Treinta y ocho
— Puedes ir.
El rostro de Freddy se iluminó; — ¿En serio?
— Sí, pero tienes que decirnos lo que pasa, ¿de acuerdo?
— ¡Por supuesto! — iba a salir corriendo, pero regreso algo apenado jugando con sus dedos —, ¿Puedo... Traerlo a la casa, algún día?
Su madre lo pensó un momento, pero fue su padre quien respondió; — Sí, claro.
Y se fue corriendo con alegría al bosque.
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