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60

Gon no se sentía tan seguro, era la primera vez que salía a pasear con Killua por la Isla. Y aunque era muy arriesgado, de cierto modo se sentía seguro con Killua cerca. Han estado caminando por el bosque por un buen rato para llegar a un paradero que para él era desconocido, y en ese lapso de tiempo, no pudo evitar reiterarse las palabras que le dijo Killua antes de salir de la cueva y a lo largo de su travesía. Él se veía dispuesto a cargar con la culpa de lo ocurrido y aunque estuviera enamorado de él, estaba dispuesto a dejarlo libre. Sin olvidar mencionar que está haciendo un sobreesfuerzo por ganarse el cariño de los demás; a pesar de que fácilmente pudo forzar a todos por la evidente diferencia de poder. Pero de todos esos pensamientos, el que más le marcó fue saber sobre los sentimientos de Killua...

No sabía como sentirse con respecto a ello. Lo confundía porque no sabía como sobrellevarlo. Killua lo había hecho a veces pensarse demasiado en ese tema. Nunca se había dado la oportunidad de darse la experiencia de tener una pareja o de desarrollar afecto por alguien. No comprendía si... podría siquiera tener una vida normal después de haber experimentado lo peor a tan corta edad.

Lo más cercano que ha tenido con Killua han sido los besos que se han dado, y era muy extraño. La sensación era muy diferente. La calidez... y el tacto de Killua solo lo confundían más, y hasta cierto punto esa curiosidad lo hacía sentirse más atraído por saber la verdad, pero por algún motivo Killua lo hacía retroceder en su indagación con la actitud tan tierna que ha estado teniendo con él... y eso le remueve por dentro las emociones. En un principio al escuchar su confesión, se sintió tenso, porque no sabía que pensar; ahora, tenía ganas de saber si podía sentir algo diferente a la incomodidad que normalmente experimentaba.

—Llegamos —dijo Killua.

Gon le tomaba la mano mientras subían una pequeña colina, que en su cima liberaba un bello diluvio de pétalos rojos al aire; eso le llamó la atención. Era hermoso ver como incluso la luna traslucía entre ellas, y al verlas de cerca volar sobre su cabeza podía ver una luna llena de sangre.

—¿sí?

—Sí, es mi lugar favorito.

Los dos llegaron a la cima, y Gon se sorprendió. Habían llegado a un bello prado de flores blancas, donde las luciérnagas decoraban con sus luces titilantes por sus alrededores. Al fondo habían flores sin pétalos; solo quedaba el centro. Gon nunca había visto unas flores así en la Isla donde nació. Se veían únicas en su tipo.

—Wow... —dijo sin más, causándoles unas risas lánguidas al albino—. Es hermoso.

—¿Te gusta?

—Sí, ¿Qué tipo de flores son esas? —preguntó curioso, arrodillándose delante del prado para contemplar el fulgor personal de cada flores.

—Son Lyvaris.

—¿Lyvaris?

—Significa descanso, o algo así en lengua humana.

—¿Y qué quiere decir con eso? —preguntó Gon, volteando a verlo con curiosidad. 

—Sirven para librarse de los pesares y lamentos por un momento; además de usarse también como plantas curativas para enfermedades. Lo creas o no, "aparearnos" —comentó, haciendo comillas en el aire— con los humanos nos produjo enfermedades por la sensibilidad de los cuerpos mortales ante los miles de microbios o virus, que actualmente están casi extintas de nuestros organismos, pero eso no importa ahora. 

—Ya veo.

—Ven —dijo y tomó su mano para guiarlo dentro del prado.

Los pétalos y las hojas acariciaron sus piernas al ir cruzando entre ellas; era cosquilloso y daba algo de comezón.

—¿Para qué entramos al prado?

—Para que te dejes llevar por ellas —dijo Killua, deteniéndose en medio de todas las flores.

—¿Qué?

—Creo que has estado teniendo muchas dudas y dolores de cabeza con los cuales lidiar. Si te recuestas en ellas y dejas que hagan su trabajo, quizás pienses las cosas con más claridad y de una forma más sencilla. O al menos pienso que lo necesitas.

Gon se vio inseguro y bajó la mirada para ver las flores con indecisión. Pero se sentía tentado.

—Eehh..., ¿Y qué tengo que hacer?

—Solo recuéstate sobre ellas. —Se puso detrás de Gon y tomó uno de sus hombros—. Y déjate enterrar.

—¿¡Enterrar!? —pronunció alarmado, mirándolo de soslayo.

—No tengas miedo, son inofensivas. Ellas solo se alimentarán de lo que te haga sentir mal, no son carnívoras.

—¿Seguro?

—Confía en mí.

Gon vio a Killua y solo pudo sentir dulzura en sus ojos. Un cosquilleo le removió el pecho, tenerlo cerca lo volvió a poner tenso, y apartó la mirada para ver las flores. Estaba nervioso, pero tomó aire y suspiró. 

—Está bien.

Gon se acostó y Killua se sentó a su lado; los dos aplastando unas flores. La Luna le caía en la cara a ambos y Gon al ver a Killua notó la sombra que le hacía su cerquillo a sus ojos. Sus zafiros parecían tener un brillo propio que le daba un aire misterioso. Inmediatamente apartó la mirada y se quedó viendo el cielo estrellado con las manos sobre su vientre, intentando apaciguar el revoloteo tan extraño que le inquieta.

—¿Y qué hago ahora?

—Solo relájate, sino las flores no reaccionarán.

—Es que... no sé, me inquieta la idea de que unas flores me entierren.

Killua sonrió y tomó una de sus manos. Gon lo miró extrañado.

—Tranquilo, si al final te arrepientes te sacaré. Solo tienes que tirar de mi mano, ¿de acuerdo?

"Killua...", pensó inconscientemente. El revoloteo en su vientre desapareció y sintió seguridad. Podía confiar en Killua, no debía ponerse nervioso. Le asintió y cerró los ojos para relajarse.

—Gracias —musitó Gon.

Killua sonrió enternecido por escucharlo, no solo por las facciones de Gon.

—De nada.

Pasó un buen rato y Gon no pensaba en nada, solo se limitaba a relajarse y tener la mente en blanco. Killua no lo soltó en ningún momento. Estaba tan tranquilo, que las flores reaccionaron tal como Killua le había dicho. Las raíces lo abrazaron y abrieron la tierra para ir sumergiéndolo. Se empezó a sentir algo nervioso, pero al ver que Killua no lo soltaba se dejo consumir.

No supo cuánto tiempo estuvo enterrado, pero estando debajo de las plantas sintió como las raíces succionaban su piel delicadamente. Al principio atraparon su cuerpo con algo de ferocidad; no obstante, fue bajando la fuerza de agarre mientras más tomaban de sus energías negativas. El parecía un regalo envuelto en papel. Y pesé a su inseguridad inicial, se calmó con solo sentir el pulgar de Killua acariciando su dorso.

Luego de un rato las plantas le dejaron libre y él resurgió de la tierra como un ave fénix renaciendo de sus cenizas. Debajo de Gon había un capullo de raíces destruido que se sumergió de nuevo en la tierra. A su alrededor, había un pequeño círculo rojo que lo encerraba a él con Killua, en medio del resto de las flores blancas.

Gon se miró para ver si tenía tierra en el cuerpo, pero no, estaba intacto. Soltó un suspiró de alivio y Killua sonrió.

—¿Estás bien? 

—Sí, estoy bien. Fue más tranquilo de lo que creía, pensé que se me iba a subir una lombriz o algo así.

—En este lugar no hay ningún insecto, la presencia de estás flores es como un repelente.

—Oh entiendo.

—¿Y te sientes mejor?

Gon lo medito un poco y se dio cuenta de que sus hombros estaban libres y que se sentía más relajado en general.

—Sí... —dijo alucinado—. Y... la experiencia fue increíble, no lo puedo negar.

Gon se tumbó en el espacio libre donde fue enterrado, y por la fuerza de su cuerpo los pétalos de las flores rojas se desprendieron de sus centros. Gon se sorprendió y reincorporó de nuevo. El viento que corría por el lugar se las llevó con facilidad por su fineza.

—Ups...

—No es tu culpa. Las flores al volverse rojas se ponen sensibles y se desprenden solas con el tiempo o por el viento. Es normal. Así las flores pueden empezar un nuevo ciclo.

—Que alivio, pensé que las mate.

Killua rio con esa respuesta.

—No te rías, yo no sabía —espetó con pena.

—Bueno, perdón.

Gon se volvió a acostar para relajarse.

—Hace tiempo que no me sentía así de vivo.

—¿Sí?

—Sí —afirmó Gon, y al voltear a verlo vio que Killua estaba acostado a su lado a cierta distancia.

—Me alegra.

Gon luego se dio cuenta de que aún tenía la mano de Killua entrelazada con la suya. Eso le sonrojo y soltó su mano con delicadeza.

—Gracias por tu apoyo, Killua.

—No te preocupes. También tuve miedo en mi primera vez. Pensaba que lo que se decía de ellas era pura charlatanería, y cuando lo intente me convencí de que no era así.

Gon sonrió, y el silencio que se avecino lo hizo sentirse incómodo, tanto que Killua lo sintió. Ahora que tenía las cosas más claras en su cabeza, solo sentía mariposas en el vientre por la cercanía del albino. Gon se dio la vuelta hasta darle la espalda.

—Gon, ¿te sientes bien? —le preguntó, reincorporándose para verlo.

—No...

—¿No?

—Me siento raro.

—¿Raro?, ¿Te duele algo? —preguntó de nuevo, acercándose a él.

—No.

Gon, apenado, lo miró de soslayo. Killua, al ver que lo evitaba, lo tomo de la cintura y nuca para hacerlo girar en su dirección. Gon se estremeció y tenso por su acción.

—¿Qué te pasa?, ¿Por qué estás...? —Se calló al instante. Gon estaba sonrojado y no sabía si lo estaba incomodando, por lo que se puso nervioso por el siguiente movimiento que haría—. Ehm...

Acostado entre todas esas flores, no hizo más que perderse en los ojos de Killua. Sus manos seguían en su cintura y nuca, y la luz de la luna reflejando la mirada de Gon no hizo más que hacerlo sentirse atraído hacía él.

El corazón de Gon palpitaba como loco y eso hizo que su respiración se acelerará, tanto que juraría escuchar como su corazón le retumbaba en los tímpanos. Esa curiosidad volvió a surcar en él.

La cercanía era muy notoria y, por la forma en la que sus alientos se mezclaban, el calor en sus mejillas iba aumentando. Los dos empezaron a sentirse atraídos como imanes y por dichas sensaciones revoloteando en sus pechos se fueron acercando y... unieron sus labios en un beso.

Los nervios y la inseguridad de Gon prevalecieron un poco, pero por la forma en la que Killua probaba y movía su boca contra la suya no hizo más que perderse en el momento.

El cuerpo de Killua lo acorraló contra ese mar de flores que los encerraba en una memorable situación, bajo los reflejos transparentes de la luna.

El beso empezó tierno, pero poco a poco Killua empezó a profundizar el contacto. Había pasado mucho desde la última vez que beso a Gon, y se sentía en la gloria misma, pero debía controlarse. No lo quería forzar a nada. Sin embargo, no supo que pensar del todo cuando las manos de Gon abrazaron su espalda.

Killua no sabía que tan lejos podía llegar, así que, luego de disfrutar un poco del beso, lamió el labio inferior de Gon para saber su reacción, ya luego se disculparía. Esperó que lo apartará, pero lejos de hacerlo, recibió a cambio una lamida de su parte sobre su labio, casi rozando su lengua. 

Killua se estremeció y se sorprendió por tal recibimiento, pero igual le siguió el juego. En pleno beso, Gon dejo que Killua se introdujera en su boca y, ahogando las ganas de gemir, empezó a jugar con su lengua. 

Por la forma en la que estaban, podría considerarse que estaban en una introducción para hacer el amor, pero no era así. Sin duda los dos se habían dejado llevar, pero fuera de eso ninguno tenía una intensión más allá. En especial Killua, que temía dar un paso en falso con Gon.

El aire se comenzaba a acabar, sobre todo para Gon, y Killua al notarlo se separo delicadamente del contrario, y acaricio su mejilla pensando que eso alivianaría las cosas. La respiración deseosa de Gon por buscar aire chocó contra su rostro. 

Gon no sabía que hacer o como mirar a Killua, se había dejado llevar, e incluso sentía vergüenza al parecerle ver un hilo uniendo sus bocas. La hirviente sensación en su vientre le daba un cosquilleo que solo lo hacía sentirse sumiso. Por una extraña razón, no sintió esa incomodidad que creyó que sentiría de nuevo como con los otros con los que ha estado. Todo lo contrario.

Killua lo miraba apenado y con miedo por ver como reaccionaría está vez. Pero era inevitable no notar sus mejillas ruborizadas. 

Gon no esperó terminar sucumbiendo de esa forma en los brazos de Killua. Killua se había retirado de su encima para dejarlo libre.

—Perdón, Gon —murmuró, intentando no verlo a los ojos.

Con esas palabras, Gon pareció despertar de su ensoñación.

—N-no... no, estoy bien.

—¿Seguro? 

—Sí. Yo también me deje, estoy bien.

Entre los dos no hubo ningún otro ruido, hasta que Killua se armó de valor.

—Este... mejor vámonos, necesitas descansar.

—S-sí, vamos.

Gon y Killua se fueron, dejando en el prado sus cuerpos estampados, donde las flores fueron los únicos testigos de lo que ocurrió en su territorio. Nadie más lo sabría, pues volvieron a crecer en el lugar donde los dos estaban, dejando resplandecer sus bellos pétalos bajo el brillo lunar.


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