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Capítulo 1.

7 de marzo 2016.

Hoy es mi cumpleaños... Otro más. A veces me siento como si tuviese cuarenta o cincuenta años. Siento que mi vida es tan complicada, tan difícil. Muchas veces, antes de levantarme, antes de madrugar para ir a clase me pregunto... ¿Qué sentido tiene mi vida? ¿Qué camino tomar? 

Soy el segundo plato de mis amigos... ¡No! Soy el postre. Siempre me buscan cuando necesitan algo. En fin... Es mi cumpleaños, fuera mal rollo hoy. Vamos a sonreír. Vamos a fingir felicidad. 

—¿Has estudiado para el examen de química? —Preguntó desde el otro lado de la clase Laura. Esa voz chillona, algún día rompería algún cristal. Con un movimiento rápido escondió un mechón de pelo rebelde y sonrió durante cortos segundos. Su rostro volvió a ponerse serio, mientras le dedicaba algo de atención a la hoja de papel que tenía en la mano derecha. Negué con la cabeza como respuesta, aunque sabía perfectamente que tendría que decir algo, ya que era imposible que me viese. 

—En parte si, pero no me lo sé del todo—. Respondí con la voz sosa, sin prestarle más atención. Mi vista la hundí en el libro que tenía entre las manos. Ella empezó a susurrarse para si misma lo que entraba en el examen, mientras que yo continué con lo que estaba leyendo, pero no durante mucho tiempo, ya que volvió a interrumpirme la misma voz. 

—No me lo sé, no sé que hacer para que me entre—. Soltó un bufido y dejó la hoja de papel sobre una de las mesas. Una amiga normal, una amiga que... De verdad te considerase buena amiga te felicitaría, pero no... Yo me acuerdo de los cumpleaños de los demás, pero nadie nunca se acuerda del mío. No entiendo como las personas de este sitio, de esta clase pueden ser tan frías, tan distantes. 

Es cierto que viví en España durante unos doce años, que pasé gran parte de mi vida ahí, pero llevaba aquí casi seis años y seguía sin tener amigos amigos... La mayoría de ellos solo eran conocidos, solo era gente a la que veía entre cuatro paredes, gente con lo que compartía un hola y nada más. Por una parte sentía una especie de odio hacia mi país, no me sentía aceptada por los de mi clase, ni por nadie de aquí... Pero por otra parte, la forma de educar, el sistema en sí, me tenía enamorada. Nunca había aprendido tanto en tan poco tiempo. Era sorprendente. Descubrí que me fascinaba la psicología y lo que tenía que ver con ella. 

—¡Hey! Tierra llamando a Sha-sha. ¿Estás aquí? —Dio varios chasquidos delante de mis ojos, sacándome por completo de mis pensamientos con ello. Parpadeé varias veces seguidas y negué bruscamente con la cabeza. Odiaba que fuesen así. Su forma de hablar, su comportamiento, era muy diferente al que conocí en España. Ahí todos mostraban más sus sentimientos, eran incluso más cariñosos, pero aquí... Aquí todos intentan mantener la distancia y te critican nada más ver que no les escuchas. 

—Me quedé pensando—. Musité sin ganas de darle detalles. 

—Obviamente—. Se encogió de hombros y dejó escapar un suspiro. —No sé como consigues aprobar las asignaturas, siempre tienes la mente y la concentración en Marte—. Agregó, sentándose sobre la mesa en la que dejó la hoja de la que estudiaba. 

—¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? 

—Pues que si no te centras es imposible que apruebes—. Explicó haciendo un movimiento pijo con la mano derecha. Decidí no decir nada, era mejor no responderle, bueno, era mejor no comentarlo. 

Este día iba a ser largo, muy largo. Los segundos se hacían eternos, tenía tantas ganas de volver a casa y... Y hacer algo, escuchar música, ver alguna serie. Antes de poder hacer algo, en el aula entró el profesor de química.

—¿De nuevo falta Isabel? Como siga faltando, la suspenderé—. Dijo nada más entrar, mientras que le ponía la falta a Isa. Era uno de los mejores profesores de química, era solo mi opinión, pero si se entendía lo básico se podía deducir con facilidad lo complicado... Siempre y cuando no sean casos con excepciones. 

—No me lo sé, no me lo sé—. Susurraba Laura nerviosa. Ella era uno de esos casos que decía mucho que no sabe, que no ha estudiado y cosas así, pero siempre aprobaba el examen. No sacaba la mejor nota, pero si una buena. 

—Silencio—. Ordenó con un tono firme el profesor, mientras que con las manos arreglaba su corbata. Él era un hombre de más o menos sesenta años. Solía llevar traje o camisas, no variaba mucho más su vestuario. —¿Listos para el examen?— Cuestionó dejando la corbata tranquila, sacando de una carpeta un pequeño folio. El examen. No esperó a que le diésemos alguna respuesta y empezó a repartir las hojas. Mientras pasaba por nuestro lado, analizaba atentamente la mesa, revisando con su mirada si alguien de nosotros no se hizo alguna chuleta*, para el examen. 

No encontró ninguna, bueno, igual si, pero no nos los dijo. Volvió a ponerse detrás de su mesa, nos dedicó una última mirada a nosotros, a su reloj y con un gesto nos indicó que podíamos empezar el examen. La primera pregunta me dejó algo confundida, pero como siempre, decidí usar el método salto. Consistía en saltar las preguntas que no me sé y responder a las que me sé, para luego poder volver a las que no me sé y comerme la cabeza con ellas. 

**** 

—Se acabó el tiempo—. Nos avisó el profesor. —Dejad los bolígrafos—. Agregó ya recogiendo los exámenes de las primeras mesas. Dejé el boli de tal forma que se me cayó... Torpeza nivel Risha aparece de nuevo. Solté un pesado suspiro y negué con la cabeza. Llevé mi vista hacia venta. Daba gracias al haber escogido la fila que se encontraba más cerca de la ventana, así a veces podía ver como el sol brilla y parte de la naturaleza que tenemos en los alrededores del instituto. 

El profesor cogió mi examen sin dedicarme ni una más mínima mirada, volvió a su mesa y antes de que pudiese seguir dando el tema que teníamos a medias, alguien llamó a la puerta de la clase. Soltó una especie de bufido y se rascó el pelo. En la puerta apareció un chico rubio, de ojos verdes y con gafas. 

—S-siento mucho interrumpir, p-pero han venido los que dan la presentación antes y están esperando—.  Tartamudeó clavando la mirada en el suelo y metiéndose ambas manos en los bolsillos del pantalón. 

—Yo no tengo la culpa de que hayan venido antes. Cuando lo organizamos dijimos a las nueve y media, no a las nueve y quince. Tenía pensado dar clase—. Gruñó con cierto enfado el profesor. No me extraña que reaccionase de esa forma, habíamos perdido unas tres clases las semanas anteriores. Murmuró algo entre dientes y con un gesto nos indicó que saliésemos de clase. Todos empezaron a levantarse, todos con prisas, empujones, como si estuviesen huyendo de algo. En la puerta seguía esperando el chico, quien se suponía que nos iba a llevar a la clase en la que íbamos a tener la presentación, pero uno de los listos de nuestra clase lo estampó contra la pared. 

¿Qué sentido tenía que Adrián fuese como primero si ni siquiera sabía donde teníamos la proyección? 

Siempre estaban haciéndoles bromas pesadas a los de cursos menores. Eran tan infantiles en algunos sentidos. El chico sonrió al verme, era miembro del club de lectura y solíamos vernos cada miércoles en él. El profesor salió como último, cerró la clase y nos siguió.

—¿Cómo estás?— Preguntó Erick, curvando sus labios en una sonrisa.

—Bien, acabamos de hacer un examen, es lunes—. Pensé en que más decirle, pero no se me ocurrió nada. —¿Y tú qué tal?

—Bien, todo bien, también tengo examen hoy—. Me comentó bastante animado.

—¿No sabes de que es la proyección?— Cuestioné con cierta curiosidad, cruzando los dedos para que fuese de algún tema interesante. Erick alzó la cabeza durante unos cortos instantes, pensativos. Se le veía en la mirada que intentaba buscar la respuesta concreta.

—Creo que algo acerca del terrorismo y las elecciones de este año—. Intentó concretar el rubio, aunque la inseguridad de sus palabras creaba desconfianza en mi. La verdad es que solía desconfiar de la mayoría de personas, era como una especie de mecanismo de defensa que se escondía en mi interior. No me gustaba dar detalles sobre mi a los demás, ni contar cosas de mi vida... Siento luego que so más atacable, que los demás podrían usar lo que cuento en mi contra y con ello hacerme daño... Hacerme sufrir más de lo que ya he sufrido. 

—Pufff—. Suspiré y negué varias veces con la cabeza. Otro rollo de esos. Pensé, reaccionando con ello a la repuesta de Erick, quien se limitó a decorar su rostro con una sonrisa no dijo nada más. Ambos permanecimos en silencio. Me sorprendió bastante que los de mi clase encontrasen con éxito el aula. 

Todos entraron en ella, incluido el profesor de química, yo aproveché y fui al baño. Me sorprendí al ver que cuando salí de él, la puerta del aula se hallaba cerrada. Unos segundos antes de llamar para que me abriesen, alguien me tomó de la muñeca izquierda. Odiaba que hiciesen eso. ¿Por qué tenían que tocarme? O sea... ¿Por qué invaden mi espacio personal? ¿Qué problema tienen? 

Inmediatamente me di la vuelta hacia la persona, encontrándome con Erick. Al ver la forma en que reaccioné a su contacto, me soltó, devolviéndome el espacio personal. 

—Perdona, perdona—. Se disculpó varias veces seguidas, llevando la mano derecha a su pelo, revolviéndoselo. 

—¿Qué quieres?— Pregunté cortante. 

—Solo—, desvió la mirada nervioso, sus mejillas empezaron a cobrar color. La verdad es que estaba bastante tierno así. —pensé que como no te interesaba la proyección, podríamos ir a la biblioteca a leer algo—. Agregó después de que permaneciese varios segundos en silencio. Arqueé una ceja, buscando en su rostro algún rastro de algo... Si, expresiones como esta solía usar mucho. En realidad no sé ni lo que estaba buscando, así que... Terminé desviando la mirada y metiendo las manos en los bolsillos de mi jersey negro. 

—¿A leer?

—Emm... Si leer, libros. Es mejor que asistir a una presentación.

—Cierto—. Me quedé pensando unos instantes, algo no cuadraba. —¿No se supone que deberías estar en clase?

—Tú deberías estar en una proyección y no te digo nada—. Me sacó la lengua, intentando mantener el tono bromista en su voz.

—Yo no estoy en ella por tú culpa.

—¿Y sí nos vamos a casa?

—¿Sabes como salir de aquí?— Cuestioné sintiendo como una ola de deseo se extendía por mi interior. Irse así como así estaba mal, pero hoy las clases terminan después de esta proyección... Sería tontería quedarme rondando por el instituto, con  probabilidades de que vaya a pillarme la directora fuera del aula. Podría regresar... Más bien, interrumpir la proyección, pero tampoco quería oírla.

—Hablas como si estuviésemos en una prisión.

—Estamos en una prisión.

—Exagerada—. Sonrió y negó varias veces con la cabeza. —En fin, sígueme.

—¿A dónde?

—Vamos a salir, el conserje a esta hora suele ir a revisar el sótano, podemos aprovechar para salir. Nadie se dará cuenta de que nos hemos ido—. Concretó, dejándome de piedra.

¿Cómo sabe eso? ¿Cuánto tiempo tardó en darse cuenta de ello?

—No preguntes, a veces soy demasiado observador—. Murmuró entre dientes, revolviéndose de nuevo el pelo, dirigiéndose hacia la salida.

—Se nota—. Comenté en un pequeño susurro, siguiéndole.

—Quiero impresionar a la chica que me gu... —Hizo una pausa—. A las chicas en general—. Se puso algo más rojo de lo normal, pero no le di mucha importancia.

—Estoy segura de que las impresionas e impresionarás mucho—. Intenté darle ánimos, aunque solo conseguí que se pusiese más rojo de lo que ya estaba. Sonreí al verle así, pero por fortuna o desgracia, no se dio cuenta de ello. Finalmente, salimos del instituto, aumentamos la velocidad de nuestros pasos hasta llegar a la calle.

—¿Puedo acompañarte a casa?— Musitó con timidez.

—Vivo en la misma casa cuatro años, no creo que me pierda—. Gruñí, aunque su idea no me desagradaba del todo... Pero tenía miedo, tenía un inmenso miedo a que volviese a estar rota de nuevo y que esta vez, no hallase todas las piezas de mi corazón, para reconstruirlo de nuevo.

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