias veces con la cabeza creyendo que estaba bromeando.
—Es de este año—. Comentó con una sonrisa.
—No es de este año—. Le llevé la contraria. —Ayer era lunes.
—No, claro que no. Ayer fue jueves. ¿De qué año vienes tu? —Intentó bromear con ello, acompañando sus palabras con una sonrisa.
—Del 2016—. Respondí seriamente. Sus ojos se abrieron de par en par, lentamente me analizó, esperando que en cualquier momento le dijese que era broma. Al ver que ese momento no llegó se dirigió hacia el salón, tomando asiento en el sofá.
—¿Hablas en serio? —Preguntó mirándome como si estuviese loca.
—¡Deja de mirarme así! ¡Exijo que me digas donde estoy y el año en el que estamos! —Alcé la voz acercándome con pasos bruscos hacia él.
—No te pongas así... Admite que no es normal que aparezca una chica en tu cuarto y que te diga que viene del 2016, aparte de que no tengo muy buenos recuerdos de ese año—. Gruñó dejándose caer en el resto del sofá, quedando tumbado sobre este.
—¿Ahora te molesta? Extraño que cuando me viste por primera vez no te pareció raro. ¡Ni siquiera te molestó que fuese una desconocida y que estuviese en tu cama! —Le di la espalda, decidida a irme de ahí. No iba a perder un segundo más en esta casa.
—Estás en el 2019—. Dijo impidiendo con esas palabras que saliese del piso. Volví a darme la vuelta hacia él. Kilian seguía tumbado en el sofá, esperando a que pasase lo que tuviese que pasar.
—¿Qué?
—Estamos en el 2019—. Repitió sin apenas moverse.
—No te creo.
—Tendría mucho sentido mentirte con la fecha—. Murmuró entre dientes.
Tenía razón, sería muy estúpido hacerlo.
—Estamos en Katowice—. Agregó después de que transcurriesen unos segundos.
—¡Estamos en Polonia! —Levanté la voz alterada.
—¿Dónde vivías tú? —Preguntó, poniéndose de pie nuevamente. Seguía mirándome como si estuviese loca. Era extraño, ya que seguía teniendo diecinueve o eso suponía.
—De Brno—. Respondí, aclarando mi garganta antes de responderle.
Esto no tenía sentido. Cerré durante varios segundos los ojos, intentando recordar algo de esa noche. Algo que pudiese darme una pista. En el fondo seguía estando nerviosa, seguía sintiendo como el pánico quería atacarme, como quería apoderarse de mi. Era normal, era demasiado difícil mantener la calma, ya que nunca antes me había sucedido algo así. Si despertase estando en el mismo país al menos, pero despertar en la casa de un desconocido, tres años más tarde y en otro país... Sentí un leve mareo. Todo se volvió borroso.
Kilian se dio cuenta de ello. Con pasos rápidos se acercó a mi y cuidadosamente me envolvió con sus brazos. Llevándome al sofá. En su mirada aparecieron rastros de preocupación, era raro que la sintiese, ya que la mayoría de personas suelen ser egoístas... Y más si hablamos de los habitantes de Polonia.
—¿Cuándo comiste? Te están dando bajones por hambre—. Susurró nervioso. El también estaba confundido, quizás fuese egoísta en esos momentos... Pero quería volver a mi casa... Quería alejarme de este desconocido.
—Te estoy hablando—. Gruñó Kilian al ver que no le respondía.
—Quiero irme a casa.
—Eso es más que obvio—. Comentó de manera sosa. —Pero estás en Polonia... Podrías volver en tren—. Pensó en voz alta. Empezó a hablar con un tono distante, como si el interés que antes tenía, hubiese desaparecido en un abrir y cerrar de ojos.
—No tengo dinero—. Murmuré cabizbaja.
—No sería tan fácil... Desde hace un año vigilan las fronteras, necesitarías el pasaporte y papeles de relleno que piden—. Explicó intentando ser amable.
Dejé escapar un pesado suspiro.
Más complicaciones.
Pensé alterándome.
—¿Por qué las vigilan?
—Lo decidieron muchos estados de la unión europea. —hizo una pausa.— Sobretodo Polonia, Chequia, Alemania, Eslovaquia y algunos más —. Continuó con su explicación. Es cierto... ¿Cómo es que hablábamos el mismo idioma? Quiero decir... Él era polaco y yo checa... ¿Cómo es que sabe hablar checo?
—¿Eres checo? —Pregunté, causando en el inquietud. Se revolvió el pelo y negó con la cabeza.
—Viví con mi padre en la república, luego nos mudamos y bueno... Aquí estamos—. Resumió. —Estoy.
—¿Y él?
—Se encontró a una novia que empezó a ponerlo en mi contra y ambos me echaron de casa cuando tenía veinte años—. Suspiró con pesadez, mientras que en sus ojos se reflejó ese momento, ese dolor y esa soledad.
—Siento haber preguntando—. Me disculpé de manera inmediata. Se forzó a sonreír y sacudió la cabeza.
—No te disculpes, no podías saberlo... Aparte de que las mujeres sois curiosas, tarde o temprano me terminarías haciendo la pregunta—. Se encogió de hombros, intentando animarme con ello. Por desgracia empecé a sentirme cada vez peor. —Deja que te haga yo una pregunta indebida y estamos en paz. Mmm... ¿Que talla de sujetador usas? —Preguntó, clavando su mirada en mi pecho.
Abrí mis ojos como platos, con un salto me aparté de él, notando como mis mejillas comenzaron a arder por su pregunta.
Será estúpido.
Por el salón se extendió una sonora carcajada.
—Te has puesto súper adorable—. Dijo entre risas.
—Te odio.
—Dejaré que te quedes aquí. Buscaremos las respuestas a como llegaste aquí. Quizás sea una locura, pero creo que me estás diciendo la verdad, lo que queda de mi corazón exige que te crea—. Habló después dedicarme una sonrisa pícara.
—Quizás solo sea un simple sueño—. Susurré para mi misma.
—Pues es el sueño más emocionante que he tenido en mucho tiempo—. Me miró de reojo, logrando con esas palabras que mis latidos se acelerasen.
—Me pones nerviosa—. Gruñí, cruzándome de brazos.
—Es extraño poner a una chica nerviosa hoy en día—. Comentó con una brillante sonrisa.
—Ñeñeñe.
—Que infantil—. Se burló con diversión.
—¿Crees que podría pasar la frontera? —Cuestioné tragando costosamente saliva.
—El programa en el que entraron los países es complicado. Todos los habitantes fueron sometidos a pruebas de ADN, para que aumentase la seguridad y esas tonterías. Las hicieron a finales del 2017. —Explicó. —Cada vez que las fronteras son pasadas, a través de huellas digitales se comprueba quien eres, ya que estás registrada y tal... Pero en tu caso... Si no estuviste aquí, pues es complicado. Podrían acusarte de terrorismo, infiltración o cosas peores—. Continuó intentando ser lo más claro posible.
No me lo podía creer.
¿Cuándo se planeó algo así? ¿Por qué? Y la mayor duda de todas es... ¿Cómo terminé yo aquí? Seguía sin tener sentido y por mucho que intentase recordarlo, no servía de nada. Solo me acordaba de una fiesta y de que había hablado con Erick, pero no de más detalles.
—Te ayudaré—. Susurró Kilian, clavando su mirada en mi. —No pienso dejarte sola en esto—. Añadió, aunque sabía que lo decía más por emoción. Estaba más que claro y era más que visible.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro