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Una vez, Netero vio tan molesto y frustrado a Dalzollene. Habían regresado de una misión, pero tan solo lograron escapar unos pocos, y eso le molestaba a él. Se supone que la muerte era una constante para ellos desde que nacieron, y desde siempre en general. Era de esperarse también la muerte de uno de los tres hermanos, o de cualquier... en general. Pero... por alguna razón, Dalzollene se veía afectado de mala manera. Entonces, si era normal... en general, ¿Por qué le afectaba tanto? Eso pensó por un tiempo, hasta que recordó las veces que Dalzollene entraba en sus arranques de irá cuando alguien de la resistencia no volvía. Ahora, que no estaba, entendía el por qué de su comportamiento. Esa impotencia, esa frustración... ese dolor... 

La muerte es algo esperable, pero..., <<¿Por qué tenía que ser así?>>, se preguntaba Netero, refiriéndose a como los humanos pasaban su día a día con miedo a la muerte por los demonios o en general... a manos de cualquiera.

- ¿Netero? 

Netero, sobresaltándose por estar perdido en su mundo, se volvió sobre su cama. Ahí estaba Kaito.

- ¿Señor Kaito?, ¿Qu-qué hace aquí? Pensé que estaba ocupado.

-Exactamente, estoy muy ocupado desde que no te acercas a la biblioteca.

Netero suspiró desganado y se volvió a dar la vuelta.

-No estoy de humor, es todo...

-Llevas casi un mes de esa manera -dijo, acercándose, y se sentó en el borde de la cama-. Y respete el hecho de que debías tener tu espacio, pero no puedes permitirte estar así por siempre. 

- ¿Y qué quiere que haga...? Si haga lo que haga, nada cambiará. Moriré algún día de todas maneras. Ni siquiera sé por qué está resistencia existe, si solo enfrentarnos a los demonios hace que más gente muera.

- Y aquellos que apenas están naciendo tampoco van a tener el derecho de pensar en la muerte como tú, ni siquiera en la vida. 

Netero permaneció en silencio.

- Las cosas no son tan fáciles, Netero. Al menos tenemos la forma de enfrentarnos a ellos, solo falta la voluntad para hacerlo. Deberíamos siquiera sentirnos agradecidos de que estamos vivos, y tu no estás apreciando esa oportunidad que varios caídos hubieran deseado. Ni se te ocurra volver a decirme que estás esperando la muerte -espetó firme-. Es ella quién te debe esperar, no tu. 

Netero sintió amargura y un ataque directo así mismo. Iba a responderle, pero Kaito lo interrumpió.

- Dalzollene pensó de la misma forma que tú cuando se lo enseñamos.

Esas palabras bastaron para que Netero se quedará callado y lo escuchará con atención.

- Y aunque se sintió afectado al principio, logró comprenderlo... La muerte siempre está al final de nuestro camino, y algún día dejarás atrás está vida. Ese día llegará pronto, y por eso, hay que abandonarla marcando tu propia historia en el mundo. No importa si nadie se acuerda de ello, por lo menos, podrás irte en paz sabiendo lo que hiciste cuando rememores todo en tu lecho de muerte.

Netero, inconscientemente, se puso a llorar, recordando a Dalzollene. 

- Tú..., ¿Crees que Dalzollene... murió en paz? -hipó.

- Consigo mismo, tal vez sí. Pero, quizás se fue preocupado por Tamara y por ti. 

Netero alzó la vista para verlo.

- No lo preocupes más.

Netero se puso a meditar la situación.

- Quisiera... pero... no me siento... con ganas de hacer nada... Ni siquiera de leer. Ya me sé casi todo de pies a cabeza.

Hubo un corto silencio entre los dos. Kaito, por otro lado, sacó algo de su abrigo. Era invierno, y, por más extraño que parezca, en la zona en donde se encontraban, estaba nevando, ya que el verano y el otoño habían terminado.

- Tal vez... deberías probar leer algo nuevo -dijo, extendiéndole lo que saco de su abrigo. Era el libro de artes marciales del amigo de Uvogin.

Netero se sentó sobre su cama y tomó el libro con desgano, aun siendo delicado por el respeto que le tenía.

- Uvogin me dijo que te interesaban. Y si puede hacerte sentir mejor, deberías intentarlo. 

Netero se quedo mirando el libro fijamente, sin mostrar expresión alguna.

- Toma tu tiempo para recuperarte, pero al menos has algo y sigue aprendiendo. No dejes de crecer y no pierdas la curiosidad que caracteriza a un historiador. Quizás aprendas algo nuevo que te ayude a recomponer tu corazón dañado.

Netero se quedo viendo el libro con duda.

- Puedo esperar un poco más por tu ayuda, solo no te tardes -dijo, levantándose para retirarse-. De cierta manera, extraño al niño inocente y curioso que siempre me hacía preguntas sobre todo -finalizó, sonriendo leve-. Y creo que no soy el único.

Luego de eso, se retiró, y Netero permaneció en silencio, viendo el libro con atención.

No se sentía de humor. Sin embargo, tampoco quería sentirse... patético.



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