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28

— ¡Ya me harté!, creo que ya perdí la cuenta de las veces que tallé este pu... —calló de inmediato suspirando frustrado.

— ¿Qué pasa? —escuchó la voz de alguien más en escena y al voltear vio a Killua adormilado—. ¿Por qué tanto escándalo? —dijo perezoso. 

Gon se puso de pie rápidamente y se acercó al demonio para encararlo.

— ¡Killua! —gritó mientras me acercaba. 

— ¿Eh? —expresó confuso y al ver que se acercaban a él con una mirada fulminante se tensó. "¿Qué hice ahora?", pensó.— ¿Qué pasa? —preguntó confuso. 

Gon ignoró su pregunta y lo tomó del brazo para mostrarle el árbol intacto.

— ¿Me puedes explicar que significa esto? —preguntó lo más paciente posible, pero estando un poco fastidiado. 

Killua vio el árbol y estaba confundido.

— Es un árbol —respondió desganado por seguir un poco cansado—. Pero si te estás preguntando qué paso con los nombres que estabas tallando en el árbol te avisó de una vez que eso siempre va a pasar.

— ¿Por qué? —preguntó aún más frustrado, pero confuso. La idea de empezar de nuevo era tediosa—. ¿Por qué los borrarás?

Los ojos de Killua se abrieron como platos al reaccionar con lo dicho por el muchacho que aferraba sin miedo sus dedos en su brazo.

— Ah, piensas que fui yo. Pues lo siento, no fui yo —dijo relajado y se soltó de su agarre tranquilamente. 

— ¿Entonces?, ¿Quién fue? —exigió saber. 

— Como habrás notado no soy la única criatura extraña que has visto en tu estancia aquí —decía estirándose y escuchando sus huesos tronar ligeramente. 

— Tú me viste hacerlas desde hace unos días, ¿Y no me has advertido de esto? —resopló un poco fastidiado. 

— Pensé que ya te habrías dado cuenta.

— ¿Cuenta de qué? —preguntó cruzándose de brazos. No concebía la idea en su cabeza.

— ¿No te acuerdas de las criaturitas que viste en el bosque? —preguntó intentando hacer que haga memoria. 

— Criaturitas... —musitó pensante. Su pulgar tocaba su labio inferior; siempre hace ese gesto inconscientemente cada que piensa, aparte de tomar su barbilla. 

Al ponerse a recordar solo se le vino a la mente la vez que fue a buscar a Kanzai en ese bosque en plena noche... y cayó en cuenta de que esa noche había una especie de personitas pequeñas con alas que reparaban los troncos de los árboles... No pudo quedar más perplejo de lo que estaba.

Quedó totalmente en blanco, porque era cierto.

— Maldición... —maldijo agotado—. Se me habían olvidado.

— Lo temía —dijo Killua—. Los Twilers siempre salen ni bien el sol se oculta, ellos reparan las plantas heridas, ya que las ven como sus iguales, porque nacen de ellas. Pero bueno, de cierto modo admito que me alaga que pensarás en mi primero —bromeó riendo un poco al final.

— Eeh... no lo malinterpretes, es que... —intentó explicarse.

Gon todavía no se acostumbraba a las bromas que hacía Killua; él jamás trató de insinuarse.

— Solo bromeaba, no me tienes que explicar nada —explicó tranquilamente interrumpiéndolo, luego le sonrió suave. 

La incomodidad lo atrapó por más que fuera broma, en especial porque antes ya había admitido que desde que llegaron a la Isla solo prestaba atención al tema de Killua todo el tiempo. Ahora pensó en él primero antes que en cualquier otra cosa. Y hablando de las cosas que hacía Killua, se acaba de acordar de lo que él estaba haciendo ayer en la noche.

— Por cierto, Killua. 

— ¿Sí? 

— ¿Qué paso con lo que estabas construyendo ayer? —preguntó con la duda en la garganta. No quería pensar en la idea de desconfiar de él de nuevo, pero no podía evitar sentirse inquieto. 

— Oh, todavía no está listo —anunció—. Si empiezo ahora quizás termine mañana. 

— ¿Y si mejor te echo una mano? 

Lo confirmó, más que duda, es curiosidad.

— No te preocupes, puedo hacerlo solo —negó girando sobre sus talones para volver a la cueva rascando un poco su cabeza. Lo evitó apropósito.

— Está bien —aceptó a regañadientes. En serio quería saber lo que Killua construía. 

"¿Entonces tendré que esperar hasta mañana? Que fastidio." 

Además de no poder ayudar a Killua a trabajar no tenía forma de entretenerse. Había que admitirlo, sería en vano volver a intentar tallar el árbol de nuevo si acabará intacto para la mañana siguiente. Adoraba a sus amigos, pero sus manos iban a sangrar si volvía a tocar la piedra para restregarla en la madera.

Lo que quiere decir que tenía todo el día libre.

— Yo te avisó cuando termine. Nos vemos luego —dijo Killua. Tomó una varita de madera con un pescado ya cocinado y se despidió perdiéndose de vista al entrar a la cueva.  

— ¿Terminar qué? —preguntó Zushi sentado en el tronco, mirando a Gon. 

— Ehm bueno... —Desde un principio no estaba seguro si decirle, pero esa idea fue descartada al recordar la promesa que le hizo. Debía contarle como se sentía. No quería apartarlo nuevamente y que se sienta menos—. Killua está construyendo algo para un amigo —contó y se acercó a él para sentarse en el tronco de enfrente—. Y ayer tuve una conversación con Kanzai sobre él.

— ¿Ah sí?, ¿Y de qué hablaron? —preguntó atento, incluso paró de comer. 

— Es que él todavía no confía del todo en Killua.

— Bueno, creo que eso se notaba desde el principio. 

— Lo sé, pero por Kanzai también estoy empezando a dudar de mi decisión —comentó apoyando los codos sobre sus rodillas, agarrando una varita con un pescado ya cocinado. 

— Oh, comprendo, pero, ¿Qué tiene que ver eso con lo que sea que esté construyendo?

— Pues, según Kanzai, Killua puede estar haciendo un plan para deshacerse de nosotros de una forma accidental.

No se atrevía a decir "ustedes" en lugar de "nosotros".

— ¿Y crees que lo que esté construyendo es parte de su supuesto plan?

— Es solo una idea, pero trató de ignorarlo —explicó. 

— No sé que decir, pero yo lo vi actuar muy diferente cuando hablaron hace un rato —dijo y le dio un mordisco a su pescado—. No es el mismo demonio aterrador que actuaba brusco como al principio.

— Si te soy sincero, también lo noté, pero sigo siendo un poco escéptico. Ayer sentí una presencia diferente de él, pero... la duda igual me carcome, o quizás solo sea mera curiosidad.

— Por lo que me cuentas es obvio que hay pros y contras en confiar en él. Lo único que se me ocurre que podemos hacer es esperar, ya te dijo que te lo iba a mostrar cuando terminará, solo te queda ser paciente.

Gruñó por lo bajo por inquietud y algo de desesperación. Zushi tenía razón.

Hay veces en la que la palabra esperar le irritaba. Se la había repetido varias veces cuando quería buscar formas de escapar cuando todavía estaban en manos de Shaty. De todas las muertes que ha visto, la de Shaty fue la única que no le afectó y ni le interesó. Cuando Zushi dijo que vio a Shaty morir sintió una profusa alegría.

— No sé si pueda dejar de pensar en ello, no tengo nada para distraerme.

— ¿Y por qué mejor no aprovechas para jugar un rato con nosotros, con Machi, Colt, Shalnark y los demás?, ¿Te parece?

No tuvo ni que pensarlo, era verdad. Necesitaba relajarse un poco. Ha estado muy estresado últimamente y no piensa volver a ser la burla de esas criaturitas en miniatura al volver a tallar los nombres en el árbol.

— No es mala idea —sonrió suave—. Hace unos días que no juego con ustedes.

— Sí, es cierto. 

Se sentía impaciente en que llegué mañana, pero mientras tanto podía divertirse con sus amigos.

Se la pasó jugando un buen rato y haciendo tiempos para que todos puedan comer.

Era como haber vuelto a una vida normal, casi. Era como volver a la vida cotidiana después de los días lluvioso en un lugar caótico.

Uno de los juegos que jugó con Machi, que era su favorito, fue al caballito. Gon se puso en cuatro para ser el caballo y ella se sentó en su espalda. La verdad, a pesar de estar jugando recordó cuando Shaty le hacía ponerse en esa misma posición, pero estando desnudo. Solo lo hacía para humillarlo. Ya sea desnudo o con alguna ropa fetichista. El sujeto era más heterosexual que cualquier otra persona que haya conocido. Era común pensarlo con solo ver las miradas lascivas que les daba a Cluck y Geru o contando también las veces que las tocaba apropósito. Ni siquiera le gustaría saber lo que tenía en la cabeza todo el tiempo. Por suerte no duró mucho tiempo ese juego. Por sentirse incómodo tuvo que fingir de que le dolían las rodillas y un poco de la espalda, lastimosamente decepcionó a los demás, pero se les pasó cuando jugaron con la montaña de piedras. 

Perder ese tipo de fobias le resultaba difícil, quería olvidarlas y hacerles caso nulo, pero siempre volvían por más que trataba. A veces siente que ya lo ha superado, pero era más fácil decir las cosas que hacerlas.

No recuerda mucho el día en el que se haya divertido con tanta libertad, cuando jugaban a escondidas de Shaty siempre lo hacían en silencio y en la pequeña habitación en la que descansaban. La verdad era que se sentía como si fuera un niño de nuevo.

Por estar entretenido no le dio mucha relevancia al tiempo. La noche había llegado y todos se encontraban cenando. Estaba muy cansado. Agotó todas sus energías jugando todo el día.

Hubo momentos en los que le habría gustado incluir a Kanzai, porque todos estaban jugando menos él, pero en su rostro no se le veían las ganas de jugar. Aparte nadie más lo invitaba y, cuando se acordó de su "Pequeña charla", sintió que no era el indicado para invitarle. Quien sabe si luego se enfadaba con él al pensar que su tema de conversación no le importaba.

No pensó en Killua en ningún momento, ni en lo que probablemente pueda estar haciendo, pero no niega que le llamaba un poco la atención. Mientras jugaba con los demás, él salía y entraba a la cueva con madera al volver. Aunque esa curiosidad se desvanecía al volver a prestar su atención a los juegos.

Todo fue como estar de campamento y, siempre se finalizaba un día de acampada pasando la noche en una tienda junto a una fogata, más si hablaban de la Isla. Después de cenar todos se fueron a dormir. 

Esa noche Gon durmió sin pesadillas por estar muy agotado. Se había divertido como nunca con las personas que adoraba.

A la mañana siguiente Gon se levantó primero que todos, después de todo fue el que se durmió primero al instante. No se había percatado de lo cansado que había estado desde hace mucho.

Se estiró un poco para quitarse la pereza y soltar un poco más los huesos, pero al momento que pasó sus manos por su cara para despertarse mejor vio una luz entrando por debajo de la puerta. Ese color naranja amarillento era el clásico color del sol por la mañana. Las emociones le hicieron brincar de la cama y fue para buscar a Killua, obviamente no se levantó brusco para no molestar a nadir. No quería arruinarles el sueño.

Corrió por el mismo pasillo de siempre y al llegar se le heló la sangre. Killua no estaba en su cama, solo podía ver a un especie de felino de tamaño mediano con un fino pelaje blanco y dos grandes colmillos saliendo de su boca en la parte superior. Ver el filo de esos colmillos aterraba y le daba tic en el cuello a cualquiera con analizar el largo que tenían, terminaban en unos centímetros más abajo de la mandíbula. Sus garras contrastaban con su pelaje al ser totalmente negras. Su cola parecía no tener pelaje y ser demasiado flexible; lo amenazante de ella era ver que acaba en punta de lanza. Lo único adorable del animal eran los tres bigotes que surgían cerca de su nariz.

Mentiría si dijera que no tenía miedo. Su cuerpo no le respondía y un sudor frío recorría su frente. Y lo más importante: "¿¡Cómo es que esa cosa entró aquí!?"

Lo vio estirar las patas por estar acostado de lado. Reaccionó con su movimiento. Fue retrocediendo paso por paso deseando que no lo notará, pero en su cerebro sentía como cada paso que daba resonaba por todo el lugar. No le quitaba el ojo de encima, lo que no fue buena idea tampoco por si el felino abría sus ojos, y eso hizo. Dio un parpadeo y se encontraron sus ojos con los suyos, los tenía azules.

El felino estaba atento a él como si fuera una estatua digna de admirar, estático sin quitarle la mirada de encima. En su mente solo podía imaginarse a esa cosa ponerse salvaje y saltar a él para atacarlo desde la cama. Era una visión que se repetía en su cabeza a cada segundo como un disco rayado.

No perdió de vista al felino cuando se empezó a levantar de la cama y él estaba listo para salir corriendo, pero esa acción fue bruscamente parada al ver que el pelaje del animal empezaba a despegarse de su cuerpo para comenzar a desvanecerse en brillo, volviéndose transparente hasta desaparecer, dejando a la vista una figura humana. Gon se distrajo tanto viendo como el pelaje desaparecía, que no a último momento entendió que aquel animal en realidad era Killua... Y se sentía más incómodo... Al ver que estaba desnudo...

De forma instantánea recordó a un hombre que no conocía que tenía intensiones de tocarlo. Él rápidamente apartó la mirada justo cuando Killua se cubrió con las sábanas por la presencia de Gon.

Tembló un poco por incomodidad al mismo tiempo que sentía sus huesos tiesos. Tanto clamaba privacidad y pudor cuando estaba secuestrado y ahora fue el primero en ver desnudo al demonio. Sinceramente, antes de conocerlo bien, creyó que eso sucedería, pero al revés. 

— ¿Gon? —dijo Killua—. ¿Qué sucede? —preguntó al ver que estaba de espaldas temblando ligeramente. 

Al darse cuenta de cómo estaba actuando, tomó aire y suspiró para aliviarse.

— ¿Cómo que "qué sucede"? —dijo todavía estando de espaldas— ¡Estás desnudo!

— Lo sé, pero no tienes que alterarte, somos hombres —respondió pasando una de sus manos por su rostro para quitarse el sueño, y por su cabello llevando su cerquillo hacía atrás—. Pero está bien, perdona, pero es algo inevitable, dormir de esta forma es muy cómodo, es más cómodo que tener que usar ropa —decía alardeando de su modo de dormir—. Espera, me vestiré. 

Escuchó rechinar la cama cuando esté se levantaba.

— No sabía que podías hacer eso —dije como respuesta. 

— Yo tengo límites. Mi cuerpo puede tomar formas que estén cercanas o que se relacionen con mi forma original. Esa figura felina es solo una parte de ella —contaba mientras se vestía con unos shorts holgados negros y una camiseta manga corta blanca.

— Comprendo. 

— ¿Y para qué viniste a mi habitación? —preguntaba mientras se cubría el torso remarcado al vestirse.

— Es que... Ayer dijiste que en la mañana podrías terminar lo que estabas haciendo, y yo... No aguanté la curiosidad —sintió sonrojarse de la vergüenza por su impaciencia. Parecía un niño ansioso por un dulce. 

— Y no te equivocas, ya está listo.









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