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Escúchala mientras lees, que lo disfrutes. Y advierto de antemano que esto solo es un fanfic, y lo que se va a leer a continuación es mucho más fuerte en la vida real, solo que yo lo estoy tratando de hacer algo apto para que todos se informen, porque algo es la realidad y lo otro es ficción, y este fic es ficticio. No compares la realidad con esta historia.
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Había pasado medio año desde el secuestro, y ya no se sentía como un niño. Se sentía como un adulto, pero uno más inocente que los comunes. Se sentía quebrado, y es algo que comparte con los demás. Hasta donde recuerda, no volvió a sonreír desde que lo alejaron de su tía. Nadie en ese lugar lo hacía por más que había apoyó de por medio. No había motivos para estar felices o para entretenerse. Y a pesar del horror que vivía a diario, empezó a ver todo como algo monótono, tanto que el déjà vu momentáneo fue constante. Los días se repetían en su mayoría, tanto que se acostumbró sin planteárselo, pero en el fondo sabía que nada estaba bien. Tenía 13 años y no era tonto. Sí sabía lo que era lo que ocurría a su alrededor; sin embargo, su apariencia y forma de expresarse hacía que lo vieran como un niño tonto.
No concebía el motivo del por qué se sentía tan ajeno, como si fuera otra persona y ese no fuera mi cuerpo. Ha pasado medio año, pero parecía no haber vivido casi nada, como si recién hubiera llegado a ese mundo y que esté repitiendo lo mismo por primera vez.
Siente tanta vergüenza al recordar a aquellas mujeres tocando su cuerpo, lo mismo pensaba con los hombres. Sudaba frío y le daba pánico. Para él eran como serpientes. Con el simple hecho de pensarlo su cuerpo se pone completamente tieso y le daban ganas de destruir cosas, pero jamás lo hacía por miedo de molestar Shaty. Sin duda sentía estar totalmente atrapado.
Todo era puro alcohol y cigarrillos en cada rincón. Que desagradable. De niño siempre molestaba a su tía por querer probar un vino de los que vendía en su negocio por mera curiosidad; ahora cada vez que lo huele siente náuseas, unas horribles náuseas en un lugar donde solo se huele el sexo, el alcohol, el lubricante, las drogas y los cigarrillos, al mismo tiempo en el que su mente le vuelve a reflejar cada recuerdo desagradable donde las escenas sexuales se hacían presentes, donde solo tenía derecho a sentir un simple objeto.
— Mira, niño. Las cosas en esta vida pasan por una razón —dijo Shaty con diversión mientras tomaba una copa de vino—, si estás aquí es porque ya estaba todo planeado. Tu destino fue ser un simple muñeco de carita linda, y con los muñecos lindos se juegan... — Ensanchando una socarrona, no perdió el tiempo en observarlo entero—. Y en este caso te toca el rol de ser el juguete sexual de quiénes quieran cogerte.
Escuchaba esas palabras retumbar a cada momento en su cabeza, y hubo un momento en el que me lo llegó a creer, haciéndolo derramar lágrimas incontables veces por las noches y raras ocasiones en el día. Y sin duda, lo más vergonzoso que le pasó fue haberse orinado del miedo en los shorts que traía puesto cuando lo secuestraron; los primeros días para ser exactos. Si ese día fue el más aterrador de su vida, lo que le ocurría en esa habitación con Shaty fue el más humillante. La tenue luz del corredor junto al cuarto entrando para iluminarle su cara y su desnudez le ponía temeroso, más al imaginarse una escena asquerosa que ese viejo podía crear si se pasaba de depravado al quedarse viéndolo en cuatro.
— Tienes suerte, niño —se mofó—. No voy a arriesgar a pegarme una de tus posibles enfermedades venéreas.
Lloró más al pensar en esa posibilidad, quería morirse en ese mismo sitio y que la tierra lo tragase. Al acabar con su tortura, lo sacó a empujones como si fuera basura, a veces hasta se sentía una.
— No le hagas caso.
Ocultó en la oscuridad de la habitación donde todos dormían, levantó la mirada y vio a Cluck, lo cual hizo que se sonrojará un poco por la vergüenza.
Era apenas un niño, y no podía negar que antes ella le atraía de una forma que apenas comprendía. Ella no quería que pasará por los mismos pensamientos cuando también fue su turno de entrar a ese mundo, haciendo que la viera como una hermana mayor, algo que fue reconfortante para él, pero lo más importante es que le hacía recordar el cariño que le daba su tía Mito cada vez que se sentía triste. Tal vez por eso se sentía así con ella a su lado, quizás por eso confundió ese sentimiento con una atracción. Antes ella intentaba abrazarlo para calmarlo, pero rechazó ese tipo de contacto hasta que un día se armó de valor para aceptar sus abrazos.
— Nadie es un juguete, Gon —decía sentándose a su lado en el suelo, usando la cama como respaldar.
— Pero el señor Shaty tiene razón, ¿Sí no soy un juguete, por qué estoy aquí?
— Míralo de otra manera —dijo y la miró con atención—. Shaty fue el que te trajo con nosotros, porque él lo decidió así. La vida es algo que pasa y tú solo lo puedes decidir y seguir por el camino que tomes. Tú no estás aquí porque la vida lo decidió así, estás aquí por las malas intenciones y el aprovechamiento de ese tirano. Nadie debe ser tratado de la forma en la que nos tratan a nosotros. En realidad esto es un delito, uno que Shaty está dispuesto a cometer solo por dinero. Es un maldito viejo avaro y tacaño. Y no le creas las tonterías del destino ni nada, eso no existe, el que forma su destino es uno mismo, y sí, habrá improvistos, pero no debes olvidar que a pesar de todo, sigue siendo tu vida la que estás llevando en tus manos.
Ahí fue cuando decidió ver las cosas de otra forma, todos aquellos horribles recuerdos jamás se irían y no serán fácil de superar. A menos que Gon decida cambiar las cosas. Ese fue el día en el que se empeñó en querer salir de ese infierno, cargando con todo el rencor y remordimiento del mundo por haber perdido su infancia y a su tía en el proceso, pero eso no evitaría que aún tenga ganas de vivir. Supo que se demoraría días, meses, años, pero de igual manera se mantuvo firme en ser libre.
Ese día dejó de centrarse tanto en sus miedos, todo lo que le adentraba el pavor. Fue difícil en un principio porque por miedo se desmayaba algunas veces o sentía la incontinencia al dormir y terminaba golpeado como castigó, llorando inconscientemente a todo momento por solo tener eso en la cabeza. No fue nada fácil, aún tenía miedo de las cosas, pero algo que hacía para calmar su hiperactividad era hacer ejercicio o cualquier cosa con tal de dejarse agotado. Sin embargo, eso no quitaba que la tristeza le perseguía en el fondo.
Se daba fuerza después de caer en lo mismo, y en lo más profundo de su corazón, empezó a creer que todo era demasiado para él, a punto de rendirse. Mentalizándose para saber que hacer primero, hasta que pasó algo que lo motivo más a ver que aún puede hacer algo más que solo llorar y sufrir, que aún puede hacer algo de provechó.
Era un día de trabajo cualquiera y su estado anímico no se encontraba en su mejor faceta. Se sentía sin vida y muy tenso lavando los platos de la cena con ayuda de Kanzai, con el cual apenas cruzaba una palabra y que no le prestaba tanta atención como lo hacían Cluck y Geru.
— ¡Entra mocoso! —gritó Shaty.
Gon salió de su hipnosis al escucharlo gritar, parecía un robot empeñado en seguir las órdenes de su amo.
El local en el que estaban ya había cerrado, y Shaty se había traído a un niño a escondidas. Ese niño estaba atado de pies y manos.
— ¡Todos vayan rápido a la jaula! —ordenó—. Nos iremos de aquí.
El recién llegado era Zushi, ni bien lo conoció no le tomó importancia y siguió con la monótona vida que tenía desde un principio. Él era callado y tímido. Cuando iban en la carroza lo veía sollozar asustado mientras Geru trataba de ser un soporte emocional. Acostando la cabeza en las rejas, mirando al nuevo de soslayo, sintió una especie de conexión repentina en su cuerpo, quitándole la cara de pocos amigos. Verlo le recordó a él cuando lo robaron, y se volvió a abrumar al pensar que dentro de un tiempo el acabaría igual que todos en esa jaula. Una impotencia extraña se apoderó de su cuerpo, lastimando con discreción la palma de sus manos con sus uñas. No iba a poder calmarse hasta que llegarán a su siguiente parada y haga deporte o trabajo para apaciguarse.
Y pudo hacerlo como se debe al llegar el día siguiente. Esa vez fue la primera noche en la que fue a ese maldito local al que iban una vez al año o cada ciertas ocasiones.
— ¡Ten cuidado tarado, ya es la tercera vez que rompes las cosas! —riñó un subordinado de Shaty.
Y Gon ni se inmutó, y no lo culpó, a él también le pasó. Tenía tanto miedo que perdió el control de sus dedos e incluso agarró una adicción de sobarse las manos para calmar cuando se ponía ansioso.
— Disculpe, de verdad lo siento —tartamudeo, y casi ni se le entendía al hacerlo.
— ¡Habla bien, niño!, ¿¡Acaso te estás burlando de mí!?
— No, señor...
Kanzai se acercó rápidamente a Zushi y se puso delante de él. Él simplemente no pudo soportar su irreverencia hacia un niño inocente.
— No se altere, señor. Ahora recogeremos todo
Gon presenció como intentó arreglar las cosas. Kanzai era bastante prudente, y sabía que si empezaba a pelear costaría su propia vida o la de alguien más.
— ¡Vete, sigue con tus obligaciones!, ¡No te metas o te irá mal! —amenazó el sujeto.
— Por favor le suplicó, cálmese. No volverá a pasar —insistió Kanzai, y un golpe voló a su rostro, cayendo de espaldas.
— ¡Aquí nadie me va a decir que hacer!, ¡Mucho menos tú!, ¡Si no pueden aprender por las buenas lo harán por las malas! —vociferó y, en tambaleos, fue por una escoba para golpear a Zushi.
La esquivó por los pelos. Sus piernas le temblaban como gelatina y se sentía desfallecer. Muerto de miedo.
— ¡Señor, por favor! —gritó Geru tomando la escoba por atrás. La detuvo justo antes de que el sujeto volviera a atacar con ella.
— ¡¡Suelta, prostituta!! —volvió a gritar el hombre, empujándola con un golpe directo en su vientre.
Geru cayo al suelo.
Se notaba con claridad que estaba borracho hasta los dientes.
Cluck y Kanzai también habían intentado detenerlo, pero siempre acaban golpeados.
Gon solo podía entretenerse con la pelea en cámara lenta que pasaba por sus ojos. Tenía miedo. Verlos a todos golpeados y, sobre todo ver a Zushi, le hizo recordarse a si mismo nuevamente. La inocencia que le quitaron jamás volvería, pero ver que se la querían arrebatar a alguien más le hizo tener un impulso maniático; una irá muy profunda, unas enormes ansías de venganza. Necesitaba desligarse de ese sentimiento nuevo; además de tener un poco más de confianza al ver sus neuronas sumergidas en el estado etílico del sujeto.
Los tres mayores estaban dando batalla contra el sujeto para intentar frenarlo y acabaron muy lastimados. Cluck derramaba sangre por la nariz y Garu por la boca. Kanzai la pasó peor al recibir un golpe en el estómago con la punta de la escoba, haciéndolo retorcerse en el suelo con unas ansias inmensas de vomitar.
El tipo estaba demente.
Los demás se habían quedado congelados ante el espectáculo.
El hombre se dirigió a Zushi cuando este se acorraló solo en una esquina junto a unos artículos de limpieza. Iba a golpearlo, pero Gon quería que la pelea acabase en ese mismo momento, y en ese mismo instante se agradeció profundamente a si mismo por haber hecho ejercicio para quitarse la intranquilidad y ansiedad.
Él corrió cuando el sujeto descendía el arma en mano, y logró evitar que la escoba siguiera su curso al sujetarla a tiempo. Para suerte de Zushi la escoba solo le rozó el brazo al defender su cráneo. Entre sus brazos asomó sus pupilas para ver lo que pasó, viendo a su atacante batallando con Gon para hacer que suelte la escoba.
Gon no podía aguantar más contra la fuerza de ese hombre, sobre todo por el peso, fuerza y altura que este mismo ejercía.
Intuyó que sus fuerzas se acabarían e hizo lo posible para alejarlo de Zushi en su pelea por conseguir la escoba. El tipo intento atacar con la rodilla y darle una patada en los bajos, pero apenas se salvó moviendo la cadera y el cuerpo a un lado. Su corazón latía a mil por hora y sus nervios querían hacerlo perder fuerza y valor, doblegando sus piernas al temblor. Su contrincante, por el peso y por cómo sacudía la escoba para intentar que la soltará, terminó cayendo al suelo acorralando a Gon en el suelo.
Sus brazos de niño se cansaron, pero no pudo dejar de ejercer fuerza cuando vio a su oponente llevar el palo de escoba a su cuello para asfixiarlo, lo mismo que intento él al empujar la escoba contra su pecho, hasta que se dio cuenta en la posición en la que se encontraba.
Ahogó un suspiró de susto al recordar a un hombre diferente tocándolo. Iba a perder la compostura lo sabía, fue consciente de eso y se trató de calmar. Había visto lo que son capaces varias personas en una caótico ebriedad. Para su suerte despertó de sus pensamientos, volviendo a la realidad al sentir como le arrebataban la escoba de las manos para intentar golpearlo con la punta de la escoba en la cabeza. Giró su cuerpo a duras penas evitando un golpe directo; el rocé de la escoba le quemó la cien. La escoba se estampó contra el suelo al girar su torso al lado derecho y no perdió el tiempo al tomar la escoba antes de que este se orientará.
Lo más difícil, y que le hizo estar muy concentrado, fue mantener su fuerza en los brazos mientras levantaba el torso para intentar alejarse de él, y justo cuando estaba por perder la poca fuerza que ejercía paso su pierna hacía atrás para reforzarse, casi logrando pararse.
Jadeaba por haber desperdiciado tanta energía y sus impulsos de gritar con intención de ejercer más fuerza lo motivaron.
El tipo se quedó perplejo, confuso al ver que un niño le estaba ganando.
— ¡¡NO VOY A DEJAR QUE LO LASTIME!! —gritó Gon, frustrado, apretando los dientes para mantener fuerzas—. ¡¡YA NO!!, ¡YA NADIE ME VA A LASTIMAR MÁS!, ¡NADIE!
La fuerza se le acababa. Le faltaba el aire como para evitar que los dedos se le resbalaran de la escoba y, finalmente, dejarse caer al suelo dando todo por perdido.
"Al menos... Traté", pensó. Unas lágrimas se asomaron por sus ojos al pensar en un recuerdo donde recibía latigazos. Ese destino le esperaba después de rendirse, o quizás algo peor.
Preparándose para lo que se avecinaba, estaba por soltar el palo de escoba. Y Kanzai apareció por detrás sujetando al sujeto del cuello, ejerciendo un gancho en su garganta para alejarlo y ahorcarlo. Gon alzó la cabeza y un alivio profundo liberó sus pulmones. Sin temor utilizó sus últimas reservas... Y le quitó la escoba. Sus brazos se rindieron en su regazo con la escoba.
— ¡Gon! —gritó Cluck abrazándolo.
No era consciente de su entorno. La adrenalina que le recorría todo el cuerpo le hacía sentir bien. Su cara enrojecida delataba sus emociones alborotadas y sus jadeos eran lo único que lo sustentaba en tierra.
Geru estaba con Zushi y Kanzai seguía forcejeando con el sujeto a pesar de sentirse adolorido del vientre; eso no le importaba. No tenía planeado soltar a ese hombre que odiaba con toda su alma, incluso más que a Shaty.
Era curioso. Gon, a pesar de sentirse exhausto, no se sentía satisfecho... Sentía que le faltaba algo por hacer. Y sin pensarlo dos veces se soltó de Cluck, sin tener en cuenta su brusquedad. Corrió al sujeto y se desquitó pateándole en la entrepierna con la rodilla con todas sus fuerzas, o al menos la que le quedaba después de lo agotado que se encontraba.
El sujeto no aguantó más y se desplomó en el suelo, retorciéndose del dolor y la satisfacción de pagarle con la misma moneda lo llenó. Justo en donde más le dolería. Justo en la cabeza baja que siempre utilizaba para "pensar".
Complacido, se dejó caer al suelo, agotado. Sus piernas no soportaron más el temblor y lo hicieron caer de espaldas quedando sentado.
— Gon, ¿Te sientes bien? —preguntó Kanzai acercándose a él y agachándose a su altura.
— Si... —jadeó en respuesta.
— ¡¿Qué mierda pasa aquí?! —escucharon un grito en el marco de la puerta; Shaty había acudido junto a sus hombres.
Kanzai y Gon se alejaron para estar al lado de Cluck ni bien vieron a Shaty acercarse al sujeto que los atacó.
— Maldita sea. ¡Odio cuando bebes, escoria! No es la primera vez que me haces perder niños de esta forma —berreó enojado—. Y ahora resulta que unos mocosos te ganan en una pelea, enserio que eres un inútil.
No hubo respuesta por parte del otro, solo se retorcía en el suelo con las manos en la entrepierna, como si estas fueran un refrescante alivio para apaciguar el dolor.
— Ya me tienes harto... —gruñó Shaty, sacando un arma de su bolsillo.
La cara de Gon se blanqueó más que el papel al verlo cargar y apuntar el arma al sujeto en la cabeza.
— Esp-... —no pudo ni rogar al ser interrumpido por el estruendoso gatillo de la pistola.
Todos se estremecieron en su sitio por el espantoso gritó de la pistola. Gon de pronto sintió todo dándole vueltas y un inmenso asco se adueñó de su interior al ver a la bala explosionar contra su cabeza, reclamando su vida como castigo.
— Demonios... —maldijo Shaty entre dientes, mirando con asco al muerto mientras recargaba su pistola—. Saquen esta basura de aquí, ya veré quien ocupará su maldito puesto. —ordenó y sus subordinado acataron sus órdenes. Luego los miró a los cuatro—. ¿¡Por qué siguen ahí parados!?, ¡Lárguense o les meto plomo a cada uno! —amenazó estresado, apuntándoles con la pistola.
Sin esperar nada le hicieron caso, pero el que salió corriendo primero fue Gon. Apurado se dirigió al baño, entro rápidamente a un cubículo y acabó por vomitar. Un horrible ardor quiso corroer su garganta al devolver todo lo que tenía en los intestinos y tosió por esa misma razón. Ni bien terminó de expulsar todo lo que tenía logró controlarse de nuevo. Respiró hondo con más calma, fue una situación con muchas emociones que casi le hacían explotar.
Quería borrar de sus recuerdos esos horribles ojos sin vida, que lo miraban con advertencia del presagio que le caería encima en cualquier momento.
Pasó un rato y un escalofrío lo envolvió de arriba a abajo; alguien lo observaba, y al girar la cabeza mirando hacía el techo no vio a nadie. Debieron ser imaginaciones suyas o los nervioso latentes por lo de antes, pero no le tomó mucha importancia.
Escuchó la puerta del baño abrirse y como estaba sentado en el suelo con la puerta del cubículo, se asomó. Zushi cruzó miradas con él mientras se acercaba.
— Hola... —saludó con voz baja, acercándose.
Gon liberó todo el aire que contenía, si resultaba ser Shaty descubriendo que no estaba en las habitaciones con los otros, seguro le colmaría la poca paciencia que le quedaba.
— Hola Zushi... —dijo desganado; la garganta aún le fastidiaba.
— ¿Estás bien? —preguntó.
— Sí, sí... Solo algo magullado, quería estar solo un rato...
— Entiendo, ¿Necesitas ayuda para llegar a tu cama?
— No, tranquilo, estoy bien. Voy en un rato, mejor ve a las habitaciones, si Shaty te descubre nos va a gritar. Y por lo que vimos, no está de buen humor.
— Pero también te regañará a ti. Mejor vamos los dos, ya llevas un buen rato aquí.
Después de pensarlo y dejar todo en silencio se estiró haciendo que los huesos entumecidos de su espalda tronarán en un coro.
— Está bien, vamos.
Se levantó sin muchas ganas y Zushi lo ayudó a pesar de que le había dicho que no necesitaba ayuda. Él al final lo terminó casi cargando a la habitación que todos compartían.
— Gon, quiero agradecerte —dijo Zushi, llevándolo al cuarto.
— No fui el único. Kanzai, Geru y Cluck también ayudaron.
— Lo sé, ya les agradecí, solo faltabas tú. No pensé que harías eso por mí... En serio gracias. La verdad es que me sorprendiste, cuando te conocí te veías diferente.
Las palabras no se podían articular debido a que aún no se lo creía del todo. No sabía si verdaderamente podía sentir felicidad por la protección de un tercero. Alguien que ni siquiera conoce. Un chico cualquiera que tuvo la misma desdicha que él.
Zushi no podía estar más feliz de que alguien se preocupará por su bienestar.
Ni su propia familia lo había hecho.
Lo habían abandonado con su tío, que era de todo menos amable si no le traía ningún beneficio. Solo se dispuso a cuidarlo porque la madre le dejaba dinero para sustentarlo a él y a su sobrino, porque según ella, se sentía culpable de dejarlo solo, pero no quería cargar con la responsabilidad.
Ahora, un grupo de chicos desconocidos eran los que se enfrentaron a golpes contra sus secuestradores para defenderlo, y encima no le echaron la culpa como esperaba. Todo lo opuesto. Esos chicos se trataban como familia, algo idílico a su perspectiva debido a las circunstancias. Pero no podía evitar estar feliz. De verdad le importaba a alguien.
— Me lo imaginó, pero olvídalo. Lo que importa es que estás bien... Y por fortuna no acabamos como ese tipo...
— Sí...
Desde ese día Zushi y Gon se fueron llevando bien de a poco. Sí, hubo malos momentos, pero la resiliencia se mantuvo de su lado. Aquel acto que hizo esa noche le dio un poco más de confianza en si mismo justo cuando sentía la autoestima por los suelos.
Las incontinencias y la mayoría de sus miedos e inseguridades se tardaban en esfumarse.
Llegaron más niños con el tiempo. De esa forma conoció a Machi y a todos, incluyendo a Leslie...
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