OBSESIÓN
Brianna corrió al encuentro de Oscar y se arrojó a sus brazos a la vez que hundía la lengua en la boca del muchacho. El impulso casi hizo caer a Oscar, siendo de constitución más endeble comparado con su novia, pero resistió la embestida y le respondió al beso. Desde que estaba con Brianna se sentía importante, normal. Yo no ocupaba las filas de los chicos marginados a los que ninguna muchacha prestaba atención, los eternos cátcher, como eran denominados de manera despectiva por aquellos que presumían de ostentar una o más conquistas amorosas.
Pero esa etapa había concluido para él. Ahora tenía novia y podía presumir la manera salvaje en que se besaban delante de todos. Ojalá y Denise pudiera verlo. Se daría cuenta de lo fogoso y desinhibido que él podía llegar a ser, aunque solo fuese fingiendo puesto que, en realidad esas demostraciones públicas no le hacían sentir del todo cómodo. Pero si Denise pudiera verlo en ese momento...
Dejó de besar a Brianna y giró la cabeza con rapidez, temeroso de haber invocado a la chica cuando escuchó su voz resonando en el aire. Pero no se trataba de la Denise alegre y coqueta que tanto le fascinaba. Aquella voz era de una Denise furiosa y agresiva que en aquel momento forcejeaba con su novio, tratando de liberarse de los brazos que le retenían e impedían alejarse de él:
_ ¡Si crees que vas a jugar conmigo y con la otra estás muy equivocado, papito! ¡Los tarros en mi cabeza no caben!
_ ¡Denise que te dije que todo eso es mentira!_ se justificó Igor.
_ ¡Suéltame! ¡No pienso seguir perdiendo el tiempo contigo! ¡Suéltame Igor!
Oscar estuvo tentado por un momento a ir corriendo donde la pareja y asestarle un puñetazo al gigantón para así liberar a la chica de sus sueños. Fue como si en cuestión de segundos, se proyectara una película en su cerebro. Él noqueaba a Igor, y Denise, toda derretida, se arrojaba en sus brazos y le decía que había cometido un gran error al confiar en Igor, que había estado ciega al no darse cuenta que él era el novio ideal para ella. Pero de la misma forma en que aquellas imágenes se sucedieron, se esfumaron, como un rollo de celuloide quemado, consumiéndose en una llamarada fugaz.
¿En qué estaba pensando? Igor solo con un resoplido le haría caer al suelo, y con ponerle uno de sus puños encima le quebraría un hueso. Pero por otro lado, el imaginar que él le hubiese hecho daño a Denise, a su Denise, le llenaba de un sentimiento de ira hasta aquel momento nunca experimentado:
_ ¿Qué pasa, nené?
La pegunta de Brianna lo devolvió a la realidad, y miró a su novia, sin poder disimular el enojo:
_ ¿Por qué crees que estén peleando?
Brianna hizo un gesto ambiguo con los hombros y tardó unos segundos en añadir:
_ No digas nada, pero hay rumores de que Igor está con Denise y con la que era novia suya antes que ella.
El sentimiento de odio por el novio de Denise alcanzó grados insospechables en el pecho de Oscar. Casi tuvo que gritarse para detener el impulso de correr hacia la pareja y satisfacer las ganas de golpear al joven... ¿Cómo podía Igor tener el coraje de traicionar a Denise? Si él tuviera de novia a una chica tan maravillosa como ella, no tendría ojos para ninguna otra muchacha ¿Qué se creía el gigantón prieto aquel? ¿Con qué derecho lastimaba a la chica de sus sueños?
_ Pero yo no creo que sea verdad. La que era novia de Igor está en mi dormitorio y en mi aula, y desde que Igor empezó con Denise, ella se ha dedicado a hablar mal de los dos. Dice que Igor es malo en la cama y que es un pajuato, y todo lo que se le ha ocurrido. Ahora está regando que se reconciliaron, pero eso no tiene sentido, porque después de todo lo que ha rajado del muchacho, si ella vuelve con él, lo que no tiene es una gota de vergüenza.
Oscar ya no escuchaba nada de lo que estaba diciéndole Brianna. Estaba más concentrado en la pareja que continuaba enfrentándose, hasta que la muchacha empujó a su novio y se alejó de él con la actitud de una fiera enjaulada.
Osca estuvo tentado a seguirla y ofrecerle apoyo y consuelo, pero Brianna volvió a echarle los brazos al cuello y con una sonrisa que dejaba ver sus dientes cubiertos de brackets, preguntó con tono cariñoso:
_ ¿Tú me quieres, nené?
Y ante aquella pregunta incapaz de responder de inmediato, Oscar se cuestionó a sí mismo con respecto al tipo de juego sórdido que estaba llevando a cabo, sosteniendo una relación con Brianna, cuando realmente estaba pensando en alguien más:
_ Claro que sí._ contestó con una sonrisa temblorosa.
Y se sintió fatal cuando su novia le llenó el rostro de efusivos besos y le abrazó con fuerza.
******************
Mientras los chicos platicaban y compartían el suculento almuerzo que Renzo había traído de su casa, y se mofaban del mal carácter de la abuela del muchacho, Fabián tomó la guitarra de Aarón y empezó a rasgar las cuerdas. Hacía mucho tiempo desde que había tocado por última vez. Su madre, profesora de música, le había enseñado a tocar la guitarra cuando apenas tenía siete años, y por un breve tiempo, ambos acariciaron la idea de que el chico estudiara en la escuela de arte, puesto que mostraba grandes aptitudes para la música. Sin embargo, el ADN militar de su padre, atado a su machismo prejuicioso, pronto desechó tal propósito, y la guitarra se volvió un simple hobbie que practicaba en compañía de su madre, y preferible, cuando su padre no estaba presente.
Durante la enfermedad de su mamá, a veces interpretaba alguna canción para ella, pero tras su muerte, pasaron meses antes de que volviera a atreverse a tomar la guitarra en sus manos. El día que quiso hacerlo, como una forma de homenajear a su madre difunta, no halló el instrumento. Su padre se había deshecho de ella juntamente con otras pertenencias. Sus hermanos mayores protestaron pero no consiguieron nada, y la atracción que Fabián sentía por la música quedó prácticamente sepultada junto con el cadáver de su mamá, limitándose en lo sucesivo a ser un simple oyente y apreciador.
Y ahí estaba años después, con la guitarra de uno de sus compañeros de clases, refrescando la memoria mientras sus dedos arrancaban notas melódicas que pronto captaron la atención de los chicos. Cuando Fabián alzó los ojos se encontró con los rostros admirados de los demás, incluyendo a Dalton:
_ No sabía que tocabas la guitarra._ señaló el muchacho.
_ Y no lo hago. De hecho, hacía años que no tocaba. Estoy totalmente oxidado.
_ Pues yo no lo creo así._ apuntó Aarón._ Quizás solo necesites practicar para ponerte al día. Cuando quieras puedes usar la mía sin ningún problema.
Fabián negó suavemente con la cabeza y se la devolvió:
_ Gracias, pero la verdad es que no tengo interés. Solo quería...
Se detuvo y frunció los labios:
_ ¿Qué pasa?_ le preguntó Dalton.
_ Nada, olvídalo. Oye Aarón, estaba pensando... ¿Te sabes alguna canción cristiana sobre renuncia, despedida, algo así?
_ ¿Cómo para qué?
_ Sigo dándole vueltas a lo que queremos hacer por Luis Mario y Wendy, y se me ocurrió que una canción apropiada podría sernos útil.
_ Podría investigar. Estoy seguro que algo encontraré.
Dalton continuó reclamándole a Fabián el hecho de que supiera tocar la guitarra y no le hubiera dicho y los otros peleaban con Erik que, aprovechando la distracción de sus colegas, se había zampado gran parte del almuerzo que estaban compartiendo. Dennis se aproximó al grupo en silencio y con rostro ensombrecido. Renzo lo recibió con entusiasmo:
_ ¡Cerebro con patas! Compadre ¿Dónde estabas metido que no te había visto?
Renzo abrazó a Dennis y el muchacho le devolvió el gesto de manera mecánica:
_ Allá afuera hay alguien que quiere verte.
_ Si es quien me imagino que es, mejor dile que no pierda su tiempo y...
_ No es Betsy._ aclaró Dennis con tono reticente.
_ Ah, bueno..._ dijo Renzo un tanto confundido._ Espero entonces que sea alguna admiradora... ¡Renzo vuelve a estar en el mercado!
Soltó un aullido y alzó los brazos de manera triunfal mientras se dirigía a la salida del dormitorio. Afuera lo estaba esperando Flavia:
_ Felicidades._ sonrió ella._ Ya supe que no te botaron.
_ Claro que no._ dijo Renzo abrazándola._ Teniendo al profe Diego para defenderme, imposible. Además, vino mi abuela también, y si Conrado hubiera intentado nada más que insinuar que me expulsaba, esa vieja era capaz de romperle la cabeza a bastonazos.
Ambos rieron, él con más fuerza que ella. Flavia se mordió los labios unos segundos antes de decirle:
_ Me alegro por ti, Renzo. Esto me quita un peso de encima.
El muchacho se puso serio. Había notado desde que la vio, que algo no iba bien con ella, y por ello se atrevió a preguntarle:
_ ¿Te pasa algo, Flavia? Te noto tristona...
Flavia lanzó un suspiro desgarrador:
_ Renzo, sería bueno que tú y Betsy se sentaran a conversar acerca de lo que pasó. Ella ha estado muy preocupada por ti y...
El joven hizo un gesto de fastidio y se apartó con actitud mosqueada:
_ ¿Ella te dijo que vinieras a sacar la cara a su favor?
_ ¿Qué? ¡No!
Flavia bajó la mirada. Los labios le temblaban mientras los ojos se le llenaban de lágrimas. Renzo soltó una carcajada hiriente:
_ ¡Claro que sí! ¡Era de esperar! ¡Tú eres su amiga! ¡Nadie mejor que tú para intentar convencerme de que...!
_ ¡Betsy y yo ya no somos amigas, Renzo!
Renzo se quedó un instante con la boca abierta, sin poder terminar la frase en la que se había quedado congelado, mirando a Flavia con incredulidad:
_ ¿Qué... cómo es eso?
Flavia cerró los ojos y finalmente las lágrimas se desbordaron de sus ojos:
_ Lo que oíste. Betsy desde ayer dejó de hablarme y se ha encargado de dejar muy claro, a mí y a todos, que la amistad entre las dos se terminó.
_ Pero... ¿Por qué?
Haciendo un esfuerzo por no romper a llorar, Flavia le contó los motivos de la enemistad que ahora la separaba de Betsy. Renzo montó en cólera de inmediato:
_ ¿Cómo puede ser tan idiota? ¿No se da cuenta que de no ser por ti todavía estaría soportando el acoso del descaráo de Efrén?
_ Han intentado explicárselo, pero ella no quiere entender. Dice que la traicioné y me odia por eso.
_ ¡En serio! ¡No acabo de entender qué es lo que tiene ese parásito en la cabeza! Pero te juro que ahora mismo me va a escuchar...
Renzo quiso alejarse de Flavia y encaminarse hacia al albergue número uno, pero la chica lo retuvo con fuerza por un brazo, con los ojos muy abiertos y expresión de horror:
_ ¡No! ¡Por favor no hagas eso!
_ Pero es que Betsy está siendo muy injusta contigo, Flavia. Tú le salvaste la vida y has sido la única persona capaz de tolerarla durante tantos años. No puede darte la espalda y hacerte a un lado como basura. Y alguien tiene que decírselo.
_ Pero no quiero que lo hagas. Te lo suplico. Betsy cree que la traicioné, y la verdad es que ya no me interesa lo que ella piense de mí. Sé que hice lo correcto, y lo volvería a hacer de ser necesario, pero no voy a mendigar su amistad ni su cariño. Estoy en paz conmigo misma, y lo único que me preocupaba de toda esta historia es que por tu reacción te hubieran expulsado de la escuela, pero por suerte no fue así.
Renzo se le acercó y la abrazó con fuerza:
_ Pero mírate, Flavia. Estás hecha pedazos. No puedes ocultar que la actitud de Betsy te ha afectado.
Ella se aferró a él y tardó en alegar:
_ Es verdad. Pero me recuperaré. He pasado por cosas peores en la vida y aquí estoy, créeme.
Se separó y mirándolo directamente a los ojos, añadió:
_ Pero quiero pedirte una cosa. Y es lo último que haré por ella. Por favor, Renzo... Habla con Betsy. Ella te quiere de verdad. No te imaginas lo mal que lo ha pasado desde ayer.
Renzo le dio la espalda, ofuscado. Flavia colocó una mano sobre su hombro y prosiguió con voz suave:
_ Betsy es una persona complicada. Los dos sabemos que detrás de esa imagen de chica dura que intenta dar a demostrar está realmente la niña más miedosa y frágil que uno pueda imaginarse. Hay muchas cosas de ella que tú no conoces y que debes descubrir no porque yo te las cuente, sino porque ella misma se abra y lo comparta contigo. Si de verdad la quisiste y sientes todavía algo por ella como sé que es así, búscala, hablen, escúchala y reconcíliense. Es lo único que voy a pedirte que hagas por mí. Y por favor, no le digas que tuvimos esta conversación
_ Flavia... eres una de las mejores personas que he conocido en mi vida._ se atrevió a decir Renzo mientras volvía a abrazar a la chica, que rompió a sollozar calladamente con la mejilla apoyada en un hombro del muchacho.
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Joel se incorporó sobresaltado sobre la cama cuando Salim se le acercó corriendo y con cara de espanto, le dijo que Yolanda estaba llorando desconsolada nuevamente detrás del laboratorio de Biología. Luego del almuerzo acostumbraba a tumbarse un rato hasta que diera inicio el horario vespertino de las clases. A veces le resultaba tortuoso tener que levantarse con los ojos impregnados de sueño para tener que encaminarse a las calurosas aulas para soportar el letárgico teque de las clases televisivas. Y con el clima tan deliciosamente fresco que hacía aquel día, era más el deseo que tenía de quedarse durmiendo que de estar sometido a tantos repasos como tendría aquella tarde. A pesar de no soportar que le despertasen sino hasta que la campana anunciara el reinicio lectivo, al escuchar que se trataba de Yolanda en apuros, Joel no demoró en levantarse, calzarse las botas, ponerse la camisa de uniforme sobre la camiseta blanca sin mangas y salir tras Salim, que sacudía las manos y le apremiaba. Ni siquiera reparó en el elegante conjunto de pantalón y chaqueta de mezclilla que el delicado muchacho se había puesto esa tarde para ir al trabajo agrícola. Generalmente siempre se burlaba y criticaba a Salim por usar ropa demasiado formal para ir al campo, a lo que el joven replicaba que no había una razón ni ocasión de peso capaz de hacerle vestir inadecuadamente su refinada persona. Pero en aquel momento estaba demasiado preocupado por Yolanda como para incurrir en nimiedades.
Mientras tanto, y casi al mismo tiempo que esto acontecía, en el dormitorio uno de la chicas de décimo grado, Yolanda y sus amigas tumbadas en sus camas, víctimas de la modorra provocada por la digestión del almuerzo, reaccionaron con susto ante la tempestuosa entrada de Valeria, que acercándose a la cama de Yolanda, la tomó de la mano exigiéndole que fuera con ella de inmediato. Ante la sorpresa y el azoramiento de la chica, Valeria le explicó que se trataba de Joel, quien había recibido una llamada telefónica de su casa y parecían no ser buenas noticias. Yolanda se puso las zapatillas deportivas con manos temblorosas, y casi dando un traspiés siguió a Valeria, mientras las otras se miraban confundidas y preocupadas, primero, por ser precisamente Valeria la portadora de la información, y segundo, porque esperaban que no se tratara de ninguna desgracia acontecida a la familia de Joel.
En el momento exacto en que Joel y Yolanda salieron al encuentro por lados opuestos tras el laboratorio de Biología y vieron a Salim y a Valeria alejarse corriendo y riendo, supieron que habían sido víctimas de un burdo engaño. Lo curioso es que ninguno pareció molestarse por ello. Se miraron por un instante y caminaron al encuentro del otro con pasos lentos, riéndose con sarcasmo por su propia ingenuidad.
Valeria y Salim se encontraron al fondo de la primera nave de aulas, y se agazaparon contra la pared, detrás del pestilente sanitario donde en una ocasión Yolanda había agredido a Lilí, y se quedaron allí en silencio y atentos a lo que sucedería bajo el árbol de orquídeas, testigo de tantos encuentros amatorios entre estudiantes.
La pareja se detuvo uno frente al otro y se echaron a reír:
_ Me imagino que no estabas llorando por nada._ le dijo Joel colocando los brazos en jarra.
_ Ajá... Y supongo que nadie te llamó por teléfono de tu casa._ sonrió ella encogiéndose de hombros.
Joel negó con la cabeza y entornó los ojos:
_ Por supuesto que no... ¡Voy a desplumar a Salim!
Volvieron a reírse por la forma en que se habían dejado engañar y se quedaron mirándose lo que pareció una eternidad. Aquella treta solo les había evidenciado muchas dudas y temores que tenían uno acerca del otro.
Joel acababa de comprobar que Yolanda le quería y estaba dispuesta a estar a su lado siempre que fuera necesario.
Yolanda reconoció en Joel a una especie de héroe; uno de esos caballeros de radiante armadura dispuesto a sacrificar todo por la mujer amada.
Y aquellas certezas que simplemente surgieron como un suspiro contenido desde mucho tiempo, fue el impulso que los arrojó uno en brazos de otro. Buscaron sus labios con desesperación enfermiza, entregándose al beso más tempestuoso que recordaban haber compartido. No les alcanzaban las manos para acariciarse, para estrechar el cuerpo del otro mientras gemían, jadeaban y se aferraban con la bravura de un náufrago luchando contra la violencia de las aguas:
_ ¡Wow!_ dijo Salim desde el escondite._ Eso fue más rápido de lo que pensé.
_ Cuando es amor es amor._ sonrió Valeria mirando a la pareja y no sintiendo aquella sensación que generalmente la embargaba cuando los veía besarse.
Salim le puso las manos en los hombros:
_ ¿Te encuentras bien?
_ ¿Y tú?_ le devolvió ella la misma interrogante.
_ Bueno... Creo que estamos bien. Supongo que es cierto eso de que el amor verdadero libera.
Valeria entornó los ojos y se alejó mientras mascullaba:
_ ¡Ay por favor! No me vengas con esa cursilería barata de que: si amas a alguien déjalo ir...
Salim le dio alcance y se colgó de su brazo:
_ Pero supongo que es lo mejor que podemos hacer. Hemos estado amando a alguien que no nos va a corresponder. Al menos tú siempre tuviste más oportunidad que yo.
_ Pero es hora de volver a la realidad. Joel está con quien debe estar y por suerte, es alguien que de verdad lo merece. Esto es lo que debíamos hacer, Salim. Es lo correcto.
El muchacho exhaló un suspiro y miró a lo alto:
_ Y ahora, a rogarle a Diosito que nos mande un príncipe azul a cada una.
_ Yo no quiero ningún príncipe azul. Me conformo con alguien que me quiera a mí y solo a mí.
_ Bueno, a lo mejor ese alguien ya está a tu disposición y todavía no te has dado cuenta. Y no es azul... es... oscurito.
Valeria se detuvo abruptamente, puesto que sabía en qué dirección había dirigido Salim la plática:
_ Si te refieres a ese muchacho de los cuatrillizos, desde ahora te digo que...
_ Oye, que yo no he dicho nada. Palabra de amiga con el corazón roto._ manifestó Salim de manera exageradamente insulta y conteniendo a duras penas la risa.
_ Si, como si yo no te conociera bien.
_ Ay Valery, no te pongas así mon cherry, por Santa Lady Gaga... Además, te lo voy a decir y no te pongas brava ni me lo tomes a mal, pero Diogo está muy bien. Digo, a menos que seas racista y no te vayan los negritos...
_ ¡Yo no soy racista!_ chilló Valeria.
Esta vez fue Salim quien se detuvo y empezó a dar saltitos y palmadas:
_ ¡Pues mucho mejor entonces! ¿Quieres que hable con él sobre ti?
_ No quiero que hables de mí con nadie. Cuando me guste alguien yo misma me encargo de resolverlo.
_ Sí claro, como hiciste con Joel. Tres años arrastrando la vida por él para al final ayudarlo a reconciliarse con otra.
El muchacho se dio cuenta de inmediato que había hablado de más, sobre todo cuando se percató en el cambio de color del semblante de Valeria y el enojo que afloró a sus ojos:
_ Ay Valery, no quise decirlo así, discúlpame...
Y salió corriendo detrás de la chica que se alejaba sin mirarlo. A veces tenía el concepto de sí mismo, que hubiera sido preferible nacer mudo.
******************
Yolanda sentía el cuerpo de Joel contra el suyo, y detrás, la dura pared, acorralándola, pero feliz entre los brazos del muchacho que amaba. Se daba cuenta de los mucho que había extrañado sus besos, sus caricias, la forma en que la erección del joven hincaba contras sus muslos, contra su entrepiernas que empezaba a sentir cálida y húmeda. Enredó los dedos entre la maraña de cabellos oscuros y tiró suavemente, arrancándole un quejido ronco a Joel, que la miró con ojos vidriosos y llenos de fuego. Yolanda se mordió una esquina del labio inferior y arremetió para besarlo, pero retrocedió el rostro. Ella tuvo la sensación de un dejá vú y recordó de inmediato el sueño que había tenido en la madrugada, donde había bailado para él y casi habían terminado teniendo sexo de no haber despertado.
Se rió y volvió a intentar besarlo. Joel repitió el juego, hasta que finalmente volvieron a unir sus bocas en un desenfreno de lenguas y mordiditas. Las manos de Joel apretaban los glúteos de Yolanda y lejos de sentirse incómoda, ella anhelaba que sobara más y más su cuerpo, rendida ante los deseos de que hubiera mayor privacidad y mayor comodidad:
_ Te extrañé tanto... Te deseo tanto..._ murmuró él en su oreja.
_ Yo también._ dijo ella clavándole los dientes en la base del cuello.
Sin soltarla, Joel se separó un poco para mirarla:
_ ¿Y entonces? ¿Empezamos otra vez donde nos quedamos?
Ella dudó en responder, aun cuando la respuesta estaba en la punta de su lengua, ansiosa por emerger sin un segundo de vacilación. Joel reparó en la pausa y se apartó por completo. La emoción del momento empezaba a desvanecerse:
_ Sigues indecisa... ¿Todavía no te das cuenta de nada?
_ No, no, no... No digas eso. Es que... Todo ha sido tan rápido y...
_ Esto fue un error enorme._ dijo Joel alzando los brazos en señal de rendición y trató de irse._ Soy tan imbécil.
_ ¡Joel no te vayas!_ rogó Yolanda.
Él se volteó violentamente:
_ ¿Y para qué quieres que me quede? ¡Dime! Llevo días deseándote, evitando pensar en ti sin conseguirlo, y ahora pasa esto y por un momento... por un maldito momento llegué a pensar que todo volvería a ser como antes entre nosotros. Y resulta que eres incapaz de decidir aún si quieres o no estar conmigo, a pesar de que todo tu cuerpo me desea.
_ ¡Sí quiero estar contigo!_ dijo ella con firmeza.
_ ¡No fue eso lo que me dijiste hace un minuto atrás! ¡Te quedaste en silencio, sin saber qué responder!
_ Porque me tomaste por sorpresa, Joel..._ casi sollozó Yolanda aproximándose e intentando tomarle las manos, pero él la rechazó, reculando.
_ No puedo seguir con este juego, Yola. El tiempo se nos acaba y si no aprovechamos ahora que todavía nos quedan unos meses para estar juntos...
Se detuvo y lanzando un resoplido se alejó. A lo lejos sonó la campana anunciando que en breve daría comienzo la segunda sesión de clases, mientras Yolanda sentía deseos de estrellar su propia cabeza contra la pared, furiosa consigo misma y auto dirigiéndose toda clase de insultos, sin atreverse a seguirlo por temor de que fuera a rechazarla. No estaba segura de poder soportarlo. Estaba consciente de que, si les contaba en ese instante lo ocurrido a sus amigas, estas la iban a insultar y se pondrían de parte de Joel.
******************
Mientras se dirigía al área docente, acompañado de Brianna, quien iba vestida con las ropas de trabajo puesto que onceno grado tenía trabajo agrícola como cada tarde, Oscar divisó a Denise y a Igor bajo la caseta de vigilancia, pero no parecían estar discutiendo, sino que estaban besándose muy acaramelados, lo cual provocó un ataque de furia en el muchacho:
_ ¿No estaban peleados hace más de una hora?_ gruñó.
_ Pues parece que ya se reconciliaron._ sonrió Brianna inocentemente._ Qué bueno. Me gusta la pareja que forman ellos dos.
Oscar se contuvo para no decirle un improperio y apretó los puños al notar la forma en que Igor apretaba los bien torneados glúteos de Denise, mientras ella se alzaba de puntillas, colgada de su cuello, para besarlo una y otra vez en los labios. Estaba tan furioso que apretó una mano de su novia con más fuerza de la que debía. La muchacha lanzó un quejido:
_ ¡Ay nené! ¡No me aprietes tan duro!
_ Disculpa. Es que me molesta que Igor se esté burlando de Denise.
_ Eso no lo sabes._ dijo Brianna con gesto de asombro y tardó un momento en atreverse a preguntar._ ¿Por qué te molesta tanto?
Oscar tragó saliva y frunció los labios. Tenía que disimular o de lo contrario Brianna terminaría dándose cuenta de lo que sentía por la única hembra de los hermanos cuatrillizos:
_ No es que me moleste... ¡O bueno, sí! ¡Me molesta que haya un descaráo que se aproveche de cualquiera de las muchachitas del piquete!
Brianna lo abrazó cariñosa y le besó repetidas veces en la cabeza:
_ Por eso te quiero tanto, nené. Eres un machote que sabe cuidar a sus mujeres.
Oscar sentía incrustarse los besos de Brianna en su rostro como ventosas pegadizas, y en ese momento lamentaba que la chica fuera en verdad tan efusiva. A pesar de que su familia estaba encantada con Brianna, convirtiéndose prácticamente en la niña linda de su hogar en tan solo un fin de semana que la había llevado para presentarla, y que las cosas entre ellos iban realmente bien, Oscar continuaba experimentando aquella lucha en la que su corazón se debatía, incapaz de poner freno a la pasión que Denise despertaba en él, y definir lo que realmente sentía por Brianna.
Durante la hora del recreo los chicos no pudieron salir del aula, pues comenzó a caer una llovizna fría, provocando arrebato en los estudiantes de onceno grado, privados de esa manera de seguir trabajando en el campo. La llovizna pronto arreció, convirtiéndose en un pequeño chubasco. Se quedaron dentro de las aulas, conversando y haciendo cuentos, algunos adelantando trabajos de clase, y otros, pensando en cómo organizar sus desastrosas y complicadas vidas.
Nora estaba sentada junto a una ventana entreabierta, observando la invernal lluvia caer como un blanco telón de plata. A pesar de haberse arreglado con Grettel, aún se sentía ofendida por las palabras que esta le había dirigido. Nora nunca había tenido complejos con su cuerpo. Sabía que tenía un problema de sobrepeso y no le importaba comer y seguir añadiendo kilogramos. Ella era feliz tal y como era. El hombre que se fijara en ella, tendría que aceptarla tal cual. Sin embargo, Grettel, quizás de forma inconsciente, la había hecho dudar de sí misma y la había herido en lo más profundo.
A veces Nora deseaba no ser tan rígida, y encontrar a un muchacho sexy, de los cuales había no pocos en la escuela, y poder disfrutar de aquella intimidad de la que sus amigas tanto se jactaban. Pero ahora, Nora se preguntaba si, siendo tan gorda, alguna vez algún chico se fijaría en ella. Alguien se sentó a su lado y volteó la cabeza para mirar. Desfiguró el rostro con una mueca grotesca y no pudo evitar que la pregunta le saliera como un disparo:
_ ¿Qué quieres?
Víctor no se amilanó por el recibimiento. Lo esperaba. Suspiró y dijo con suavidad:
_ Yo sé que estás molesta conmigo todavía...
_ Molesta no. Decepcionada, que es mucho peor.
_ Lo sé. Le hice daño a Grettel y a ustedes también, porque son sus amigas y la quieren mucho. Pero quiero que sepas que estoy arrepentido de verdad y que nunca más pienso hacer llorar a mi loquita.
_ Se dice fácil. Yo no creo en palabras, Víctor. Creo en las acciones.
Nora miró en dirección a Grettel entretenida en hablar con mucho entusiasmo con las demás chicas acerca de los galanes más guapos de las telenovelas mexicanas que acostumbraba a ver:
_ Grettel te perdonó porque está enamorada de ti. Después de todo lo que dijo, de haber jurado que no iba a mirarte nunca más, que no te iba a perdonar, ahí está otra vez... contigo...
_ ¿Y eso te molesta?_ la interrumpió Víctor.
Nora soltó un bufido sarcástico:
_ Da igual. Ella va a seguir a tu lado a pesar de todo y digan lo que digan. Supongo que eso es lo que pasa cuando te enamoras de alguien. Te vuelves idiota y soportas todo lo que viene, sea bueno o sea malo. Te lastiman, te rompen el corazón, pero el amor te hace ciego y débil, y continúas ahí, junto a la otra persona, sin importarte nada más que estar con ella o con él. A lo mejor es por eso que me niego a enamorarme de alguien.
_ Pero algún día lo harás.
_ No lo sé. No creo que haya nadie lo suficientemente loco para fijarse en una gorda resabiosa como yo.
_ No digas eso. Eres muy bonita y chévere cantidad cuando no te da por querer arrancar cabezas y fajarte con el mundo entero.
Los ojos de Nora se tornaron dos líneas diminutas:
_ No necesitas halagarme para que te perdone y te acepte de nuevo.
_ No lo hago por eso._ se quejó Víctor sintiéndose ofendido.
_ Como sea. Te felicito por haberte reconciliado con tu loquita, pero yo no puedo olvidar que le hiciste daño a una de mis mejores amigas. Y aunque ella haya querido hacer borrón y cuenta nueva, yo no.
Víctor asintió despacio:
_ ¿Quieres decir que no me perdonas?
_ Yo no tengo que perdonarte, Víctor. Eso quien lo tiene que hacer es Grettel, y creo que ya lo hizo. Lo único que nos unía a ti y a mí era una amistad, y tú te encargaste de destrozarla. Perdiste mi confianza, y créeme, recuperar la confianza de alguien cuando se pierde, no es tarea fácil.
Víctor tragó en seco y se puso de pie, pero en vez de marcharse, se giró de nuevo a la chica para decirle con determinación:
_ ¡Volveré a ganarme tu confianza!
Un poco sorprendida por el impulso, Nora solo atinó a decir:
_ Buena suerte con eso.
Lo siguiente la dejó sin palabras. Víctor se le había ido encima y con rapidez le había estampado un beso en una mejilla, para decirle luego:
_ Ya verás que sí, mi gorda bella.
Y regresó junto a su novia, abrazándola por la espalda y besándola en los cabellos rubios. Nora ni siquiera se percató del asomo de sonrisa que afloró en sus labios mientras observaba a la pareja. También miró en dirección a Dalton y a Fabián, sentados uno junto al otro con las manos tomadas; a María Alejandra y a Aarón, abrazados mientras se daban arrumacos. Todos la tomaban como la chica excesivamente seria, chapada a la antigua y peleona, sin imaginar que, en lo más hondo de su corazón, ansiaba vivir algo tan bello como lo que estaba observando en aquel momento. Ser arrullada por unos brazos cálidos mientras la lluvia fría caía mansamente, tamborileando en las tejas del salón de clases en aquella tarde de enero.
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