Capítulo 18.-
Fueron las manos de su madre sosteniendo sus mejillas, sus ojos inundados de lágrimas mirándolo directamente y su boca balbuceando por un explicación, cualquiera que fuese, lo que provocó en él una sacudida emocional: se sintió como sí despertase de un largo y profundo sueño, uno en el que no era consciente de nada más que las voces extrañas y crueles que vivían dentro de él desde hace unos años, aquellas voces que atormentaban sus sueños, pero aún más, su realidad.
.- ¿De qué estás hablando, hijo? - la voz de su padre resonó por toda la entrada, mirándole casi como a un desconocido - ¡¿Cómo vienes aquí a decirnos que te vas cuando te fuiste sin decir nada?! ¡¿Te imaginas acaso lo preocupados que estábamos?!
La voz le tembló por un momento, las manos de su madre todavía aferrándose a él, una forma inútil de retenerle a su lado: .- P-papá... lamento... lamento ser tan mal hijo.
.- ¡No digas eso! - su madre le jaló hacia su cuerpo un poco más bajo, sosteniéndole con más fuerza de la necesaria, producto de la desesperación que se traducía también en sus lágrimas, en los temblores incontrolables de su cuerpo - Críe bien a mi h-hijo... no eres malo... ¡eres tan d-dulce y a-atento! Sé que... que no quería asustarnos, ¿verdad, mi amor?
Su cabeza negó en automático, empujado en una espiral de preguntas que no era capaz de contestarse a sí mismo, que mucho menos podría responderles a ellos. ¿Cómo decir en voz alta lo que había hecho? ¡Jimin ni siquiera podía creerlo! Los recuerdos perforaron su mente como una presa rota por la presión del agua, sus ojos llenándose de dolor y lágrimas de culpa, de una necesidad incesante de huir y no volver a ver la luz del sol.
Los brazos de su madre rodeándole, dándole un amor no merecido mientras repetía sin cansarse que lo había educado bien, que Jimin no quería hacerles daño, que ella confiaba en él más que nadie en el mundo, que confiaba en el hombre que había criado. Todo se sintió como puñaladas repetidas en su cuerpo, encalambrando sus piernas, erizando sus nervios mientras se sentía tentado en gritar, en decir lo que parecía no ser más que una pesadilla.
En cambio, repitió las palabras que Yoongi le hizo practicar por media hora antes de que se bajase del auto y tocase la puerta de la casa que fue su hogar toda su vida: .- Debo irme... no tengo cómo explicarlo ahora, pero... los llamaré, estaré bien.
Nunca se había sentido tan mal, nunca se había visto a sí mismo como un mentiroso.
Pero lo era, cada palabra que brotó de su boca, exactamente como al volver a verlos, se sintió como una mentira despreciable contra las personas que sólo el habían dado amor desde el primer momento. Los sollozos de su madre perforaron contra su cerebro, sus propios ojos encontrándose con la mirada perturbada de su padre a unos pasos de ellos. No había emociones en sus gestos, pero sus ojos estaban repletos de miedo, un miedo que sólo un padre puede sentir por la vida de sus hijos.
.- No, no, no...
.- Mamá, por favor - susurró contra su cabello, sus manos pequeñas envolviendo la espalda de la mujer con poca fuerza, casi temeroso de hacerle más daño del que ya le hacía - De... debo irme, mamá.
.- Tan sólo... dinos por qué - la voz de su padre perdió fuerza, sus brazos cayendo rendidos contra su cuerpo - Dinos por qué nuestro hijo se está yendo así.
Porque he hecho algo terrible.
Sus labios no se abren, incapaz de decirlo en voz alta ni siquiera para sí mismo, abrumado por las imágenes que por todo ese tiempo no le habían representado ningún problema, pero que en ese instante, le recordaban que hace mucho tiempo había dejado de ser el dulce hijo de su padres. Decirlo sería reconocerlo y aquello no es más que confirmar lo que por tanto tiempo le asustó de sí mismo: Soy un monstruo, uno igual o peor que Yoongi. Siempre fui un monstruo, amando a alguien cómo él, pero ahora soy peor, soy mucho peor que él.
Toda oportunidad de explicarse, de decirles algo más, incluso de pedirles perdón por todo el dolor, murió cuando el sonido del claxon resonó hasta ellos, recordándole que Yoongi le esperaba tras el volante de un automóvil que había conseguido de forma improvisada. Se suponía que no tomaría más de cinco minutos decir adiós, pedirles que entendiesen sin mayor explicación que se iría y no le volvería a ver, tal vez, nunca más. Aun cuando esas palabras, nunca hubiese podido decírselas a sus padres.
.- Debo irme ya...
Sus palabras sonaron definitivas, aunque sus manos no trasmitieron la misma seguridad ni fuerza cuando consiguió separarse del agarre de su madre, que retrocedió sollozante para verle una vez más: una figura borrosa en medio de las lágrimas que nublaban por completo su vista. ¿Sería esa la última imagen que tendría de su hijo? Aquel pensamiento sólo provocó en ella más dolor, más incertidumbre y la necesidad de aferrarse a él, al pequeño niño que bailaba con ella en las tardes, el niño de hermosa sonrisa que disfrutaba de la música a todo volumen o de armar en la sala una pista improvisada para danzar hasta el cansancio.
¿A dónde había ido ese niño? ¿Por qué no había visto antes que su sonrisa flaqueaba, que su cuerpo había cambiado y que ya no había música en casa? ¿En quién se había convertido su niño y como ella no hizo nada para corregirlo?
.- Mi n-niño...
Jimin se tragó el dolor, la imagen de sus padres mirándole con desconsuelo clavándose en una parte de su interior que dolería el resto de sus días: .- Adiós, los amo...
No dejó que respondiesen, sus pies dando media vuelta para correr hacia la calle con esfuerzo, su cuerpo entumecido y pesado, casi como aquellos primeros días tras su salida del hospital, cuando la realidad resultaba demasiado dolorosa para ser cierta y se sentía demasiado insignificante como para enfrentarse a la verdad de lo que había sucedido. Sus pies se tropezaron casi llegando al automóvil, los sollozos de su madre retumbando aún en su cabeza y la mirada de su padre perforando su espalda.
Casi se cae por un momento, justo antes que una fuerte mano le tomase por el codo, deteniéndolo.
Sus ojos lucían cansados, incluso cuando su rostro permanecía aquel aire juvenil y fresco que en secreto siempre había enviado. Sin embargo, en lo que realmente se fijó fue en la ausencia de la sonrisa que siempre había sido dedicada a él con exclusividad; una pequeña muestra más del horrible ser en el que se había convertido: vi siempre tu sonrisa, supe siempre qué significaba y yo sólo... sólo te utilicé para no sentirme solo.
.- Un día de estos, Jiminnie... ya no podré evitar que te hagas daño - la voz de Hoseok sonó suave, casi cariñosa - ¿No te había dicho eso ya?
Su nombre murió en su garganta, sus ojos llenándose de lágrimas cuando la mano le soltó con amabilidad, dejando que retrocediese un paso para estabilizarse. Hoseok no sonrió en ningún momento, sus ojos casi analizando su gesto entre confuso y abrumado por su presencia ahí. De todas las personas en las que pensó despedirse cuando Yoongi le dijo que debían irse, Hoseok nunca fue una de ellas y saberlo, darse cuenta de ello, le hacía sentir terriblemente mal.
Hoseok había cuidado de él, le había dado su mano cuando no encontró otra persona, incluso cuidó de su corazón con una delicadeza increíble, una que provocó en él más de una vez, el deseó de enamorarse de él, de tener la seguridad de que su corazón estaría bien, que sería valorado y que no le harían más daño. Hoseok era y sería toda la vida, todo lo contrario, a Yoongi y Jimin quiso amarlo, realmente quiso hacerlo.
.- Sabía que no te interesaría despedirte - habló de nuevo el mayor, sus manos escondiéndose en los bolsillos de su chamarra de vivo verde - Pero para mí fuiste importante, Jimin y no podría sentirme en paz sí no te digo adiós como se debe.
Jimin sacudió su cabeza, preguntándose cómo alguien tan amable y cuidadoso como Hoseok podría tener buenas palabras para alguien cómo él: .- L-lo lamento...
.- No es conmigo con quien debes disculparte, no soy yo a quien hiciste daño - su voz sonó dura, firme como nunca se había dirigido a él - Yo siempre tuve claro que no tendría nada de ti y mi corazón te perdona, se perdona a sí mismo por aún así no haberme ido. Pero... lo que hiciste con Taehyung...
Taehyung; escuchar su nombre produce en él los deseos de correr y acurrucarse en un rincón mientras grita su nombre, mientras le llamaba desesperadamente para que le dé un abrazo, para que calme en algo el profundo tormento que habita dentro de sí. Taehyung había sido siempre su lugar seguro, la única persona que nunca podría fallarle y por quien Jimin incluso proclamaba dar todo de sí mismo, hasta... hasta lo que le hizo.
Los gritos para que se detuviese, la sangre empapando su piel, sus manos magullando su piel y dejando marcas que una vez creyó orgullosos trofeos, su necesidad de castigarlo por algo en lo que Taehyung no tenía nada que ver. Jimin sintió todo volver a pasar frente a él, incluso fue capaz de verse a sí mismo cernido sobre su cuerpo, con una fuerza inimaginable mientras le hacía daño con todo lo que podía, con todo lo que pasase por su enferma mente.
Perdóname, por favor, perdóname.
.- ¿Él... está bien? - ni siquiera supo cómo fue capaz de preguntarlo, cómo se creía con el derecho por saber algo cómo eso luego de ser quién le lastimó, sin embargo, necesitaba saberlo, necesitaba saber qué había un futuro para Taehyung.
Necesitaba desesperadamente, un poco de redención.
.- No... jamás lo estará - Hoseok se alzó de hombros, su cabeza girándose en dirección a la puerta del auto que se abría de golpe, el rostro enojado de Yoongi surgiendo de él - Y espero, esperamos todos, que jamás vuelvan a cruzarse con él.
Jimin deseó replicar, pero incluso él sabía que en ello no tenía ningún derecho ni moral para hacerlo: .- Perdóname, Hobi... por favor... por lo menos tú, perdóname.
.- El perdón no sirve de nada para alguien como tú o alguien como él - señaló con su cabeza a Yoongi, que mantenía un puño formado en su mano, su gesto contrayéndose cada vez con más ira - Te perdonó porque para mí importa, pero sé que para seres como ustedes no significa nada al fin del día. Al fin, Jimin, entendí que nunca hubiese podido evitarlo, salvarte de volverte como él... siempre fuiste así.
Jimin quiso negarlo, gritar mientras se tiraba a sus pies y le suplicaba porque se retractase. No era igual, no podía serlo. Jimin sólo era una víctima de las circunstancias, acomplejada y profundamente adolorido con su cuerpo, con su existencia tras una experiencia traumática. Yoongi era... Yoongi también era una víctima, un ser profundamente roto.
Tan iguales... sin poder escapar el uno del otro.
.- Espero encuentres paz, Jiminnie - Hoseok le miró, sin cariño de por medio - Espero que aprendas a cuidarte porque nunca debes confiar en él, y tú... - su cuerpo entero se giró hacia Yoongi, que no dijo ninguna palabra - Deja de ser un cobarde y cuéntale lo qué hiciste. Tal vez entonces... encuentres calma en la oscuridad que eres, Min.
.- ¿C-cómo te...?
Hoseok se enderezó, mostrando que era más alto e imponente que ambos en esa situación. Una sonrisa surcó su rostro: .- Largo de aquí porque sí no lo hace Jin, yo disfrutaré mucho de matarte, Min Yoongi... y a ti, Jimin, sin importar lo qué te quisiese, también te haré pagar por lo que hiciste.
Jimin guardó silencio, saboreando sus palabras mientras le veía darse media vuelta y caminar calle arriba. La mano de Yoongi se cerró sobre su hombro, aplicando tanta fuerza que le provocó un quejido de dolor mientras lo arrastraba hasta el asiento del copiloto, obligándolo a entrar a la vez que maldecía a Hoseok por sus palabras.
.- ¡¿De qué hablaba?! ¿Qué tienes que decirme? - cuestionó por fin cuando Yoongi se subió a su lado, sus manos cerrándose con fuerza en el volante - Yoongi...
Pero el mayor no respondió, su mano cerrándose en la llave para girarla y encender el carro. No hubo más palabras, incluso cuando sólo había preguntas flotando entre ambos, acompañadas por la amarga sensación de saberse indeseados, de saber que se había convertido en todo lo que estaba mal.
Fue entonces, cuando la calle de su infancia, su casa, sus padres y Hoseok quedaron por fin atrás; Jimin comprendió al fin que, sin importar nada, estaba atado a Yoongi para siempre y eso, algún día, iba a matarlo.
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