Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

| 46 | El Extraño Hombre de Rizos




Patinar sobre hielo era una tortura. Sinceramente parecía un bambi recién nacido al intentar siquiera deslizar mis piernas como lo hacía el resto. No entendía la táctica y agradecía al universo que Stephen se la pasara más con su trasero que con los pies en el hielo. Lo único que lograría evitar mi humillación seria que el hielo se desprendiera y el agua congelada me tragara.

— Oh, ¡vamos! —se quejó el padrino de Stephen de mi mala actitud con respecto a no querer romperme la cabeza en el hielo —. ¡No es tan difícil!

Para él no era difícil ya que se podría confundir tranquilamente con un profesional. ¿Acaso entrenaba diario? No podía pensar siquiera en hacer una pirueta de esas sin terminar con algún hueso de mi cuerpo roto y expuesto. Me reincorpore de mi decima caída y camine, si se podía decir caminar, hacia Louisa, quien estaba sentada en uno de los bancos al borde de la enorme pista.

—No te sientas mal, Cameron se cree el Mikhail Baryshnikov del patinaje sobre hielo. —expreso señalándolo mientras este giraba sobre su propio eje. 

—Sería mejor si uno no tuviese que llevar tanta ropa. — dije tocando la punta de mi nariz congelada por el frio y me senté a su lado —. Odio el invierno.

—Yo lo amo... café caliente, una buena calefacción encendida, acurrucarse con tu esposo hasta quedarse dormida...

—... sentirse como una cebolla por tantas capas de ropa, manos entumecidas, nariz roja y congestionada... — agregue con una sonrisa —. El verano es mejor en todos los aspectos.

Me abrazo, lanzando una carcajada. Stephen apareció, tenía el rostro arrugado de disgusto. Al parecer pensaba lo mismo que yo sobre el maldito patinaje sobre hielo. Cameron volvió por su esposa y esta lo acompaño con una sonrisa en el rostro. Louisa era una persona agradable incluso cuando no quería serlo. Era como un don.

— ¿Te diste por vencido? —pregunte cuando lo vi quitarse los patines y colocarse sus zapatos refunfuñando.

—La cantidad de moratones que me saldrán en el trasero será incontable. —se quejó, haciendo un mohín bastante tierno —. Solía patinar bien, no sé qué me sucede.

— Manejar noventa kilos de masa muscular con esos patines no debe ser muy fácil. Si te sientes mejor, yo parecía un bambi recién nacido.

O una virgen recién desflorada.

—Lo sé, te he visto. —se burló —. Vamos por un chocolate caliente.

Me coloqué las botas y caminamos hacia el pequeño quiosco de café express que había en la esquina. Tenía una larga hilera de clientes esperando poder resguardarse del frio con una buena taza de infusión caliente.  Un tipo grandulón me sonrió seductoramente mientras le daba un sorbo a su vaso descartable y Stephen me atrajo hacia él, pasando su brazo por mi cintura.

—No quiero volver a casa. —dije pronunciándole aquello casi como un suspiro.  

Sonriendo de oreja a oreja, tomo los chocolates que le alcanzo la camarera del lugar, la cual lo observaba tanto que parecía haber quedado ciega. Cuando parpadeo al fin, supuse que solo estaba anonadada por la belleza del tatuado y no habría que llamar al servicio de emergencias.

—Puedes quedarte aquí el tiempo que quieras. —expreso dándome una bebida caliente y caminando hacia la puerta de salida.

— ¿Tú crees que Vittorio no me buscaría? —pregunte con el ceño fruncido —. Me sigue el rastro como si fuese del maldito FBI.

El chocolate estaba tan exquisito que no pude reprimir un jadeo de gusto.

—Entonces deberás ponerle fin a su control sobre ti. —expreso, clavando sus iris azules en mi —. Le has dado consejos a Sienna al respecto que tu no sigues.

—Su padre no es un maldito millonario con ínfulas de emperador, Stephen. Hablaste de tu abuelo y dijiste que nadie le hacia la contra... jamas. Apuesto a que él no podría decirle que no a Vittorio Romanov.

—Yo podría. No mentí cuando te dije que te amaba, Jessica. —expresó con ternura —. Deseo que te encuentres bien contigo misma, que seas feliz. 

No habíamos hablado de la noche anterior, ni siquiera de lo que yo le había confesado. Después de decirle que lo amaba, fueron varios minutos en donde el tatuado se la paso con la vista clavada en mi haciendo unos escaso y bastante gracioso intento por mantener la compostura, luego solo me abrazo y se acurruco conmigo hasta que logre quedarme dormida. Esta mañana tampoco lo había mencionado y a esta altura podía deducir que creyó que todo fue un sueño o que simplemente las palabras se escaparon solas de mi garganta sin pensarlo.

Pero eso no era así.

—Tampoco mentí cuando dije que te amaba, es solo que me cuesta pensar que hay un hombre tan...perfecto. —Stephen escruto mis ojos, cayendo en cuenta que lo que decía era real y no pasaba solo en su imaginación —. No tengo muy buen ejemplo de lo que son las relaciones sanas, en mi cabeza quien no te traiciona te abandona, y quien no te abandona, muere. —las lágrimas querían aflorar en mis ojos —.  O peor...  queda en coma.

—Jessica...

—Quiero tener esto —nos señale a ambos —. Pero no sé cómo hacerlo. No se confiar ciegamente en alguien y voy a arruinarlo.

—Confía en mí. No te dejaría arruinar lo que tenemos, Jess. Tampoco haría nada para arruinarlo. Desde las vegas estoy esperando que digas siquiera que te intereso.

Lance una carcajada, provocando que varios transeúntes se voltearan y me acompañaran en mi ataque de risa, contagiados. Stephen fingió sentirse ofendido, pero luego sonrió. Paso su mano por mi mejilla y acerco sus labios para besarme.

— ¿Prometes no mentirme? —dije cuando nos separamos —Necesito saber que puedo confiar en ti.

—Lo prometo. Puedes confiar en mi. —me abrazo con fuerza, frotándome la espalda —. Bien, imagino que no tengo que aclarar que no puedes salir con otras personas. Ni tener menages no sé qué...

¿En serio lo estaba diciendo? Hacía casi un año que no tenía nada con nadie que no fuese él.  prácticamente me monopolizo para su propia diversión y yo también hice lo mismo. Nuestro jueguito sin reglas había ido más lejos de lo que yo esperaba, pero ya era muy tarde para volver atrás.

Comprendí hasta qué punto lo necesitaba. 

Menage a trois... —me burle, apoyando mi cabeza sobre su hombro—. Apuesto a que Terry aceptaría gustosa.

— ¿Qué es lo que Terry aceptaría gustosa? —pregunto Cameron acercándose con el brazo de su esposa entrelazado en el suyo. 

—Un mena... —la palma de la mano de Stephen aterrizo en mi boca, impidiendo que siguiera con mi respuesta.

—Nada. —respondió por mí, con las mejillas enrojecidas. 

Cameron simplemente sonrió, dándole un sorbo a su café humeante.

—Espero que no estén refiriéndose a Terry Carlson. Un menage a trois con una Carlson implicaría a uno muerto, otro en un hospital psiquiátrico y definitivamente uno en prisión.

Creí que Stephen se desmayaría. ¿Qué esperaba? El hombre escribía erotismo, lo más probable era que conociera el concepto o incluso lo hubiese experimentado... ¿quizá con sus dos esposas?
La manera en la que lo pronuncio con su perfecto francés resulto muy seductor.

— ¿Qué significa eso? —pregunto Louisa — ¿Menage a trois? 

—Nada, cariño. — respondió con una sonrisa genuina, guiñándonos un ojo —. Cosa de jóvenes.

Cameron era alguien increíble y su esposa lo complementaba con esa alegría e inocencia. Eran de esas parejas que todo el mundo sueña tener en un futuro. 

Esa noche los Brenton no nos acompañaron a cenar ya que al día siguiente debían viajar hacia otro estado por un tema laboral. Se despidieron de nosotros, rogando que volviéramos y lo hiciéramos un habito. Después de devorarme la cena que Annie había preparado para nosotros fui directo al dormitorio, el cansancio estaba haciendo estragos en mi cuerpo y los músculos en mis piernas dolían bastante por el esfuerzo que hice al intentar no terminar sin dientes debido al patinaje. Observe por la ventana de la habitación y contemple la imagen, la luna parecía más enorme y hermosa que de costumbre.

Suspire satisfecha y me relaje, arrojándome a un lado del tatuado, quien estaba recostado en la cama.

—Este lugar es increíble, Stephen. Entiendo porque Annie no quiere volver al escándalo de la gran ciudad. — lo mire, intrigada —. Lo que no comprendo es porque tú has dejado de venir.

Con su teléfono móvil en la mano, exhalo el aire de sus pulmones y me observo con gesto severo.

—Me trae muchos recuerdos y no puedo asociarlo a algo positivo, sino a que mi madre ya no está conmigo. —respondió, absorto en sus recuerdos —. Nadie te prepara para perder a una persona que amas, mucho menos para perderla de un día para el otro y sin poder hacer nada para revertirlo.

—Lo entiendo. — dije con tono quedo —. Cuando sucedió el accidente y pude recuperarme, iba diariamente a visitar a Scott, esperando que sus ojos negros rasgados se abrieran y su sonrisa burlona apareciera, pero en algún momento perdí la esperanza por completo y deje de ir. Todos los días busco valor para poder verlo una vez más, pero soy muy débil y cobarde.

Apoyo su mano en mi mejilla y me acaricio el pómulo con su pulgar. 

—No eres débil ni tampoco cobarde, Jessica. Eres una de las mujeres más valientes que existen.

—Eso es porque no conoces a tantas...

Negó con la cabeza. 

—Te has enfrentado a tu madre sola, la pusiste en su lugar y no te tembló el pulso a la hora de darle su merecido. — reflexiono con seguridad —. Incluso tuviste la suficiente clase para no hacer un escándalo en medio de la fiesta y quedar como una desquiciada.

—Porque salí corriendo como cenicienta... por lo menos no perdí mi zapato.

—Tienes una habilidad increíble para emitir una broma o una gracia en un momento tenso o triste que desestructura el ambiente.

—Tengo muchas habilidades... —pase la lengua por su labio inferior y luego lo mordí suavemente. Intento reprimir un jadeo pero no tuvo éxito.

—También esa habilidad de sexualizar cualquier conversación —susurró sobre mis labios.

—Nunca te quejas de eso, cariño... 




❤︎❤︎❤︎


Volver de Rhode Island resulto mucho más difícil de lo que esperaba. El lugar era simplemente precioso, pero en todo sentido. Por primera vez en mucho tiempo me había sentido en casa y por sobre todo estaba bien lejos de todos mis problemas.

Al llegar al apartamento, encendí el celular y las miles de notificaciones no tardaron en aparecer. La mayoría resultaron de mi madre, quien pedía de manera desesperada poder hablar conmigo. Agradecía que no se hubiese presentado sin ser invitada, pero sabía que era una cobarde. No se atrevería. 

Entendía que todo lo que hizo para desacreditarme fue para proteger a su amante y salvarlo de ir a prisión, arrojando a su hija a años de terapia y pesadillas. A esta altura eso no me importaba, únicamente deseaba estar bien y poder encontrar la felicidad.

Debía pensar bien lo que haría con esa información. Podía obligarla a divorciarse, pero sabía que permanecería bien parada ante la sociedad elitista que tanto la idolatraba y obtendría la mitad de la fortuna de mi padre. Demostrar el adulterio para que no pudiese ver un solo centavo iba a ser complicado, pero no imposible.

Quería que sufriera y sabía bien que el dinero era lo único que le afectaba.

Ingrese a la corporación Sky de buen humor, esperando no tener que cruzarme con personas indeseables el resto del día. Al bajar del elevador en el piso de mi padre, encontré el escritorio de Sienna ocupado, pero no por la agradable pelirroja. En su lugar había una alta y estilizada morena, de cabello corto y ondulado, con grandes ojos negros y una sonrisa bastante peculiar.

—Buenos días. —dije analizando a la mujer. Su traje a lo Jackie Kennedy le quedaba impecable y caminaba como si fuese una súper modelo de pasarela —. Soy Jessica Romanov... ¿mi padre está disponible?

Ella sonrió.

—Buenos días, señorita Romanov. Soy Lisa Clawson, seré la asistente suplente de su padre estas semanas. —ofreció su mano, la cual aprete enérgicamente —. Su padre está en el anfiteatro. Habrá una conferencia con nuevos accionistas y se mostraran algunos de nuestros proyectos.

Al parecer era bastante aplicada, pero su amabilidad parecía forzada. No era como Sienna.
Sienna era auténtica, su sonrisa no era fingida. Esta mujer tenía una actitud muy parecida a la de mi madre, sus gestos, señas, sonrisas. Todas eran calculadas y con el fin de aparentar dulzura.

—Muchas gracias Lisa.

Di la vuelta con intenciones de comenzar a trabajar, pero choqué con el torso de un hombre. Trastabille con mis zapatos y casi termine en el suelo, si no fuera porque el hombre en cuestión me sostuvo con las dos manos por la cintura. Me miro a los ojos y sonrió de lado. Tenía grandes ojos negros con largas pestañas que predominaban en su rostro, una barba perfectamente entrecortada y su cabello era una exótica maraña de rizos negros.

— ¡Por el amor de Dior! —masculle molesta intentando reponerme del golpe —. ¿No te han enseñado a mirar por donde caminas?

—Lo siento, yo...

— ¡Señorita Jessica! —gritó la nueva secretaria de mi padre —. ¿Se encuentra bien?

—Si, estoy bien. —exclame clavando la mirada en el desconocido y fruncí el ceño —. ¿Podrías soltarme?

—Oh, si. Lo siento.

Se percató que aún sus manos seguían en mi cintura y me soltó bruscamente. Acomode mi vestimenta bajo su mirada inquisitiva. Levante la vista y lo observe. Tenía la chaqueta de su traje abierta, camisa blanca y una corbata azul oscura.

— ¿Solo sabes disculparte? —pregunte haciendo un gesto con la mano para seguir —. ¡Aléjate de mi camino!

— ¡Vaya! ¡Eres bastante grosera! ¡Te he pedido disculpas y sigues molesta como si lo hubiese hecho a propósito!

Me detuve en seco y giré para ver su rostro irritado.

— ¡Oh, siento herir tu delicada sensibilidad! —exprese elevando las manos.

—Al menos dejame presentarme... —dijo extendiendo su mano hacia mi —. Soy Christian Phoenix.

Apreté su mano fuertemente y le dedique mi más hipócrita sonrisa.

— Es todo un placer. Ahora si me disculpas, tengo trabajo —dije, ingresando al elevador aprovechando que una persona salía de él.


Baje hacia el salón de conferencias con la mera intención de ver a mi padre. Quizá debía usar mis propios consejos, aceptar que yo no pertenecía aquí, solo estaba de paso. Quería volver a esa Jessica que deseaba aportar algo al mundo, aquella que necesitaba hacer algo productivo que no fuese aumentar la cuenta bancaria de su padre.
Necesitaba volver a tener desiciones sobre mi vida.

Justin apareció frente a mi y sonrió de lado al notar mi expresión contrariada. Se veía muy bien y bastante relajado. Sus ojos castaños me inspeccionaron.

— ¡Que mala cara traes hoy! —dijo en tono burlón —. ¿Café?

—No tengo un buen día. —puse los ojos en blanco, aceptando el gran vaso de café de Starbucks —. El reemplazo de Sienna... ¿es necesario?

Sonrió apenado y hundió los hombros. El tanto como yo sabía que el tener un reemplazo para Sienna significaba que ella no volvería a su puesto cuando se recuperara. Me daba tristeza por ella, pero aún así, no iba a permitir que Vittorio la corriera.

—Según tu padre..., sí. 

—Bien... —mascullé.

— ¿Por esa razón tienes el ceño fruncido? —pregunto algo divertido —. No me agrada mucho la tal Lisa pero son decisiones de tu padre, Jess.

—Lo se, no es eso. —toque mi brazo, el cual estaba algo adolorido —. Choque de bruces con un idiota que andaba distraído y creo que lastimé mi hombro.

Una persona aclaró su garganta detrás nuestro. Cuando nos giramos, Christian Phoenix apareció en nuestro campo de visión. Maldición, lo que faltaba era estar hablando mal de alguien y que este apareciera a mis espaldas. Menudo cliché.

—Ya te he pedido disculpas.—respondió con voz grave —. No ha sido solo mi culpa, estabas tan distraída como yo —dijo, enarcando una ceja.

— ¿Estas siguiéndome? —pregunté cruzando los brazos.

— ¡Señor Phoenix! —saludó Justin, tendiéndole su mano. Este la acepto con una sonrisa en el rostro.

—No estoy siguiéndote. —aseguró —. Tengo una reunión aquí, Jessica. Si necesitas ir a urgencias por el dolor en tu hombro, con gusto te llevare.

Y allí fue cuando Stephen apareció. Su presencia era increíble, cualquiera junto a él parecía pequeño y mucho más cuando adoptaba esa expresión sería de empresario poderoso. Tenía la mandíbula contraída, cubierta por un vestigio de barba casi imperceptible. Los penetrantes ojos azules se clavaron en el desconocido.

¡Dios! ¡Era tan atractivo!

—No es necesario. ¡Si mi novia necesita ir a urgencias, yo la llevare! —gruñó. Christian en cambio, sonrió genuinamente.

— Oh, señor James. Es todo un honor conocerlo. Ramhar Corporation es un gran referente para mi padre. —tendió su mano esperando que el tatuado la estrechara —. Oscar Dubstatter no podría haber dejado a alguien mejor.

Stephen enarcó una ceja, observando despectivamente la mano de Phoenix. Sin hacer caso se volteó a mirarme y enlazó su brazo sobre mi cintura.

— ¿Estas bien? —preguntó y asentí con la cabeza.

Christian Phoenix suspiró un poco molesto y retiró su mano. Parecía haberse ofendido, pero al tatuado literalmente le importó muy poco. El solo estaba preocupado porque yo no tuviera nada.

— ¿Todos son tan groseros aquí? —preguntó disgustado.

— ¿Por qué lo dices? ¿Alguien te ha tratado mal? —preguntó mi padre saliendo del anfiteatro.

Tan elegante como siempre, Vittorio Romanov sabía llamar la atención e interpretar muy bien su papel de hombre importante. Su traje de tres piezas le quedaba impecable, caminaba con su nueva secretaría detrás, quien sostenía esa falsa sonrisa que de alguna forma me ponía de los nervios.

—Tengo un mal día, Vittorio —exclamó Phoenix —. No me hagas caso.  

—Me alegro que estés aquí, Christian. —dijo dándole una palmada en la espalda —. ¿Has conocido a mi hija?

—Si, ha sido todo un placer. —me regalo una sonrisa y un guiño, provocando que me sonrojara en un instante.

La furia del tatuado traspasaba de sus ojos, como si quisiera noquearlo solo con la mirada. Su posesividad era algo que no me agradaba del todo, pero debía hablarlo con él para que no tuviésemos problemas en el futuro.

La reunión fue bastante rápida, pero si era sincera no preste atención en nada de lo que se había proyectado. Mi cabeza estaba en la estratosfera y la verdad no espere a que dijeran que nos podíamos retirar para salir corriendo hacia mi oficina. 

Encendí mi portátil dispuesta a intentar trabajar, pero unos golpes me interrumpieron. La cabeza de Christian Phoenix se asomó al abrirse la puerta y no pude evitar la sorpresa.

— ¿Acaso te extraviaste? —le pregunté con sorna. El sonrió de lado y se acercó a la silla para sentarse sin pedir siquiera permiso.

—No. En realidad, esperaba poder hablar contigo.

— No soy yo quien esta manejando las nuevas inversiones... —exclame con la vista concentrada en mi tablet —, debes hablar con Justin Addams.

—Lo sé.

— ¿Entonces? —pregunté.

—Voy a ser sincero contigo. —dijo con severidad en la voz —. A mi padre le interesa invertir en esta empresa, pero no es por eso que estoy aquí.

Lo observé con curiosidad.

—Si no es por eso que estas aquí... ¿A que has venido?

—He venido por ti —exclamó con seguridad.

Por primera vez, Christian Phoenix tenía por completo mi atención.



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro