Capítulo 19.-
¿Será que al fin pasará lo que tanto hemos esperado?
El camino a casa resultó silencioso. Taehyung ya no recordaba cuando fue la última vez que se animó a viajar a la casa de su infancia, ese lugar que nunca pudo considerar su hogar y que luego de tantos años tratando de huir de él parecía ser el único sitio al que podía ir antes de terminar con todo. Ni siquiera tenía claro qué haría, qué buscaba yendo a ver a su madre luego de años queriendo evitarla hasta en fotografías.
De pronto le sabían amargas cada una de las palabras que cruzaron por teléfono, promesas vacías de volver a verla pronto o de pedirle que fuese a visitarlo a la ciudad. Taehyung siempre había sabido que esas palabras eran vanas, simples calmantes para el alma triste de una madre enferma y quiso creer que ella también lo sabía, que no creía en ninguna de sus promesas porque siempre las rompía, siempre había una excusa por decir.
Decidió que no valía la pena llamarla, no quería dar explicaciones que no podía decir en voz alta y tampoco quería que sonase a despedida incluso cuando lo era. ¿Con qué cara podría pararse frente a su madre y decirle que había decidido suicidarse? Ni siquiera valía la pena adornar las palabras cuando ya se había convencido a sí mismo de ello, las manos incluso parecían inquietas con cada día que pasaba y se acercaba la fecha elegida.
Eligió su aniversario... ese que ya no celebraría con Jungkook.
Sí repasaba cuidadosamente su vida, las únicas fechas que parecían brillar en el calendario eran aquellos momentos especiales compartidos con el menor, momentos en los que se había sentido libre de resentimientos e importante para alguien. No se trataba de morir de amor o algo así, una parte de sí le decía que podía seguir viviendo con la idea de que Jungkook era feliz en alguna parte del mundo; se trataba entonces de que Taehyung ya no podía seguir viviendo consigo mismo.
Harto de la culpa de no ser el hijo que debía, de no haber sido el novio comprensivo sino uno enceguecido por la confusión. Asqueado de sí, de las decisiones que había tomado durante los últimos años y de la forma en cómo su cuerpo había cambiado. Taehyung simplemente no soportaba estar en su propia piel, cargando con el peso de su historia y de sus sentimientos.
Viajaba a casa para despedirse de su madre, darle por un momento al hijo que ella siempre necesitó y no aquel que le tocó. También buscaba decir adiós al Taehyung de su infancia, ese niño siempre asustado de ser abandonado, siempre buscando la seguridad de unos brazos que no le soltaran y le demostrasen que había un lugar en el mundo seguro para él, pero la realidad es que nunca lo hubo.
Ya era demasiado tarde para buscar.
Los créditos a blanco y negro subían por la pantalla mientras la oscuridad se cernía sobre sus cuerpos juntos bajo las sábanas de la cama. Jungkook dejó que Taehyung descansase su cabeza sobre su pecho, sus delgados dedos hilando los finos cabellos del mayor en una caricia simple. Habían pasado todo el día juntos en casa, disfrutando de la presencia del otro hasta para las tareas más sencillas.
.- No me gustó el final – susurró el mayor de los dos, sacudiendo su rostro contra la camiseta negra del menor en un intento de detener las lágrimas – ¿Por qué tenía ella que perder la memoria y dejar de amarlo? Eso no es justo.
Jungkook no respondió, sabiendo que su novio no esperaba escuchar una respuesta a su pregunta. Taehyung era sensible a ese tipo de finales desde siempre y con el tiempo aprendió a no consolarlo, en cambio, se dedicó a seguir brindándole su calor junto con caricias suaves que sólo buscaban confortarlo.
.- Eso no nos pasará, ¿verdad, Kookie? – Taehyung alzó su cabeza, sus ojos brillantes en lágrimas mirándolo fijamente mientras la luz del televisor iluminaba su silueta – No vamos a olvidarnos de esa forma, ¿cierto?
Una sonrisa se formó entonces en sus labios, Taehyung seguía sin comprender lo mucho que su corazón estaba aferrado a él y cómo Jungkook sentía que no podría vivir sin él. Acostumbrado al miedo y a la soledad, había puesto todas sus esperanzas en él, en su amor.
.- Claro que no, hyung. ¿Cómo podría pasarnos algo así? – trató de sonar seguro, pero divertido – Además, tú no conduces, así que dudo que un camión pueda chocarnos por detrás.
.- No estoy jugando, Jungkook – el mayor frunció el ceño, molesto por la inocente broma del menor – El día que decidí estar contigo lo hice pensando en compartir mi vida entera junto a ti. Todo lo que soy o fui, todo lo que seré. Sin secretos o mentiras.
Había tantas cosas no dichas escondidas entre sus palabras y su mirada que Jungkook de pronto se sintió pequeño en su lugar, inseguro de qué palabras utilizar para responde a la evidente indirecta. Nunca podría decirle en voz alta los secretos que llevaba dentro de sí, estaba seguro que Taehyung se horrorizaría, ¿quién podría amar a alguien como él? Taehyung, que era tan amable y cariñoso, tan bueno en todo... no, no creía que él pudiese.
.- Hyung...
.- A veces... creo que prefiero el silencio para convencerme de que no existen secretos – le cortó sus palabras, volviendo a enterrar su rostro en su pecho a la vez que sus manos se aferraban a su delgada cintura – ¿Quieres que veamos otra película?
Nuevamente el silencio se lo tragaba todo.
Pensar entonces en los recuerdos era doloroso, cuando en el pasado solía fijarse en esos momentos como los buenos de su relación ahora resultaban brillar los silencios, las mentiras y los reclamos no pronunciados entre los dos. ¿Cómo habían podido vivir un amor así? ¿Cómo habían sido tan ciegos ambos como para continuar de esa forma por tanto tiempo? Taehyung no haya respuesta más que el estúpido mantra que por tanto se repitió: el amor lo puede todo, lo sana todo.
Que mentira más estúpida.
Sus pies avanzaron lentos por la calle de su infancia, observando el verde paisaje a su alrededor como si fuese la primera vez, incapaz de vislumbrar más allá de esos recuerdos grisáceos que repiten a gritos lo patético que fue. Sus manos se aferraron a las correas de la mochila que golpeaba su espalda: lo único que quedó de una vida entera, años resumidos a una simple carta de despedida, una camiseta blanca que un día Jungkook utilizó para dormir y una pistola semi automática que tomó de Seokjin cuando nadie lo veía.
No necesitaba nada más para decir adiós a su vida.
Dejaría la carta en algún rincón de su habitación de infancia, perdida entre los sueños de un niño que murieron al hacerse adulto.
Se pondría la camiseta la última noche, convencido de ser acompañado por el calor inexistente de Jungkook.
El arma sobraba decir para qué era.
Sólo necesitaba unas horas antes de tomar el siguiente tren a una ciudad lejana, donde se sentaría en algún parque y lo haría. No tendría que pensar mucho, sabía donde colocar la boca de la pistola para que fuese efectiva, sabía cómo jalar el gatillo y sabía de antemano cuantos segundos pasarían antes de irse por completo; había investigado, pensado y calculado todo con minucioso cuidado.
Incluso practicó frente al espejo: una, dos, hasta seis veces.
Resultaba tan sencillo cuando la imagen que el espejo devolvía era la de un cadáver. Cabello largo y quebradizo, rostro delgado y demasiado perfilado por la falta de comida, sus músculos tensos por las largas horas sentados en una misma posición. Taehyung era irreconocible para sí mismo cada vez que miraba su reflejo, destruido por el tiempo y no quedaba otra seguridad que la de terminar el trabajo que un día Yoongi deseó tanto.
Sus pasos siguieron de forma inconsciente el camino que de niño atravesaba a diario en soledad, sus hombros hundidos tras un largo día en el hospital para regresar a una casa vacía en la que sólo vivían el silencio y él. Recordó aquellas tardes mientras avanzaba hasta la puerta de entrada, reconociendo con brevedad los cambios en la fachada: ¿había pintado su madre? ¿Cómo había arreglado el porche que tanto dijo estaba pudriéndose?
Era la casa de su infancia, esa que nunca fue su hogar porque este era un apartamento ahora abandonado con los recuerdos de una vida que nunca fue suya; pero en este momento esa casa lucía más viva que nunca, más de lo que nunca estuvo durante la eternidad que él vivió en ella hasta que pudo escapar.
Toda pregunta murió en sus ojos en el momento en que su pie se asentó en el primer escalón al mismo tiempo que la puerta era abierta. El reconocimiento fue silencioso, sorpresivo: llevaba el cabello negro mucho más largo de lo que recordaba, ondulado sobre su frente casi cubría sus enormes y brillantes ojos que se abrieron de golpe ante su imagen. Iba vestido de negro, como solía hacer siempre y una mochila del mismo color colgaba de uno de sus hombros con tanta naturalidad que Taehyung se preguntó cuál era su rutina del día.
Lucía hermoso, como siempre lo había sido.
Tal vez incluso más que en el pasado: no había en sus facciones rastros de aquella ternura que a Taehyung le provocaba deseos de abrazarlo, en cambio, había una seguridad que no conocía y era más atractiva. Lucía como el hombre que debía ser a su edad, un hombre que Taehyung nunca vislumbró en todos los años juntos, más concentrado en protegerlo que en ayudarlo a crecer y ser mejor.
Descubrió entonces que su corazón no se aceleró, su cuerpo no se tensó ante la imagen del amor de su vida, ese que había escapado de sus brazos y a quien le hizo tanto daño. Sus ojos lo detallaron con minuciosidad, pero más concentrado en buscar los cambios que el tiempo separados había dejado en él que en otra cosa. Una voz en su cabeza le susurró que solía quería confirmar que estaba mejor sin él.
No hubo alegría, no hubo tristeza o rabia.
No hubo ninguna emoción, sólo un vacío aún más profundo en su pecho.
.- Taehyung.
Su voz sonó alta y clara, retumbando en sus oídos. Quiso preguntarse qué hacía él ahí, pero la respuesta llegó sola antes de siquiera formular la pregunta. Pensó en todas las veces en que Jungkook llamó madre a la mujer que le dio la vida o mencionó lo mucho que le gustaría vivir a ahí. ¿Cómo no lo había pensado antes? Por supuesto, Jungkook sabría que él nunca lo buscaría ahí. Una vez más, Taehyung se descubría siendo tan predecible que era patético.
Jungkook estuvo siempre al alcance de sus pasos, de su mirada.
El menor dio un paso adelante, su mano volviéndose un puño cerrado con fuerza sobre la correa de su mochila, sus labios delgados y rosados entreabriéndose sin saber qué decir o hacer: .- Estás aquí... Tae, estás aquí.
Taehyung quiso asentir, lanzarse a sus brazos y llenarle el regordete rostro de besos, quiso hacerlo tanto como quiso poder sentir algo de emoción dentro de su cuerpo, pero el frío era paralizante, agotador. ¿Había acaso palabras? ¿Había acaso algo por hacer luego de todo el daño que habían sufrido los dos? Los recuerdos de los secretos que por tanto tiempo Jungkook escondió se refrescaron en su mente, la forma en cómo él lo trató, la manera en cómo todo acabó entre los dos.
No había emoción porque todo parecía muerto, incluso su amor.
Taehyung lo había ido matando lentamente, asustado de encontrar una verdad dolorosa detrás de las omisiones del menor, Jungkook había dado el golpe final al confirmarle la realidad: nunca había sido suficiente como para que confiase en él, para que le dejase cuidar de su dolor. Él jamás lo habría abandonado, jamás habría dudado de su historia, pero ahora...
Jungkook no había necesitado permiso para entrar en su vida y tampoco pidió permiso para abandonarlo de golpe, sin considerar su corazón inseguro y temeroso del mundo.
Había llorado tanto su ausencia.
Verlo ahora, sin embargo, no cambiaba ninguno de sus planes.
Hola a todos,
Realmente no tengo mucho qué decir del capítulo, creo que él habla por sí mismo. ¿Ustedes qué opinan? ¿Qué creen que pasará ahora que están frente a frente?
Estamos llegando al final... que miedo.
Un abrazo, gracias por todo.
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