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| 51 | Aprendiendo a ser Resiliente




Había un instante en la vida que uno creía haber tocado fondo, que nadie podía corromper aún más tu espíritu después de tantas malas experiencias vividas. Error. Los cimientos en los que me había sostenido todo este tiempo no eran más que un nivel en el edificio del maldito dolor, parecía seguir bajando y que el fondo aún se encontraba muy lejos.

¿Cómo pude ser tan ciega cuando todo estaba pasando ahí, frente a mis ojos?

Mi mente no podía asimilarlo, parecía rechazar esa realidad, como si no existiese, como si no pasara.
Pensé en Sienna. Desarrolle en mi mente cada una de las veces que habíamos compartido una conversación, un café. Una amistad. Hasta la persona más amable de este mundo tenía un lado oculto que esconder.

Con el tiempo quizá sane el dolor que me invade; pero hay momentos que nunca olvidare. Por ahora solo siento tristeza, decepción y furia... mucha furia.

Baje del taxi y camine en busca de mi objetivo.

— ¿Jessica? —expresó Justin con una sonrisa al verme ingresar a la enorme edificación de Sky Corporation—. ¡Dime qué lo has pensado más tranquila y volverás a trabajar aquí!

— ¿Vittorio? —pregunte sin dar ningún tipo de explicaciones.

—En su oficina. —seguí caminando hacia el elevador sin detenerme —. ¡Está reunido con alguien, Jess! Será mejor que lo esperes —gritó.

Hice caso omiso a su advertencia. Ninguno de esos magnates que mi padre estaba acostumbrado a recibir iba a detenerme. Estaba más que segura que esta sería la última vez que pisara el lugar, por lo que iba a hacer de este encuentro uno memorable.
La nueva asistente de mi padre, Lisa, una de la larga lista de mujeres que habían pasado por su cama, me sonrió avergonzada al verme salir del elevador. Todavía no quitaba la imagen de ella semidesnuda en el escritorio, pero eso no era por lo que había llegado hasta aquí.

— ¡Señorita Jessica, su padre está ocupado! —dijo al notar que no me detuve hasta llegar a la puerta.

Abrí de golpe, sobresaltando a mi padre quien palideció al notar mi expresión.

— ¿Jess? —dijo, asegurándose que no fuese un fantasma —. Déjame terminar con Christian y hablaré contigo.

Christian Phoenix estaba sentado frente a él, revisando unos archivos. Sus enormes ojos negros se posaron en mi con cierto vestigio de preocupación.

Debí ser una persona razonable, esperar a que Christian se fuera del lugar y hablar con mi padre como una persona civilizada, pero civilizada no era la palabra que me definía en ese instante.

Al notar que Vittorio me sonrió con el mayor cinismo del planeta, perdí los papeles. Tome un objeto bastante contundente que encontré en su escritorio sin detenerme a analizar que era y se lo arroje en la cabeza.

— ¡Eres un cerdo! —grite como una loca desquiciada.

— ¿Te has vuelto loca, Jessica? —su voz se quebró debido a la ira.

— ¿Abusaste de Sienna y la dejaste embarazada? —pregunté entre dientes y pude ver como su rostro pasaba a ser de varios colores —. ¡Dime que no es cierto!

—Oh, Dios. —escuche susurrar a Christian. Le había provocado a mi padre una herida bastante prominente en la frente.

— ¿Qué te ha dicho esa estúpida? —mascullo, tocando su frente la cual sangraba. Lo que arroje fue un pesado sujetapapeles de metal —. Jessica, es una mentirosa... ¡No le creas!

Su lenguaje machista y devaluante hacia las mujeres me tenía cansada. Mi padre era el misógino número uno de Manhattan, además de ser un cretino de primera.

— ¡Él bebe que lleva dentro no es una mentira! —grite sin importar quien me escuchara.

— ¡Ella me sedujo y después se hizo la víctima! —se defendió —. Ese bastardo ni siquiera es mío.

—Creo que yo debo irme de aquí. —dijo el acompañante tomando sus pertenencias. Christian Phoenix salió por la puerta en completo silencio.

Comprendía que las familias felices que transitaban problemas normales y los solucionaban como una unidad solo existían en la ficción. Leighton Romanov me lo advirtió, me anticipo que mis padres jamás tendrían solución, igualmente yo quise apostar a la idea que las personas cambian, que todos mejoran.

— ¿Cómo pudiste? —pregunte acongojada —. ¿Cómo pudiste hacerme esto? —Mi padre desvió la vista —. Necesitaba que al menos tu fueses una buena persona... lo necesitaba como no te das idea.

—Jess, cariño...

—No te me acerques. Ahora entiendo perfectamente que está mal en mí. —las lágrimas salían solas, no podía pararlas —. Son ustedes. Lara y tú me contaminan, tía Leighton tenía razón, nunca podre ser feliz mientras siga teniendo contacto con personas nefastas como ustedes.

Frunció el ceño.

—Leighton es una maniática.

— ¡Pero no violaba a sus asistentes! —agregue con malicia.

Vittorio tomo aire y se acercó al mini bar que tenía a un costado de su oficina. Se sirvió una medida de whisky y le dio un sorbo. La herida en su frente seguía sangrando, parecía una herida profunda y seguramente necesitaría puntos de sutura.

—No caigas en su juego, Jess. Eso es lo que ella hace, los envuelve a todos diciendo que yo la obligue. Lo hizo con Stephen y ahora contigo.

Oh, no.
El estómago se me contrajo.

— ¿Stephen? ¿Sabía sobre esto? —pregunte. Vittorio trago duro y nuevamente perdí los papeles—. ¡Responde!

—Jess, yo hable con el sobre esto y...

No pudo continuar porque Stephen apareció en el lugar. Parecía exhausto, como si hubiese corrido kilómetros a toda velocidad. Al notar a mi padre herido se acercó y me inspecciono.

—Mierda, Jessica. —me tomo de los hombros y observó todo mi cuerpo —. ¿Estás bien?

—Aléjate de mí... —la voz casi no me salió. Trague saliva bajo su mirada intensa —. Por dios, las señales estaban ahí.

—Cariño, vamos a casa para que puedas...

—Lo sabias. —interrumpí mirándolo a los ojos —. Sabias todo y aun así no me lo has dicho.

Se quedó quieto, como si de repente lo hubiesen paralizado mágicamente. Una parte de mi quería que dijera que no, que era un error. Que Vittorio estaba tan molesto que mentía para ensuciarlo ante mis ojos, pero eso no sucedió y un nivel más profundo de dolor nació dentro de mí.

—Jess, me entere hace muy poco. —susurro, intentando acercarse a mí y lo detuve —. Por favor, déjame explicarte.

Rompió la distancia que nos separaba y tomo mi mano. Me sentía automática, sin emociones. Entumecida física y mentalmente. Había sido el maldito hazmerreir de todo el mundo. Todos habían mentido, omitido hechos importantes. Pensé que podía volver a confiar en alguien que había asegurado amarme, sin embargo, también me había engañado.

¿Qué buscaba tapando los asquerosos actos de mi padre? ¿Era por el dinero invertido en Sky? ¿Le interesaba más el dinero que la integridad física de una persona?

Solté mi mano de su agarre y le propine una bofetada que dejo sorprendido incluso a mi padre. Stephen se quedó estupefacto, observándome casi sin respirar.

Toda la compasión que podía experimentar se había evaporado. Toda la ternura y el amor se esfumo al instante. Quería que desapareciera de mi vista, que esto solo fuese una de las tantas pesadillas que había experimentado a lo largo de mi vida.

—No quiero tus explicaciones. Eres igual o peor que el —señale a Vittorio quien aún sostenía su herida con un pañuelo. La voz me temblaba por lo que intente sonar más segura de lo que estaba —. Desde este momento olvídense de que existo, porque yo olvidare que ustedes lo hacen.

Tome mi bolso del suelo y les dedique una última mirada furibunda.

— ¡Jessica, por favor! —dejo escapar un suspiro de derrota —. ¡Jess...!

Salí de allí casi corriendo, sintiendo esa presión en el pecho que me estaba quemando internamente. Al llegar a la acera, sentí que toda la esperanza de tener una vida normal me abandonaba, mis rodillas perdieron estabilidad y mis piernas impactaron contra el suelo.

No, Jessica.
¡No es el momento de un ataque de pánico!

Intente hacer los ejercicios de respiración que el doctor Cooper me había enseñado, pero nada parecía aliviarme. La dificultad para respirar se intensifico y la vista se me nublo. Mi cuerpo se derrumbó en plena calle y cuando creí que mi cabeza impactaría contra el duro pavimento, unos brazos me sujetaron.

— ¡Jessica! —escuche su voz como un eco y todo se volvió negro.

❤︎❤︎❤︎


Desperté con el olor amanerado a fragancia masculina inundando mi olfato. Mi visión comenzó a aclararse. Una camisa en un blanco casi brillante y una corbata en color negro fue lo primero que divisé. Alce la cabeza débilmente, intentando ubicarme.
Christian Phoenix suavizó su mirada al notar que había despertado. Sostenía el envase de un perfume importado frente a mi rostro. Toque mi cabeza. Todo me daba vueltas, pero aun así notaba que estaba en la parte de atrás de un vehículo.

—Si planeas secuestrarme es un mal momento... —susurre parpadeando frenéticamente.

— ¡Maldición, Romanov! —emitió un gruñido —. ¡Me asustaste como la mierda!

El auto se detuvo y el conductor se volteó a mirarme. Tenía una ridícula gorra deportiva con el logo de los Yankees.

—Eres siempre tan correcto que no te imaginaba insultando —dije, reincorporándome en el asiento.

—Casi nunca lo hago, pero realmente me asusté. —pasó la mano por sus rizos perfectamente definidos —. Te desmayaste en plena acera. Había pedido un Uber y Ángel ha sido muy amable en cambiar su ruta hacia el hospital más cercano.

La palabra "Hospital" me recordó a Sienna, y Sienna me recordó a toda la legión de mentirosos. Mackenzie, Theo, Alexander y Stephen... todos cubriendo a la persona que tenía una aventura con mi padre.

Negué con la cabeza.

—No es necesario. —asegure —. Solo ha sido un ataque de ansiedad.

El hombre sentado en el asiento del piloto hizo un gesto con los labios en desaprobación. Debía tener muy mal aspecto para que quisieran llevarme a urgencias.

—Señorita, esta pálida. Debería consultar al médico. —exclamo y señaló a Christian, quien me observaba detenidamente —. Por suerte el señor la ha reanimado con su perfume.

—Les agradezco, pero solo necesito... —me detuve en seco.

Ni siquiera yo sabía que era lo que necesitaba en este preciso instante. Un abrazo, quizá. Alguien que me dijera que todo estaría bien aunque supiese que no sería así.

— ¿Quieres que te acerquemos a tu casa? —pregunto Phoenix.

— ¡No! —grite sin darme cuenta. Era el lugar que menos me apetecía pisar. Sabía que el tatuado debía estar esperándome allí —. No quiero ir a casa. Yo... déjame pensar.

La mirada de Christian parecía confusa. Mi garganta comenzó a arder. Deje escapar un largo y amargo suspiro.

—Supongo que no debo llevarte con Stephen James, ¿verdad? —interrogo. ¡Oh, dios! ¡Había presenciado todo!

— ¿Por qué lo dices?

—Cuando terminábamos de subirte al automóvil salió del lugar hecho una furia. —relato torciendo el gesto. Mi estómago se retorció nuevamente —. Fui a decirle que estabas aquí pero con la ofuscación y la mirada asesina que llevaba ese hombre seguramente me iba a hacer pedazos antes que siquiera pudiera emitir palabra.

Pase las manos por mi rostro.

—No estoy en condiciones de hablar con nadie. — «mucho menos con el traidor infeliz» —. Ya veré que voy a hacer con mi vida, gracias por todo.

Abrí la puerta del auto pero su brazo lo impidió, cerrándola nuevamente.

—No te dejare salir, acabas de reponerte y a juzgar por lo que presencié en Sky... no creo que sea buena idea que permanezcas sola. —Dijo en tono serio, regañándome como si fuese mi padre—. ¿Te sentirías mejor si llamo a tu amiga..., la rubia del bar?

Cassy. Claramente de todas las personas en el mundo era la única que había intentado advertirme lo que sucedía.

—Por favor. —susurre.

Tomo su teléfono y rebusco en sus contactos. No quise preguntar algo obvio, como la razón por la cual tenía el número de mi amiga en su teléfono móvil, ya que considerando la manera en la que Cassidy literalmente expreso las ganas de tomar una cama y hacer de Christian su juguete sexual, lo más probable es que ello hubiese ocurrido. Después de varios intentos sus cejas se juntaron pensativas.

—No responde. ¿Hay alguien más a quien pueda llamar? —pregunto.

Y no, no había. Estaba sola. Completamente sola.
Inmediatamente Ethan Hamilton vino a mi mente y pensé en llamarlo, pero me sentí una hipócrita. No debía estar corriendo a su ayuda cada vez que algo me sucedía.

Por primera vez en la vida debía hacerme responsable de mis propios problemas y apagar mis incendios sola. Quizá no fuese tan malo, todo este día había sido una maldita montaña rusa de emociones y necesitaba paz. Esa paz que daba la soledad.

Christian aun me observaba esperando indicaciones y no supe que decir. Lo mire detenidamente y sin darme cuenta comencé a llorar como una desquiciada.

—Oye... todo estará bien. —dijo, extendiéndose para darme un abrazo.

—No, nada va a estar bien. —balbucee mientras me dejaba rodear por sus brazos —. Nada nunca está bien en mi vida.

Me avergonzaba de mi misma por ser tan débil. El dolor que me carcomía el corazón era más grande que mi necesidad de ser fuerte y enfrentar las dificultades. Deseaba llorar hasta que me quedara sin lágrimas, hasta que este día se borrara por completo de mi cabeza.

—Lo siento mucho. —Christian se tragó sus emociones y se separó de mí —. ¿Hay algo que pueda hacer por ti?

—Solo necesito salir de aquí, lo más lejos posible.

Mi teléfono móvil no paraba de sonar y la imagen de Stephen predominó la pantalla. Lo apague, no tenía deseos de hablar con el. Aún estaba procesando todo lo que había sucedido.

¿Acaso no era yo la persona que amaba?

Mentir no es amor. Después de una mentira, cualquier verdad se convierte en duda y no podía vivir dudando. La intencionalidad en ocultar lo que había sucedido de mí, de la persona que supuestamente quería proteger... ¿cuál era el caso?

—Déjame hacer una llamada y lo solucionaremos. —expreso, bajándose del vehículo.

El conductor del Uber seguía mirándome a través del espejo retrovisor. Notaba su expresión de lastima, me observaba como si fuese un pequeño cachorrito atropellado que había rescatado de la perrera.
Odiaba esa mirada, pero no podía culparlo. Hasta yo misma me daba lastima en este momento... tenía los ojos enrojecidos y llorosos, la nariz taponeada por la producción innecesaria de mucosa debido a mi estado y mi cabello parecía un cepillo de barrer viejo.

—Sé que a veces la vida parece cruel, señorita... —dijo con su mirada amable —, pero todo es experiencia y en unos años lo que sea que le esté sucediendo parecerá que solo ha sido un mal sueño.

—Gracias.

Necesitaba personas amables. Me encontraba absurdamente vulnerable, como jamás lo había estado en mi vida, y el solo hecho de saber que aún había amabilidad en las personas me devolvía al menos un poquito de la esperanza que se había esfumado en poder sobrevivir a este mundo horrible lleno de seres crueles y embusteros.

Christian volvió a ingresar al automóvil con el teléfono en la mano. Aflojo un poco su ceñida corbata y entorno los ojos en mi dirección.

—Sonará muy extraño debido a que nos conocemos hace... ¿cuánto..., una semana? —expresó el abogado que me había rescatado de la acera —. Tengo que volver a Los Ángeles, y mi hermana estaría muy feliz si aceptaras venir conmigo.

—No estoy en condiciones de ser la cita de nadie. —sentencie.

Frunció la nariz y se echó hacia atrás.

—Oye, mujer. ¿En qué idioma debo decirte que no me interesas de esa manera? —espeto rápidamente.

—Quizá si te intereso y es una táctica para caer en tus brazos. —enarqué una ceja con mirada inquisitiva. Ángel, el conductor de Uber, nos observaba con una sonrisa.

—Hace un rato ha caído en sus brazos señorita... literalmente hablando. —agrego.

No pude contener la risa. En medio del llanto y de todo lo que estaba mortificándome, sentí la necesidad de reír por su comentario tan acertado. Christian se contagió y en un instante, los tres reíamos a carcajadas. Por lo menos no había perdido la capacidad de reírme de mis desgracias.

—No sé con qué clase de hombres tratas pero no soy de esos sin duda. —sacudió la cabeza y acomodó su chaqueta —. Estoy enfocado en mi trabajo y tú no eres mi tipo de todas formas.

Bien, eso hirió directamente mi autoestima.

—Me ofendes, Phoenix. —sonreí, cruzando los brazos.

— ¿Por decirte la verdad?

—Te sorprendería saber lo desacostumbrada que estoy de escuchar verdades. —dije, burlándome de mi propia suerte.

Christian enderezó su espalda y volvió a pasar la mano por sus rizos, lo que me hizo pensar que podría ser un tic nervioso. Era común en las personas ansiosas.

—Bien, ¿qué dices? —ladeó la cabeza esperando una respuesta —. Mi hermana está muy emocionada al respecto.

— ¿Por qué lo estaría? —pregunte —. ¡No me conoce!

—Hannah Phoenix es peor que la CIA y el FBI juntos. Con solo decirle tu nombre puede descubrir cosas que ni tu sabias de ti misma.

Sonrió con calidez. Este hombre era demasiado agradable para ser real. ¿Existían personas así?
Theo siempre me había parecido uno de los hombres más adorables, pero después de hoy no lo veía con los mismos ojos.

¿Me sucedería lo mismo en un futuro con el extraño hombre de rizos?

Analice su propuesta.

—No estoy segura si eso es una buena idea. —dije, apretando los labios —. Tu hermana suena como una acechadora profesional.

—No te das idea. —dijo con la vista en el móvil —. Si aceptas, la residencia Phoenix estará honrada en recibirte.

Seguramente esté loca para confiar en alguien después de haber sido engañada por todo mi entorno,pero... ¿qué más podía pasarme? Aunque fuese secuestrada y torturada, nada me rompería más el alma de lo que ya estaba.

Mi desesperación me jugaba malas pasadas, pero Christian Phoenix en ese momento era la única mano amiga en la cual podía apoyarme.

Nada podía ser peor.

❤︎❤︎❤︎


¡Últimos capítulos!
¡ya se acerca en desenlace!
Espero que lo estén disfrutando tanto como yo al escribirla ❣︎

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¡Nos leemos pronto!

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