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54

Nunca había sentido la suavidad de un colchón ni de una almohada a la hora de dormir. Las sábanas daban una noche reconfortante y plácida. Al menos hasta que se escuchó el grito de Dalzollene. Netero dio un brinco en la cama del susto. Miró a su lado y se relajó. Había ocurrido de nuevo.

— ¡Dije que ya me iba a levantar! —vociferó removiendo su cabello empapado.

Los demás presentes se rieron un poco. Tamara le daba la espalda a Netero en la siguiente cama, ahogando una risa para seguir durmiendo.

Genthru, su entrenador, lo había despertado tirándole agua.

— Eres muy lento, niño. Si tanto deseas que no desperdiciemos el agua, entonces levántate. Hoy nos toca otro día de entrenamiento.

Apenas había transcurrido una semana desde que llegaron a ese refugio. El hermano mayor de Netero aún no se acoplaba a su nueva rutina, todo el tiempo amanecía cansado por sus entrenamientos. Netero solo pudo ahogar una risa con sus dedos. 

Desde que llegaron a ese sitio, se percató de que andaba más feliz de lo normal pesé a lo que ocurría en el exterior. Era bastante extraño, pero en serio sentía "gratitud" hacía las personas que lo salvaron.

Él, por otra parte, había podido conocer mejor a otros refugiados y a las personas que estaban de antes en la villa, en general eran personas humildes, pero no faltaba nunca una persona prepotente que se negaba al buen trato solo para salvarse a sí mismo por si los demonios volvían a atacar y se los llevaban de nuevo. Tratar con gente así fue muy difícil para él.

Decidió ayudar a auxiliar un poco a los médicos para atender a más heridos, pero su labor más importante fue en la biblioteca de la Villa. Había conseguido convencer a Kaito, un historiador autodenominado, es decir, no se podía hacer nada en ese mundo sin la autorización de un ser espectral maquiavélico, no quedaba de otra que hacer las cosas por tu cuenta.

Kaito era un hombre larguirucho y estilizado, él apenas le llegaba a la cintura. Además de siempre ir con una mirada avellana seria y relajada la mayor parte del tiempo, que a su opinión podría ser un poco desgarbada. Siempre lo veía andar con su larga melena albina desordenada hasta las rodillas y con una especie de boina azul. 

No evitó visualizar a varias personalidades parecidas a las de los otros rescatistas, como Uvogin. En esa cara triangular invertida, barbilla puntiaguda y en los gestos que hacía su nariz aguileña junto a todas las partes de su rostro, parecía haber una especie de diatriba que no podía descifrar. 

Netero le intentó preguntar la primera vez que empezó a ayudarlo con su trabajo sobre lo que lo inquietaba, pero este no le quiso decir nada. Al menos hasta que se hablaron más y que se soltará un poco más con él, después de todo Netero era ahora su nuevo y único discípulo hasta el momento.

— Trató de averiguar una forma de devolver a los demonios por donde vinieron.

— ¿Por donde vinieron? —preguntó Netero, curioso, asomándose a la mesa con todos los libros y hojas que había—. ¿A qué se refiere?

— Estos demonios vinieron de este sitio. De una especie de Isla —contaba, señalando un mapa viejo con dobleces remarcados, y señaló donde se ubica la Isla—. El objetivo es hallar una forma de regresarlos ahí o de al menos evitar que sigan saliendo más. No podemos erradicarlos uno por uno porque seguirán viniendo. Tenemos que acabar con el problema desde la raíz. Mientras más almas humanas lleguen al infierno, el centro de todo, ellos seguirán fortaleciéndose y saliendo a nuestro mundo.

— Oh, ya recuerdo, es de la historia que me contó en mi primer día, sobre quién pudo haber liberado a los demonios.

— Exactamente.

— La verdad, me causa curiosidad quién pudo ser el que libero a los demonios.

— Nadie sabe quién fue, la verdad es un misterio que ni yo puedo desvelar. Ocurrió hace miles de años atrás que eso es prácticamente imposible de saber. Solo se dice que ya no había espacio en el infierno, y que ahora ellos tienen eso controlado para que no se repita la misma situación en este mismo plano terrenal. Esa es la teoría más aceptada con sentido hasta ahora. Ellos no pueden vivir sin la producción humana y de las almas, tal como lo es la cadena alimenticia. Por eso su gobierno es así, donde solo se puede regir con el control total.

— Entiendo, señor Kaito. Sí me leí el libro que me dio, pero volviendo al plan que tienen ustedes para deshacerse de los demonios, ¿Cómo planean hacerlo?

— El plan hasta ahora es ver una forma de cerrar la entrada de donde salieron, después podemos exterminar al resto con paciencia, e incluso ir salvando más personas. Esperaba decírtelo más adelante, cuando te haya enseñado al menos la mayoría sobre los demonios, pero bueno, de todos modos las cosas acabarían igual.

— ¿Y cómo cerrarán esa entrada?

— Ese es el único problema, no tenemos mucha idea. El Nen tiene varias limitantes que pueden favorecer y perjudicar al usuario. Es como una especie de intercambio; tú podrás hacer algo a cambio de cierto costo. Y no podemos hacer nada si nuestro Nen no nos lo permite, podríamos salir perjudicados si damos un paso en falso con su uso.

— Entonces..., ¿Me está diciendo que el plan está en nada?

Parecía no querer admitirlo, pero en sus ojos se vio la perdición.

— Exactamente.

Y ahí lo vio, sentado en una mesa cuadrada con muchos libros desorganizados a su alrededor, con lo que le había costado ordenar algunos libros el día anterior. Traía puesto una camisa blanca tipo beatle a la altura de su cuello, zapatos marrones y un pantalón negro, lo mismo que usó el día anterior. 

"¿Se habrá quedado toda la noche en la biblioteca?", se preguntó al verlo con detalle. Se notaba estresado.

— Estamos estancados hasta el momento. Podemos combatir con los demonios y vencerlos, pero no podemos hacer algo para solucionar todo desde su centro, si vamos a esa Isla sin saber que hacer sería una muerte segura.

Le vinieron ganas de cambiar de tema. Le parecía interesante que su maestro le hablará y le tuviera confianza, pero no tenía planeado agobiarlo más con lo mismo.

— Señor Kaito, ¿No durmió nada anoche, verdad?

— Tenía trabajo que hacer, Netero. Ya te dije que lo ordenaría yo. 

— Sí, no se preocupe, pero hablo en serio. Desde que llegué lo veo con esos mismos libros. ¿No cree que debería tomar un descanso? 

Kaito lo miró con severidad, pero Netero ni se inmutó. Ya se estaba acostumbrando a esas miradas estrictas que le daba, no tenía miedo porque estaba seguro de él no dañaría a nadie que no fuera demonio.

— Según me comentó el señor Genthru, usted acudió con los otros rescatistas a salvar a la gente. ¿No ha descansado desde esa misión?

— Mira Netero, en un mundo como este nadie puede descansar, ni siquiera yo —respondió sereno, devolviendo la mirada a sus notas—. Agradezco mucho tu preocupación, pero estoy bien. Ahora, te pido por favor que sigas con la lectura que te encomendé. En serio que es importante, ahí está todo lo recopilado sobre los demonios hasta el día de hoy.

El pequeño suspiró rendido, no quería ser un fastidio, y volvió a su lectura. Se sentó en la silla de enfrente con su libro en manos, un enorme libro en manos. Las pilas de libros de Kaito eran casi un muro que los dividía, y sin tener más que comentar buscó la página para continuar leyendo.

Tenía que aprovechar el tiempo antes de irse a ver a su hermana para ver como se encontraba. Leyó unas páginas considerables, pasó a la siguiente y se topó con un nuevo título que le pareció interesante.

"Demonios Humanos; el experimento de un nuevo individuo para una dictadura eterna"


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