Treinta y seis
— No puedo creer que quieras a ese chico, lo único que hace es volverte inestable. — habló Gam mientras Fred regresaba a la cabaña cabizbajo y con las ojeras notables en su rostro.
— Eso no te concierne, deja de meterte en lo que no te llaman maldito insecto.
Caminaban casi en silencio, Gam se le quedó viendo con las cejas arqueadas; — ¿Entonces sí?
— ¿Sí, qué?
— ¿Sí lo queres?
— ...
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