Capítulo 19.-
Jungkook permanece sentado en el mismo lugar por largo tiempo, incapaz de comprender cuánto tiempo ha transcurrido, sus ojos se mantienen fijos en un punto en la pared donde la pintura comienza a despegarse, rasguños de color que parecen dispuestos a caer en el suelo justo cómo se siente él. La voz de Taehyung, el único hombre que quiere desde siempre, repitiéndose como una canción en su cabeza.
Ojalá te hubieses muerto...
Ojalá te hubieses muerto...
Si, ojalá se hubiese muerto. Pero no horas antes en aquel camión consumido por las llamas, sino todas las veces anteriores que estuvo a punto de morir y terminó batallando con tal de volver al lado de Taehyung. Cualquier de esas otras veces, esas que no habrían roto el corazón de su novio como ha sucedido ese día. Cualquier otra... con tal de que Taehyung no se sintiese responsable de su muerte.
Ojalá hubiese muerto en aquella misión a Bangkok en la que se vio en medio de fuego cruzado o en aquella ocasión en la que estuvo en Turquía haciendo inteligencia cerca de dos meses y por poco lo descubren. Ojalá se hubiese muerto en aquel accidente en el campo de tiro con el novato del equipo o cuando uno de los comandantes lo recomendó para una misión en solitario en la zona cercana a Corea del Norte. Piensa en todas y cada una de ellas, preguntándose por qué no murió entonces, por qué la vida esperó tanto para ello.
Recuerda en automático cada una de esas ocasiones en las que se hizo daño o fue herido: la bala que rozó su torso en Bagdad, la muñeca dislocada en una estúpida pelea de entrenamiento, las trece horas de tortura en algún punto desconocido de Arabia. Piensa también en todas esas ocasiones por fuera del servicio: cuando chocó su automóvil siendo tan sólo un adolescente, cuando su tobillo se atoró en un riachuelo durante uno de sus viajes de pareja y tragó tanta agua que le dolió el pecho por semanas.
Jungkook piensa incluso en aquella tarde de abril cuando sólo tenía ocho años y solía disfrutar de treparse en los árboles del parque, fingiendo ser un explorador en la selva indómita que se rendía ante su valentía. Taehyung solía mirarlo desde abajo, fascinado con su falta de miedo y con la destreza de sus pequeñas manos que se sostenían de las ramas para trepar hasta lo más alto. El mayor nunca se atrevió a subir con él, mucho más cómodo en la seguridad del suelo junto al hombre de uniforme militar que miraba todo con apacibilidad.
Su padre se había ido ya para ese momento y Jungkook sólo se aferraba a la figura de autoridad del señor Kim, queriendo ver en su rostro serio y frío una mirada de orgullo, un gesto de aprobación ante sus intrépidas hazañas infantiles. Por eso había trepado más alto que cualquier otra vez aquella tarde, había ido más allá, evitando mirar hacia abajo por miedo a marearse o peor aún, asustarse. Ni siquiera fue consciente del momento en que el señor Kim se alejó para buscar a los demás, dejándolo bajo el atento cuidado de Taehyung.
Jungkook sólo pensó en llegar más allá, siempre un poco más allá.
Fue entonces que sintió el pinchazo en su pierna, justo a la altura de su tobillo. Jungkook tiró con fuerza de su pierna, pero sólo consiguió que sus músculos se tensaran con dolor y que sus manos resbalasen de la rugosa superficie, amenazando con dejar de sostenerlo en cualquier momento y tirarlo. Por primera vez en su corta vida, Jungkook sintió que de nada valía la fuerza y valentía de la que se jactaba siempre, sus ojos fijándose en el suelo que estaba tan lejos de él.
.- Calma, Jungkookie.
La voz de Taehyung brotó hasta él como un canto de tranquilidad, sus ojos asustados dirigiéndose hacia la sonrisa del mayor que comenzaba a trepar por el árbol con torpeza, siendo más que evidente su falta de práctica, sin embargo, Taehyung no se detuvo, sus manos agarrándose de cada rama disponible con tal de llegar hasta él cuánto antes. Su sonrisa no se desbarató en ningún momento.
.- Hyung... - su voz fue un susurro, sintiendo su peso empujar la rama hacia abajo mientras su pierna comenzaba a acalambrarse - ¡Hyung!
.- Ya voy, Kookie... - fue la respuesta del mayor, su cuerpo posicionándose lo más cerca posible de él - Espera... espera...
Las manos delgadas de Taehyung liberaron entonces su pequeño pie con una suave presión entre las ramas que lo mantenían atrapado, dejando que Jungkook pudiese impulsarse hacia adelante para no correr el riesgo de caer. Ninguno, sin embargo, fue consciente de cómo la rama en la que el cuerpo de Taehyung estaba recostando su peso cedía con un fuerte crack y lo siguiente de lo que Jungkook fue consciente es del grito de su mejor amigo, quien se retorcía en suelo mientras trataba de agarrarse la pierna izquierda en vano.
Todo se congeló entonces.
Fue la voz de su hermano mayor ordenándole que bajase la que lo despertó del letargo en el que mantenía, sus manos aun aferrándose a la rama mientras sus ojos seguían el rostro adolorido y sollozante de Taehyung ahora en brazos de su padre. Se lanzó entonces hacia adelante, sus pies fallando al sostenerlo y consiguiendo que sus rodillas se estrellasen contra la tierra y las piedras, la piel rasgándose en un ardor molesto, pero infinitamente menor que el que se retorcía en su pecho observando como alejaban a Taehyung.
Su pierna izquierda se quebró, Jungkook cargando con el peso de esa culpa desde el momento en que Taehyung atravesó la puerta de su casa sentado en una silla de ruedas infantil. La sonrisa en su rostro dedicada a él... intacta.
Desde entonces él... él ha cuidado de mí.
Sus pies se mueven con lentitud por el pasillo, sabe que es muy entrada la noche por el silencio que reina por todo el lugar. Jungkook siente que su cuerpo se arrastra con pesadez, inconsciente incluso de haber salido de la habitación en la que Taehyung le dejó procesando sus dolorosas palabras. ¿Cuántos pasillos ha atravesado ya? Puede apostar que ni siquiera podría recodar la habitación en la que él debería estar durmiendo.
Tan sólo piensa en el rostro de Taehyung, en el tono de su voz, en sus manos y en sus ojos. Piensa en cuánta falta le hace para entrar en calor o para sentirse en paz consigo mismo, con los demonios que lo atormentan. ¿En qué momento se hizo tan indispensable? ¿Cuándo se coló tan profundo en su interior? ¿Había sido así desde siempre? Jungkook no halla ningún recuerdo de su infancia sin Taehyung en él, no hay sombra en su vida que no haya sido iluminada por la sonrisa del mayor.
¿Cómo vivo sin ti?
Se lo pregunta cuando se detiene frente a la puerta de la habitación del capitán, tentado a tocar la puerta, incluso a abrirla de una patada como tantas otras que abrió en un pasado, pero se resiste, quedándose de pie frente a ella con los ojos llenándose en lágrimas de comprensión. Al fin entiende. Ha necesitado tantos años, tanto dolor e incertidumbre para poder entender lo que sucedió aquella tarde agosto cuando Taehyung regresó a casa del hospital, con la pierna enyesada y una sonrisa en su regordete rostro.
Quiere entrar y decírselo, pedirle perdón por aquella tarde y todas las demás.
Por cada ocasión en que Taehyung lo salvó incluso a costa de sí mismo y por cada ocasión en que Jungkook se aferró a él para sobrevivir.
Hay una ráfaga de recuerdos más, sus manos apoyándose en la madera fría de la puerta. Tan fría como el desierto que los rodea y amenaza con tragarlos para siempre. Es el recuerdo vívido de aquella madrugada el que regresa a su mente como un golpe seco que le roba todo el aliento, un dolor acalambrando su cuerpo mientras lágrimas se acumulan en sus ojos.
Su único secreto, el peor de todos.
.- Es lo que hay que hacer, soldado - la voz de ella suena cansada, pero la orden no deja de estar impuesta en sus palabras.
Jungkook no responde, siendo consciente de cómo el aire apenas y entre en sus pulmones con esfuerzo. El aire se hace cada vez más pesado en el pequeño espacio que comparten y el frío comienza a calar bajo sus uniformes, entumeciendo sus extremidades. No responde porque, en cambio, se dedica a detallarla largos segundos, sus ojos repasando el desordenado cabello oscuro, la sangre que resbalaba de los rasguños de su bonito rostro y sus ojos fieros dignos de una soldado como ella.
Quiere entenderla, quiere comprender por qué lo dice.
.- Mi capitán no...
Sus ojos se fijan en los suyos, ausentes de todo: .- Es una orden, soldado Jeon. No hay otra salida para nosotros... no aquí.
Jungkook lo sabe, pero sigue sin querer entenderlo. Hacerlo significa que tiene que aceptarlo y aceptar no es más que rendirse. Y aquello, sin importar el momento o lugar, no es algo que él conozca. No es eso lo que le enseñaron en la academia militar, no es lo que ha evitado hacer durante todos sus años como soldado, ni lo que por años aprendió del abandono de su padre, de resurgir desde lo roto. Jungkook no se rinde, nunca. Entonces, ¿por qué ella le está pidiendo que lo haga?
.- Podemos... podemos salir – es todo lo que susurra, queriendo darle algo a ella a lo que pueda aferrarse – Falta poco para que llegue la madrugada, vendrán a rescatarnos y...
.- Jungkook... – es la primera vez que ella lo llama por su nombre, sus labios torciéndose en una sonrisa compasiva que ilumina su bonito, pero sucio rostro – Nadie vendrá, no hay más camino para nosotros. Es lo que debemos hacer por nuestra patria... es nuestro deber.
No le dice que poco el importa ahora su deber, no cuando sólo piensa en Taehyung sentado en un rincón de su sofá, esperando por él: .- Pero... ¿y Tae? No puedo... no puedo hacerle eso a Tae.
Por un momento, Jungkook olvida las apariencias, sus mejillas humedeciéndose en lágrimas que lavan el barro y la sangre seca. No le importa seguir mintiendo, no cuando su mente sólo se inunda de Taehyung y de que necesita volver a casa, a su lado. Hay una comprensión única en el rostro de ella, su cabello cubriendo de pronto sus ojos cuando se inclina, deslizando el cuchillo del escondite de su bota con la magistral gracia que sólo enseña la disciplina.
.- Lo siento mucho por él, por Hoseok... - el nombre se desliza de sus labios con una sonrisa triste, deshecha – Ya habrá quién sane su dolor, el de Taehyung y el de Hoseok... así que lo siento por nosotros, soldado Jeon.
Jungkook reniega: .- Capitán, no...
.- Te lo estoy ordenando, Jungkook.
No es capaz de pensar, su mano deslizándose en su bota izquierda hasta sentir el pesado metal del cuchillo, el filo deslizándose en el aire cuando lo levanta y siente su mano latir con él en su palma, una resolución que lo asusta y que no desea cumplir. Presiona la punta contra su propio cuello, sintiendo como su carne se abre fácilmente ante la presión del metal afilado, está seguro que ya hay sangre corriendo por su cuello.
.- Baekyoon... - es la primera vez que la llama por su nombre, su voz cargada de súplica.
Ella no se inmuta, en cambio, hay resolución en su mirada cuando alza el cuchillo, el filo posicionándose a la altura de su cuello pálido, su pulso siendo visible ante los ojos húmedos de Jungkook: .- Es una orden, soldado. Acátela.
El chorro de sangre caliente le baña el rostro, se cuela entre sus labios hasta hacerle sentir aquel sabor metalizado y amargo. Ella se desploma contra él, el cuchillo resbalándose hasta la tierra que se oscurece no por la noche sino por el vital líquido que se desperdicia. Jungkook siente el cuchillo punzar en su mano, la orden flotando en el aire mientras ella, aún viva, se desangra contra él.
Horas más tarde y con el sol despuntando sobre su cabeza, el equipo de rescate lo encuentra camuflado en su sangre, con la respiración contenida, cubierto por su cuerpo desgonzado, frío e inerte, el corte en su cuello ya imperceptible debido al desastre de la escena y con el cuchillo enfundado en el escondite de su bota, como si nunca lo hubiese sacado de ahí.
Taehyung le preguntó sólo una vez qué sucedió, cómo aquella herida llegó a su cuello, pero Jungkook sólo guardó silencio, incapaz de contarlo en voz alta. Dejó que su novio rellenase los vacíos de su historia como si fuese una más, como si no supiese que Jungkook y Baekyoon habían partido juntos, pero sólo uno volvió. Tae no lo mencionó más y él se lo calló por vergüenza, por tristeza y culpa. Era la primera vez que fallaba cumpliendo una orden.
La culpa que lo acompaña desde los ocho años, cuando su pie se atoró entre las ramas de un árbol y fue Taehyung quien terminó herido. Una culpa que lo había hecho regresar a casa incluso ante la peor de las circunstancias, que le había prohibido rendirse incluso en la madrugada más fría de toda su vida. La misma culpa que le impidió hablar cuando observó las lágrimas de Hoseok por la pérdida de Baekyoon, la culpa que le prohibió pensar en ella o en la sangre que lo cubrió entero.
Ven siempre a casa para que pueda cuidarte, había dicho Taehyung, sus manos poniendo con cuidado la cura sobre su rodilla raspada, los ojos de Jungkook fijos en su pierna izquierda, en el blanco yeso que la rodeaba desde ese día. Por su culpa.
Se había prometido seguir hasta su último aliento con tal de redimirse, de resarcir en algo la traición de aquella madrugada de la que nadie sospechaba. Con tal de cumplir lo que Taehyung le pidió... volver a casa, a costa de todo.
.- Puedo vivir como un traidor, pero nunca sin ti - es todo lo que susurra a la puerta antes de marcharse.
Arrastra sus pasos de regreso por el pasillo, incapaz de imaginar que al otro lado de aquella puerta Taehyung permanece recostado mirando al techo de la habitación, sin poder dormir por estar preguntándose qué les depara el futuro para mañana y cómo van a vivir ambos con cualquiera que sea ese destino ya escrito.
Que intenso esto... ¿Qué será que pasará entonces? :P
¿Quién se anima a adivinar?
Por cierto, ¿Quién supo quien era Baekyoon desde que Jungkook la llama por su nombre? Sean honestos, le dedico el próximo capítulo a quién haya sido. :P
Gracias por todo.
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