IDEAS
Habían terminado las clases y la guagua de los profesores se había marchado hacía cuestión de minutos. Joel y Valeria permanecieron en el salón estudiando, ya que pronto comenzarían sus exámenes finales. Los demás se habían apoderado de la cancha de baloncesto, transformándola en un campo de fútbol, con piedras a modo de porterías. Salim y las chicas hacían de porristas, animando a los equipos enfrentados, el primero, compuesto por Renzo, Erik, Víctor, Diogo y Aarón; el segundo, por Luis Mario, Dalton, Fabián, Oscar e Igor. Dennis prefirió sentarse en el ranchón para seguir escribiendo su novela, pero al escuchar los gritos, peleas y risas de sus amigos, regresó junto a ellos y se acomodó al lado de Flavia, mientras observaba con gesto ceñudo el enfrentamiento de ambos equipos pateando el balón en todas direcciones. Salim, Betsy, Denise, Itzel y Katia agitaban unas ramas verdes muy tupidas que habían arrancado de unos arbustos, como si fueran pompones, mientras animaban a los jugadores.
Fabián dominaba la pelota en ese momento, acosado por Renzo, y Luis Mario le gritaba que se lo pasara, intentando quitarse a Diogo de encima. Fabián se aproximó a la portería donde Erik trataba de abarcar espacio abriendo brazos y piernas para no ser goleado, y cuando estaba a punto de patear el balón con todas las intenciones de anotar un gol, se detuvo en seco, ocasión que aprovechó Renzo para apoderarse de la pelota bajo una lluvia torrencial de abucheos, maldiciones, vítores y palabrotas. Pero Fabián no escuchaba a nadie. Se había quedado estaqueado en el sitio mirando con ojos incrédulos el auto que acababa de detenerse en la entrada de la escuela:
_ No puede ser._ musitó.
Dalton abandonó su posición y corrió hacia él:
_ ¿Esos no son...?_ comenzó a preguntar, señalando a las dos personas que acababan de descender del vehículo.
_ ¿Qué hacen aquí?_ masculló Fabián como para sí y echó a correr en dirección a los recién llegados.
El juego se interrumpió de inmediato:
_ ¿Qué pasa?_ preguntó Grettel mirando hacia donde se dirigía la pareja.
_ Esos son el hermano y la tía de Fabián._ señaló Dennis y también los siguió.
_ Ay, el militar buenazo que vino la otra vez._ sonrió Betsy con picardía dando un codazo a Itzel.
Cuando Fabián terminó de abrazar a su tía, ya todo el piquete estaba alrededor de ellos, repartiendo besos y apretones de manos a los parientes del muchacho, que seguía sin entender de qué manera su hermano y su tía se habían enterado de lo ocurrido la noche anterior. La tía María Elena y Alejandro Felipe estaban enfurecidos y dispuestos a descuartizar a los que habían golpeado al joven, y con ellos, a quienes se les pusieran por delante, y aunque los chicos les explicaron que los culpables habían sido expulsados de la escuela, a ellos les resultaba un castigo insuficiente y continuaban con sed de venganza:
_ Lo que no acabo de entender y quiero que me expliquen, es cómo fue que se enteraron._ insistió Fabián y lanzó una mirada de reproche a Dalton.
_ A mí no me mires._ negó el muchacho de inmediato.
_ Yo fui quien llamó a tu tía.
Todos se voltearon hacia Dennis, que había hablado:
_ ¿Y por qué lo hiciste?_ quiso saber Denise sin poder ocultar la sorpresa.
_ Porque tenían el derecho de saberlo. Antes de irme para el albergue fui y le pedí permiso al jefe de la guardia y llamé por teléfono a María Elena para contarle.
_ Y yo enseguida llamé a tus hermanos._ explicó la mujer con firmeza._ Todavía no sé cómo no me mandé para acá a esa hora. Casi no pude dormir de lo preocupada que estaba. Dennis hizo muy bien en llamarme. No sé en qué estabas pensando con callarte la boca. Me dan deseos de darte un pescozón._ Y acarició los cabellos de su sobrino menor, mirándole con maternal ternura._ ¿Te hicieron mucho daño esos salvajes?
Fabián negó con la cabeza y abrazó a su tía mientras Alejandro Felipe explicaba:
_ Queríamos venir más temprano, pero a última hora el carro se encangrejó y hasta que no lo arreglé no pude salir de Camagüey. Menos mal que no fue nada serio. Y tía, ya tú sabes, desesperada y llamando constantemente a la casa, y yo, tratando de que papi no se diera cuenta de nada.
Al escuchar hablar de su padre, el semblante de Fabián se transformó y apenas tuvo voz para preguntar:
_ ¿Cómo está él?
María Elena hizo una mueca desdeñosa antes de responder:
_ ¿Cómo va a estar, niño? ¡Bien! Bicho malo no muere, y él es la prueba de eso.
_ No hables así, tía._ protestó Fabián.
La mujer sacudió la cabeza y le extendió una enorme jaba que descansaba a su lado, en el suelo:
_ Aquí te mandó tu hermana: comida y chucherías para que no pases hambre. Y yo te puse más cosas.
_ ¡Qué bien! ¡Nos pusimos las botas!_ celebró Erik frotándose las manos y Nora le propinó un sonoro golpe en la cabeza.
Alejandro Felipe carraspeó e intentó no darse por enterado de las intensas miradas que le dirigían Betsy, Grettel, Katia, Itzel, y hasta Salim. Solo faltaba que se babearan mirándole o que le saltaran encima y le arrancaran las ropas, sometiéndole a saber Dios qué ardientes deseos que podrían estar llenando aquellas cabecitas juveniles:
_ ¿Y en fin, qué fue lo que pasó?_ preguntó.
Fabián le contó los hechos tratando de no ahondar en detalles que Dalton terminó agregando. La tía María Elena acariciaba a su sobrino y cuando la narración llegó a su fin, estaba llorando de indignación, pero también de emoción y agradecimiento:
_ No se imaginan lo aliviada que me siento al ver que mi niño tiene buenos amigos. Eso me da algo de consuelo y me deja más tranquila. Gracias a todos ustedes, muchachos, por apoyar a mi niño.
_ Fabián sabe que puede contar con nosotros._ dijo Diogo corriendo un brazo sobre los hombros de su cuñado.
Alejandro Felipe iba a decir algo, pero Grettel le salió al encuentro y le preguntó, como un disparo:
_ Hermano de Fabián... ¿Tú tienes novia?
Aquella interrogante tan fuera de lugar provocó una reacción de escándalo. Víctor le tiró del cabello a la vez que Nora le cuestionaba:
_ ¿Tú para qué quieres saber si ya tienes uno?
_ Pero Katia no y a lo mejor los podemos emparejar._ se defendió la muchachita.
Katia palideció considerablemente y la mandíbula casi se le desprendió. Víctor se cruzó de brazos, sin apartar los ojos de su novia:
_ Qué dispuesta eres. Como si yo no te conociera.
Betsy se puso fuera del alcance de Renzo para no correr la misma suerte de Grettel, y se aproximó a Alejandro Felipe lo suficiente como para encararlo de forma directa:
_ Ay pero por fin dinos, niño... ¿Tienes o no tienes novia? O tal vez eres como tu hermanito y tienes novio.
_ ¡Betsy...!_ chillaron Yolanda y María Alejandra a la vez.
_ Alguien por favor que amordace a estas dos criaturas._ gruñó Flavia señalando a Betsy y a Grettel.
Fabián se acercó a su hermano y lo abrazó. La situación parecía divertirle:
_ A ver, cálmense. Y para que todos lo sepan de una vez, mi hermano es macho-re macho, y sí tiene novia.
Itzel, Grettel, Betsy y Salim dejaron escapar una especie de gemido a modo de lamento. Betsy miró a Katia de inmediato:
_ Bueno Katia, te jodiste.
Espantada, la aludida se encogió de hombros:
_ ¿Y yo por qué?
_ Pues porque tú eres la única que sigue sin novio. Bueno, tú y Nora.
_ A mí sáquenme de sus lenguas chanchulleras._ advirtió Nora con un deje de amenaza en la voz.
Al cabo de unos minutos en que no cesaron los coqueteos directos hacia Alejandro Felipe, se despidieron y regresaron al juego. Fabián y Dalton se quedaron atrás, y la tía María Elena pidió a Dennis antes de que se alejara, que no dejara de avisarle si algo malo volvía a suceder:
_ ¿Por qué tienes que pensar que algo malo va a pasarme?_ protestó Fabián entornando los ojos.
Media hora después, la pareja despidió a la mujer y al joven. Alejandro Felipe no pudo contener la risa cuando escuchó un coro liderado por Grettel, Betsy y Salim, gritándole desde la plaza:
_ ¡Adiós, hermano buenotote de Fabián!
_ Son unas descaradas._ dijo Dalton sin poder contener la risa.
Fabián abrazó a su tía y a su hermano y los observó subir al vehículo:
_ Pórtense bien._ aconsejó María Elena._ Y si algún otro cabrón se atreve a meterse con ustedes, me avisan, que voy a venir dispuesta a arrancar cabezas.
El auto se alejó mientras las sombras descendían sobre la tierra. Era el día despidiéndose, y dando paso, poco a poco a la noche y sus misterios.
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El improvisado partido de fútbol terminó convirtiéndose en un enfrentamiento entre hembras y varones. Flavia lideraba el equipo de las féminas, integrado por Grettel, Betsy, Katia, Itzel, Denise y Brianna. Yolanda se había negado a jugar por temor a sufrir alguna lesión. Wendy aún se encontraba convaleciente para ponerse a practicar un ejercicio de tanto esfuerzo. María Alejandra se justificó con no ser fanática del juego y no tener ni pizca de conocimiento del mismo y Nora dejó bien en claro que no había nada femenino en aquel deporte tan absurdo a su entender. Correr como loca detrás de una pelotica no era algo que ella precisamente haría estando en todos sus sentidos.
Diogo, Víctor, Renzo, Fabián, Luis Mario, Erik y Oscar masacraron sin piedad y cortesía alguna a las chicas, anotándoles un gol tras otro, y estas, imposibilitadas de vencer a sus contrincantes, empezaron a cometer faltas a diestra y siniestra, llegando incluso a agredir físicamente a sus oponentes, que no hacían más que quejarse ante tantos arañazos y golpes a mano abierta y puño cerrado. A mitad de partido, Renzo mostraba marcas de las uñas de Betsy por toda la espalda y el cuello, a Víctor le habían dejado unos moretones en los brazos entre Grettel, Itzel y Katia en su afán de inmovilizarlo, a Erik le habían madurado la cabeza a pescozones y al pobre Oscar casi lo aplastaron contra el suelo cuando cayeron sobre él en pandilla para quitarle la pelota en un pase ejecutado por Luis Mario que, junto con Diogo y Fabián, eran los únicos que habían podido salir un poco librados al mostrar más agilidad que las chicas, aunque, cuando se enfrentaban a Flavia, les resultaba en extremo trabajoso. Flavia parecía ser la única del equipo que sabía lo que hacía y en qué consistía el juego. Dennis no hacía más que animarla desde afuera, y Aarón, Dalton e Igor se lo reprochaban:
_ Deberías animar a los de tu clase, a los machos._ señaló su cuñado.
_ Lo siento, pero tengo que estar de parte de mi novia.
_ Eres un vende patria._ gruñó Dalton y vociferó de inmediato._ ¡Grettel, bájate ahora mismo de la espalda de Fabián si no quieres que vaya yo y te arrastre!
_ Qué zorra..._ se mofó Salim que estaba, por supuesto, de parte de las chicas._ Está aprovechando la situación para toquetear al ex soldadito. Aunque no la culpo. Yo haría lo mismo.
Betsy, Itzel y Katia cayeron como una plaga de langostas sobre Luis Mario, que se disponía a anotarle un gol a Brianna que hacía de portera:
_ Oigan, suave que me lo van a matar._ se rió Wendy, aunque en su rostro se notaba cierta preocupación.
_ Son unas asesinas._ musitó Aarón._ Menos mal que no entré a jugar.
Betsy le estaba propinando una buena golpiza a Renzo. Grettel se había prendido de una pierna de Víctor y se negaba a soltarlo mientras el muchacho intentaba caminar y casi la arrastraba con cada paso. Luis Mario luchaba por quitarse de encima a Katia y a Itzel. Terminaron todos revolcados por tierra, riendo a carcajadas. Denise trepó a la espalda de Oscar y lanzó un alarido de triunfo. Desde su puesto, Brianna, que tanto parecía estar divirtiéndose con aquel disparatado torneo, se irguió con el rostro pétreo y el juego ya no le resultó para nada divertido. Oscar se veía muy feliz teniendo a Denise sobre su espalda, y ella, estaba haciendo hasta lo imposible por no demostrar en su rostro las dolorosas fisuras de su corazón:
_ No sé mucho de fútbol,_ empezó a decir Dennis meneando la cabeza._ pero este me parece el partido más absurdo que he visto en toda mi vida.
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Nora siguió a Erik con la vista, viéndole correr por toda la plaza profiriendo alaridos mientras intentaba ponerse fuera del alcance de Itzel y Katia que intentaban atraparlo. Como era habitual llevaba los pantalones casi caídos, exhibiendo parte de los calzones.
Siempre había imaginado su tipo de hombre ideal. Sus gustos no eran muy exigentes, o eso le gustaba pensar, aun sabiendo que en cierto modo sí lo eran. No le importaba si se trataba de un rubio o un moreno, y mucho menos el color de sus ojos. Eso sí, debía ser mayor que ella, bien robusto, con un cerebro que funcionara de manera coherente y un carácter firme, incapaz de doblegarse ante la mediocridad y la injusticia. Ese era el galán de sus sueños. El hombre que esperaba para el futuro; el que se convertiría en su esposo y padre de sus hijos.
A pesar de que sus padres y abuelos siempre habían alimentado su autoestima, incitándola a no dar relevante importancia a la apariencia física, últimamente ella se había visto afectada por un alto grado de inseguridad consigo misma. Desde muy pequeña tuvo tendencia al sobrepeso y ello trajo consigo la burla de otros niños y las críticas de adultos. Esa fue de alguna manera la razón por la cual, en la niñez, la llevaron a clases de ballet, con la esperanza de que pudiera perder peso corporal. Pero su afición por comer, dulces y comida chatarra principalmente, hacía casi imposible que lograse adelgazar.
No obstante, era feliz siendo tal cual era. Y lo más importante, sus mejores amigas en el mundo la aceptaban con todo y sobrepeso y la querían como a una hermana. A Nora no le importaba que los chicos de su edad solo se fijaran en Grettel o en Yolanda, y a ella simplemente la relegaran. La mayoría de las veces se trataba de muchachitos idiotas e inmaduros, y pasaba de ellos de la misma o peor forma que la que ellos empleaban para ignorarla.
Sus amigas y sus estudios era todo lo que tenía. Punto a su favor, era una estudiante ejemplar, aplicada, destacando siempre por su inteligencia y perspicacia. La naturaleza le había negado quizás la belleza física, pero le había dado en cambio otros atributos mucho más valiosos en su criterio.
La adolescencia trajo consigo un incremento en masa corporal, añadiéndole unos senos grandes y redondos que apenas cabían en los sostenes y las blusas. Con el regreso de Yolanda de la escuela de arte para estudiar en el preuniversitario, Nora estaba un tanto agradecida. Yolanda se parecía mucho a ella en el sentido de que no se dejaba engatusar por una cara bonita y graciosa, algo en lo que Grettel era toda una experta, siempre rodeada de chicos guapos e involucrada en efímeros affaires. Estaba harta de que Grettel estuviera constantemente criticándole el que fuera tan dura y poco amable con sus novios ocasionales:
_ No tengo obligación con ninguno de ellos. Son tus novios, no míos.
Los jóvenes del preuniversitario no eran muy diferentes a los de la secundaria. Solo un poco más crecidos, pero igualmente inmaduros y estúpidos. Tal vez mucho más que antes. Grettel enseguida cayó perdidamente enamorada de Víctor, un muchachito con el que habían estudiado en la primaria y que le pareció más simpático que todos los que habían desfilado hasta entonces.
En la escuela había unos cuantos estudiantes del sexo opuesto que eran dignos de contemplar, pero en su opinión, solo se trataba de caras bonitas y cuerpazos de gimnasio. Los profesores tampoco estaban del todo mal. Conrado en un inicio le resultó extremadamente sexy, al igual que Rufino y Elías, pero pronto se dio cuenta de que no eran más que unos imbéciles que ejercían sus funciones a punta de amenazas y fuerza bruta. Sus cerebros no funcionaban como ella hubiese preferido. No había nadie a quien pudiese mirar y sentirse atraída.
Y un día, meses atrás, Erik, el payaso de la escuela y de su aula, el ser humano más exasperante que recordaba haber conocido en toda su vida, y cuyas neuronas debían estar en gran parte muertas del todo o en estado de coma las sobrevivientes, decidió desnudarse en una escapada al río delante de todo el piquete, sin un ápice de pudor. Y desde ese entonces, Nora no podía entender por qué aquel pedazo de adolescente bruto, enclenque, orejón y obsceno le había empezado a resultar de una extraña manera, simpático y con cierto atractivo que iba mucho más allá de lo básico.
Odiaba ver a Erik de ese modo. Él no era para nada el prototipo de hombre que llenara sus expectativas. De hecho, no tenía nada que ver con su ideal de hombre perfecto. Era flacucho, desastroso en el estudio y con muy poca inteligencia, eso era un hecho. Sin embargo, últimamente no podía dejar de pelear con él por cualquier tontería. Todo lo que Erik hiciera o dijera era motivo para que ella tuviese que criticarle y hasta aporrearle por ello. Sentía un extraño placer al golpearle y al discutir con él. Eso, sin mencionar que Erik había sido el primer hombre del que había recibido un beso en la boca.
La primera vez había acontecido en el festival de la FEEM, cuando les dieron el gran premio. Él la había besado de una manera salvaje e invasiva que, si bien no le había disgustado, no estaba preparada para ello. Y la segunda vez ocurrió la noche antes, en el laboratorio de Química mientras jugaban a verdad o reto. También había sido un beso inesperado, pero aunque fingió estar molesta, lo cierto es que le había gustado mucho.
Sin embargo Nora intentaba no ilusionarse mucho con la idea de que Erik sintiera algo por ella... ¿Quién en su sano juicio se fijaría en una gorda como ella? Por más que le decían lo bonito que era su rostro y le enumeraban sus múltiples cualidades, al mirarse al espejo, ella solo podía ver a una joven obesa, y aunque nunca le había importado mucho, desde la última discusión sostenida con Grettel había empezado a cuestionarse el no hacer algo para mejorar su situación, por lo cual decidió llevar a cabo una dieta rigurosa, empeñada en bajar de peso a cualquier precio, aunque significara matarse de hambre.
Nunca imaginó que el resultado sería ella desmayándose en medio de la plaza escolar, despertando en la enfermería y comprobando el aprecio que sus amigos del piquete le profesaban. Y luego, Erik había tenido un detalle muy lindo, llevándole una bolsita con alimentos ligeros, preocupándose por su salud y exigiéndole cuidarse y alimentarse bien, asegurándole que estaría al tanto de ella para que no hiciera ningún otro desajuste nutritivo. Y vaya que lo había cumplido. Tuvo que soportarlo en el almuerzo, pendiente de cada cucharada que se llevaba a la boca. Y ya le había garantizado que sería igual a la hora de la comida.
Aquel exceso de preocupación de Erik por ella le resultaba novedoso. Era la primera vez que alguien del sexo opuesto mostraba tanto interés en su persona. Estaba acostumbrada a ser invisible para los varones. Grettel y el resto de las chicas se llevaban siempre toda la atención. Claro, ellas eran delgadas y esbeltas, y ella, un balón de fútbol inflado en demasía. Pero la constante presencia de Erik a su lado, la manera en que ahora la miraba y le guiñaba un ojo o le lanzaba un beso... Nora resopló. Era absurdo creer que Erik podía estar interesado en ella de una manera romántica. Pero ella tenía derecho de soñar como cualquier otra muchacha de su edad. Tenía el derecho de vivir algún tipo de ilusión romántica, aunque fuera así, secretamente, porque de ningún modo dejaría que nadie del piquete supiera todo lo que estaba ocurriendo dentro de su cabeza. Solo provocaría que armaran choteo del tema:
_ ¿Te sientes bien?_ le preguntó Yolanda sentada a su lado.
Nora dio un respingo volviendo a la realidad, saliendo abruptamente del abismo de sus propios pensamientos:
_ Claro que sí._ contestó tratando de sonreír y de evitar mirar en dirección a Erik, que se había bajado los short y calzoncillos, y estaba mostrándole el trasero a las muchachas que le estaban persiguiendo, mientras el resto del piquete le gritaba y se mofaba.
Nora movió la cabeza de un lado a otro con suavidad... ¿Cómo podía gustarle semejante broma de ser humano? Y suspiró mientras no podía evitar que en sus labios floreciera una sonrisa pícara.
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