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| 34 | Enfrentando al Enemigo




Después de despertar transpirada por el calor que me provocaba el cuerpo de Stephen sobre el mío y discutir un rato a causa de su actitud posesa cada vez que debo irme, logre convencerlo de volver a casa a cambiarme para ir a trabajar.

Según él ya no había necesidad de ocultarle nada a mi padre, cosa que me sorprendió bastante. El Vittorio Romanov que yo conocía de toda la vida no reaccionaría de esa manera, más bien, estaría dándome varios sermones sobre cómo estoy arruinando mi propio futuro y el legado familiar con mis actitudes caprichosas y egoístas.

Por un lado era mejor, no quería tenerlo pisándome los talones y mucho menos tener que darle explicaciones por una relación que no iba a ningún lado. Porque si había algo que tenía claro, era que lo que había con Stephen tenía fecha de caducidad. Mi plan no era para nada quedarme quieta en Manhattan, necesitaba encontrar mi lugar en el mundo y estaba más que segura de ello. No había nada ni nadie que me hiciera cambiar de opinión.

Al abrirse las puertas del elevador, encontré a Mackenzie aún en mi sala con todos sus libros desparramados y la portátil encendida. Cuando me escucho llegar, levantó la vista hacia mí con una sonrisa. Las ojeras oscuras debajo de sus hermosos ojos me revelaron que no había dormido ni un poco.


—Vaya, hasta que te dignas a llegar... —un bostezo interrumpió su conversación —. ¡Esa cita duró bastante!

—No seas tonta, mujer. Me he quedado dormida en su casa. He venido a cambiarme, tengo una reunión.

— ¿Ahora le dices dormir? —lanza una risita molesta —. Tu rostro relajado no dice lo mismo.

Me quede pensativa unos segundos, recalculando lo que había sucedido la noche anterior. Literalmente me había quedado dormida y no había sido por estar exhausta a causa de una maratónica sesión de sexo duro, sino que había sucumbido al sueño acurrucada en los brazos de Stephen, quien era a mi parecer la persona más dependiente emocionalmente que había conocido en la vida.

Me reprendí mentalmente. No debía hacer eso, podía darle ideas equivocadas.




—Quien necesita dormir eres tú, demonio —respondí mientras me quitaba la chaqueta intentando desviar la conversación ya que la turbación me estaba ganando —. ¿Has podido estudiar?

— ¡Mi cerebro ya no responde! ¡Espero quitarme esto de encima de una vez! —se quejó dando un largo suspiro.

—Lo lograrás, cariño.



La mañana estaba tranquila y fresca. El otoño terminaba para darle paso al invierno y con ello las terribles nevadas acompañadas de bajas temperaturas . Amaba el calor, con el cerebro entumecido por el frio se me hacía más dificultoso todavía aclarar mis pensamientos por esa razón le huía lo más posible al clima bajo cero de las épocas, aunque esta vez mi padre no dejaría que me tome varios meses para hacer lo que yo quisiera como lo hacía en el pasado cuando no trabajaba en su empresa.

Al llegar al edificio me encontré en recepción con Sienna, quien se acercó a mí con los brazos abiertos para darme esa demostración de afecto acaramelada que tanto odiaba y se llamaba abrazo. No hice ninguna observación al respecto, el hecho que invadiera por completo mi espacio personal tan temprano me sofoco pero no fui capaz de decirle nada.





— ¡Jess! —. El grito que emitió me sobresalto aún más que su abrazo —. ¡Me has enviado demasiados apartamentos! —me soltó y agradecí aquello, no me gustaba que me invadieran sin consentimiento previo —. Son muy hermosos pero aún no sé cuál escoger.


Era cierto. En mi necesidad de querer ayudar había inundado su casilla de correo con propuestas gracias a que Jacob Randall, el padre de un compañero de la universidad, se dedicaba a las bienes raíces y había colaborado conmigo.


—Cariño, podemos ir a verlos y decidir cuál es el indicado para ti —dije, mientras ingresaba junto a ella al elevador —. Elegir apartamento es como elegir un novio, si no te agrada lo pasarás mal.


Una sonrisa sincera se dibujó en su rostro, la cual repentinamente se apagó al igual que el brillo en su mirada, como si un vestigio de tristeza hubiese pasado por su mente.


—Eres tan buena conmigo... No lo merezco.

— ¿Por qué siempre estás diciendo ese tipo de cosas? Me asustas, Sienna.


Me contemplo en silencio pero cuando estuve a punto de preguntar qué era lo que sucedía, abrió la boca.


— ¿Puede ser que antes de verlos podamos tomar un café? —la voz le tembló un momento —. Hay algo que quiero decirte.

—Claro, sirenita. —Asentí con la cabeza —. ¿Todo está bien?

—Sí, sí. —Camine unos pasos hacia el hall de la oficina, preocupada por Sienna. Quizá estaba dando un paso hacia atrás con esto de independizarse y lo entendía, no era fácil —. Es solo que yo...


La figura alta y delgada de Justin apareció frente a mí, dedicándome una sonrisa encantadora e intentando ingresar al elevador.


—Buenos días, Jess. —su voz transmitía tranquilidad —. Tu padre te espera en la sala de reuniones y esta de muy mal genio, no te retrases por favor.

—Gracias, Justin —me volví hacia la pelirroja quien me observaba expectante desde el interior —. ¿Hablamos más tarde?

—Sí, claro —respondió casi en un susurro—. Genial, genial. Hablaremos... claro.


Justin se la quedo viendo con algo de confusión, no parecía estar respondiéndome a mí sino intentar convencerse a sí misma de algo, y las puertas se cerraron. No quise darle mucha entidad a aquello, estaba exhausta, las pocas horas de sueño ya me pasaban factura y el mal humor volvía a ser parte de mí. Si había algo en lo que Vittorio y yo éramos iguales era en nuestro cambio constante de estado de ánimo.

Cuando dieron las cuatro en punto y la reunión termino, mi padre se enfrasco en una conversación bastante aburrida sobre monedas digitales con algunos ejecutivos y sentí que sobraba en el lugar. Les di un apretón de manos acompañado de mi más hipócrita sonrisa y volví hacia mi despacho a buscar mi teléfono móvil y la chaqueta de mi traje, pero muy poco grata fue mi sorpresa al abrir la puerta y encontrar sentado en mi silla a nada más ni nada menos que Nicolae Maximoff.

Su rostro presentaba varios hematomas debajo de los ojos, los apósitos estratégicamente colocados en la nariz y los ojos inyectados de sangre le daban un aspecto aterrador, aunque su vestimenta me recordaba al idiota que alguna vez se había ganado mi cariño, la camiseta gris oscura ceñida, jeans y zapatos color oxido que lo hacían juvenil aun con el rostro deforme.


— ¿Qué mierda haces aquí? —ladre con aspereza. Era sin dudas lo que le faltaba al maldito día, otro encuentro con este imbécil.

—Necesito hablar contigo —respondió con algo de timidez —. Pero hablar, Jessica, ¡no me apetece que me sigas golpeando como si fueses una salvaje!


Se levantó para dejarme el asiento, pero lo único que necesitaba era mi móvil. Al ver el movimiento brusco que hice para tomarlo de la mesa, se alejó sobresaltado. Me gustaba aquello, amaba que me tuviese miedo. Me hacía sentir superior, aunque siempre lo había sido, reafirmar el poder que tenía sobre el alimentaba un poco mi deseo de verlo sufrir como un maldito.


—Aléjate de mí y no pasará —asegure con voz tranquila y apacible —. Ya no soy la misma, Nicolae. Te aseguro que cada vez que intentes algo conmigo, usaré todo lo que esté a mi alcance para hacerte mierda de formas que no te imaginas.

—Jess, por favor...— susurro con los ojos cristalizados intentando acercarse, pero la mirada de advertencia que arroje lo congelo en su sitio —. Sé que me equivoque, pero pretendo arreglarlo. Nena, quiero arreglar todo lo que hice mal... dame una oportunidad.


El enfado recorrió mis venas tanto que apreté mi móvil casi hasta romperlo, aunque en realidad lo que necesitaba era romperle todos y cada uno de los doscientos seis huesos que tenía en el cuerpo.


— ¡Claro que no! — grite.

—Las cosas se me fueron de las manos. ¡No voy a descansar hasta reparar todo el daño que te he hecho!

—Cambia tu declaración —mi mirada se clavó en la suya con odio —. Cambia todas las mentiras que has dicho sobre Scott.


Bajo la mirada ligeramente avergonzado, o al menos eso parecía aunque ya no creía nada que viniese del maestro de las mentiras. Era claro que no lo haría, eso significaba un buen tiempo tras las rejas y no estaba dispuesto a dimitir.

—No puedo.

—Es la única forma —asegure —. Di la verdad y consideraré siquiera perdonarte, pero volver... eso no pasará nunca.

— ¡¿Por qué no?! , ¡¿Por qué no quieres arreglarlo?! —preguntó casi lloriqueando —. ¡¿Es por Stephen?! —pasó la mano por su cabello castaño —. ¡Maldita sea, es por el!

Quería reír hasta que mis pulmones colapsaran. Su cinismo no tenía límites.

—Has mentido a la justicia y por tu causa he pasado los peores momentos de mi vida, ¿y así te preguntas por qué no quiero volver?

—Tienes una relación con él, ¿cierto?


¿Relación? Esto no era una relación. Me atraía, me atraía demasiado. El tipo de sexo que intercambiábamos era glorioso, pero de allí a una relación había mucho trecho. No necesitaba a nadie, me tenía a mí misma, me había superado sola sin la necesidad de ninguna compañía y pretendía seguir así.


—No te incumbe lo que haga de mi vida, sal de aquí —me coloque la chaqueta con intenciones de largarme pero en dos pasos se colocó frente a mi.

—No puedes estar con Stephen —negaba repetidamente con la cabeza — ¡Mierda! ¡Con Stephen no!

—No decides con quien puedo o no involucrarme.


El desprecio que salía de mi lo desestabilizaba. Cuatro años habían pasado desde la última vez que nos vimos y ninguno de los dos era el mismo que en ese entonces. Él tenía la misma personalidad que posee un perro abandonado por su dueño bajo la lluvia torrencial y yo me sentía la mismísima mujer maravilla; hermosa y poderosa.

—No con él —repitió —. ¡Por favor! He hecho todo para evitarlo, no puede ser posible que ustedes estén juntos —la rabia le iba ganando —. ¡No es posible!

Mi rostro se arrugo en señal de confusión.

— ¿A qué te refieres?

—Tú no lo conoces. No lo conoces como yo.

—Puedo asegurarte que lo conozco, y en profundidad —emití una sonrisa burlona que despertó en el aún más la ira —. Me iré porque no quiero seguir viendo tu despreciable rostro cerca del mío.

Golpee con el hombro su brazo mientras caminaba a la puerta, pero de golpe está se abrió.

— ¿Todo está bien? Escuche gritos —Pregunto Justin ingresando cautelosamente a mi despacho para luego quedar estupefacto al percatarse de la presencia de Maximoff —. ¿Qué haces tú aquí? ¿Quién te permitió subir? ¡Ya mismo llamare a seguridad!


Tomo el teléfono con desagrado y Nicolae se acercó a él. Nunca se habían llevado bien, más bien siempre se habían detestado a niveles extraordinarios solo porque Justin creyó que nuestra ruptura se había debido al hombre que ahora mismo lo desafiaba con la mirada.


—No es necesario, ya me retiro —la insolencia que desprendía aumentaba en mi la necesidad de quitársela a golpes, y por el rostro deformado de Justin intuía que le pasaba lo mismo —. Por lo visto, Addams, no importa lo que hagas, no importa cuánto beses los pies de Jessica, nunca lograras tenerla. Estarás por siempre en la friendzone.


Justin camino furioso hacia el pero lo detuve. Eso era lo que buscaba, si no podía lograr lo que quería intentaba rebajarte hasta su nivel y no podía permitirlo.

—No le des el gusto...—puse la mano en su pecho, evitando que cayera en la trampa del idiota de ojos azul zafiro. Me volví hacia Nicolae con desprecio —. ¡Vete de aquí antes que te envíe nuevamente al hospital!


Los ojos de Nicolae brillaron de rabia. Había perdido la única oportunidad de intentar compensar las cosas y lo sabía, entonces su actitud cambio. No esperaba menos, tenía hielo en las venas, nunca había querido a nadie más que a sí mismo y al darse cuenta que no pudo doblegarme porque ya no poseía nada de compasión hacia su persona, camino hacia la puerta y desapareció por completo.

— ¿En qué momento creíste que él era bueno para ti? —el castaño seguía molesto, muy molesto.

—No lo sé. —hundí los hombros haciendo una mueca —. Quizá realmente tenía problemas mentales.

— ¿Tenias? — la sonrisa socarrona que emitió intentando que la furia en su interior se disipe fue graciosa. Ladeo la cabeza y sus ojos color café me escrutaron curiosos —. ¿A qué te referías cuando dijiste que lo enviarías nuevamente al hospital? ¿Lo has golpeado?

—Menos averigua tu Dios y perdona, cariño —observe mi reloj —. Debo irme, ¿sabes si la sirenita ha terminado su turno?

—Por el horario, supongo que sí. Igualmente a tu padre no le importara, he escuchado que ha pedido en recursos humanos que trasladaran a Sienna a otro sector de la empresa —aseguro.

Así era Justin. Sabía cada chisme que corriera por los pisos de su lugar de trabajo, a veces hasta con lujo de detalle.

—Sí que eres un cotilla —recrimine preocupada por la sirenita —. ¿Qué pudo haber sucedido?

Frunció los labios.

—No lo sé, pero tu padre apenas le dirige la palabra. Yo creo que quiere despedirla y es algo que me resulta extraño— dijo, pensativo —. Sienna es muy eficiente, más eficiente que cualquiera del desfile de secretarias que han venido después de Amanda.

—Extraño... pero ya sabes cómo es Vittorio. Un día te ama y al otro te odia con toda su alma.

—Vaya, ya entiendo a quién has salido, Romanov —respondió, ganándose un golpe en el brazo.



❤︎❤︎❤︎



Después de una larga jornada laboral, la emoción de Sienna al ver todos y cada uno de los lugares en renta que Jacob Randall tenia para mostrarnos me hizo sentir mucho mejor.

No tuvo que meditarlo demasiado, ni bien puso un pie en el apartamento de Staten Island que en su totalidad tenía la proporción que mi sala, supo que era el indicado. Era pequeño pero muy acogedor, completamente amoblado en un diseño algo rustico y con un amplio ventanal en el cual se podía apreciar la vista de gran parte de la bahía Lower.

La sirenita tenía una hiperactividad que no lograba apaciguar, uso el buscador de su celular para controlar todos y cada uno de los detalles antes de darle el apretón de manos final y firmar el contrato de arrendamiento. Desde la distancia que debía recorrer hasta su trabajo, hasta cuales eran los mercados y hospitales cerca. Yo estaba impresionada y el hombre moreno que nos acompañaba solo sonreía.

Mi sorpresa fue enorme al notar en la sala de mi casa la presencia del tatuado. Sentado en el enorme sofá junto a los libros de mi mejor amiga, con expresión asesina en el rostro, sus ojos azules se oscurecieron aún más cuando se clavaron en mi.

—¿Qué haces aquí? —pregunté pero no se inmutó en responder, solo dio un largo suspiro —. ¿Dónde está Mackenzie?

— ¡Aquí estoy! —gritó la morena desde la cocina.

—Buenas noches, Jessica —inclinó la cabeza completamente irritado —. ¿Acaso dormimos juntos que no saludas?

No comprendía que estaba sucediendo. No entendía que había hecho para cabrearlo, sentía como la agresividad le destilaba por los poros.

—No lo creo, yo dormí con un idiota arrogante —dije, pasando de el.

Llevaba una camiseta color verde y unos jeans claros, con su cabello perfectamente peinado y estaba recién afeitado. La mandíbula se le contrajo y pude notar a través del tatuaje del cuello como su vena comenzaba a hincharse de molestia.

— ¿Por qué Nicolae tenía tu teléfono?

— ¿Disculpa?

Esto iba a terminar muy mal.

—No, no te disculpo —gruñó —. Contéstame, ¿por qué tenía tu móvil?

Odiaba cuando me hablaba de esa manera, quería tomar su cuello con las manos y ahorcarlo, pero lo más probable era que eso terminara en sexo violento y salvaje porque lo detestaba pero a la vez me lo quería comer como si fuese un pedazo de carne y yo estuviese muerta de hambre.

—Primero... mi móvil está aquí —se lo mostré con una ira casi asesina —Segundo... ¡vete a la mierda! —lo empuje para abrirme paso hacia las escaleras pero como siempre, no logre moverlo siquiera un milímetro —. Esas escenitas de perro celoso deben terminar, Stephen.

Mackenzie camino por la sala, con una taza de café en la mano.

—Los que se pelean se...

— ¡Cállate tú también! —grite, evitando que continuara la frase. ¿Acaso era mi amiga, o mi enemiga?

—Llame a tu celular y respondió el. ¿Qué explicación tienes a eso? —estaba muy irritado y sinceramente, no tenía ganas de lidiar con el.

—Me lo estaba follando, Stephen —dije en broma, pero al ver su expresión me arrepentí en un segundo. Los ojos se le abrieron y su respiración se agito como si quisiera asesinarme —. ¡No es cierto, idiota! —aclare poniendo los ojos en blanco —. Me sorprende que creas que soy capaz después de todo lo que te he contado que ha hecho.

—Lo siento —hizo una mueca ligeramente arrepentido —. No puedo razonar cuando se trata de ti.

Mi mejor amiga emitió un gemido demostrando que aquella frase le había dado ternura y observando a Stephen como si quisiese abrazarlo.
Le dedique la peor mirada para que ni siquiera se dignara a abrir la boca con alguno de sus comentarios, sabía lo que intentaba y no iba a lograrlo. No tenía razón con respecto a lo que yo sentía por él, era solo sexo y ya. Mis sentimientos se encontraban entumecidos y no creía posible que nadie pudiese despertar el amor y la devoción que se profesan románticamente las parejas.

El encuentro con Nicolae había agotado por completo mis defensas, así que me dispuse a subir los peldaños de la escalera rumbo a mi habitación y dejar la absurda discusión que estaba manteniendo con el tatuado para otro momento.

Me arroje a la cama pero tuve que reincorporarme cuando divise que Stephen tomaba alguna de mis cosas y las metía en mi pequeña maleta de viaje.


— ¿Qué haces? —pregunte completamente pasmada.

—Te vienes conmigo. Mañana tendremos que viajar a Miami por unos contratos.

Amaba Miami, no iba a objetar el viaje, pero si podía negarme a tener que ir con el controlador impulsivo.

—No quiero ir, estoy exhausta. —volví a desparramarme en la cama —. Nos veremos mañana temprano en el aeropuerto.

—No es una petición, Jessica, es una orden. —avisa con serenidad mirándome con atención. No pude evitar lanzar una carcajada que retumbo en toda la habitación mientras el rostro de Stephen me decía que su paciencia se estaba agotando y la única razón para que eso sucediera, era yo —. ¿Qué es tan gracioso?

—Tú eres gracioso. No entiendo como todavía no aprendes que yo hago lo que me viene en gana. No iré contigo, así que puedes irte marchando por esa puerta que quiero dormir.

Hice un ademan no sin antes repasarlo con la mirada de forma escandalosa. La reacción de mi cuerpo era increíble, como si una fuerza poderosa me atrajera directamente hacia él.

—Si lo harás, así tenga que llevarte contra tu voluntad —mascullo.

Mackenzie ingreso a mi habitación hecha una furia y se metió en el vestidor. Salió a los pocos minutos con varias de mis prendas y las deposito en la maleta que anteriormente Stephen intentaba llenar.


— ¿Qué haces? —gruñí.

— ¡Por dios, Jessica! Necesito estudiar y con tanto griterío no puedo concentrarme. —Dijo sin dejar de hacer su trabajo —. ¡Este hombre es igual de cabezota que tú! Si no lo acompañas yo misma les daré una patada que los deje directo en Southbeach sin necesidad de tomar un puto avión.

Stephen encogió los hombros.

— ¿Ustedes entienden que es allanamiento de morada y privación ilegítima de la libertad?

—Sí, sí. Toma —la morena acerco la maleta hacia mí sin darse por aludida de lo que le había dicho y salió nuevamente por la puerta.

Literalmente me estaban echando de mi propia casa. Entendía que Mackenzie debía pasar sus finales pero no era mi culpa de «Don obsesivo» viniera hasta aquí e hiciera un escándalo.

—Deberías considerar hacer terapia, estas demasiado trastornado —espete ofendida, alejándome considerablemente de su cuerpo esbelto mientras bajaba la escalera a trompicones tratando de no perder el equilibrio —. ¡Esto es increíble! ¡Me han echado de mi propia casa!

—Deberías comportarte como una persona razonable, Jessica. Tu amiga necesita estudiar y aquí estorbamos.

Iba a golpearlo.
Iba a golpearlo tanto que tendría que juntarse con Nicolae a considerar si el cirujano les haría dos al precio de uno en el arreglo de narices.

— ¿Existe esa palabra en tu vocabulario? Tú eres todo menos "razonable".

Sus labios se curvaron en una seductora sonrisa. La expresión que tenía cuando había ingresado a mi casa no era la misma y había cambiado por el simple hecho de haberse salido con la suya.
O eso era lo que creía, porque a mí no me gustaba perder y esta vez haría pagar cada uno de sus arranques de celoso manipulador.

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¡Buenas!
Mil disculpas que estoy tardando un poco más de lo que acostumbro en actualizar, pero algunos capítulos los hice de cero porque tenían muchos errores de redacción.

Agradesco enormemente todo el amor que le dan a mi novela ♡︎
No olviden dejar su voto si les gusto el capítulo y comentar que les pareció...
¡Nos leemos pronto!

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