24
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Escuchen la música, creo que les puede gustar mientras leen.
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Para la suerte y satisfacción de un trabajo bien hecho, logró terminar de tallar los nombres de todos en el tronco del árbol. Gon sonrió triste al rememorar a todos en su cabeza, pero a la vez le nació un remordimiento que jamás va a poder superar. Miró nuevamente el árbol y suspiró para calmarse. Sentía que eso era lo máximo que podía hacer por todos aquellos que conoció; en serio le hubiera gustado hacer más.
Habría terminado su trabajo antes de comer, pero se había quedado pensante en su conversación con Kanzai. Por más que no sea el momento le sorprendía que tenga el coraje para actuar de esa manera. Ya se supondría que tendría sus dudas y que seguiría desconfiado, pero por más que este tratando de confiar en Killua no podía negar que tenía razón, por eso se enfadó tanto con él.
Ya hasta se cansaba de si mismo. Se sentía mal al estar teniendo una doble moral bastante cuestionable. Era muy estresante y agotador. No se sentía como él. Ya ni recuerda a ese niño alegre que solía ser antes. Su mente estaba muy perdida con una incomodidad e inquietud persiguiéndolo a todo momento. No sabía cómo expresarlo, solo sabía que era algo que lo carcomía por dentro y que no lo dejaba estar tranquilo. Quizás estaba nervioso por lo que podría pasar más adelante, aunque eso solo era una suposición que lo horrorizaba al darle tantas vueltas.
Era una sensación molesta y acelerada.
"Quisiera pensar en otra cosa, ¿Pero en qué podría pensar?"
"Me siento tan mal."
Decidió regresar a la cueva. En el estado en el que se encontraba no se sentía tan seguro, sino desprotegido y expuesto. Hace un rato apareció una criatura rara, bastante pequeña, que casi lo descubrió si no fuera porque se trepó al árbol. No se fiaba de ninguna criatura. La peor parte fue recibir un sermón de Cluck y Geru cuando se los comentó al pensar que el animal se había ido. No tenía ganas de buscar pleitos con nadie y se disculpó por su "error". Ni siquiera tenía ganas de hablar con alguien, mucho menos con Kanzai, sobre todo con la conversación de hace rato. El humor ácido al que se sometió al final fue que esa criatura que vio empezó a comer insectos entre los arbustos después de que ambas se metieron a la cueva.
"Mierda", maldijo al recordar la escena.
Entró a la cueva. Necesitaba acostarse un rato en el sofá para dormir.
Lo último que quería era estar cerca de Kanzai, quién también estaba acostado en su espacio.
Sin mirarlo, cruzó la puerta mirando el suelo y se acostó del otro lado de donde él estaba, en aquel burdo intento de hacer que los sofás sean camas para compartir.
— Gon, ¿Juegas? —dijo Machi. Volteó antes de acostarse y se encontró con los más pequeños, Zushi incluido, jugando a tirar piedras a una pequeña montaña hecha de piedras—. Solo tienes que derrumbar las piedras así —determinada, lanzó una piedra derrumbando la montaña.
No se sentía en su mejor momento, y aún así no evitó sonreír un poco para no sacarles el ánimo a los demás con su mal humor.
— Vaya, eres muy hábil, Machi —alagó aplaudiendo débil para felicitarlo.
— Gracias. Zushi nos lo enseñó, es divertido.
— No es TAN divertido —se pronunció desganado con exageración usando manos de jazz.
— ¿No será por qué casi nunca le atinas a la montaña, Shalnark? —inquirió Shizuku.
— ¡No es cierto! —negó con el ceño fruncido, encarándola.
Ambos estaban acostados juntos con el vientre en el suelo.
— Hasta Colt lo hace mejor que tú y es más pequeño —añadió Machi.
— Me toca —dijo Colt. Entretenido, tomó una piedra de la mano de Machi y la lanzó desde muy cerca, derrumbando la montaña por un lado. Machi, Zushi, Shizuku y Cluck lo alabaron con aplausos.
Shalnark y los demás lanzaban desde más lejos.
— ¡Muy bien, Colt! Lo hiciste muy bien —dijo Machi aplaudiendo con euforia.
— ¡No es justo, él lanza de más cerca!
— Madura, Shalnark —dijo Shizuku.
— ¿Siquiera sabes lo que eso significa? —recriminó Shalnark.
— Eeh... —pensó Shisuku—. No, pero Cluck siempre se lo dice a Kanzai cuando se enfada. —explicó sonriendo levemente.
Shalnark rebuznó indignado y escuchó un ligero bufido de Kanzai burlándose.
— No estoy enfadado. Me siento insultado y todo por mi mala puntería —dijo haciendo reproche. Se giró dándole la espalda a Shisuku, detrás de la línea donde estaban lanzando.
Gon no pudo evitar soltar una sonrisa real con las actitudes infantiles de los más pequeños. En el fondo le gustaría volver a sonreír así.
— Yo quiero —dijo Alluka con una sonrisa suave. Armó la montaña de piedras y tomó la piedra que Colt había lanzado antes.
— ¿Juegas, Gon? —volvió a preguntar Machi.
— Me gustaría, pero quisiera dormir un rato y descansar las mano de tanto tallar.
— Ay, que mal —se desilusionó un poco—. ¿Pero más tarde si puedes?
— Está bien. Más tarde sí jugamos, ¿De acuerdo?
— Sí —casi chilló de lo animada que se puso.
— ¡Ayyy! —Soltó Pyon exasperada, estirándose sobre el sofá con Geru durmiendo a su lado. Gon se distrajo de su rumbo al prestarle atención—. Estoy aburrida.
Gon ahogó una carcajada en su garganta y volvió a su rumbo hacia el sofá. Debió esperarse que una reacción parecida si se trataba de ella. Pasando por su lado miró de reojo sus ojos, acordándose de la conversación que antes había tenido con ella. Aún le da escalofríos la idea de lo que pudo haber pasado por su cabeza.
Desfalleció en el sofá.
Durmió un rato para recomponerse, y se despertó con el aroma del pescado cocinado que sobró. Comió, y tal como le prometí a Machi, jugó un rato con ella, pero no por mucho tiempo. Machi y los demás se fueron quedando dormidos poco a poco.
Al caer la noche, todos ya se habían dispuesto a dormir. El frío que había afuera mientras comían juntos no era nada comparado con los escalofríos que le inquietaban. Por una extraña razón sentía que Kanzai era el hielo y él el fuego; elementos que se repelen. Trató de aquietarse y pensar en que: estaba siendo muy paranoico o si de verdad había una tensión vibrante entre los dos. Sea como sea, igual estaba ligeramente intranquilo con los nervios a flor de piel bajó la manta que usaba para abrigarse.
No le gustaba la idea de estar molesto con alguien por una discusión. La duda que tenía era que quizás ni siquiera fue una discusión o que se lo estaba tomando así de fácil por el momento. Entendía como Kanzai, y creyó que debía de haber una forma de hacer que intente confiar en Killua. Ya le había dado una oportunidad al aceptar el trato, pero eso no aseguraba nada si se trataba de él.
No se dio cuenta del momento en el que se quedó dormido, pero no le prestó atención. Sus párpados pesados fueron abiertos de golpe por escuchar ruidos extraños. No eran escandalosos. Se levantó por cuenta propia y luego se oyó el ajetreo. Los nervios se clavaron con violencia en su cuerpo por unos instantes. Solo se le ocurrió investigar, si no lo hacía y no avisaba a los demás no sabría que hacer después. No sabía si Killua había vuelto para decirle que lo acompañe a averiguar, porque no lo vio en todo el día.
Procesó y se decidió en ir a ver si Killua estaba en su cuarto. No disminuyó el paso, hasta que se detuvo con brusquedad al borde del umbral. No había nadie; el cuarto estaba vació. No le quedaba de otra que ir a investigar.
Regresó apurado a la entrada, tratando de no hacer mucho ruido al regresar y alertar a los demás de una forma tan abrupta. Podría estar equivocado con los ruidos que ocurrían en la intemperie. Se acercó a la puerta con pies de plomo. Tal vez solo son cosas suyas y que solo ocurrían en su cabeza. No pensaba despertar a los demás para preocuparlos por una falsa alarma. Eso sería jugar con sus miedos.
Cruzó junto a los sofás para no despertar a nadie mientras se acercaba a la entrada, quería ir lo más callado posible. Caminaba a largos pasos con la punta de los pies para llegar más rápido y ser precavido.
Asomó un poco un ojo por la puerta. No podía ver muy bien, panorámicamente hablando. Lo único que estaba al alcance eran los arbustos y la deforme figura circular de la entrada de la cueva. No tuvo más opción que salir.
Y eso hizo.
Saliendo de la cueva, siguió el mismo procedimiento que usó para acercarse a la puerta, pero esta vez estaba un poco más nervioso de lo usual. Su corazón latía muy fuerte, tanto que se podía escuchar por el exterior de su cuerpo con la sangre bombeando cada una de sus venas, estimulando su sistema nervioso y haciéndolo temblar un poco. Sus emociones encontradas amenazaban con estallarle en la cara. Las manos le tiritaban, y las convirtió en puños para darse coraje. Intentaba mantenerse lo más bonancible que podía, pero era difícil. Se esperaba lo que sea.
Su mente trató de concebir a un monstruo algo pequeño o mediano, intentando asimilar la futura situación peligrosa que se le avecinaba. Escuchaba madera chocar entre si por el lado derecho de la cueva, picándole más la curiosidad por ver lo que se deparaba más adelante.
Su espalda se apoyó en las paredes de la cueva al estar cerca del umbral de la misma, restregando su espalada sin hacer ruido con cada paso que daba hasta llegar al arco de la cueva. Tanteó un rato cuándo debía girar la cabeza para asomarse y ver. Cada minuto que tardó en la indecisión en la que se encontraba lo hacía temblar más, pero sabía que no podía quedarse ahí parado para siempre. Tenia que ser impávido. Soltó un inaudible suspiró entre los dientes y se asomó.
Todo el miedo se esfumó y sacó a relucir su curiosidad, teniendo más ganas de saber lo que estaba admirando.
Afuera estaba Killua. Se veía muy concentrado construyendo algo con la madera que tenía disuelta por todo el césped. Notó el movimiento de sus manos y la posición en la que colocaba la madera; la estaba uniendo con sus poderes, haciendo como si lo que sea que este construyendo haya crecido tomando esa forma del mismo tronco del que salió.
Estaba intrigado de lo que hacía, y se acercó pacífico a Killua. Se encontraba sentado de espaldas con las piernas cruzadas.
— ¿Qué estás haciendo? —preguntó agarrándolo desprevenida
Le pareció un poco adorable verlo erizarse del susto. Soltó el tronco que tenía pensado unir a la gran vara de madera por la sorpresa.
Vio su cuerpo ponerse tieso y algo nervioso al voltear a verlo. No entendió el motivo. Lo que hizo solo le llamó más la atención.
— Uh..., ¿Cuánto tiempo llevas parado ahí? —preguntó.
— Recientemente. Escuché unos ruidos y vine a investigar al ver que no estabas en tu cuarto.
— Ah, entiendo —dijo con alivio.
— ¿Qué estas haciendo? —preguntó nuevamente, acercándose al proyecto en el que estaba trabajando.
— No es nada importante —replicó deteniendo su avance, aferrando los dedos a su muñeca—. Mejor vuelve a dormir, ya te dije que de noche es más peligroso estar afuera.
— ¿Nada importante? —dijo confundido, indagando con la mirada la gran cantidad de madera reunida en pilas y una que otra regada por ahí. "Esto no parece nada importante...", cuestionó—. ¿Y para qué es toda está madera? Se nota que va a ser algo grande, ¿Y no es importante?
— No..., sí es importante, pero es para un amigo.
— ¿Otro de tu especie?
— Sí —afirmó.
— Oh, entiendo.
De pronto le vino la duda de aquella conversación con Kanzai.
¿Qué pasa si está planeando todo para ganarse tu confianza y deshacerse del resto haciéndolo parecer "Un accidente"?
No sabe si fue su lado inseguro el que hizo que se pusiera alerta y pensará en eso con inconsciencia, es algo que simplemente no quiere creer.
— Este... Entonces... Te dejaré trabajar... —dijo algo inquieto, tratando de hacerse el tonto, como si no estuviese pasando nada—, pero... —un truco se le cruzó por la mente—, me llama mucho la atención lo que estás haciendo. Antes de entregárselo a tu amigo, ¿Crees poder enseñármelo?
Analizó con atención el rostro de Killua, intentando ver un atisbo de negación en su mirada.
— Cómo se nota que eres curioso, pero sí. Sí te lo puedo mostrar antes de dárselo a mi amigo —sonrió.
— Que bien —fingió una sonrisa queriendo sonar ilusionado, pero era difícil actuar con naturalidad.
Lo que Gon no sabía era que Killua no se creía su entusiasmo. Esos bellos ojos melosos no le demostraban nada sincero; ya conocía esa clase de mirada. No era la primera vez que le sonreían así. No se inmutó a contemplar esa falsedad. De cierto modo sintió que su presencia emanaba un raro comportamiento y no sabía el por qué. Otra vez floreció ese mismo sentimiento al tenerlo delante, y lo ignoró. Su corazón se achicó al preocuparse por él y por sentirse responsable de su actitud; no lo culpaba. No tenía derecho a enojarse con él. Tomó valor y lo liberó de su agarré para acercársele, pero sin invadir su espacio personal para hacerlo sentir cómodo.
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Les aconsejo escuchar el minuto 3:23 desde esta parte si lo desean, solo es una sugerencia, pero pueden hacer como ustedes gusten, espero lo disfruten si siguen este consejito. De hecho de a partir de aquí hasta abajo pueden escuchar la canción desde este minuto en cualquier parte que vayan a leer, creo que quedó lindo. Espero les guste y me gustaría leer sus comentarios sobre que tal les pareció este consejito para lo que he escrito. Disfruten.
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— Gon... —musitó Killua.
Gon quedo un poco perplejo. Basándose en lo que recuerda, nunca le había llamado por su nombre.
Una de las manos de Killua se posó sobre su hombro y se enderezó, admirando su rostro. Sus ojos se clavaban en los contrarios. En cambio, el más alto se fijó en lo rígido que se puso su hombro bajo su tacto. Su piel podría ser perfectamente tocada si no fuera por la fina capa de la camisa.
— Prometo mostrártelo cuando acabe —dijo—. Te lo estoy prometiendo, así que lo cumpliré, ¿Sí?
"¿Será que no me creyó en lo que dije antes?", intuyó, sintiéndose delatado. Solo podía mirarlo de forma inquisitiva, confundido.
— Sí —asintió anonadado, seguía algo impresionado de que lo descubriera, si es que ese era el caso—. ¿Mh?
Con solo detenerse en sus ojos se empezó a sentir tan tonto por sus conclusiones. Sus dos líneas de pensamiento se debatían y un lado estaba siendo el ganador mientras el otro no se encontraba en su momento más idóneo.
Volvió a salir de su impresión. Por una extraña razón que no lograba concebir, Killua llevó su pulgar a sus dientes y fui el primero en ver el ligero show de sangre que explosionó en su dedo. Como si eso fuera común, le mostró como de la yema del pulgar había una diminuta mancha escarlata.
Dejó caer a un lado su cabeza, desorientado. Killua se dio cuenta de ello.
— Antes hacía mis promesas así —dijo. Gon seguía anonadado viendo su pulgar herido—. Y quiero hacer una contigo.
Instintivamente lo miró, tratando de leer su mirada, encontrándose con unos ojos tranquilos que lo admiraban de forma significativa y con una luz que ansiaban que hiciera algo más que quedarse callado.
Decir que recibió una grata sorpresa sería quedarse corto. Aún recuerda esos apagados ojos azules que no demostraban nada el día que lo conoció. Ahora... Tener esa mirada tan expresiva y luminosa frente a él... Le parecía casi utópico.
Al principio se mantuvo un poco renuente, no sabía que responder, pero mando todo al demonio. Solo hizo lo primero que se le vino a la mente.
Copió su acción anterior. Mordió la yema de uno de sus pulgares hasta sentir como de este emergía un líquido con sabor metálico que sin querer degustó al morder su piel. Al instante se arrepintió; fue una de las peores ideas que se le hayan ocurrido. Dolía horrible. Pero al no querer arruinar la atmósfera que creo Killua, por sentir que cometió un error al desconfiar repentinamente de él, se aguantó el dolor y ahogó un quejido. Le mostró su pulgar herido también y lo presionó con el suyo. Enlazó miradas con el albino, y se percató de su sorpresa. Estupefacta era la palabra que le quedaba bien; no espero que le correspondiera el gesto. Y Gon, como no quería verse seco ante él, le dio una pequeña sonrisa amistosa.
— Es una promesa.
Killua le sonrió de igual manera. Y, de repente, sintió su corazón latir despavorido; era una adrenalina muy extraña. No eran sus ganas inconmensurables de besarlo ni nada parecido. Era una calidez inocente y agradable, tanto que se percató muy tarde de que estaba mirando al más bajo con intensidad. Gon apartó los ojos al sentir esa ponencia. La vergüenza de sus acciones involuntarias lo alteró y para distraerlo actuó rápido. En medio de ese pequeño momento incómodo para los dos, el poder de Killua captó su atención en sus pulgares conectados. De ellos emanaba un brillo pequeño en sus heridas.
Gon se veía impresionado con aquel resplandor, embobado por verlo cumplir con su cometido. La luz desapareció. Examinó su pulgar y casi grita al ver su dedo recuperado. No había herida, ni cicatriz y no le dolía; si tuviera que ser quisquilloso se quejaría de la ligera comezón de sus dientes en el dedo, pero era lo de menos.
—Vaya... Que forma más singular de hacer una promesa —dijo alucinando.
— ¿Cómo las hacías tú? —preguntó Killua sin borrar su sonrisa, curioso por saber más de Gon.
— No recuerdo mucho, pero creo que era parecido —comentó mirando su mano curada... Hasta que soltó una sonrisa un poco más ancha al pensar en una idea—. Pero cuando hagamos otra promesa haremos mi manera de hacerla, ¿Te parece bien?
— Me parece bien —dijo con más luz en su rostro, y no fue por la luna llena que iluminaba toda la zona.
— Muy bien. Buenas noches.
Gon hizo un ademán con la mano mientras se iba de regreso a la cueva.
— Buenas noches —se despidió, pero el contrario apenas lo pudo escuchar. Ya estaba un poco lejos de él como para hacerlo.
Al entrar en la cueva su cuerpo se distendió. Tenía la sensación de que si podía confiar en Killua. Presentía que se le iba a recompensar con una bella noche de descanso que necesitaba desde hace mucho para desahogarse de tanto estrés que acumuló en su estancia en la Isla. Podía ahora hacerse una idea de que las cosas pronto iban a cambiar.
Killua siguió trabajando, algo distraído. Mentalizaba ese vuelco de emociones repentinas que Gon le propinaba con desinterés. Tal vez Gon... Sí le gustaba como algo más, si es que acaso no estaba cayendo en el mismo revoltijo de ideas y opiniones que le comentó a Kurapika.
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