Sus padres terminaron en la cárcel por todo el daño que le causaron y los míos ya no se oponían a nuestra amistad. Él se mudó con una tía, un familiar que fue capaz de darle tanto cariño como yo se lo daba a él.

Se veía más feliz, y eso me hacía feliz a mí. Habíamos triunfado a todas las adversidades y también lo haríamos en las futuras.

Fuimos creciendo, nos fuimos conociendo más y nos hicimos más cercanos. A donde él iba yo lo acompañaba. Nos apoyábamos mutuamente. Realmente nos volvimos inseparables, tanto que hubo varias personas que creyeron que éramos pareja.

—No, él solo es mi mejor amigo.

Jamás me detuve a pensar o en ver su reacción ¿Le dolía cuando decía eso?