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RECREACIÓN

Había una gran expectación al día siguiente con motivo de la recreación que iniciaría a partir de la tarde. Conrado estaría de guardia y todos rezaban porque estuviera de buen ánimo y los dejara bailar hasta bien tarde en la noche. De todas maneras, al otro día habría pase, bien podría hacer una excepción, teniendo en cuenta que habían alcanzado excelentes resultados en la inspección provincial.

Los estudiantes apenas se concentraban en las clases y en las labores agrícolas, ansiosos porque iniciara la fiesta. Desde hacía meses no tenían una recreación en la escuela. Grettel había prometido divertirse mucho y nadie lo ponían en dudas, conociéndola tan bien. El único tema de conversación aquella mañana giró en torno a la recreación y a todo lo que traería consigo. Muchas alumnas ya les habían mandado mensajes a sus novios para que acudieran en la noche y se filtraran en la escuela. Y se esperaba una buena afluencia clandestina de estudiantes del preuniversitario vecino.

A las tres de la tarde llegó una camioneta a la escuela y de ella descendieron cinco jóvenes que, tras ser recibidos por Conrado, Elías y Rufino, comenzaron a descargar soportes de hierro, cables, reproductores de audio, juegos de luces y enormes amplificadores de sonido que fueron instalándose en la plataforma del área de formación. El trabajo agrícola de esa tarde se había suspendido, y ante la llegada de los visitantes, las chicas de onceno grado se habían aglomerado en la plaza, chillando de contento, ya que se trataba de la discomóvil más popular del pueblo la que había sido alquilada, y los alumnos de décimo y duodécimo que estaban en las aulas, corrieron a asomarse a las ventanas de los salones de clase para comprobar que la fiesta era todo un hecho.

Igor, que parecía conocer a los recién llegados, estuvo con ellos ayudándoles a montar el equipamiento, y media hora después, ya toda la escuela retumbaba a golpe de reggaetón, y fue casi imposible continuar con las clases. A pesar del picante sol de la tarde, el alumnado estaba en todas las áreas exteriores, disfrutando de la rítmica música puesta a todo volumen. Algunas estudiantes habían formado pequeños grupitos que bailaban y se divertían ya, a la sombra de los arbustos entre los dormitorios.

Yolanda estaba sentada junto a Joel y al resto del piquete en el ranchón, y no podía evitar sonreír al recordar sus primeros meses en la escuela, específicamente aquella recreación nocturna con motivo de las elecciones estudiantiles, en el mes de octubre del año anterior. Aquella noche en que el absurdo reto de una muchacha despechada y celosa dio origen a un proyecto que pasó a convertirse en algo mucho más sólido y hermoso que un simple grupito de baile. Gracias al reto de Rosemary aquella lejana noche de octubre, el piquete había cobrado vida y era parte vital de su existencia.

No podía creer que solo hubiesen pasado tres meses. Tenía la sensación de que, el tiempo transcurrido era mucho mayor. Miró los rostros luminosos y alegres de sus amigos. En solo tres meses se habían constituido en más que un grupo, más que una tribu o un piquete. Eran una familia en la cual se respetaba la individualidad del otro, y en la que cada quien era importante y especial con sus luces y también con sus sombras. En solo tres meses había trabajado, reído, llorado, sufrido y celebrado juntos, y daba la sensación de que se conocían de mucho más tiempo. Yolanda era incapaz de concebir su existencia sin la presencia de cualquiera de ellos: sin los resabios de Nora, sin la pasión de Grettel y Víctor, sin la autosuficiencia de Dennis, sin las broncas de Renzo y Betsy, sin los disparates de Erik, sin la inocencia de Aarón y María Alejandra, sin los excentricismos de Salim, sin la timidez de Oscar, sin el amor de Luis Mario y Wendy, sin el entusiasmo deportivo de Flavia, sin la delicada coquetería de Denise, sin lo novedoso de la relación entre Dalton y Fabián, sin Diogo, sin Itzel, sin Katia, sin Brianna, e incluso, sin Valeria. Todos formaban parte de su vida, la vida que pensó no poder soportar luego de perder el sueño de seguir estudiando para convertirse en bailarina clásica.

Ahora todo tenía sentido. Debía perderlo todo, para ganar algo más. Ahora los tenía a todos ellos en su vida, y especialmente, a Joel. Recordó sus antiguos temores, sus inseguridades, y le resultaron ridículas. Ahora solo ansiaba tener a Joel todo el tiempo desnudo y a su merced, y descubrir nuevas formas de tener sexo y alcanzar el éxtasis, el cielo, el infinito, estando entre sus brazos.

Solo tres meses habían bastado para cambiar toda su existencia, y estaba agradecida por ello:

_ Los quiero, muchachos._ dijo de repente en voz alta, casi sin darse cuenta, pero sin arrepentirse o sentir vergüenza.

Nadie puedo evitar mirarla con ojos de asombro:

_ ¿A qué viene eso?_ preguntó Nora que estaba jugueteando con una de las orejas de Erik, a propio intento o de manera distraída.

_ Nada, solo quería que lo supieran._ sonrió Yolanda arrebujándose contra Joel.

_ Nosotros también te queremos, bailarinita._ chilló Betsy.

Yolanda soltó una carcajada y recordó cuando Betsy usaba aquel término de manera insultante, cuando ninguna de las dos imaginaba que terminarían convirtiéndose en amigas:

_ Pero nadie más que yo._ sentenció Joel mientras la besaba con ternura en la base del cuello, desatando una oleada de burlas.

Salim entornó los ojos y se estiró cuanto pudo:

_ ¡Santa Cher! Estos dos no dejan de darse lengua y manosearse últimamente delante de quien sea. Esas exhibiciones en público deberían estar prohibidas.

_ ¿Envidiosa, princesa?_ se mofó Erik y Salim solo se limitó a mostrarle la lengua bajo un descomunal choteo.

Valeria, que estaba sentada a su lado, se corrió un larguísimo mechón de cabellos detrás de la oreja y dejó de reír en cuanto reparó en Diogo, que había sido llamado por un par de alumnas que no podían estar más alebrestadas con el muchacho que casi había corrido hacia ellas. La joven tragó en seco y no pudo entender por qué al contemplar aquella escena, le provocaba una sensación muy similar a una que había experimentado durante tres años. Era el mismo vacío doloroso que había sentido cada vez que sabía que Joel tenía una nueva aventura amorosa. Intentó sonreír ante la discusión que se había entablado entre Nora y Erik, y con la sarta de pescozones que la chica le estaba propinando entre un aluvión de insultos y las risotadas de todos.

******************

El horario de comida transcurrió más rápido que de costumbre. El ansia de bailar y divertirse era mucho más grande en los alumnos esa noche, que el hambre que pudiese estar aguijoneándoles. Había oscurecido temprano, y la plaza vibraba, iluminada no solo que la lámpara habitual, sino también con los juegos de luces instalados que danzaban sobre la masa de estudiantes que ya se había aglomerado ante la tarima y movían sus cuerpos al ritmo de la música. Yolanda respiró con alivio. Por suerte, los jóvenes DJs no se encasillaban solamente con un solo ritmo. Parecía que cada vez que iba a una fiesta, lo único disponible era el reggaetón, por ser lo más novedoso en el ambiente musical en el mundo entero. Pero desde la tarde y hasta aquel momento, una agradable variedad había predominado, desde ritmos latinos como casino, merengue, bachata, hasta música house, hip hop y por supuesto, el indispensable y por ende favorito reggaetón.

Ya desde muy temprano habían comenzado a aparecer los infiltrados, tanto los que habían acudido provenientes del preuniversitario vecino, hasta los intrusos de Florida, y que lucían uniformes prestados por otros estudiantes, con los que se hacían prácticamente invisibles a los ojos de los profesores de guardia esa noche, que deambulaban por todos los rincones de la instalación, conocedores de las artimañas que se llevaban a cabo cada vez que había una temida recreación nocturna en la escuela. Ya habían sorprendido a unos cuantos a los que habían obligado a salir de la institución bajo amenazas de dar aviso a las autoridades si volvían a ser sorprendidos dentro de los terrenos de la escuela. Conrado parecía particularmente esa noche, un fiero halcón a la caza de presas a las que desmenuzar con sus garras.

El piquete se había ubicado en una zona céntrica, entre la turba de alumnos que llenaban la plaza y casi delante de la tarima, con los amplificadores a punto de reventarles los tímpanos de los oídos, pero bailando y disfrutando como el resto. Igor estaba junto a los responsables del audio, y sentada a su lado, regia como una reina, estaba Denise, luciendo despampanante mientras se abanicaba con gracia. En aquel momento sonaba un tema musical del grupo cubano Gente D'Zona y el perreo era el movimiento que predominaba en la mayoría de los estudiantes, principalmente en las chicas. Flavia señaló discretamente hacia el sitio donde Rosemary se había colocado, junto a Lilí, Gina y Yomira. Yolanda enarcó una ceja y torció los labios en una mueca.

Rosemary no perdía la costumbre de intentar ser el centro de atención, y su baile era una muestra desesperada por querer resaltar a toda costa. Sus movimientos de caderas eran sensuales, sí, pero a nadie parecía causarle admiración, de hecho, nadie se giró hacia ella ni una sola vez, a pesar de que sus acólitas chillaban, reían y trataban de captar el interés de quienes le rodeaban. Eran totalmente invisibles:

_ Hay que darles una lección de cómo es que se perrea rico de verdad._ sonrió Salim con malicia y se giró hacia Nora._ Gordis, vamos a enseñarles.

Nora cambió de color y negó firmemente con la cabeza, pero los chicos comenzaron a insistirle y a rogarle, y luego de dudarlo unos segundos, se dejó arrastrar por Salim hasta el centro del corro, donde comenzaron a sacudir el cuerpo rítmicamente y con tanta sensualidad, que pronto se vieron ovacionados no solo por los chicos del piquete, sino por todos los que estaban alrededor:

_ ¡Esa es mi gorda!_ vociferó Erik agitando los brazos y dando palmas.

Nora, más segura de sí, aumentó la velocidad de los movimientos y comenzó a descender, hasta llegar prácticamente al suelo, sin dejar de mover las caderas y sacudir el trasero. Salim la imitó casi a la perfección, y los gritos alrededor aumentaron considerablemente mientras le animaban a continuar. Circularon varios comentarios de admiración entorno a la facilidad con que una muchacha tan robusta se movía, y la excesiva feminidad de Salim. El clamor se hizo aún mayor cuando uno de los animadores, con la voz amplificada en micrófono dijo por encima de la música:

_ ¡Una bulla para Salim y Nora, la pareja que mejor perrea en todo el IPUEC!

Y el estudiantado hizo eco de la invitación elevando una algarabía que quedó suspendida en el aire por varios segundos. Yolanda le hizo un saludo a Denise, quien de seguro había convencido al DJ para que pronunciara aquellas palabras y reprimió una risotada al ver a Rosemary encogerse de hombros y dirigirles una mirada de desprecio al grupo que le había robado una vez más la atención:

_ Gorda, qué rico tú bailas._ celebró Víctor._ Quisieran muchas flacas tener el sandungueo tuyo.

_ Oye,_ comenzó a decir Salim abanicándose con una mano._ esta señorita me puso a sudar. Tuve que sacar afuera todo mi arsenal para que no me opacara.

Itzel dibujó un mohín en el rostro:

_ Ay sí, como si a ti no te gustara el exhibicionismo y ripiarte como un yarey delante de quien sea cuando tienes oportunidad.

Salim se encogió de brazos y le dirigió una mirada asesina:

_ Vale quien puede y no quien quiere. Y en mi caso, yo puedo y quiero, perra envidiosa y embelequera.

_ Ay no, por favor._ intervino Katia._ no vayan a discutir ahora. Vamos a seguir disfrutando que a saber cuándo volvemos a tener recreación en la escuela.

Un tema de Sean Paul revolucionó la festividad. Denise no tardó en unirse a sus amigos, en compañía de Igor:

_ ¡Vaya! _ dijo Dennis con tono sarcástico._ Sus altezas decidieron descender de las alturas para reunirse con los plebeyos.

Denise se limitó a mostrarle la lengua y a invitar a Salim a dar otra muestra de lo que se podía definir como un baile sensual. Ambos, rodeados por sus amigos, comenzaron a realizar movimientos pélvicos tan rítmicos y perfectamente sincronizados que parecían ensayados. Sacudían el trasero de una forma que no parecía normal, pero que igualmente, resultaba agradable de observar:

_ Salim se mueve tanto o más que una mujer._ observó Aarón sin dar crédito a lo que veía.

Yolanda batía palmas mientras se dejaba llevar por el ritmo y la alegría colectiva. Tras ella, Joel se movía rozándola, atrayéndola hacia sí de vez en vez. No eran los únicos emparejados para bailar: Víctor y Grettel, Renzo y Betsy, Dennis y Flavia, Aarón y María Alejandra, Luis Mario y Wendy, Oscar y Brianna, Igor y Denise, además de Katia y Dalton, Fabián e Itzel y Erik y Nora. Salim era el único que no tenía pareja, y tampoco es que la necesitara, puesto que revoloteaba alrededor del grupo y parecía bailar con todos y cada uno de ellos. Avanzaba al centro del corro y daba una demostración de lo que era el auténtico estilo house, con movimientos delicados pero muy precisos.

A cierta distancia de donde se encontraba el piquete, Yolanda divisó a Diogo entre la muchedumbre. Iba acompañado de las dos alumnas que le habían ido a buscar en la tarde al ranchón. Y fue entonces que cayó en la cuenta de que faltaba alguien más en el grupo:

_ ¿Y Valeria?_ le preguntó a Joel tratando de hacerse escuchar por encima de la música puesta a todo volumen.

_ ¿Qué?_ casi gritó Joel acercando más el rostro a ella.

Yolanda repitió la interrogante. El joven miró entorno. Él también acababa de darse cuenta de la ausencia de la muchacha. Yolanda lanzó una mirada más en dirección a Diogo y frunció el ceño:

_ Vamos a buscarla._ ordenó, tirando de una mano de Joel.

_ No creo que vaya a querer venir._ supuso él.

_ Pues aunque tengamos que sacarla a la fuerza de donde esté y traerla arrastrada._ finalizó Yolanda con determinación.

******************

Valeria estaba concluyendo de colocar el mosquitero. Tenía planeado ir a cepillarse los dientes y acostarse de inmediato. Tal vez leería un rato antes de quedarse finalmente dormida. Eso, si la música y el bullicio de la fiesta proveniente de la plaza se lo permitían. Solo algo era cierto: no tenía motivos para celebrar, y ver a Diogo divirtiéndose, como de seguro estaría haciendo en ese instante, no formaba parte de su plan.

Todavía era incapaz de comprender y asimilar las razones por las cuales le afectaba tanto el distanciamiento entre ambos, y más aún, el que aquellas dos muchachas le coquetearan tan descaradamente en la tarde... ¿Con cuál de ellas estaría bailando? Tratándose de él, seguramente con ambas.

Sacudió la cabeza con brusquedad, queriendo apartar de su mente aquellos pensamientos, aunque supiese que se trataba de un intento casi imposible. Fue hasta el baño a oscuras y se salpicó el rostro con agua fresca, ignorando las ranas acomodadas en varios rincones del lavadero que ni se dieron por enteradas de la presencia de la muchacha. Se cepilló los dientes y mientras lo hacía, casi pudo ver en su cabeza a Diogo refregándose con las dos fulanas. Escupió con asco, con rabia. Se enjuagó la boca y retornó al dormitorio con la idea de ponerse cuanto antes la ropa de dormir y embutirse en la cama. Ver a Yolanda de pie junto a la litera la llenó de turbación:

_ ¿Yolanda? ¿Pero qué...?

_ ¡Qué bueno que tienes puesto el uniforme! Joel está allá afuera esperando. Vinimos a buscarte para que vayas con nosotros a la recreación. Todo el piquete está allí y solo faltas tú.

Valeria se mordió la lengua para acallar la pregunta que estuvo a punto de soltar. Quería saber si Diogo estaba solo o acompañado. Bajo otras circunstancias se habría sentido halagada y conmovida por lo que Yolanda le acababa de anunciar, pero no en ese momento; no con todas esas ideas acerca de Diogo que bullían en su cerebro. Intentó sonar amable al decir:

_ Ay Yola, gracias, pero justamente iba a acostarme ya.

_ Oh, ya lo dijiste... ''ibas a acostarte'', porque ahora mismo vas a salir conmigo y Joel para la plaza y vas a mostrarle a todos lo divertida que puedes llegar a ser.

Valeria apretó los labios y se dispuso a guardar el cepillo de dientes. Se sentó al borde de la cama y evitó mirar a Yolanda a los ojos:

_ En serio Yola, no tengo deseos de bailar ni de festejar. Lo único que quiero es acostarme y...

_ ¿Es por Diogo?

Un disparo no le habría provocado tal sobresalto. Yolanda se había sentado junto a ella y había soltado aquella pregunta sin rodeos:

_ ¡No...! ¿Por qué...? ¿Qué tiene que ver Diogo en todo esto?

Yolanda sonrió al advertir su nerviosismo y alzó los hombros de manera despreocupada, como lo era su tono de voz:

_ No lo sé. Dímelo tú.

Valeria abrió la boca y a través de sus labios temblorosos no brotó ni un solo vocablo, como si las palabras se negasen a obedecerla en su intento de emitir algún tipo de defensa a su favor. Yolanda hizo un imperceptible movimiento de cabeza y tomó una mano de la joven:

_ Mira, no quiero hacerte sentir incómoda. Solo quiero... queremos, que vengas a divertirte con nosotros. Nos merecemos esta noche, y no es justo que por Diogo o cualquier otro imbécil, te la estés perdiendo.

Valeria resopló y apretó los labios, intentando superar el escozor de los ojos. Yolanda continuó:

_ No sé qué fue lo que hubo entre ustedes dos, y tampoco quiero que me lo cuentes si no quieres. Pero sí hay algo que sé: y es que entre tú y Diogo saltaron chispas. Todo el que los vio en estos últimos días se dio cuenta, como también se percataron de que algo muy feo tuvo que pasar entre ustedes para que hayan dejado de tratarse con la misma rapidez con que empezaron a hacerlo. En fin, haya sido cual haya sido el conflicto entre ustedes, lo que sí me parece injusto y absurdo, es que tú estés aquí perdiéndote la fiesta mientras él está allá divirtiéndose con dos guaricandillas.

Aquella confirmación hizo que Valeria se irguiera casi con violencia. Entonces, sus sospechas habían sido ciertas todo el tiempo. Diogo estaba recreándose muy bien en compañía de las individuas de la tarde. Sintió una oleada de rencor subiéndole a lo largo de la columna vertebral. Yolanda no dejó pasar por alto aquella reacción involuntaria y se sonrió aún más, casi con alevosía:

_ Aunque si te soy sincera, es verdad que Diogo está bailando con esas dos fulanas, pero no sé... Algo me dice que a él le gustaría estar disfrutando ahora mismo con otra persona.

_ ¡Vamos...!

El impulso con que Valeria se puso en pie y la firmeza con la cual emitió aquella orden, hicieron que Yolanda diera un respingo. Valeria se recogió su inmensa cabellera en un descuidado moño que fijó con un par de ganchetas. Yolanda tenía razón. No había motivos para que ella estuviera toda deprimida y atormentada mientras Diogo se las daba de Don Juan Tenorio y la pasaba en grande, sin pensar en ella ni por un segundo. Si había logrado superar a Joel tras suspirar por él durante tres años, más fácil le resultaría pasar la página de Diogo, al que conocía desde... ¿Cuánto exactamente? ¿Una semana?

Estaba dispuesta a cambiar todas las opiniones acerca de su persona esa noche. Ya nadie volvería a llamarla ''Puntualita'', o ''la reina de hielo'', o ''Rapunzel corazón de piedra''. Le mostraría a toda la escuela que ella era capaz de divertirse tanto o más que cualquier otro. Pero sobre todo, se lo demostraría a Diogo.

******************

Diogo se aburrió prontamente de sus dos acompañantes y se las agenció para dejarlas plantadas y unirse al piquete donde, pese a sus expectativas, no se sintió mucho mejor de ánimo. Había cedido a la tentación de aquel par de chicas interesadas en él, y dispuestas a emplear todas sus artimañas con tal de que una de las dos lograra finalmente seducirle y llevarlo a la cama, aunque, igualmente le dejaron entrever que estaban dispuestas a compartirlo de ser necesario.

Aunque motivado en un inicio, sobre todo con la idea de sacarse a Valeria de la mente, Diogo pronto se percató del error que había cometido, y no veía una manera limpia de librarse de aquel par de acosadoras. En otro tiempo no le habría importado. Es más, hubiese disfrutado aprovechándose del interés de ellas y las habría convidado a llevar a cabo un desenfrenado trío, al que, sin lugar a dudas, ellas habrían aceptado.

Pero todo había cambiado. Valeria lo había cambiado todo, y Diogo no podía entender cómo una persona que apenas conocía podía haber puesto de cabeza todo su mundo y su manera de actuar y pensar. Por más que quisiese darse un buen revolcón al final de la noche con aquel par de admiradoras, cada vez que las miraba le asaltaba un terrible sentimiento de decepción. Ninguna era como Valeria. No poseían su encanto, su gracia natural, la manera sencilla y muy sensual que tenía al moverse, al hablar, al apartarse el cabello, aquella cascada negra y sedosa en la que él ansiaría enredar sus dedos.

El último eco de un reggaetón de Wisin y Yandel fue desvaneciéndose mientras cobraban fuerza los primeros acordes electrónicos de un nuevo tema musical:

♫...I've given you no reason
Just the silent treatment
While I've given myself the benefit of my own doubt.
For it's far too way from crying
Living and slowly dying
Despite all our efforts to shut it down...♪

Diogo contuvo la respiración cuando vio acercarse al grupo a Yolanda y a Joel, acompañados de Valeria. Los chicos los recibieron con una gran ovación, sobre todo a Valeria, que sonrió tímidamente, sin esperarse aquella recepción, y tras dirigirle una mirada distraída, lo ignoró con un gesto altivo, como si se tratase de alguien sin importancia:

_ ¡Rapunzel, Rapunzel, deja caer tu cabello!_ chilló Salim dando saltitos alrededor de Valeria, como un delicado elfo danzando sobre flores.

Valeria juntó los labios de forma apretada para evitar que la sonrisa se hiciera mucho más ancha. Sus ojos volvieron a tropezar con los de Diogo. Alzó una mano de manera muy sutil y se sacó los ganchetes. Al instante, aquella cortina azabache cayó dulcemente sobre su espalda y sus hombros, y comenzó a bailar, sacudiendo la cabeza de un lado a otro, haciendo hondear su cabellera, meneando despacio las caderas, deslizando los brazos y las manos al ritmo de la música electrónica, mientras los demás la coreaban y animaban a continuar:

_ ¡Así se hace Valeria!_ vociferó Joel._ ¡Demuestra quién eres!

Diogo estaba boquiabierto, y Valeria parecía disfrutarlo, transportada a otra dimensión, sumergida en su propio baile. Pero se propuso ser más incisiva. Se acercó a Erik y tiró de él hacia el centro del círculo, mientras continuaba danzando bajo el influjo de aquella música ante la cual se había rendido totalmente. Ignoró por completo las risas y alaridos de los demás y el rostro desencajado de Erik, totalmente sorprendido y colorado hasta la punta de sus orejotas. Pero aunque bailaba con él, y aparentemente para él, Valeria no apartaba la vista de Diogo:

♫...I never seen someone like you...
The one that I made you into...♪

Hubiese querido estar junto a él, entre sus brazos, sintiéndole bailar, moverse, rozarla. Pero Diogo seguía furioso con ella, herido por un simple error del cual ella no había dejado de arrepentirse, pero del que ya no pediría más perdón. No se rebajaría ante un niñato de décimo grado, por mucho que le gustara.

¡Sí! Acababa de ser sincera consigo misma por primera vez. Diogo le gustaba. Y mucho. No le importaba que fuera dos años menor que ella, y mucho menos que fuera de raza negra. Le gustaba y punto. Pero por desgracia, él parecía no sentir lo mismo por ella. La historia de su vida. Tal parecía que estaba condenada a fijarse en jóvenes a los que no estaba destinada a gustar. La maldición de Joel se repetía ahora con Diogo. Pero no dejaría que volviera a afectarle de igual manera, y menos, que aquella atracción cobrara fuerza y se convirtiera en algo mayor. Se encargaría de poner fin cuanto antes a aquel sentimiento platónico.

No podía dejar de moverse. Sus brazos no paraban en aquel hipnótico fraseo cargado de sensualidad que trazaba signos invisibles en el vacío, bajo la intermitente lluvia de colores que provocaban los juegos de luces, como un hada, un ser sobrenatural levitando deliciosamente, o esa sensación tuvo Diogo, obnubilado con la muchacha al verla bailar de aquella manera tan voluptuosa.

Valeria dio un giro y sintió que algo se estampaba contra ella. Algo no. Alguien. Joel y Yolanda se habían aproximado sigilosamente a Diogo para propinarle un empellón en dirección a donde se encontraba Valeria. El muchacho no tuvo tiempo ni de chistar. De repente allí estaba, de pie, con Valeria entre sus brazos, reteniéndola por temor a que fuera a caer, o a escaparse de su lado. El mundo se había detenido o simplemente ralentizado. El coro de mofas del piquete, la música electrónica, el baile de las parejas, el parpadeo constante de las luces...

Valeria y Diogo permanecieron una eternidad estrechados, sin dejar de mirarse. Las manos de ella se aferraron a la tela de la camisa de uniforme entreabierta y no se detuvieron allí. Reptaron despacio, muy despacio hasta alcanzar el anhelado contacto con la piel oscura, cálida y sudorosa. Las de él se enredaron en mechones de cabellos de la chica y aprisionaron la cintura femenina. Temblorosos, anhelantes, incapaces de reaccionar o emitir un sonido o un movimiento brusco que pusiera fin a aquella magia, a aquel momento del cual no querían escapar.

Valeria deslizó entonces la lengua sobre sus labios resecos y Diogo ya no pudo aguantar más. Aquello le pareció una invitación, una señal. Descendió fieramente sobre ella y cubrió su boca con la suya. Lo siguiente fue bastante confuso para ambos. Solo tenían claro que estaban besándose salvajemente y a su alrededor todo era una especie de caos entre chillidos, alaridos, chiflidos y muy, muy lejano, los gritos de Salim:

_ ¡Al fin! ¡Al fin! ¡Ya era hora!

Y por encima de toda aquella algazara, la voz de Sofi Tukker cantando:

♫...I want you to come closer... Maybe a dream made better.
Maybe a little meaner... Does it take work?
I hate when you can resist me... Don't step on my fantasy
Don't come to life... Don't come to life... Don't come alive...♪

******************

Por primera vez desde que se habían hecho novios, Brianna no estaba disfrutando del sexo con Oscar. Había decidido hacer de cuenta que no estaba al tanto de la atracción de él hacia Denise, pero durante la recreación, cuando todos estaban divirtiéndose a más no poder, entre Betsy y Denise lo arrastraron hasta el centro del círculo y comenzaron a moverse contra él, sonrojado hasta la última punta del último cabello de la cabeza. El que Betsy estuviera encima de su novio no significaba nada, pero ver a Denise refregando su torneado y atractivo trasero contra el muchacho la hizo enloquecer, y tuvo que poner todo su empeño para no perder la calma y correr a apartarla y propinarle un buen par de bofetones para que respetara a su novio y a los ajenos ¿Cómo era posible que Igor no dijera nada y permitiera que ella se sobara de aquella forma con otro hombre?

Minutos después de aquella escena, Oscar comenzó a darle besitos en el cuello y en los hombros. Era la señal que reconocía en él, indicándole que estaba sediento de sexo. Estuvo tentada a negarse, pero terminó cediendo, y allí estaban, desnudos sobre una colchoneta vieja que había guardada en el laboratorio de Química para las ocasiones en que Carmina o las otras profesoras de la asignatura se quedaban de guardia. Había algo raro y diferente en la manera en que Oscar le hacía el amor esa noche:

«_ Debe estar pensando en Denise._ se dijo Brianna y no pudo evitar que se le escapara un gemido quejumbroso.»

Oscar se detuvo y la miró con gesto preocupado:

_ ¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Te lastimé?

Brianna forzó una sonrisa. En medio de la oscuridad, con su déficit de visión y sin los lentes, resultaba imposible que Oscar advirtiera el dolor en el semblante salpicado de pecas:

_ No, no... Todo está bien.

Oscar le acarició las mejillas con suavidad y se inclinó para chuparle el pezón de un seno. Brianna se mordió los labios y arqueó ligeramente el cuerpo. Por lo general, sus senos eran una de las zonas más erógenas en su anatomía, y cualquiera podía tener el control sexual de su cuerpo con solo tener conocimiento de ello y saber manipularlos de la manera adecuada, justo como estaba haciendo su novio en ese momento. Sin embargo, era tal su frustración, que ni así lograba concentrarse y disfrutar de la intimidad del instante.

Cerró los ojos, le echó los brazos al cuello y se dispuso a entregarse sin más, hasta que él concluyera. Sería la primera vez que fingiría un orgasmo con Oscar. En el pasado había fingido muchos. Hasta el momento, con Oscar no había sido necesario. Para ser un principiante, el joven estaba aprendiendo muy rápido todo lo concerniente a las artes amatorias.

Oscar llegó al clímax con un alarido de placer entrecortado y las manos aferradas a las caderas de Brianna. Se dejó caer sobre ella, jadeando como si hubiese acabado de correr en un maratón. Segundos antes, ella había chillado con la misma pericia que una actriz pornográfica, y al ver que su novio había concluido, permaneció tumbada boca arriba, conteniendo el llanto que ansiaba liberar desesperadamente. No hubo ninguna reacción en ella, incluso cuando Oscar la abrazó y tras besarla en la boca, le dijo en un susurro:

_ Te quiero, mi pelirroja... Te quiero muchísimo.

En la mente de Brianna solo apareció dibujada una palabra que los labios no se atrevieron a pronunciar:

«_ Mentiroso...»  

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