| 49 | Sentimientos Cruzados
Desperté con un malestar que me llevaba hasta el séptimo circulo del infierno, mi cerebro se exprimía por la resaca y mi boca estaba reseca y con un gusto desagradable. Las imágenes de la noche anterior me impactaron y gemí de disgusto. Era lo que más odiaba del alcohol, el jodido día después que hacía de un momento especial con amigos, una agonía.
Pase las manos por mi rostro y obligue a mi cuerpo a reincorporarse en la cama. Estaba completamente desnuda y mi cabello era un desastre. Recordé vagamente la expulsión de mi estomago sobre Stephen, sus deseos de asesinarme cuando intentaba meterme a la ducha para lavarme mientras yo solo quería manosearlo pretendiendo una noche de sexo rudo y ardiente.
— Meryl aposto a que dormirías unas horas más. —la voz de Stephen me sorprendió, pero lo que más llamó mi atención fueron su torso desnudo y sudado y sus pantalones de deporte. Seguramente había estado haciendo ejercicio —. Yo dije que despertarías en unos minutos de muy mal humor y con ganas de golpearme.
Paso la toalla por su cuello de manera seductora. De solo verlo haciendo eso hasta se me paso el dolor de cabeza y las náuseas.
— ¿Por qué te golpearía?
—Porque siempre que amaneces con resaca parece que soy la persona que más odias en el mundo. —se acercó a mi lentamente, deteniéndose a centímetros de mi rostro. ¡Oh, por el amor de Dior! ¡lo golpearía pero por ser tan atractivo! —. Anoche por poco abusaste de mí. Eres capaz de cualquier cosa, demonio rubio. — emitió esa media sonrisa que lograba derretirme como mantequilla bajo el sol —. Tuve que recurrir a toda mi fuerza de voluntad... ¿Cómo te sientes?
—Como si quisiera morir.
Lanzó una carcajada mientras yo me arrojaba nuevamente a la cama con violencia. No podía ser posible que mi estado físico fuese el mismo que alguien arrollado por una aplanadora y sin embargo el, cansado y sudoroso después del ejercicio, se viera más apetecible que nunca.
—En el segundo cajón hay analgésicos. —me tendió la botella que tenía en su mano —. Toma un poco de agua para que te hidrates.
—Gracias, siento mucho haberte vomitado encima.
Arrugo el ceño, recordando el momento donde expulse todos mis jugos gástricos sobre su cuerpo.
—No me lo recuerdes, por favor. Quisiste hacerme sexo oral mientras yo intentaba quitarnos el vómito de encima. —inclinó su cuerpo hacia mi esbozando una sonrisa —. Fue una experiencia única.
— ¡Oh, no! —tape mi rostro con las manos. Se sentó a un lado de la cama pensativo. Acaricio mi cabello de manera dulce y tierna, ladeando la cabeza.
—Supe lo que sucedió ayer. Vittorio ha llamado, quiere hablar contigo.
¡Mierda!
Había logrado olvidar aquello, pero ahora la imagen volvía a mi cabeza, revolviendo mi estomago más de lo que ya estaba.
No debía ofenderme con mi padre por dormir con su secretaria después de haberle ocultado la aventura de su esposa con Nicolae, ella era peor persona, por lo menos no se había involucrado con nadie de mi entorno.
Me quede pensativa un momento, quizá su aventura con Lisa venia desde hace tiempo y por eso la decisión de quitarse de encima a Sienna. No lo permitiría, no dejaría que en la situación que estaba viviendo la sirenita se quedara sin empleo por un ataque de lujuria de parte de Vittorio.
—No estoy preparada aun para hablar con él. —negué con la cabeza —. Sigo intentando borrar su expresión lasciva mientras tocaba a la asistente nueva.
—Tu padre me da mucho asco. —expreso haciendo una mueca.
El odio en sus palabras me sorprendió, Stephen no solía referirse de esa forma hacia nadie y nunca espere que lo hiciera con mi padre, pero suponía que tenía sus razones debido al antecedente de sus progenitores. Ambos se habían conocido como jefe y secretaria según lo que Cameron comento en Rhode Island.
—Que puedo decir... en la repartición de padres me tocaron los peores.
—Lo siento, no me di cuenta lo que decía. — se mostró apenado, caminando hacia la puerta de la habitación —. Traeré tu desayuno.
—No, quiero levantarme, pero necesito ropa.
Sonrió. Suponía que mis pertenencias habían sido prendidas fuego después de aquel espectáculo digno del exorcista. Camino hacia su vestidor y me arrojo una sudadera gris.
—Aquí tienes. —me vestí con ella, intentando que me quedara bien, aunque era más ancha de lo que esperaba. Le hice un nudo en el costado para poder estilizarla y que se ajustara más a mi cuerpo. El tatuado me observo enarcando una ceja —. Vaya, te queda mejor que a mí.
Se acercó lenta y deliberadamente hacia mí con ese brillo particular en sus ojos que gritaba sexo, o al menos eso era lo que yo pretendía. Levanto la mano hasta mi rostro y su pulgar rozo suavemente el largo de mi mandíbula. Se lamio los labios y me apretó contra el enrollando su brazo en mi cintura.
—Parece que se han dado vuelta los papeles... —dije regodeándome de ello y sintiendo la dureza de su entrepierna chocar contra mí. El esfuerzo que tuve que hacer para no soltar un gemido fue monumental —. Ahora eres tú quien quiere abusar de mí.
—No, no es abuso si tú quieres...
— ¿Sabes que es lo que quiero? —pase la yema de los dedos sobre su pecho de manera lenta y le clave la mirada. Su respiración se volvió errática y la manera en la que se contenía para no perder el control era brutal. Aun así, me debía una por hacerse el difícil la noche anterior, lo empuje hacia atrás alejándome de él y caminando hacia la puerta—Wafles con jarabe, fresas y mucho café. Eso quiero.
— ¡Eres la perversión en persona! — gruño entornando los ojos.
❤︎❤︎❤︎
Después del desayuno abundante que hizo Meryl para mí y del tatuado mofándose de mi noche de ebriedad con bastante crueldad, me quede varios minutos bajo la lluvia de la ducha. Cerré los ojos y dejé el agua correr sobre mis hombros. Utilice algunos de los productos para el cabello, jabones, ceras que llenaban el lugar. No había duda alguna que Stephen era la definición exacta de un metrosexual.
¿Qué hombre normal tiene jabones exfoliantes que te liberan de la piel muerta? Si no supiera de su exceso de virilidad pensaría que le gustaba jugar en el mismo equipo que Scott.
Me coloqué la bata del tatuado y sonreí al ver mi vestido de anoche y la ropa interior acomodada sobre la cama, limpia y perfumada. Cameron tenía razón, Meryl lo era todo en esta casa.
Stephen tenía muchas reuniones con el desagradable de su amigo, así que decidí pasar por casa de Sienna antes de ir al pent house. Hacía mucho no veía a la sirenita y extrañaba su presencia.
Decidí pasar antes por la pastelería y llevarle un exquisito chesse cake ya que seguramente sus antojos deberían estar apareciendo y lo dulce siempre era la mejor opción. Cuando la puerta del apartamento de Sienna se abrió, me quede parada mirando a la persona que la había abierto.
— ¡Jess! —Mackenzie me saludo con una sonrisa, pero al notar mi sorpresa solo se sonrojo.
—Hola... no esperaba encontrarte aquí.
Intente sonar calma, pero realmente estaba molesta. No sabía de ella desde la fiesta de año nuevo. No se había dignado en llamarme ni preguntarme si algo paso en mi vida en el transcurso de estas semanas. Aunque era egoísta decirlo porque yo tampoco lo había hecho, pero la razón por la cual deje de insistir era su reticencia a hablar de su vida privada conmigo como si yo fuese una persona más del montón.
Su rostro denoto sorpresa a mi reacción.
—Sienna llamo y dijo que vendrías, estaba cerca así que me di una vuelta. — explicó.
—Oh, claro.
Parecía ser que se habían vuelto muy cercanas. Las palabras de Cassy rondaban en mi cabeza... ¿Qué me estaban escondiendo? Mas bien, ¿Qué había sucedido con mi amiga, esa con la que compartí la mayor parte de mi vida y que ahora tenía el mismo lugar que cualquier extraña?
— ¿Todo está bien? —pregunto al notar que ni siquiera me había acercado a ella. Algo raro me sucedía, me sentía apática. En ese momento no la quería cerca. No eran celos, era algo similar al dolor y la decepción.
—No sé por qué no habría de estarlo —respondí.
Una falsa sonrisa se proyectó en mi rostro. Me conocía más que a nadie, sabía que algo estaba molestándome, pero tampoco se atrevió a preguntar, en vez de eso camino detrás de mi mientras me acercaba a la pelirroja anfitriona del apartamento.
— ¡Jess! —Sienna se levantó del sofá y me rodeo con sus brazos. Su aspecto era mucho mejor que la última vez. Sus horribles ojeras desaparecieron y sus mejillas volvieron a tener ese color rosado que estaba acostumbrada a ver.
— ¿Cómo te encuentras, cariño? Te he traído mi postre favorito.
— ¡Oh Dios, que delicioso! —gimió abriendo el empaque con la boca hecha agua —. Estoy bien, ya se me han aliviado las náuseas y la fatiga, pero sigo con ganas de orinar cada cinco segundos. — mostro su amable sonrisa —. En dos días entrare en el segundo trimestre.
Abrí los ojos, asombrada.
— ¿Ya? ¿Tanto tiempo ha pasado?
—Estoy en la semana trece. —hizo un gesto con la mano, como un círculo pequeño —. Mi bebe tiene el tamaño de una ciruela.
Me dolió la vagina de solo imaginar un bebe de más de tres kilos saliendo de entre mis piernas. No, no había manera de que eso me sucediera.
—Por el amor de Dior, que impresión. ¿Sabías que tu vagina se deformara cuando su cabeza salga por allí?
—El medico ha dicho que vuelve a su tamaño habitual —aseguró caminando hacia la barra de la cocina y tomando la jarra con café.
—Yo no lo creo. — hablo Mackenzie —. Creo que pierdes sensibilidad.
Sienna lanzó una expresión de horror.
—Oh por dios, ¡hablemos de otra cosa que eso me da terror! — exclamo la sirenita tendiéndome una taza con café.
—Deberías contarle lo cercana que te has vuelto con Theo... —Mackenzie me hizo un gesto con los ojos, pero me encontraba tan ofendida que pase de él como si no lo hubiese visto.
Se sonrojó.
—Ha sido un gran amigo y una gran compañía.
—¿Solo un amigo? —preguntó la morena reclinándose sobre el respaldo de su asiento —. ¡Yo creo que Theo espera mucho mas de ti!
—Estoy embarazada. No creo que espere más de mí que una amistad —sentenció con crudeza.
Era notable la manera en la que el primo de Stephen intentaba constantemente estar cerca de ella, preocupándose como nadie porque estuviese bien y a salvo. Se había vuelto aún más protector al saber que Sienna esperaba un bebé, incluso parecía más el padre de la ciruela pequeña que la persona que había puesto su esperma.
—Cariño, que ilusa eres. Theo está interesado en ti, solo debes verlo —asegure sonriendo —. Es una excelente persona y te mereces darle una oportunidad.
La sirenita se tensó.
—Lo sé, pero no quiero darle esperanzas donde no las hay. —habló a través de una sonrisa forzada —. Aun espero que el padre de mi hijo entre en razón y quiera hacerse cargo.
—Lo entiendo cariño, aun así, te recomiendo que no pierdas a Theo. No encontraras a nadie como él. ¿Has hablado con el padre de tu bebe?
Negó con la cabeza y suspire pesadamente. No quería darle el mismo sermón de «le daré una buena patada en el culo para que aprenda a hacerse responsable de sus actos si me dices quien es», debía permitirle su espacio y cuando estuviese lista confiaría en mí.
Un silencio incómodo reino entre nosotras, de esos silencios tan incómodos que generaban una molestia permanente. Sentí que quizá ya era hora de volver a casa, me había asegurado que estaba bien y necesitaba resolver qué haría con mi vida.
—Escucha, Jess... —dijo Sienna titubeando, pero no pudo continuar ya que mi teléfono comenzó a sonar.
Por un segundo pensé en no responder, creyendo que podría ser una llamada de mi padre excusándose y pidiendo explicaciones de mi renuncia. Al notar que un número desconocido se proyectaba en la pantalla, sentí curiosidad.
—Lo siento. Debo responder. —tome el móvil y me lo lleve a la oreja —. ¿Hola?
—Jessica, habla Christian Phoenix. — expreso en voz baja pero agradable —. ¿Ocupada?
— Christian... — dije, ganándome la mirada de ambas mujeres frente a mi —. Estoy en casa de una amiga... ¿Cómo te encuentras?
—Bien ¿y tú? —preguntó —. Ayer te veías un poco descompuesta y me preocupe. —reprimí una sonrisa ante ese comentario tan extrañamente dulce —. Esta mañana fui a verte a Sky Corporation pero Justin Addams dijo que has pedido una licencia por unos días.
¡Pero que mentira!
Mi padre debía pensar que mi dimisión se trataba de un capricho y pronto volvería, o quizá intentaría obligarme. No lo iba a tolerar de ninguna manera, igualmente no le daría la información de mi renuncia a Phoenix o por su cabeza pasaría la idea de que aceptaré su propuesta.
En este momento de mi existencia no tenía ninguna certeza sobre nada. Mi única certeza era que hasta ahora seguía respirando.
—Estoy bien, no era mi primera noche de alcohol. —exprese sonriendo —. Solo necesitaba un descanso.
Y vomitar todo el alcohol sobre mi espectacular novio, para luego intentar violarlo en la ducha pese a mi deplorable estado.
—Genial. —dijo, tan correcto y tajante como siempre —. Supuse que querrías saber que la restricción ya está tramitada, en estos días te avisare y brindaras la declaración para completar el trámite.
No pude evitar sorprenderme de sus palabras.
— ¿Ya? No lo esperaba tan pronto.
—Que puedo decir... soy un excelente abogado. Deberías plantearte mi propuesta.
Sonreí imaginando su mirada arrogante al mencionar su profesionalidad, pero la realidad era que si era excelente y sobre todo muy rápido.
—Lo haré. Gracias Christian, por... todo.
—No hay problema. Te llamare cuando tenga todo listo. —dijo y una persona se escuchó hablando junto a él —. Ten una buena tarde.
Colgó y me quede sonriendo como una tonta. ¿Acaso existían personas amables que no esperaban nada a cambio? Él no estaba seguro si yo aceptaría su propuesta y aun así me estaba ayudando como si me conociera de toda la vida.
— ¿Era Stephen? — preguntó Mackenzie escaneándome con esos ojos grises.
Estaba segura que había mencionado el nombre de Christian varias veces a lo largo de mi llamada y ella lo escuchó perfectamente, pero la curiosidad por saber de quien se trataba le gano. No iba a decirle, comenzaba a pensar que quizá debía ser más reservada con respecto a mi vida a partir de ahora con ella.
—No, era un amigo.
— ¿Un amigo? — pregunto entornando los ojos —. ¿Lo conozco?
—No lo creo, es un amigo nuevo.
Hizo una mueca no muy convencida de mi respuesta. Ella conocía a todo mi entorno, siempre había sido así.
— ¡Supongo que debe ser muy desagradable a la vista para que el tatuado no se infarte y te encierre en su mansión! —ironizo esbozando una sonrisa en sus intentos de ser divertida, pero no me causo nada de gracia.
No iba a negar que me dolía. Me dolía estar perdiendo el vínculo con una persona que supuse, estaría acompañándome toda la vida.
—En realidad no es nada desagradable. — le di un sorbo a mi taza de café. —. Anoche Cassidy intento seducirlo constantemente. No sé si lo habrá logrado porque me fui antes.
El rostro de Mackenzie se deformo.
— ¿Has visto a Cassidy? —pregunto casi en un susurro. Asentí con la cabeza.
—Tenía un mal día y necesitaba un rostro amigo.
—Pudiste haberme llamado.
Sus mejillas estaban sonrojadas, como si fuese la ofendida por no recurrir a su persona al tener un problema. A veces parecía que esperaba que algo me sucediera para que pudiese depender de ella.
—Últimamente estas tan ocupada que no quise molestar. —mi voz sino tranquila y sin rodeos —. De todas formas, me hizo bien verla de nuevo.
—Me alegro. —su mirada fue a parar al suelo —.¿Por qué tenías un mal día? —preguntó.
— Ya no es relevante. Además, he venido a ver a Sienna.
La pelirroja nos observaba con nerviosismo, como si presintiera que en momentos una de las dos estallaría y terminaríamos sacando de nuestro sistema todas las opiniones y reproches que veníamos guardando desde hace tiempo.
— ¿Cómo están las cosas en Sky? —preguntó Sienna llevándose un trozo de chesse cake a la boca —. Seguramente en estos días ya pueda reincorporarme.
—Pues ya no contarás con mi presencia allí. Renuncie.
— ¿Qué? — Mackenzie apoyo su taza en la mesa del centro que yo le había regalado a la sirenita —. ¿Tu padre te lo ha permitido?
—Después de ver a su secretaria semi desnuda sobre su escritorio mientras él estaba a punto de follarsela, no tenía mucho que objetar —sentencie.
Un amargo sabor me inundó la boca, pero rápidamente un sorbo de café lo amedrentó. Mackenzie se quedó lívida sin emitir ningún sonido y el rostro de Sienna había palidecido. Creo que no era a la única que le había impactado la noticia.
— No es posible... —susurro la dueña de casa.
—Quisiera que no, pero es exacto lo que sucedió. —exclame —. Me temo que, si vuelves te cambiaran de departamento, cariño. Mi padre tiene el rostro entre las piernas de su asistente suplente.
Sienna trago duro, como si estuviese soportando el llanto. Quizá tenía conocimiento que mi padre hacía rato quería deshacerse de ella y sabía que era su sentencia.
—Creo que necesito ir al tocador... —dijo en una especie de shock.
— ¿Te encuentras bien? —pregunté, siguiéndola hacia el tocador —. Cariño, no te quedarás sin empleo, de eso me aseguraré yo en persona.
—Lo se —masculló antes de abrazarme y estallar en un llanto desgarrador que partió mi alma en dos.
Algo le estaba sucediendo y yo estaba tan ensimismada en mis problemas que no lo estaba viendo. Tenía que abrir los ojos de una vez y comprender lo que ocurría a mi alrededor.
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¡Nos leemos pronto!
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