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Y a partir de ese día, Netero se esforzó todos los días. Formó parte de la resistencia y nunca dejó de entrenar, pues decidió usarlo como complemento para el deporte que siempre lo acompañó: Las artes marciales.
Ya había tomado una decisión y nunca dejó de persistir. No importaba cuanta tensión o dolor sintiera en sus brazos, en su mente siempre se motivaba así mismo y, poco a poco, ese muchacho débil se convirtió en un ser inquebrantable, que fue madurando mientras más aprendía, tanto del Nen como del libro de artes marciales.
Al principio, siempre se desmayaba por no controlar a tiempo su Nen, pero no le tomó muchos días mientras más los iba intentando. Uvogin y Kaito fueron sus principales guías y, en su primera misión luego de unos meses de entrenamiento, descubrió los horrores que su hermano vivió. Los demonios en serio eren seres retorcidos que no tenían ningún tipo de compasión con los humanos.
En ese mundo, los demonios eran los niños y los humanos sus juguetes. Ambos se complementaban bien en los roles que tenía la cadena alimenticia, ya que los dos se necesitaban como una flor el agua. Lo malo era que solo uno se beneficiaba del otro para florecer en la vida.
Ahora comprendía a su hermano y, en un arrebato de venganza e ira, arriesgo su vida para matar un par de demonios, cuando su misión solo había sido esperar junto a los conductores de los camiones, ya que, por ser nuevo, tuvo que empezar poco a poco. Pero él no obedeció, y, por más milagroso que pareciera, lograron rescatar a varias personas gracias a él.
-Lo hiciste excelente, Netero -le dijo Uvogin, frotando su cabello desordenado.
-Eh... gracias -dijo Netero, aguantando el leve dolor que le causaba sentir su melena ser desordenada bruscamente.
Y la verdad era que ni él se reconoció en ese momento.
-Pero ten cuidado. Acabaste desmayado por sobre esforzarte en pleno campo de batalla -rectificó Genthru.
-¿Celoso Genthru? -inquirió una chica, burlona, sentada en la fogata con ellos.
-Tú tampoco es que hicieras mucho -espetó Genthru en respuesta.
-No te lo tomes tan personal -contestó-. Netero sigue siendo una gema sin pulir, dale tiempo. Al final fue buena idea dejarle la tutela a Uvogin y a Kaito. -Hizo una pausa y bebió de su cuenco-. Ya estoy emocionada por ver cuál será su arma o el poder que cree cuando mejore.
<<Gema sin pulir...>>, pensó Netero. Desde que escuchó esa frase, decidió tomarse un poco más en serio la forma en la que podría pulir su potencial. Sin embargo, no sabía cómo podría lograrlo. Uvogin y Kaito fueron muy buenos maestros y su hermana al final terminó dándole el apoyo que deseaba de su parte; no obstante, sentía que aún faltaba algo, y más si quería crear un arma o alguna habilidad.
Aún faltaba algo... La motivación no le faltaba, pero, teniendo en cuenta su tipo de Nen, sentía que debía hacer algo más intenso que simplemente entrenar cada mañana, pero no sabía qué hacer exactamente, ya que matar demonios no era su motivación principal. Él quería ser libre, y si los demás pudieron lograr tener un increíble control de Nen, él también podía. Solo le hacía falta auto descubrirse, y ver si su mente era capaz de soportar futuras situaciones estresantes como las que vivió en su primera misión.
Mucha gente gritando, mucha sangre, muchos demonios volando y llevándose a las personas a sitios donde la resistencia no pueda llegar... Todo eso le recordaba a esa vez que fue rescatado, un recuerdo que aun le causaba algo de dolor por haber perdido a sus padres.
Dolía mucho, pero quería ser fuerte ante todo tipo de adversidades. Sin embargo, ¿Cómo encontrar la paz...?, ¿Cómo encontrar la luz en una mente tan estresada como la suya sin perderse así mismo?
En ese mundo, era difícil permanecer tranquilo y como siempre, y eso era lo que quería evitar. No quería perderse así mismo en el camino, pero sentía que no podría si no encontraba la confianza en sí mismo, no al menos hasta ver cómo pulirse así mismo.
Entonces un recuerdo vino a su mente.
-Intensificación -dijo Uvogin, viendo como un pequeño cuenco con agua se sobre valsaba.
Netero miraba con impresión como el agua se derramaba de los bordes de la copa, mientras una hoja se meneaba en su sitio.
-Es decir, ¿Puedo incrementar mis habilidades? -preguntó Netero, dejando de usar Nen, pero sus manos seguía alrededor del cuenco, pues no podía dejar de admirar sus propias manos. Ahora, poseía algo verdaderamente divino.
Con ese recuerdo, decidió dirigirse a Uvogin, aprovechando que estaban aún en la fogata. Él era alto, robusto y con músculos que aún se remarcaban pese a su edad.
-Hablando de eso -dijo, aprovechando que la chica había metido el tema-. Uvogin, ¿Cómo creaste tus habilidades?, ¿Tuviste algún tipo de aspiración o algo por el estilo?
Todos enmudecieron con su pregunta, y Netero dudó de sí mismo ¿Habrá dicho algo malo?
Uvogin terminó de dar un gran trago de su cuenco y suspiró de gozo por su frescura. Él se quedó atento mirando el cuenco de madera. Su mirada perdida le dio a entender a Netero que estaba pensando en algo.
-No es nada en especial. Es la misma motivación que todos tenemos en la resistencia -respondió.
-¿De verdad?
-Sí.
Netero, con esa respuesta ambigua, se sintió algo desanimado. Todos siguieron en silencio mientras Uvogin volvía a tomar otro sorbo de agua.
-Creo que de todos aquí, nunca te he contado sobre mí, ¿No es así, Netero?
El mencionado abrió los ojos con sorpresa y volteó a verlo. Algo sorprendido negó con la cabeza.
-No.
-Bueno... -empezó, acomodándose sobre el tronco que usaban de asiento. Como él y Netero estaban sentados lado a lado, se les hizo más fácil la comunicación-. No es mentira que también buscó lo mismo que la resistencia, pero, más que mi propia libertad, también soy un poco altruista al respecto.
Netero lo miró un poco intrigado.
-De todos los recién nacidos, algunos son evaluados y ahí se decide quién va a cumplir cierto papel. Alimento, profesor, médico, todo depende de sus evaluaciones sesgadas. Como todos aquí, yo fui uno de los bebés que se salvó de ser el alimento, pero en lugar de cumplir un papel en su gobierno como profesor adoctrinador, médico avaricioso, o constructor de rascacielos, fui elegido como uno de sus experimentos de prueba.
Netero se sorprendió al escucharlo. Los escritos que había leído revivieron en su mente, marcándose en cada rincón.
-¿Te refieres a... los experimentos de híbridos de humanos y demonios? -preguntó Netero, aún impactado.
Él asintió.
-Ellos querían que despertará el Nen a la fuerza para ver si podían encontrar una forma de que los demonios puedan usar ese poder a su favor, y aplastar a la resistencia -contó-. Yo solo pude sobrevivir gracias a mi fuerza física, y, ni bien desperté el Nen, los superiores hicieron lo posible para obtener resultados con su experimento, y siguieron intentándolo pese a que sabían que era peligroso para ellos hacerlo, pero querían arriesgarse. Sin embargo, fue tiempo suficiente para lograr controlar el Nen y creé habilidades fuertes que pudieran destruirlos. Es así como escape y el por qué soy intensificador.
-Querías más fuerza para poder derrotarlos...
Uvogin asintió tranquilamente.
-He estado en la boca del lobo desde que nací hasta la adolescencia, y créeme que no es lo mismo que trabajar de granjero. No quiero que otras personas pasen por lo mismo.
-Tú... pasaste por situaciones realmente duras, pero aún así conseguiste ser lo que eres ahora.
-Y tú también podrás -dijo Uvogin-. Solo busca tus raíces, Netero. Descubre por qué motivos eres intensificador, y abraza esa parte de ti. Si quieres empezar a mejorar en el Nen, primero debes aceptar lo que eres antes de usar otro tipo de clasificación. Si entendiste las bases del Nen, entonces sabrás que hacer cuándo crees tu propia habilidad.
Netero, mostrándose indeciso por la presión, asintió.
<<¿Buscar mis raíces?>>, se preguntó. Luego de pensarlo un poco, entendió que tenía razón, <<¿Por qué motivo era intensificador?>>
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