11
— ¿Qué clase de trato?
— Es algo bastante simple —mencionó —. Yo quiero hacer las pases contigo y que las cosas funcionen sin tener problemas. Ahora veo que si me deshago de ellos tú me odiarás toda tu vida.
Gon se intrigó, y le dedicó su atención por la curiosidad.
— Primero te aclaró que no era mi intención que se comieran a tus amigos —. Recalcó—. Y segundo... —Se detuvo en seco. En su rostro se le notaba algo de fastidio y su mirada irradiaba duda al querer hablar—. Les daré mi protección a todos a cambio de que te quedes conmigo—soltó rendido.
— ¿¡Eh!?, ¿¡Qué!? —Su mandíbula, literalmente, quiso estamparse contra el suelo, pero no lo demostró—. ¿D-de ve-verdad? —tartamudeó. — ¿No me estarás mintiendo, o sí?
— No me calumnies, amor. Ya he hablado, y me voy a retractar si no aceptas rápido —. Se cruzó de brazos, sentenciando, con fastidio—. ¿Entonces?, ¿Aceptas o no?
Pasmado, sin quitarle la mirada de encima, reaccionó. No era mentira.
"Mierda..., ¿Esto es en serio?", pensó, más no le quedaba de otra. Sus amigos estaban rendidos en el suelo, y su único pasaporte a la seguridad era él. Sin lugar a dudas, ellos no serían nada sin Killua.
— Está bien... Sí, acepto.
No confiaba en él, pero no tenia de otra. En esta "Isla maldita" no tenía la fuerza para defender a todos. Arriesgarse era la mejor opción, no tenía ninguna otra alternativa.
— Bien.
Killua lo soltó con delicadeza, y se dirigió a los amigos de Gon para arrodillarse. Con las yemas de sus dedos, que emanaban una energía, empezó a tocar las frentes de cada uno, revisándolos. Ver esa energía recorrerle los dedos le hizo activar un sentimiento vivaz por dentro.
— Están desmayados —avisó, escuchando a su espalda un suspiro de alivio por parte de Gon. — Justo lo que buscaba... —musitó, intentando no lo escucharán.
— ¿Disculpa?
— Nada.
Gon iba a insistir, hasta que su mandíbula casi se le vuelve a caer al ver cómo, sin ningún problema, Killua cargo a la gran mayoría de sus amigos.
— Vamos adentro. Si se quedarán debo imponer unas reglas —decía, caminando a la cueva.
"¿No le pesa cargar a tanta gente?", pensó impresionado.
— Tengo miedo... —dijo Machi.
— No te preocupes. No te pasará nada, lo prometo —. Aseguró, intentando calmar a la pequeña a su lado, extendiéndole la mano como un caballero—. Vamos.
En realidad, para serse sincero, aún no sabe que hará cuando la situación se vuelva a repetir.
Tomándola de la mano se aproximó con los demás, para llevarlos adentro, antes de que vuelva a pasar otra criatura como la de antes.
Al llegar intentó cargar a Kanzai, Shizuku, Colt y a los pocos que quedaban. Temía llevar a uno por uno y que otra criatura venga para hacerles algo. Fue difícil llevar a todos a la vez, por suerte recibió, aunque sea un poco, ayuda de Machi. Se enterneció por ver lo pequeña que era, le pareció adorable como intentaba ayudar.
Mientras jalaba a Kanzai, le hecho el ojo, y no pude evitar sentirse mal consigo mismo. Presentía que, cuando él despertará, se metería en problemas. Su piel se erizaba con solo pensar el momento en el que se entere de lo que hizo.
"Perdona Kanzai. Hace rato, cuando fui a buscarte, pensé que lo había comprendido, pero es más difícil cargar con una gran responsabilidad y tomar decisiones. No es tan fácil como creí. Tener fuerza física no basta..."
Temía por lo que ocurriría después. Lo que menos quería era que se les volviera a restringir la libertad. La diferencia era que ahora él era quién se las estaría restringiendo al condenarlos en esa Isla. Mientras estén ahí no les quedaría de otra que soportar un infierno mucho peor que el que vivían antes. Sucumbir a ese ser poderoso que los mantendría cautivos era la única salida, y Gon, no cree poder con tanto, pero rendirse no era una opción, solo provocará más miedo a los demás y eso no ayudaría en nada.
"Que feo es ser mayor y adulto... Entonces, así son las cosas para ellos... A pesar del miedo tienen que seguir siendo los protectores de los seres que aman, por más que el miedo les gané o acaben mal. ¿Así te sentiste en algún momento, tía Mito? Fui un dolor de cabeza varias veces, incluso en los momentos donde te veía preocupada por algo... Ahora sin duda te entiendo, o espero estarlo haciendo."
Como pudo, intentó llevarlos a todos, pero Killua regresó y cargó a los demás. Al instante se sintió inútil.
Ya habían metido a todos a la cueva; Gon y Machi fueron los últimos en entrar. Al cruzar la puerta vio a Killua dejar a todos acostados en los sofás que había en el pequeño salón, casi apelotonándolos.
— De día las cosas son un poco más pacíficas, la mayoría de las criaturas de este lugar no pueden ver nada cuando sale el sol, pero de noche ven mucho mejor que un halcón —. Comentaba, sacando unas mantas de una cómoda de madera fina—. Para su suerte, ayer fue noche de dieta para las hembras de mi especie, se los hubieran comido —. Bromeó—. Además, estamos muy lejos de donde ellos están. No los encontrarán.
— ¿Hembras de tu especie?
— Si —afirmó, dejando las mantas sobre la cómoda.
— ¿Por qué te mencionas como un animal? —preguntó curioso.
— Yo no me diría animal... Yo diría... Criatura ficticia.
— ¿Por qué razón?
— Porque eso soy. El nombre de mi especie no puede ser oído por los humanos, ni siquiera es entendible, solo escucharías un susurro escalofriante de la persona que lo diga, porque es una palabra maldita. Aunque... —paró, pensando— En traducción humana me conocerían como... —Frunció el ceño fastidiado—. Un demonio gato... —murmuró—. Aparte de que criatura ficticia es lo más cercano que ustedes podrían entender.
— ¿Un demonio gato?
— O gatuno. Pero ni siquiera lo menciones —. Amenazó—. Me molesta. Justamente tenía que ser del animal más blando del mundo humano.
"Te equivocas...", pensó Gon, recordando al gato revoltoso de su abuelita Abe.
— ¿Cómo es posible traducir algo a un idioma si ni se entiende? —cuestionó Gon.
— Es un aproximado. El idioma de los demonios y los de los humanos no son similares. Al menos hice el intento. Leí bastantes libros con traducciones distintas. Si así son los libros humanos imagínate lo difícil que sería para mí traducir el idioma de los demonios.
A Gon eso le pareció curioso e interesante.
— A mi me gustan los gatitos —opinó Machi, con timidez. Killua la miró encarnando una ceja.—¿Eres un gatito?
— ¡No lo soy! —Gritó con pena, detonando una explosión carmesí en sus mejillas—. ¡Así que calla! —ordenó.
Gon no pasó por alto su reacción.
"Es una criatura poderosa... ¿Y se avergüenza de que le digan "gatito"?"
No evitó desconectarse de la realidad.
"Que chico más extraño."
— Dale las gracias al cielo de que deseo a mi hembra con el alma, porque...
— Quiero aclarar dos cosas —. Irrumpió en voz alta, poniéndose delante de Machi para encarar a Killua—. A mis amigos no les pondrás un dedo encima, ¿De acuerdo? Y me llamó Gon, no hembra.
— No creo que estés en el pedestal adecuado de nuestro acuerdo como para exigir algo —Le recordó de inmediato, y tenía razón.
Gon bufó.
— ¿Me vas a negar algo tan simple? No te estoy exigiendo nada más que eso. Ah... Y también pido un poco más de respeto de tu parte.
A Killua se le veía serio. No había respondido nada. Él tampoco cedió en su debate de miradas, pero luego se calmó al pensar las cosas un poco mejor. Se dejó llevar por sus emociones con facilidad. No debía hacer enojar a Killua. Era un imbécil al olvidar un detalle muy importante.
Soltó un profundo suspiro para organizarse emocionalmente y lo miró calmado.
— Por favor —habló, finalizando la oración anterior.
El rostro de Killua se relajó un poco, sin dejar de observarlo, y sus dedos de una mano masajearon sus pestañas para despejarse la vista, mientras un dedo extra sobaba su frente, como un intento para desestresarse.
— Bien, lo haré.
Los cinco sentidos de Gon se relajaron finalmente. Por el momento todo estaría bien, pero eso cambiaba nada. Solo espera poder hallar una manera para que las cosas mejoren pronto, aunque duda de esa posibilidad.
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