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3


Gon, decidido, se fue a vestirse. Si se ponía lento lo mínimo que tendría de recompensa sería un grito, y se apuró a arreglarse. Pero eso no quitaba la incomodidad que le daba su traje de camarero bien arreglado y planchado, parece de calidad a simple vista, pero es todo lo contrario. Y se debe aguantar, porque no servía ninguna queja.

"Maldita faja de mierda", pensó, incomodo por como le apretaban los huesos. "¡Ni siquiera estoy gordo!"

Cluck y Geru se encuentran preparando a las niñas y tranquilizándolas, mientras Kanzai ejercía lo mismo con los chicos, casi de la misma edad de Gon. Las dos mayores del grupo le habían dicho estrictamente que no se metiera en problemas, pero es más fácil decirlo que hacerlo, aunque no tengas las intensiones.

Actualmente, tiene poca memoria de los horribles gritos y sonidos escalofriantes y aterradores de ellas cuando las golpeaban, y en uno de esos recuerdos está Kanzai, y él lo tomo todo de una forma completamente distinta a Cluck y Geru. Se volvió muy impulsivo y de mal genio a cualquier tipo de acercamiento o mirada de desconocidos a su grupo de niños raptados. 

Se podría decir que Kanzai es el mayor de todos en total, casi el líder. Los niños de edad de Machi le hacen caso y hasta algunas veces actúan como él por verlo valiente, pero en realidad están confundiéndose. Esa seria una de las formas que usaban para no sentirse tan intimidados y no dejar todo por perdido.

Él no es mala gente, solo tiene un temperamento... poco común. Sin embargo, a pesar de eso puede ser bastante gracioso en algunas pocas circunstancias. Él es el favorito de la mayoría de las clientas. Por eso fue bautizado por los jefes como El Tigre, literalmenteA tal punto de que ya no era el mismo física y emocionalmente. Le pasó lo mismo que a Geru, pero de una manera totalmente exagerada y podría decir que hasta grotesca. 

Los jefes le pararon un poco el cabello y se lo tiñeron de naranja con rayas color negro, y el resto del cabello era sujeto en una cola de caballo en su nuca. Afilaron sus dientes, imitando los de un tigre, y le pintaron dos rayas debajo de los ojos y en sus apiñonados pómulos.

No es que él y Gon no se lleven mal, pero ambos piensan que es mejor estar un poco separados. Sus personalidades, pesé a ser un poco similares en algunos aspectos, chocan.

A las tres de la tarde el lugar se abrirá y todos estaban ocupados. Solo falta una hora.

— ¡Gon! 

Su cuerpo se puso rígido y salió de su mundo. Kanzai ahora estaba enfrente suyo, tratando de llamar su atención hace un buen rato.

— ¿En qué demonios estás pensando? 

— Eh, bueno yo... —intentó hablar.

— ¡Deja de perder el tiempo y has algo de provecho!

— Eh... sí—. Dijo nervioso—. Esta bien.

— Bien. 

Se extrañó. Después de que Kanzai le gritará esté miró por el rabillo del ojo a una esquina. Gon, intrigado, miró y al instante cruzó miradas con uno de los hombre que los vigilaban. Se dirigía a la posición de ambos, pero su figura corpulenta pasó de largo, chocando su brazo grueso con el hombro del más bajo de los dos, hasta perderse en su camino.

El choque lo hizo soltar un pequeño quejido, resguardándolo con su mano, pero sus huesos se tensaron cuando Kanzai sujetó su hombro. Esperaba otro regaño.

— Ten más cuidado, Gon—. Avisó susurrando—. Si yo no te regañaba; ese sujeto se iba a ser cargo de una manera más severa, ¿O ya te olvidaste de lo que le pasó a Leslie?

No supo que decir. No sabe si era por los nervios a flor de piel, calmándose, por la ayuda que le dio Kanzai o si fue por el horrible final que tuvo Leslie. Hace dos años que ella murió, a una corta edad de nueve años. 

— No...

— Entonces ten más cuidado con lo que haces —y le soltó el hombro, pero aún seguía sintiendo esa tensión en los huesos. Impotente.

El recuerdo del cadáver de Leslie le puso los nervios de punta. Su lado innecesariamente imprudente le orilló a gruñir. Sabe que eso ya pasó a ese mucho tiempo. Ya fue. Pero odiaba que Leslie fuera un simple ejemplo para evitar el mal comportamiento. Y aunque sabe que Kanzai no lo hace con esa intensión, le hervía la sangre. No era la primera vez, ya usó varias veces ese ejemplo, y tal vez los demás no lo vean así. Pero su objetivo se cumplió con el ejemplo.

"No sé si trataste de darme miedo para ser más precavido, pero eso no te sirvió de nada."

— Mantente atento, ¿De acuerdo? 

No espero a que respondiera y se fue dejándolo parado.

Tuvo que controlarse mordiendo su labio inferior, que se había adormecido.  "¿Y si hubiera sido un ser querido suyo, lo usaría de ejemplo con ese propósito? ¿No le dolería? ¿No le dolería recordar a ese ser querido de esa manera?"

Estaba tan hundido en sus pensamientos que apenas sintió un tirón en la manga de saco negro.

— Gon. 

Parpadeó, despertando, y bajo la mirada para mirar a Machi. Al verla se controló. Kanzai tenía razón, ¿Qué pasaría si se encontraba tan distraído?, no podría ser de provecho.

— ¿Te pasa algo? —sus ojos azules se quedaron mirándolo, preocupada. 

Solo le sonrió acariciando su cabello, ya arreglado en una coleta, para recibir a los clientes.  

— No pequeña. Todo esta bien.

— Me preocupas, Gon. Kanzai te gritó—. Lo miro con un puchero—. No me gusta cuando grita.

— Tranquila. Él no lo hizo con esa intención. No te preocupes.

— Pero fue muy malo.

"Esta niña es más lista de lo que parece..."

— No pienses mal de él. Solo es algo impulsivo. Tranquila, ¿Sí?

Intentar calmarla es lo menos que puede hacer por el momento.

— Esta bien. 

Él quería que esa sonrisa se mantuviera, pero desapareció al escuchar un fuerte grito en los vestidores de niñas. Inmediatamente fui corriendo, asustado. No le presto mucha atención a Machi. Solo escuchó unos pequeños pasos viniendo por detrás.

Corrió hasta el final del pasillo y giró a la izquierda para bajar por las escaleras. El ruido de cristales y de madera floja quebrándose le erizó la piel. El sonido lo guío a los vestidores femeninos. Su corazón se aceleró con cada paso que daba hacía el sótano, como si se quisiera salir de su pecho, impulsado por sus fuertes pisadas. Se escuchaban golpes de latigazos y la señal de alarma hizo eco en su cerebro. Sin pensarlo mucho, a pesar de su intranquilidad, bajo hasta la mitad de las escaleras, quedando completamente estático. Cluck se encontraba abrazando a Alluka con su propio cuerpo, para protegerla. Los azotes fueron provocados por el látigo que tenía un sujeto, delgado y larguirucho, que se encargaba de las prendas y del maquillaje para las chicas.

Cluck recibía los latigazos en su espalda junto a un retumbar ulular cada vez que impactaban contra su piel. Los azotes se repetían en su torso, irritándolo y poniéndolo rojo carmín. El maltratador presente intentaba darle a Alluka, y no lo conseguía. Cluck lo impedía a la vez que trataba de esquivar los ataques pero, cuando no había escape, los recibía en la espalda. Alluka ya estaba lo suficientemente asustada y aferrada a ella como para reaccionar. Sus pocas oportunidades de escape se vieron fallidas por los asientos de madera vieja y por los espejos que estaban colgados en las paredes.

El cuerpo de Gon despertó al ver que el puño del atacante iba descendiendo para golpear nuevamente, y todo se puso en cámara lenta a su perspectiva. Sin ser consciente, de sus acciones, apoyó el pie en el balcón de la escalera y saltó hacía el sujeto, golpeándolo en la mejilla. El golpe desvió su mirada, evitando que lastimará más a Cluck y Alluka. Gon iba a estamparse contra el suelo y se manejó bien, aterrizando de cuclillas con las manos en el suelo para no golpearse el rostro al caer, pero eso no evitó que la sensibilidad en sus tobillos se presentará. 

Soltó un quejido aguantable por el dolor. 

Él tuvo suerte; el sujeto que golpeó, no. El tipo, por el desequilibrio, estampó su cabeza con la pared y se rindió en medio de los escombros que él mismo creo. 

Pasaron unos cortos segundos y los presentes se pusieron muy nerviosos, pensando que quizás estaba muerto. Gon, con pasos cautelosos, se acercó a escuchar su corazón y suspiró con alivio; por fortuna seguía vivo, solo inconsciente. Alzó la mirada para ver su rostro y sintió asco al ver sus dientes amarillos, por tanto fumar, junto con su cabellera lacia y grasosa expandida por el suelo. Su ropa toda garapiñada y desordenada le incómodo. "¿Eso es vomitó?", intuyó con asco, alejándose rápido de él.

Observó a Cluck. Ella seguía revisando si Alluka estaba bien.

— ¿Estas bien, Alluka? 

Alluka era la más pequeña del grupo, y sin duda la más vulnerable.

— Estoy bien —dijo tímida, sin soltarse de quién la protegió.

Ella y Cluck eran inseparables. Era lógico que Alluka se aferrará a Cluck; después de todo ella la salvó de la calle cuando era muy pequeña.

Todos estaban presentes en la llegada de Alluka. Era otro día más, yendo de pueblo en pueblo, y en un callejón notó que ahí estaba Alluka. Oculta. Sucia. Con su largo cabello negro despeinado, usando ropas harapientas que apenas cubrían su piel blanca del sol. Ella simplemente no soporto verla así, y le aviso al octogenario sobre Alluka. Los demás se hacían de la vista gorda con su situación; Cluck no lo iba a hacer. Por suerte él la vio provechosa, para el futuro, y pensó que también tendría más mercancía sin tener que hacer mucho trabajo sucio. Desde entonces Cluck se hizo cargo de ella y le puso ese nombre, Alluka.  Ella siempre ha sido tímida y nunca se alejaba de Cluck, por eso no tenía muchas oportunidades para conocerla o hablar con ella. Cluck es todo su mundo.

Cluck sabe que la metió en un infierno, pero en ese momento solo pensó que eso era mejor que imaginar su muerte y no volver a verla la próxima vez que pasarán por ese mismo pueblo.

— ¿Qué pasó? —preguntó—. ¿Por qué las atacó?

— Le probó un vestido muy largo a Alluka para ver si le quedaba bien. Se puso a caminar un poco y lo rasgó al tropezarse —dijo sin mirarlo, solo seguía calmando a Alluka acariciando su cabello.

Parecía ropa de calidad, pero no lo era.

Esa era la tercera vez que volvía a ese bar y, sabía a la perfección que, ese hombre descuidado siempre se esmeraba con su trabajo, haciendo vestidos y maquillando, pero... ¿Por un vestido es tan capaz de golpear a una niña?

Ya estaba algo inestable. Primero, como una fotografía recordó a Leslie muerta. Segundo, a Kanzai tomando su muerte como ejemplo de la desobediencia. Y tercero, a Cluck recibiendo los latigazos, con Alluka llorando. La imagen de ese sujeto con los ojos desorbitados por el enfado hizo que sus dedos tiritaran, sintiendo un poco de placer por el dolor en los nudillos. Pensar en ese golpe lo lleno mucho por dentro, y quería repetirlo al verlo de reojo en el suelo. Estaba frustrado. Su cerebro quería quebrarse en ese instante, ya no soportaba tanto peso a cada segundo. Se sentía muy molesto.

Estaba tan distraído que solo pudo despertar al escuchar que bajaban rápidamente las escaleras. Era Machi, que corrió con temor hacía él, aferrándose a su cuerpo en un abrazo, casi temblando. 

No entendió su reacción.

— Machi. —Le correspondí el abrazó.— ¿Qué pasa?

— Ahí viene —alertó con miedo. 

Se puso alerta.

"¿Quién viene?", pensó.

Le prestó más atención a su entorno, captando unos pasos acercándose por el pasillo que él había tomado. Se escuchaban cada vez más fuertes por el eco hasta llegar al final para bajar por las escaleras. Era el Jefe.  

— Señor Shaty —dijo entre cortada. 

Puede ser más bajo que Cluck y más alto que Gon, pero no puede evitar verlo con odio por la inestable mentalidad que está tratando de apaciguar. 

Odiaba cada pelo de su barba y de su corona de cabello que reposa sobre sus hombros, dejando que su sudorosa calva deslumbre, que daba asco a comparación de su arrugada y tostada piel.

Shaty al bajar observo la escena en la que se encontraban y se acercó al larguirucho con el ceño fruncido, exponiendo las capas y capas de sus arrugas.

— ¿¡Qué carajo pasó aquí!? —gritó enojado, caminando hacía ellos y golpeando la pared con su bastón; una costumbre que tiene para contener sus ganas de golpear a alguien.— ¿¡Qué demonios hicieron, gorgojos de maíz!?

Alluka y Machi se pusieron nerviosa y temieron que la situación se ponga más enojosa, a pesar de estar con Cluck y Gon.

— ¡Respondan! —ordenó, amenazando con su bastón al aire a Cluck y a Alluka.

Gon, preocupado, se aventuró a tomar su bastón para evitar que golpeara a Cluck, ya estaba bastante adolorida de la espalda por los latigazos como para recibir más golpes.

— ¡Ellas no hicieron nada! —gritó, con inseguridad en su voz. La adrenalina y el valor sin explicación lo estaba controlando.— ¡¡YO LO HICE!!

Ya no le importaba nada por una extraña razón. Ya era lo suficientemente grande como para entender lo que se avecinaba después de aquella declaración, incluidas las consecuencias que podría llegar a pagar. Sabía lo que le esperaba, pero no sentía miedo. 

Vio sufrir bastante tiempo a bastantes niños y niñas. Vio varias muertes a lo largo del camino. Vio varias veces como Cluck y Geru tomaban la responsabilidad de lo que hacían los menores sin querer. Varias veces hicieron eso por él, incluido Kanzai. 

Ya no era un niño. Ya no lo era como para ser defendido por siempre. Ahora era su turno de regresar el favor. Es por eso que, de ahora en adelante, encontrará una manera de escapar. Planea escapar con todos y evitar que esos horribles seres humanos vuelvan a hacer algo parecido.

"¡¡NOSOTROS NO SOMOS JUGUETES!!"

Shaty lo vio con desdén y enfado. Cluck iba a hablar, pero ese la calló.

— Debí saberlo —gruñó tomando el brazo de Gon con fuerza, alejándolo de Machi para llevárselo. — ¡Maldito mocoso! 

— ¡Gon! —chilló Machi, tratando de ir con él, pero Cluck la tomó de la mano para detenerla.

— Machi, quédate con Cluck —le ordenó.

— ¡Y ustedes no se queden ahí paradas, atiendan a ese idiota! —ordenó, señalando con el bastón al estilista desmayado.

Shaty lo arrastró por todo el lugar, hasta salir al patio trasero del local. En ese patio, en definitiva, no había salida. Había muros que no se podían escalar. No podía llegar saltando y algunas casas eran tan pequeñas que no podían ni verlo para pedir ayuda. Justamente, por lo pequeño y apartado que es el pueblo de las civilizaciones más modernas, Shaty venía seguido por años. Era un lugar bien asegurado para ganar dinero. La luz del sol no llega por un toldo sobre el patio, que hace ver todo un poco más oscuro. Todavía apestaba a basura y a cigarrillos. El año pasado recuerda haber visto a sus secuestradores disfrutar una noche de cartas, bocadillos, cigarros y alcohol.

Shaty pateó la puerta y esposó a Gon, solo para tirarlo al suelo. Él intentó levantarse y por el intento recibió un bateo en la cien con el bastón. Casi chilló por el ardor y el tumbar del dolor en el ojo, que intento apaciguar frotándolo con su hombro, esperando a que su vista se enfoque, mientras su cuerpo besaba la frescura de la baldosa.

— Eres un estorbo, ¿Así me agradeces después de todo lo que hice por ti? —reclamó.

"Cínico...", gritó su cabeza.

— ¿Lo que hizo por mí? —pregunto incrédulo.— U-Usted... —su garganta se iba a quebrar. Iba a llorar; recordando a Mito-san y los años de sufrimiento. — ¡Usted me arruinó la vida! —chilló con coraje queriendo golpearlo con impotencia. 

Intento impulsarse con ayuda de su pie, pero volví a caer al suelo por el empujón que le dio con la punta de su bastón justo cuando estaba parándose, y recibió otro golpe en paralelo en su espalda y codo.

Gimoteo por la caída.

— Lo odio... —sollozó adolorido. Intentaba no mirarlo para no llorar frente a él, pero el golpe del bastón le dio en el; en un nervio, que le adormeció el brazo y lo orilló a llorar un poco. — Lo odio... me quito todo... nos quito todo a todos... —volteó a verlo impotente y con lágrimas, pero él no se inmutó— Esto no se va a quedar así... me las va a pagar...

Los ojos de Shaty brillaban con burla y superioridad.

— ¡Me las pagará!

Él se acercó y se agachó a su altura. 

— Se dice: "Que vale la pena soñar" —. Se mofó. Estaba tan cerca de él que podía oler su asqueroso aliento que todos tenemos en la mañana, pero combinado con alcohol y comida—. Pero, ¿Tú en que piensas soñar? Tú solo eres la zorra de todos en este mundo. ¿O es que acaso no contaste a tu repertorio de enamorados? —susurró certero hacía su dignidad, burlándose. 

Se sintió asqueado de él mismo y lo único que pudo hacer fue bajar la cabeza para no mirarlo. El ácido de su estómago se revolvió, porque tenía razón. Para sobrevivir, hasta ahora, tuvo que hacer lo necesario. Tuvo que seguir sus órdenes y sus leyes, porque aunque demuestre su perdida de control o impotencia sigue siendo un cobarde. 

"¿Cuántas veces me la han metido y sacado como si nada?, ¿Cuántas veces he sangrado y no me han atendido como se debe?, ¿Cómo no voy a ser una zorra?", y lo era, al menos a vista de todos, pero siempre se convencía de alguna forma para no pensar así. A veces se pregunta de donde saca la voluntad. De su deseo; ver a su tía.

Él se levantó y se alejó de Gon para dirigirse a la puerta. 

— Hoy no trabajarás; en otras palabras no comerás. Te vas a quedar aquí hasta que la jornada termine. A ver si así aprendes, mocoso.

Ignoró sus comentarios, tampoco le prestó atención a como azotaba la puerta, dejándolo solo. Podía escaparse si intentaba, pero... no podía dejar a los demás ahí. No después de saber todo lo que pasarían mientras él estaba libre, se sentiría culpable. Si se escapaba quizás no los vuelva a ver, y no quiere vivir con esa culpa. Además... no quería... no podía. No tenía un plan, no sabría que hacer, tampoco sabe cual es el camino a su hogar...

Las palabras de ese viejo atacaron sus pensamientos por lo más bajo, porque tenía razón. Tenía toda la maldita razón. Lo hizo para sobrevivir, pero no se siente más que un objeto. Lo usaron y se aprovecharon de él a su gozo, porque conocían sus temores y sus debilidades. A pesar de eso... no puede evitar sentirse sucio y disgustado consigo mismo.

Recapituló su vida como si fuera una película, y se permitió llorar a gusto por unos segundos. No sabe cuanto tiempo se quede tumbado en el suelo sollozando. Pensando. Llegó a sentirse inerte, al menos por un corto tiempo, hasta que escuchó que tocaron la puerta de metal que le bloqueaba el pasó al local.

— Gon, ¿Estás bien? —Escuchó del otro lado. Era Kanzai. 

— Si, estoy bien —trató de hablar con calma, disimulando, para que no escuchará su voz quebrada por el llanto y por su nariz tupida.  

— Fuiste imprudente —recriminó.

No quería hablar con nadie, no por ahora, y mucho menos que él lo sermoneé. Lo que menos necesitaba era un regaño.

— Kanzai. Por favor, ve a cuidar a Machi y a los otros. No pierdas el tiempo conmigo... —quiso seguir hablando, pero Kanzai no le dejó. 

— No me cambies de tema, Gon.

— ¡Solo ve, demonios! —gritó desesperado, sorprendiendo un poco a Kanzai. Odiaba cuando le interrumpían.— ¡Dices querer protegernos y hacerte cargo de todos, pero no estuviste presente cuando Cluck más te necesitaba!, ¡No cometas ese maldito error por segunda vez y ve a cuidar a todos, carajo! —Jamás le había gritado a Kanzai. Hasta el momento se había mantenido a raya, pero no se arrepentía por gritarle. 

Por una extraña razón sintió un pequeño alivio emocional. Se desahogó con el que menos tenía la culpa, y no le importa. Solo pensaba en una forma para que él le dejará solo. Era lo que necesitaba ahora. Aunque sea por un rato. Tener un poco de tiempo para si mismo. 

— Gon... —musitó.

Kanzai sabe que no puede estar en muchos lugares a la vez, sobre todo con tantos niños que hay, y se sintió fastidiado al saber que siempre daba todo de sí para cumplir la promesa de proteger a los demás, pero que no fue suficiente para proteger a Cluck y a Alluka de los golpes; y a Gon de que lo dejarán con hambre. En ambos lados de la puerta los dos se sienten frustrados por cuestiones propias.

— Te daré de comer lo que me den en la cena a escondidas. Tú solo mantente tranquilo, cuidaré a los demás, pero no hagas más tonterías como esas —escuchaba, y sentía la frustración en su voz a pesar de tratar de ser suave. Está vez no lo sentía tan autoritario como en otras ocasiones.— ¿Entendido?

"Vete ya..."

— Si. Solo ve. Entiendo. 

— Bien. 

Las pisadas de sus zapatos fueron fuertes al principio, pero se fueron alejando de a poco, y en segundos no los escuchó más. 

"Finalmente...", pensó relajándose.

Agotado, mentalmente, hizo girar su cuerpo a unos centímetros de distancia del límite del toldo para acostarse bajo el cielo azul, para admirar los rayos del sol que acariciaban las afueras del patio y a los techos de las casas alrededor del local. El día estaba acabando, la tonalidad naranja del sol lo decía todo. Trataba de no pensar en comida, pero había cuatro factores que le hacían desearla. El primer factor; era el hueco y el vació en su estómago. El Segundo factor; era sentir un globo desinflado tirando de sus costillas cuando sus dedos acariciaron su vientre. El tercer factor, que era uno de los dos peores; era sentir cómo los jugos gástricos quemaban las paredes estomacales, y eso le hacía retorcerse junto al cuarto y último factor; los quejidos chispeantes del estómago, clamando por alimento. Los gruñidos estomacales no solo se escuchaban con toda claridad, sino que, incluso, parecía una mezcla de pastel conteniendo aire. 

Quería llorar de nuevo. Su ser se sentía miserable en todos los sentidos. Lo necesitaba, y lo hice cerrando los parpados, deseando calmarse y usar los llantos como una terapia para desahogarse. No puede llorar destruido frente a todos, no quiere que se compadezcan de él cuando podría haber alguien que de verdad lo necesite, como los niños menores... 

Ya no soportó más. Le vino la desesperación. Quiere encontrar un escape para todos de una vez por todas. No cree soportar más tiempo. Ni siquiera sus ojos pueden soportar las lágrimas y el ardor que siente su cara cada que se limpia con la manga.

"Piensa Gon. Piensa. Debe haber una manera de escapar.", pensó con la poca noción que le quedaba, aún con sus ojos cerrados y llorosos desahogando sus sentimientos.

"Piensa Gon. Piensa..."

Necesitaba desahogarse más, sentía que no solo servía con lágrimas. Necesitaba hablar, aunque nadie lo escuchará. Lo necesitaba. Necesitaba apoyó. Lo necesitaba...

— Ayuda... —sollozó, dejando caer más lágrimas.— Ayuda... por favor...

Necesitaba descansar, y tantas escenas juntas y tanto que pensar le hizo doler la cabeza. Sin darse cuenta se empezaba a quedar dormido. 

— ¿Ayuda?— escuche de repente una voz masculina, a la cual no le tomó tanta importancia. Pensaba que era por su cabeza o por el sueño. Estaba cabeceando un poco desde hace un buen rato.

Los ojos de Gon apenas podían mantenerse abiertos, y por lo húmedos que estaban apenas logró disuadir una sombra sobre él. Antes de entregarse a los brazos de Morfeo recibió dos besos suaves en sus mejillas y unos brazos envolviéndolo. 

— Ayudaré... —Fue lo último que escucho, y cayó dormido cuando unas manos taparon sus ojos y algo tocó sus labios de forma repentina, moldeándose a los suyos. El resto fue un misterio. 


Muy buenas a todos. Para aquellos que empiecen con la historia les avisó que está en corrección, y estoy cambiando el nombre de Ishigami por Shaty. Les avisó para que igual disfruten de la historia. Gracias por leer.




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