31
La dicha le llenaba el alma. Ver como todos jugaban juntos le tocó el corazón, hasta Zushi y Geru se unieron a jugar mientras Shalnark y Kintaro se subían a las escaleras para deslizarse por el enorme tobogán.
— ¡Me toca!, ¡¡WUU!! —avisó Amano entusiasmado, dejándose caer por el tobogán con un recorrido en espiral hacia abajo.
— Mi turno —dijo Kintaro seguido de Shalnark.
— Luego yo.
— ¡Pero Shalnark, Kintaro!, ¿¡No que antes tenían sueño!? —preguntó Shizuku con una ligera sonrisa mirándolos a los pies del tobogán.
— No —respondió Kintaro con indiferente para luego tirarse por el tobogán— ¡Allá voy!
— ¡Olvida eso, lo puedo dejar para más tarde! —prosiguió Shalnark y se bajó por el tobogán con una cara de felicidad—. ¡SÍÍÍ!
— Sigo sin creer que todo esto sea madera —aludió Gon, aún impresionado.
— No quisiera alardear, pero fue fácil hacer todo esto —Gon lo miró, y no notó nada de arrogancia en sus gestos; solo una sonrisa muy simple en su rostro—. Después de todo, cuando se tienen unos poderes que te pueden ayudar a construir es más sencillo. Creo que es una de las pocas veces en las que los he usado tanto.
Killua, al igual que Gon, se había quedado prendado de todos jugando. Sus sonrisas, risas y alegrías habían sido causadas por él, y eso le hizo sentirse muy bien.
— Y valió la pena —dijo para sí mismo—. Supongo que... esto es lo bonito de ser solidario con los demás —añadió quitando la sonrisa de su rostro, quedando anonadado y satisfecho con su trabajo.
— Sí.
— Me satisface que les guste, pensé que no sería suficiente, porque tenía otras ideas extras para este cuarto. Pero te vi algo impaciente, así que tuve que reducir mi tiempo y quitar unas cosas. Aunque quizás las haga más adelante.
La amargura le atrapó de imprevisto. Gon no pudo evitar sentirse un poco mal de un modo superficial, su intención jamás fue arruinar sus grandes planes por su impaciencia.
— Aun así te quedo muy bien —alagó Gon.
— Gracias —agradeció con pena. Lo vio abrir sus ojos un poco más de la cuenta, como si se hubiera acordado de algo—. Oh, es verdad. Mira —dijo y se trasladó al lado izquierdo de la habitación.
Gon volteó en su dirección para seguirlo. Por la impresión que le causó ese pequeño parque en la habitación no le dio tiempo de ver bien todo el lugar, y cuando lo iba a acompañar sus ojos se prendaron en un mural vació de madera con adorno de encajes tallados en el borde. Iba a preguntar sobre el mural, pero Killua se le adelantó.
— También hice esto —informó presentando el mural con la mano extendida—. Aquí puedes tallar los nombres de tus amigos sin que los Twilers reparen el árbol. Ya no tendrás que tallar, puedes escribirlos —alentó tomando un pequeño frasco con tinta y un palito de madera con forma de lápiz de un pequeño hueco deformado que había en la pared junto al mural—. Solo hunde la punta del palito en la tinta y ya podrás escribir.
No hubo comentarios. Killua se había dado cuenta de lo importante que era para él escribir los nombres de sus amigos y jura por sí mismo que se sentía conmovido, estaba tan perdido que no se percataba de lo que ocurría fuera de su cabeza y de que se le quedó mirando como si quisiera leer un libro abierto, tratando de expresarle su impresión y agradecimiento. Era muy amable de su parte. Ahora sí podía poner los nombres de todos en un lugar en el que no se desaparezcan luego. Le hizo un gran favor a su mano lastimada.
— Killua... en serio te lo agradezco —agradecido con dulzura, sin darse cuenta, recibiendo el palito y el frasco de tinta—. No tengo palabras adecuadas para decírtelo.
El viento entraba y salía por sus pulmones sin tapaderas, la paz había vuelto a él nuevamente. Sus propias acciones e injurias hacia el chico le hicieron sentirse algo tonto por su desconfianza. Fue el primero en abogar por él y, aunque es algo que no puede evitar del todo, en ese mismo sitio, juró que esa inseguridad hacía Killua jamás volverían.
Killua le apartó la mirada para ver a los demás con intenciones de no verlo. Sus mejillas se ruborizaron y se peinó con los dedos para taparse los ojos, fingiendo acomodarse el cerquillo.
— No te preocupes... —habló con la boca pequeña—. Si se van a quedar aquí lo menos que pueden hacer para pasar el rato es divertirse, no es problema.
Quiso reírse por su forma tan penosa modesta de hablar, pero no pudo.
— ¿Entonces te vas a dejar convencer así de fácil?, ¿Dejándote comprar? Eso ya nos lo hacían, Gon. No puedo creer que cayeras así —le dijeron a sus espaldas, erizándolo.
Gon giró sobre sus talones.
— Kanzai, despertaste...
— ¿Solo tuvo que hacer juegos infantiles y ya caíste a sus pies? —preguntó serio. Parecía un hermano mayor regañando al menor por romper una regla.
Gon quería sentirse intimidado y le respondió con la misma mirada como un escudo de defensa.
— No es así —rebatió firme—. Y no empecemos a discutir, no enfrente de los demás. Solo porque estés en desacuerdo no tengo que estar igual. Yo también tengo miedo igual que tú, pero no por eso tengo que desconfiar siempre de todos. Ya no quiero eso para mí... —dijo, y un pequeño tic en la ceja se le descontroló. El tema era tan estresante que ya no lo soportaba—. Si seguimos así ni tú ni yo llegaremos a ninguna parte... —hizo una pausa para ver su reacción, porque lo siguiente que diría jamás se lo retractaría—. ¡Y confiaré en Killua aunque me cueste la vida aquí! —aseguró en un grito.
La mirada siempre en alto. Ya no más dudas. No más retrocesos. Debía hacerlo si quería dejar todo lo que lo llevó a ser así.
Cabizbajo y con miedo jamás llegó a un lado. Solo cuando hallaba valor hacía las cosas.
"Ya no..."
Killua no podía creer lo que escuchó. No se lo esperaba por nada. En su mente se desarrolló una gran discusión que terminaría mal, quizás peor que una guerra en un paraje desolado. Un altercado en el que no se inmiscuiría para no encender más las llamas de la disputa.
La sorpresa inundó su rostro mientras que la felicidad se apoderaba de él por dentro. Ahora sí tenía una gran oportunidad que no podía echarse atrás, pero para lograr más afondo eso necesitaba convencer a Kanzai de que sí podía ser algo más que un simple monstruo a sus ojos. Si no lo hacía su objetivo no se completaría; además de hacer que Gon se discutiera más en contra de él. Era cierto que no le agradaba mucho, pero a Gon sí, y él desde un inicio lo defendía todo el tiempo a pesar de su temperamento. Aparte de saber que las discusiones están teniendo inicio por su culpa.
No quería eso, no quería ser alguien que arruinará las cosas. Pero sabía en el fondo que las había arruinado desde el inicio, mucho antes de haberlos traído a la Isla. Esa culpa jamás se iría.
Ver al chico que tanto ha esperado tener a su lado desvivirse en un pleito por defenderlo a él, por alguien como él, de sus amigos... Le dolía.
¿Así se sentía sufrir por alguien más?, ¿Por ver a quién quieres sufrir por ti?
Sí. Así de feo dolía, por el cargo en su conciencia, por el cargo emocional que lo implicaba.
¿Qué había sucedido con su viejo yo? El Killua serio que trató de vivir de otra forma, resentido con las mujeres de su especie, se despojó de él como si sus emociones ya no pudieran lucrarse de aquel remordimiento para subsistir. Ese disgusto incorregible y mundano se dejó de deleitar con la llegada de Gon a su vida, y sin dudas aprendió mucho gracias a eso. Se estaba comportando como un niño y ahora los terceros que fueron forzados a cumplir sus caprichos tenían que sufrir en su lugar.
— Bien —resopló Kanzai de mala gana—. Pero cuando te arrepientas las disculpas no serán suficientes, Gon —advirtió ceñudo, pero Gon no se ablandó ante su amenaza. Él ya había tomado una decisión.
— Kanzai... —intervino Killua detrás de Gon, y él se sorprendió de que lo llamará por su nombre como si nada, a él no le agrada el mencionado.
Kanzai atendió a Killua, se le veía más serio que antes cuando miraba a Gon.
— ¿Qué quieres?
Gon le devolvió la atención a Killua. Él se veía indeciso y tenso, como si no hubiera pensado las palabras desde un principio y que solo haya hablado de forma involuntaria. Se puso nervioso, no quisiera que haya una pelea entre esos dos, que eran como un gato y un ratón, literalmente.
— ¿Qué está pasando aquí? —preguntó Cluck, quien se acercó con Geru.
"Espero que Killua no diga nada que arruiné su avance con ellos... ". Eso sería retroceder y Killua lo sabía mejor que nadie.
Todo se tornó incómodo por el profundo silencio ensordecedor. Killua no movía los labios y Kanzai se veía impaciente por la espera. Gon de mediador no ayudaría en nada; el ambiente provocado por los dos chicos en litigio le causaba inquietud.
— ¿Vas a hablar o no? —interpeló Kanzai.
Paso otro innecesario golpe de silencio, hasta que un suspiró de Killua lo rompió, parecía haberse mentalizado antes de cortar el cable de una bomba. En ese momento, experimentó el miedo por primera vez en su vida.
— ¿Tú lo que buscas es más libertad de mí parte, verdad? —inquirió Killua.
— Creo que es más que obvio. La pregunta sobra —desenfundó su molestia hacia él con solo esa pregunta—. Tú puedes hacer todos los juegos infantiles que desees para mantenernos aquí, no me importa. Para mí, seguirá siendo como estar en una jaula.
Gon quiso argumentar antes y se calló al instante; sabía que en parte tenía razón. Le gustaría apoyar a Killua para que no sienta que su esfuerzo en hacer toda esa construcción fuera en vano, pero solo se minimizó a pensar en cómo podría responder.
Killua apretó ligeramente los labios. No se podía ver su cara por su cerquillo. Sus ojos miraban al suelo; un niño castigado por un berrinche.
— Me alegra saberlo —dijo Killua, cauteloso, con una expresión tranquila cuando volvió a levantar la cabeza.
— ¿Qué quieres decir? —preguntó. Pensaba que Killua le estaba jugando una mala broma—. ¿Acaso te estás burlando de mí?
— No —contrarresto rápido.
— ¿Entonces?
— Me alegra saberlo, porque hay una forma en la que puedas tener más libertad en tu estancia aquí...
Kanzai Y Gon lo miraron confundidos. Los demás alrededor también lo estaban.
— He incluso si tú deseas, salir de esta Isla.
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