Capítulo 11.-
El pequeño apartamento sobre el gimnasio estaba sumido en la completa oscuridad cuando Yoongi decidió que era hora de enfrentarse a él. Desde que Jungkook había desaparecido semanas atrás, se había negado a subir al pequeño complejo que hacía de su casa desde hace años, había dormido junto al ring de boxeo del gimnasio desde entonces, pero sabía que en algún momento tendría que enfrentar lo que Jungkook dejaba atrás.
Y eso era, su miedo a la oscuridad.
Lo cierto es que por años había creído que nunca más le tendría miedo a la oscuridad, creyendo que nunca más le perseguirían en la realidad las pesadillas que plagaban a diario sus sueños. Durante años había creído que ya nada lo perseguiría y lo acorralaría sin que pudiese defenderse, sin que pudiese ver que era aquello que lo aterrorizaba. Había aceptado hace mucho que cargaría con las pesadillas para siempre, pero había tenido esperanza, ilusamente, en que ya los recuerdos no volverían a molestar.
Con todo, Min Yoongi cargaría siempre con el recuerdo de haber sido violado a los 6 años.
Y todo lo que había sobrevenido tras ese momento, todos los hombres e incluso mujeres que pasaron por su cuerpo, todas las drogas que utilizaron para doparlo y que no se resistiese, todo los azotes y las semanas enteras sin comer nada más que un trozo de pan viejo y agua con sal mientras permanecía encerrado en un cuarto donde no se colaba nunca la luz.
Cada una de esas experiencias había dejado una huella indeleble en su mente rota y frágil, convirtiéndolo en un muñeco inestable.
En el frío y cruel Suga.
Pero entonces, había llegado Jungkook a su vida y termino por convertirse en el refugio de brazos que protegía al pequeño y asustado niño. Jungkook había penetrado en la dura coraza que se había forjado para protegerse de todo durante aquellos largos 5 años y desde el primer momento se había sentido conectado al más pequeño, a la fragilidad que transmitía.
Y, aun así, Yoongi sabía que Jungkook no era tan frágil como lo parecía: tenía la voluntad más férrea que alguna vez había visto.
Nunca lloró y con ello, Yoongi dejo de sentir miedo.
Pero algunas veces el pánico volvía a él. Desde que Jungkook se había ido a vivir con Taehyung de forma definitiva, Yoongi podía contar con los dedos de su mano las ocasiones en las que había cerrado la puerta del diminuto apartamento con las luces apagadas mientras el miedo comenzaba a embargarlo.
Mientras la oscuridad se cernía sobre su cuerpo, sintiendo que se asfixia y que los demonios que se ocultan en los rincones oscuros del lugar lo devorarían entero. Esas veces, Yoongi se escondió bajo las sábanas como un niño pequeño, llorando del miedo.
Y solo saber que Jungkook estaba en algún lugar del mundo, sonriendo y sin pesadillas, eran suficientes para armarse de valor y enfrentarse a la oscuridad; para que se animara a tomar el teléfono y lo llamara, sabiendo que Jungkook siempre le contestaría y le contaría alguna anécdota tonta del día, alejando así todas las sombras sin forma que se cernían sobre su cuerpo, trayendo los horribles recuerdos.
Pero ahora Jungkook no estaba, ya no contestaba el teléfono y Yoongi se sentía perdido.
Y no sólo venían las pesadillas sino la sensación de que le miraban, que le juzgaban y que la oscuridad terminaría tragándoselo entero sin que pudiese defenderse. Pesadillas andantes que tomaban forma de sombras con rostros conocidos, incluso, con el rostro amado de Jimin antes de toda la destrucción a la que él mismo lo había sometido.
Jungkook se había ido para dejarlo sumido en el pozo de sus culpas más profundas.
Y mientras entraba a paso lento al apartamento, tanteando los interruptores de luz y suspirando de alivio cuando esta expandía ante sus ojos, revelando un pequeño y simple apartamento sin monstruos, Yoongi no pudo evitar pensar en que, en algún lugar de esa ciudad, Jimin también le tenía miedo a la oscuridad porque él le había enseñado a temerle.
Le había demostrado lo que se ocultaba en ella.
Por eso había terminado alejando a Jimin de su lado, asustado de terminar por convertirlo en lo mismo que él: un ser indeciso, cruel y destructivo. Jimin había sido tan dulce, tan parecido a lo que había sido Jungkook cuando niño que Yoongi no pudo evitar corromperlo y arrepentirse de ello al mismo tiempo.
Cuán difícil era amar para él, tentado para siempre en lastimar.
De alguna forma, pensó en todo eso mientras se detenía en la puerta de su habitación y abriéndola despacio, dejó que la luz se colara en ella tenuemente y dibujara para sus ojos, la forma de una sombra joven y masculina sentada en el borde de su cama. Y aunque no podía verlo con claridad, sabía que la sombra le miraba.
Le miraba y esperaba.
.- ¿Jungkook? – su voz brotó rota mientras se acercaba a la sombra sentada en su cama y que la luz no dejaba definir bien - ¿Eres tú? ¿Kook?
Tanteó la pared con ansiedad, buscando el interruptor de la luz sin despegar los ojos de la sombra, temeroso que se evaporara cuando la luz se hiciese presente y que eso terminara por confirmarle todos los miedos que le habían embargado desde la desaparición de su mejor amigo: que ya no había lugar en el mundo donde estuviese.
.- Comienzo a pensar... - irrumpió la voz en la oscuridad, provocándole un escalofrío por la sorpresa – Que eres tú quien está enamorado de su mejor amigo y no Taehyung.
No necesitaba luz para reconocer esa voz, la voz que le atormentaba y le llenaba de culpa por todo lo hecho y dicho: .- Jimin...
Cuando al fin la luz inundó la habitación, Yoongi se sacudió de sorpresa ante la imagen desastrosa del menor. Un profundo arañazo recorría la mejilla derecha de Jimin, sangre seca pegándose como costras a su piel mientras sus ojos lagañosos lo miraban como si fuese la primera vez, como si llevase mucho tiempo esperando en la oscuridad por él.
Y tal vez, se dijo Yoongi, es que lo había sumergido desde el principio en un torbellino oscuro de degradación permanente. Jimin había sido, al final, una especie de espejo en el que reflejaba todo lo que le habían hecho en su infancia, en donde desquitaba todo el dolor acumulado de largos años de esclavitud y condena. Y aunque lo amaba, para Min Yoongi, no podía existir amor sin destrucción.
Pura y brutal destrucción.
.- ¿Ya no soy Jiminnie? – preguntó entonces el menor, ladeando su cabeza y dejando ver más heridas en su cuello y en sus brazos, largos recorridos de sangre seca donde probablemente, antes de insertaron furiosas uñas - ¿Por qué ya no soy Jiminnie?
Había algo en su voz que heló la sangre de Yoongi y le hizo retroceder de forma instintiva, como si vislumbrase a penas el frío en la mirada de Jimin, lo rígida de su postura y su sonrisa rota pero sádica. Lo había visto antes, al monstruo que se escondía bajo la piel de Jimin, lo que él había ayudado a crear... pero siempre le aterraría verlo asomarse por los ojos amados.
.- Jimin... ¿qué haces aquí?
.- ¿Por qué ya no soy Jiminnie, Yoongi? – volvió a preguntarle mientras permanecía quieto, casi como si su cuerpo se hubiese clavado en el borde de la cama – Ups, lo siento... No es Yoongi sino Suga, ¿verdad?
Tragó saliva mientras trataba de pensar dónde había dejado por última vez su revólver de seguridad y cuánto tiempo necesitaba para llegar hasta él. Los ojos de Jimin le siguieron mientras se pegaba a la pared, su sonrisa ensanchándose un poco al notar el temblor suave en sus labios cuando sus ojos hicieron contacto directo.
.- Me tienes miedo~ – canturreó de pronto, como si fuese algo emocionante – Quién lo diría, el gran Suga le tiene miedo al gordo asqueroso de Jiminnie.
.- Jimin, tienes que ir al hospital – trató de desviar la posible conversación – Tienes sangre, estás herido.
Entonces los ojos del menor se despegaron de los suyos para bajar fugaces hacia su propio cuerpo, observando las heridas sangrantes de sus brazos, como si no las sintiese y le perteneciesen alguien más. Simples adornos horrorosos sobre su piel. La sonrisa que Jimin le decidió entonces, fue la misma que aquella noche hizo retroceder a Yoongi.
Era la sonrisa que plagaba sus pesadillas de culpa.
.- Oh, esta sangre... No, no... No es mía – susurró como si fuese una solemne verdad- Es de TaeTae...
Algo se removió en su interior, una mezcla extraña de orgullo, sorpresa y repulsión mientras observaba como Jimin se alzaba, su cuerpo ancho y regordete sacudiéndose el entumecimiento como si estuviese a punto de ponerse a bailar con la gracia que siempre le pareció excitante. La sonrisa de Jimin vaciló mientras ladeaba su cabeza y volvía a mirarlo.
.- ¿Qué le hiciste? – preguntó con la voz de repente contenida - ¿Qué hiciste con él?
.- ¿Sabías que él y Jungkook hacían el amor? – preguntó con una muesca de asco en su rostro pero con un tono dulce mientras se acercaba a él – Taehyung dijo que él no lo forzaba, que no lo obligaba a nada... ¿y sabes por qué?
Suga tomó aire y lo retuvo, observando como Jimin se acercaba otro poco, la punta de sus dedos jugando a caminar por sobre los muebles que iba dejando atrás. El aire peligroso y desquiciado del menor le atrapó de forma desbordante, sintiéndose de pronto rodeado por una extraña sensación de expectativa.
El monstruo se asomaba en los ojos del dulce Jimin, en la búsqueda de su principal creador.
.- ¿Por qué? – preguntó entonces, expectante.
Jimin echó la cabeza hacia atrás y rió: .- Dijo que porque lo amaba... ¿puedes creerlo?
.- No... - mintió y sacudió la cabeza, una sonrisa perezosa se extendió en sus labios mientras Jimin terminaba de llegar hasta él y ahora pasaba la punta de sus dedos por sobre su pecho, acariciándolo de forma seductora - ¿Qué hiciste con él? Ah, dímelo... Jiminnie.
La sonrisa del menor se ensanchó, como si hubiese esperado esa palabra por mucho, mucho tiempo. Jimin le jaló un poco, jugando contra sus labios mientras Yoongi se fascinaba por aquel comportamiento desvergonzado y maníaco que nunca había disfrutada de esa forma, no tan de cerca de rozar el punto sin retorno, la frágil mente de Jimin quebrándose en el fondo de todo, sus gritos de ayuda siendo ahogados en el infinito.
De alguna manera, se las arregló para enviar a lo más profundo de sí todo el miedo que había sentido, todos los recuerdos de lo que esa persona entre sus brazos había sido capaz de hacer cuando dejó salir el monstruo. Yoongi incluso se preguntó a quién era realmente que amaba: al dulce, inocente, tonto y sumiso de Park Jimin o al sádico que se escondía en lo más profundo de su ser y que era tanta destrucción como el mismo Suga.
.- Cuéntamelo – susurro.
.- Shh... No quiero que Kookie lo sepa nunca, se enojaría conmigo - susurró con un puchero exagerado – Pero le enseñé lo que tú y yo hacemos cuando nos amamos.
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