8
El monstruo había dejado un camino libre lleno de troncos derrumbados, arbustos aplastados y de huellas sobre el pasto. Gon corrió lo más rápido que pudo, siguiendo el camino de árboles rotos, pero ya no sentía las sacudidas por los pasos de aquel monstruo. Estaba empezando a inquietarse, necesitaba encontrar a Kanzai. Ya llevaba corriendo un buen rato, podría decirse que casi tres horas, y no lo encuentra.
— ¡KANZAI! —Gritó.
Ya se estaba cansando de tanto correr que no debajo de jadear mientras miraba a su alrededor. De correr pasó a trotar por la sensibilidad de sus piernas sin energía, deseando encontrar una pista de su amigo. Había árboles rotos hace poco, pero es como si de la nada el monstruo se hubiera esfumado.
"El monstruo no pudo haberse desaparecido de la nada y... Kanzai no pudo haber muerto. No veo nada que lo identifique con él."
La preocupación lo abrumaba por más que quería mantener la calma para ver si encontraba una forma de saber donde encontrarlo.
Se escucharon unos suaves tintineos de campanas pequeñas, unos sonidos realmente suaves y dulces, seguidos de lucecitas que diluviaron del cielo y se desvanecían a su alrededor. Miró hacia arriba y admiró a las criaturas diminutas que pasaran volando sobre él, derramando un camino de lucecitas. Eran como personas en miniatura, que apenas se podían notar entre los árboles, con la excepción de las alas transparentes. Intentó verlas bien y reconoció que eran mujeres, las cuales vestían de diversas maneras con hojas y pétalos. Ellas se acercaban a los árboles rotos, y al tocarlos estos se fueron reparando. Gon quedó hipnotizado. Había montones de ellas.
"Ahora entiendo por qué el camino de árboles rotos desapareció..."
Después de ver ese monstruo ya nada le sorprendía, pero no dudó en admitir que era impresionante.
Tenía que pensar en algo, una manera de encontrar a Kanzai, y rápido. Miró a los alrededores, buscando con la mirada más árboles rotos que esas criaturas no hayan reparado. Los nervios se le pusieron de punta y esa angustia se desató con el susto que le dio un canto sonoro, parecido al de un águila chillando. El llamado del ave invadió todo el aire, interrumpiendo todo el inquietante silencio, haciendo que Gon se cubriera los oídos.
El canto no solo lo asusto a él, también a esos pequeños seres voladores. Fue adorable escuchar sus gestos de sorpresa salir de sus pequeñas cuerdas vocales, para luego ocultarse entre los arbustos y dentro de los árboles.
No entendió en un principio, pero luego vio en el cielo como una enorme ave estaba volando alrededor de la luna llena. Su plumaje era azabache y además de tener unas garras filosas tenía dos dedos de carne en sus alas exponiéndose al aire fresco. Gon se ocultó detrás de un árbol al estremecerse por el pico colmilludo que poseía.
No era tan aterrador si lo miraba detenidamente, pero supuso que para esas pequeñas criaturas era como un monstruo.
— ¿Te diviertes hembra mía? —preguntó una voz burlona, asustándose.
De inmediato volteó y vio que, en lo alto de uno de los árboles, estaba Killua acostando su espalda en el tronco, usando sus brazos de almohada con las piernas relajadas en una rama gruesa.
— ¡Tú! —exclamó—. ¿¡DÓNDE ESTÁ, KANZAI!?
Killua solo río, soltando un gran suspiro de satisfacción al final.
— Mi amor, ¿Qué te hace pensar que lo sé? —preguntó, extrañado y curioso sin dejar de mirarlo.
— Lo intuyó —respondió seco—. ¡¿DÓNDE ESTÁ?!
— Tranquilo, tranquilo —Hizo ademanes con las manos—. Vaya, sí que te preocupa —dijo fingiendo desinterés, lo cual era todo lo contrario, pero no podía reclamarle nada. Después de todo, Killua estaba viendo a su hembra en un estado rabioso y distante hacía él—. Y la verdad es que no entiendo. El tipo se ve que es todo un fastidio.
Gon soltó un gruñido. Fastidiado, tomó unas piedras regadas en el pasto y le tiró una, que estaba por caerle en la cara, pero él movió el rostro a un lado con los parpados cerrados. La piedra chocó contra el tronco con flojera. Eso solo lo frustró más y siguió tirándole las piedras que podía encontrar. Killua seguía esquivándolas hasta que se le acabaron. Su brazo se había cansado un poco y él seguía como si se estuviera preparando para dormir, soltando un enorme bostezó, demostrando que no le tomaba importancia a nada.
— ¡No lo conoces! —chilló—. ¡Tú no sabes nada!
— Y ni me interesa —respondió serio, sin haber abierto los ojos.
— ¡¿DÓNDE ESTÁ?! —gritó desesperado, dando una fuerte pisada contra el suelo.
— No lo sé —Gon iba a hablar, pero le interrumpió—. Si quieres creerme o no es tu problema, pero no soy un adivino.
Gon bufó en sus adentros, y trató de mantener la calma. No servía de nada hablar con él.
— Pierdo el tiempo contigo —dijo fastidiado.
Sin mirar atrás comenzó a irse caminando.
— ¿Cómo piensas encontrarlo si ni siquiera sabes donde estás tú? —inquirió burlón.
Se detuvo en seco, porque era cierto, pero no podía echarse atrás. Hacerlo sería aceptar que Kanzai está muerto, que puede ser una posibilidad, pero no piensa creerlo hasta ver su cadáver. Solo ignoró su pregunta y siguió su camino.
Pasaron horas y Gon se estaba muriendo por agotamiento, y aun así no podía detenerse. De todos modos no sabía donde estaba el camino de regreso con los demás. Ellos también le preocupaban, sobre todo a Machi. Ella no es de fiarse mucho de nadie más que él, sería muy duro preocuparla teniendo en cuenta todo lo que acaba de pasar.
Paró para tomar un respiró, pero no, no tuvo ni la oportunidad. Estaba completamente tenso en ese bosque y se asustó al escuchar un grito, era como si proviniera de una cueva. Se le escuchó muy cerca y fue a ver de donde venía, sonaba a Kanzai.
Corrió un poco más y, por distraerse, no se percató de que el suelo se hacía cada vez más ligero y suave. Siguió corriendo y cuando notó que se dirigía a un agujero enorme se detuvo bruscamente, cayendo al gran agujero hondo cuando el suelo se rompió por si solo como si fuera vidrio.
Empezó a caer y mientras lo hacía logró abrir un poco los ojos por unos segundos de valentía, notando la presencia de alguien en el fondo.
Antes de pensar quién podría ser Kanzai lo atrapó entre sus brazos, y cuando una cantidad exorbitante de tierra les iba a caer encima lo aferró contra su pecho, poniéndose como escudo para protegerlo de la avalancha de tierra.
El miedo los paralizó a ambos y no tuvieron ni tiempo de reaccionar a nada. Solo pensaban en cubrirse, pero no fue necesario. Se escuchó una especie de explosión que destrozó aquella cantidad de tierra, convirtiéndola en una lluvia de polvo y cenizas.
Ambos, esperando la avalancha, alzaron la vista y vieron a Killua por el borde del acantilado, usando su rodilla como mesa para su codo.
— ¿¡Todo bien, mi amor!? —preguntó burlándose, usando sus manos como si fueran un megáfono.
Gon volvió a gruñir internamente.
— ¡Esto no es divertido, no te burles! —reclamó.
— Vaya forma de agradecerme —protestó, encarnando una ceja con incredulidad.
— ¡¿Agradecerte?!, ¡JA! —gritó Kanzai, incrédulo y fastidiado, soltando a Gon con brusquedad para acusar a Killua con el dedo—. ¡LO PRIMERO QUE HARÉ AL SUBIR SERÁ MATARTE!, ¡Voy a matarte!
Killua solo sonrió divertido ante la situación.
— Kanzai cálmate.
— ¡Tú no entiendes, Gon! —gritó furioso y desesperado—. ¡ÉL LO SABÍA, SABÍA LO QUE IBA A PASAR Y AUN ASÍ NOS DEJÓ IR!
Sus palabras acariciaron su capacidad de razonar, y procesó todo quedando en silencio.
— ¿En serio me crees tan capaz de hacer eso? —preguntó Killua, haciéndose el ofendido con sus dedos rozando su pecho.
— ¡SÍ!
Killua solo ladeo la cabeza mirando a Kanzai con ligera impresión, pero con astucia.
— ¿Y si fue así qué? —preguntó petulante y serio.
Gon ya no quería seguir con esto, deseaba que nada de eso estuviera pasando. Quiere volver a despertar y ver a su grupo completo. No sabía como sentirse. No tiene ni idea que hacer, pero no podía quedarse estancado en esas ideas. Solo sabía que había un culpable en todo lo sucedido. Kanzai estaba tan molesto que gruñía de forma desesperada y descontrolada.
— Escúchame, león —habló Killua—. O te calmas o no los sacaré de ahí. Tú decides, y no importa cuanto lo intentes por tu cuenta. Este suelo está hueco, es por eso que te caíste, es tan fino como la tela de araña. Todo en esta parte del bosque es inestable.
Kanzai y Gon se miraron significativamente, y por más que se rehúsen, debían admitir que no lograrían nada solos.
— ¿Qué dices?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro