- Inglaterra -
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Era triste, cada sonido, cada risa, cada grito de horror y asombro, era triste para ella, pues mientras la gente se divertía, ella sufría internamente. ¿Cómo fue que pasó? ¿Cuando fue que su padre se olvido de que ella era su hija?, Ahora el solo se preocupaba por darle gusto a sus clientes y se estaba olvidando de que ella era su hija.

Tan solo unos pocos años tuvieron que pasar para que la avaricia absorbiera al padre de Jennifer y para que este la encerrara y la tuviera como un trofeo arrumbado o como un mueble más del lugar.
El dolor era inmenso, su tristeza la consumía poco a poco y conforme el tiempo pasaba sus ganas de desaparecer crecían, ahora ya estaba olvidando como se sentía recibir una caricia, como se sentía recibir un beso en la mejilla, su condición causó que su padre la olvidará de ella y que ahora la tratara como cualquier cosa.
Ahora solo recibía comida y de vez en cuando un baño, ni siquiera tenía permitido quitarse la bolsa de la cabeza, pues socializar era prohibido para Jennifer.
Cada día que pasaba ella rezaba y rogaba que su padre volverá a como era antes, quería que todo regresara a la normalidad, quería sentirse segura, feliz, quería poder formar una familia, pero su condición y su padre ahora le impedían todo lo que ella más anhelaba.

Sin embargo, un día; cierto empleado decidió romper las reglas, decidió tratarla como una persona, decidió ser su acompañante, su amigo, su confidente y su hombro para llorar.

Gabriel había crecido en una familia donde siempre se le había enseñado a tratar a cualquier persona por igual, sin importar si tenía una buena posición económica o no, si era "normal" o no, ahora para el era imposible ignorar el sufrimiento evidente de Jennifer, así que hizo lo que muchos en bastante tiempo dejaron de hacer, la trato como una persona.

—Hola bella damisela, ha llegado el desayuno, espero que tenga apetito— su voz tranquila le transmitía una paz inexplicable a Jennifer, tal vez era porque ya había pasado un tiempo desde hablaba con alguien.— Puede quitarse esa cosa de su cabeza, debe ser incómodo, además así no podrá probar ningún bocado.

La calidez de Gabriel había que Jennifer se sintiera incómoda pero a la vez la hacía feliz, era como recibir un cálido abrazo en mucho tiempo, era algo que le gustaba, a pesar de no conocerlo en absoluto

—Si gusta, puede tomar mi rostro, así podrá comer—

Y así lo hizo, Jennifer quitó aquella bolsa de su cabeza y lo "miro", pero nada paso, ella no logro adoptar el rostro de Gabriel y entonces el temor invadió su sistema, sino podía cambiar su rostro ¿Que sería de ella?, Su padre probablemente la echaría y eso la asustaba .
Gabriel por otra parte intento mantenerse tranquilo, para después tomar entre sus manos el "rostro" de Jennifer.

—Hey, tranquila, ¿Sabes porque no puedes cambiar tu rostro?— Un silencio reino la habitación mientras Jennifer negaba con la cabeza—  porque justo ahora tienes tu propio rostro, no pudiste tomar mi rostro porque tú rostro por fin regreso—

Con lentitud el se alejo de ella y le arrimo el plato de comida para que ella comenzará a comer.

—Eres muy bella aún tenido tus ojos cerrados—

Las dudas la inundaban ¿Su rostro había regresado? ¿Cómo había sido eso posible?.

—Solo tienes que abrir tus ojos, déjame ver tus bellos ojos

—

•La mentira más bella es aquella que hacen con el fin de verte feliz•

Gabriel sabía que las mentiras eran malas, sin embargo había veces que eran necesarias, Jennifer necesitaba apoyo y el estaba intentando ser su apoyo, pero nunca se imaginó que impacto tendrían sus palabras, ahora que lo sabía no sabía que hacer exactamente.
El se había dado cuenta de que tan manipulable era Jennifer y eso le asustaba, ella era una presa fácil para cualquiera.