Parte 1
Na Jaemin no podía quejarse, vivía la vida ideal para cualquier persona. Estaba casado hace casi tres años, tenía a sus amigos de la empresa, había viajado para cumplir su sueño de aprender sobre la cocina culinaria. Sus padres le habían dado la oportunidad de seguir su pasión por la comida y así fue como empezó su recorrido por los diferentes lugares, empezando por estados unidos y terminando en China donde conoció a una chica que lo volvió loco. Se enamoraron y ambos regresaron a su país natal en busca de abrir su negocio, ahora podía decir que era feliz trabajando como segundo chef.
Acomodó su corbata frente al espejo y se dió ánimos para la larga noche, podía decir que amaba a su esposa, pero odiaba a los amigos de esta. Siempre hablando sobre sus empresas y de lo fantásticos de ellos mismos que eran. Escuchó la voz de su esposa llamándolo para que se apresurara.
La cena fue igual a las otras, escucharlos hablar y reírse de chistes que solo ellos entendían, haciendo de menos su labor como cocinero. Debía soportar los comentarios insensibles, fuera de lugar y soberbios. Lo que hacía Jaemin por amor, era inmenso, más aún cuando su mujer lo ignoraba olímpicamente toda la noche. Al final sabía que ella lo amaba de igual manera que él y se lo diría estando en la privacidad.
—¿No es cierto Jaemin?— Regresó su cerebro a la actualidad y miró hacia la conversación.
—¿Que?— Todos se rieron de él.
Llegaron al edificio donde vivían juntos, disfrutando de la tranquilidad de los pasillos en las altas horas de la noche. Caminar lado a lado por las escaleras, subiendo hasta el piso en que estaba su casa, una conversación amena sobre sus largos días en sus respectivos trabajos. Rieron por una anécdota de la mujer, Yeri hablaba sobre cómo su compañera de oficina había confundido los botones de la fotocopiadora.
Jaemin miró hacia arriba, un sonido extraño venía desde uno de los pasos. Se distrajo por un segundo, perdido en sus sospechas y manías por creer que existe alguien que lo observa en algún lugar muy cerca de ahí. Detuvo su caminar y volvió a seguir su marcha, hizo un mal movimiento y su pie se resbaló.
En ese momento perdió el equilibrio y en un intento por sostenerse en algún lugar, solo logro sentir dolor en su pie que se retorcía, cayó por las largas escaleras sintiendo cada uno de los golpes. No supo cuanto había caído, solo sentía sus costillas clavarse a sus lados, un fuerte dolor en su muñeca y la sangre correr por la extensión de su pierna donde se había raspado.
—¡Ayuda!— Escucho los gritos de su esposa y las puertas de los departamentos abriéndose, las personas llamando a emergencia, algunas con ropa de dormir y otras con los ojos hinchados de ser despiertos a media noche.
Los paramédicos llegaron rápidamente hasta el edificio, lo pusieron en una camilla y lo subieron a una ambulancia. Jaemin solo podía sentir dolor y quejarse, esperando que los calmantes hicieran efecto. Sostuvo la mano de su esposa con fuerza, rogando que se quede a su lado en un intento por no perder la conciencia y que el problema sea grave.
"Es solo un rasguño" se repetía una y otra vez, intentando menguar el dolor en todo su cuerpo. No supo cuando fue el momento en que llegó al hospital y rápidamente los médicos de urgencias lo atendieron, curaron sus heridas para que no se infecte, observaron su cuerpo y uno de ellos indico que debía ser enviado a radiología para unos estudios rápidos.
—No me sueltes— Volvió a pedirle a Yerin, volviendo a sujetar con fuerza la mano delicada de la chica.
—No lo haré— ambos se sonrieron dulcemente.
Pero fue en medio de esa fachada, que su mundo cambio sin aviso, en el momento y la forma que menos esperaba. Nada lo preparó para lo que llegó después de esas palabras.
El especialista acomodó los elementos para empezar con los estudios sencillos.
—Señorita, si está embarazada debe salir de la sala— Le pidió con amabilidad a la mujer.
—No hay problema— Contesto confiado Jaemin. En cambio su esposa lo miró con ojos apenados y despacio soltó su mano para retirarse de la sala.
El problema no era el embarazo, o que tuviera que marcharse y dejarlo solo. La cuestión era que Na Jaemin era infértil desde una operación en Alemania hace muchos años, mucho antes de conocer a la mujer. No existían posibilidad de que estuviera esperando un hijo suyo, así que no había duda de lo que estaba sucediendo.
Su mujer lo había engañado, quien sabe durante cuánto tiempo y ahora estaba esperando un hijo de ese hombre. No podía sentirse más traicionado.
Quedó en silencio un largo tiempo, dejando que terminaran los exámenes, que los doctores hicieran con el todos los diagnósticos y las prevenciones que vendrían después. Su mente estaba en blanco, perdido en la nada misma. Se miró así mismo y noto que tenía una férula en su tobillo izquierdo, un yeso en su muñeca y las vendas en sus costados.
El doctor le explicaba su situación, mientras que él no le prestaba tanta atención en realidad. Luego lo sabría con el paso del tiempo, lo dejarían en observación unos días más.
El tenía una única cosa que resolver después de que el sol amaneciera, no dejaría que una mujer embarazada anduviera sola en la oscura noche. A pesar de todo, debía ser considerado y el niño no tenía la culpa de la infidelidad de su esposa. Yerin lo miraba desde los pies de la cama del hospital, esperando las palabras que sabía que vendrían en cualquier momento. La mirada de Jaemin era oscura, pensando en que decisiones tomar y que decir una vez sea el momento adecuado.
Escuchó un pequeño sollozo y respiro con fuerza, no debía ceder ante cualquier teatro que sabía que Yerin era capaz de hacer, conocía cada una de sus tácticas para convencerlo.
—Jaemin— Comenzó la mujer cuando la habitación quedó vacía. Solo ellos dos dentro.
—¿Cuando pensabas decirlo?— No quería mirarla. Concentró su mirada en un punto fijo, tratando de no estallar en medio de un hospital.
—Puedo explicarlo—
—¿Que ibas a decirme cuándo un día notara que tú anatomía cambio?— Levantó un poco la voz. La chica comenzó a llorar por lo bajo
—Iba a decírtelo—
—¿¡Que me ibas a decir!? ¿¡Que era un milagro!? ¿¡Un truco de magia!?— Grito exasperado. Girando su rostro hacia ella, por lo general era bastante tranquilo, pero la situación lo sobrepasa. Se sentía defraudado, había entregado tanto en la relación y así era como lo recompensa.
—Perdon—
—Quiero el divorcio— Le pidió, seguro y con voz firme. Yerin tartamudeo sin saber que decir —¿Te vas a negar? ¿Piensas seguir estando conmigo cuando ya no me amas?—
—¡Pero te sigo amando!— Replicó ella. El negó
—Si lo hicieras, nunca me hubieras engañado—
—Tienes razón. ¡Tu cambiaste! Ya no me dabas atención y él es un buen hombre, sabe hacerme feliz— Jaemin sonrió. Irónico, el pensaba que estaba siendo el mejor esposo que podría ser.
No había sido lo suficientemente bueno y ahora estas eran las consecuencias.
—Quiero que te retires y no quiero volver a verte más— Le indicó. Su esposa o ex esposa solo asintió y de un portazo se retiró de la sala.
Sabía que ahora todo había terminado y no necesitaba que alguien se lo explique. Cuando saliera el sol en un nuevo día, ya no tendría nada. Miró su muñeca rota y suspiro, tampoco lograría trabajar por un tiempo, debía llamar a su jefe y explicarle la situación. Su mente era un caos y tenía muchas cosas en las que pensar.
La puerta de abrió nuevamente y Jaemin se enfureció, no quería escuchar ningún tipo de excusa. La situación no era algo leve y no se lo perdonaría, era algo que no toleraba. Había visto a sus padres engañarse y actuar como si no pasará nada y fueran las personas más felices. El quería honestidad y confianza en una relación.
—Te dije ¡Vete!— Levantó su cabeza para mirarla. En su lugar se encontró con un enfermero que lo miraba asustado, tal vez por la forma en la que levantó la voz. —Lo siento, pensé que eras otra persona—
—¿La mujer que salió de aquí hace poco?— El enfermero se acercó para revisar que todo estuviera en orden. Tomó su carpeta con los datos y comenzó a leerla.
—Si—
De repente el enfermero grito por algo que había leído. Jaemin se asustó por la acción y lo invadió el miedo de que algo malo hubiera en él y no había escuchado.
—¡Nana! No te reconocí— Miró al hombre curioso. Hace mucho tiempo nadie le decía así, solo su mejor amigo lo llamaba de aquella forma.
No había tenido contacto con él desde que dejó Corea la primera vez. Miró de arriba abajo al enfermero que lo observaba con una sonrisa, una sonrisa de ojos. Su corazón dió un salto y quiso saltar de la cama para ir hasta él y abrazarlo.
—¡Jeno!— El otro asintió y se acercó a él con felicidad —Realmente te convertiste en enfermero—
—No sabía que estabas en Corea— Jeno comenzó su labor que desde un comienzo había llegado hasta el lugar.
—Regrese hace unos años—
Conocía a Jeno desde que iba a la secundaria, ambos iban juntos y luego en la universidad se separaron para estudiar cada uno lo que quería para su futuro. Aún así seguían siendo los mejores amigos, hasta que debió irse de viaje por decisión de su padre. Había sido duro en ese momento, pero creía superarlo.
Pero mirando a Jeno, recordó sus últimos días en el país. Cuando había dejado atrás un primer amor, cobardemente se había alejado de sus sentimientos. Habían pasado ya once años de aquello.
Jaemin le contó todo a Jeno, sobre su operación y la infidelidad de su esposa. Le habló sobre su situación, rápidamente para no retrasar su trabajo. Sabía que una vez que le dieran el alta, debería regresar a la casa donde recordaría cada momento con ella. Tampoco estaba seguro de volver, Yerin no tendría donde ir y no permitiría que se fuera sin tener donde ir.
—¿No tienes donde ir?— Él negó. —Puedes venir a casa, a Mark no le molestaría y a mi sobrino tampoco—
—Aunque tampoco tengo un abogado para resolver el divorcio— Le explicó. El rostro de Jeno cambio de expresión muchas veces, algo estaba en su cabeza y Jaemin lo sabía. Era la misma que siempre hacia una y otra vez. Rió al notar que no había cambiado mucho
—Yo conozco uno—
—Seria mucha molestia— Jeno negó rápidamente. Haría cualquier cosa por su mejor amigo, porque eso seguían siendo a pensar del tiempo sin verse y la distancia que habían vivido.
—Mark es abogado. Se lo pido y lo hará sin problemas—
—¿Quien es Mark?— El rostro de su amigo se volvió colorado en unos segundos y Jaemin rió fuerte —¿Te gusta? Pensé que eras asexual — Jeno volvió a sonrojarse sin saber que decir— Cómo sea. Sí es de confianza, está bien— Dijo rápidamente, no quería quitarle más tiempo al chico. Tenía más cosas que hacer.
Le dejo el número de ese tal Mark y la indicación que lo mandaría al siguiente día para conocerse y así empezar a tramitar su divorcio por fin.
La siguiente mañana recibió una visita, era el amigo de Mark que era abogado. Era un chico guapo y amigable, aunque algo tímido al principio. Jaemin tenía la habilidad de sacar la timidez a cualquier persona cuando el quería y le agradaba. Ambos establecieron los acuerdos del divorcio, Jaemin firmo y le concedió a Mark la autorización para representarlo ya que no podría moverse por un tiempo.
Sus heridas sanaban rápidamente, pero aún tenía su muñeca y tobillo inmovilizados, el cual no tardaría en sanar de igual manera. Su doctor le dijo que en quince días volvería a mover su pie y caminar sin la ayuda de un bastón. A pesar de todo, solo Jeno y Mark lo visitaron durante esos tres días.
Tal vez se había apresurado en llamar amigos a sus compañeros, al fin y al cabo eso eran, compañeros. Había sido un tonto por creer que en solo tres años ganaría tal confianza.
Sin aviso su mundo estaba cambiando, nuevamente.
Al tercer día le dieron el alta, Mark y Jeno lo esperaron ese día para llevarlo hasta su casa. El mayor le había conseguido el permiso de ir a su casa y retirar sus pertenencias de ahí, le había dejado a su pronta ex esposa (debía esperar a que el caso terminara en pocos días) que habitara su casa. Debía conseguir rápidamente un nuevo departamento y no molestar mucho al par que amablemente lo dejaron quedarse con ellos.
Despacio camino detrás de Jeno que le mostraba la casa, era acogedora y muy hogareña. Podía sentir la escencia de su mejor amigo por todos lados.
—Esta es la habitación de invitados. Puedes usarla el tiempo que te quedes, no nos importa si tardas un año. Eres bienvenido— Quiso decir algo, pero prefirió callar. Su orgullo ya había sido pisoteado y su condición física no estaba en situación de ayudar.
—Gracias. Por todo— El dueño de casa le sonrió y lo abrazo fugazmente.
—Siempre estoy aquí para ti— Jaemin debía agradecerle por todo lo que hizo por el en esos pocos días. Le demostró que esa amistad que tenían no se había extinguido. —Debo irme a trabajar. Cualquier cosa, Mark está en su oficina—
Jaemin quedó en silencio, intento caminar lentamente por el lugar. Se detuvo a ver con detalle los diferentes puntos de la casa, observó la cocina con cariño, sabía que no podría cocinar en un buen tiempo. Solo rogaba que el daño no fuera grave y pudiera seguir con su vida como antes, pero era una mentira, ya nada sería como antes.
—¿Estás bien?— Escuchó la voz de Mark desde lejos. Se dió la vuelta y asintió. Siguió su camino y una duda lo abarcó.
—Jeno dijo algo sobre un sobrino— Recordó la primera charla, no recordaba que Jeno tuviera hermanos, había visto una habitación con una J grande en la puerta.
Pero no entendía, le faltaban piezas en el rompecabezas.
—Hablas de Jisung— Señaló la puerta con la J. Jaemin entrecerró los ojos y volvió a contar el número de puertas, las habitaciones que le había indicado Jeno.
Una era el baño, la otra la oficina de Mark, lo que ahora sería su habitación y aquella con la J en la puerta. Entonces ¿Donde dormía Mark y Jeno? Solo quedaba una.
—¿Donde duermen ustedes dos?— Mark lo miró como si estuviera bromeando o estuviera preguntando lo obvio. Luego suspiro cansado y se quitó las gafas que llevaba en ese momento, las cuales usaba para leer.
—Jeno no te lo dijo ¿Verdad?— El joven adulto lo observó un tiempo. Sin saber a qué se refería.
—¿Decir que?—
—Jeno y yo— Antes de seguir hablando, la puerta se abrió y unos pasos furiosos pasaron directos hasta donde estaban las habitaciones.
La puerta sonó por toda la casa cuando fue cerrada con fuerza. Mark frotó su frente con cansancio y camino hasta la puerta de la habitación del sobrino de Jeno. Golpeó suavemente y recibió una respuesta.
—¡Sé que eres tú Mark! Solo voy a hablar con mi Tío Jeno— La voz de un muchacho se escuchó a través de la puerta.
—Se acaba de ir a trabajar— Le recordó. Escuchó una queja del otro lado, el mayor actuó tranquilo, acostumbrado a la situación —A veces se pone sensible, pero es bien chico— Le hablo por lo bajo al invitado. —Sal de ahí Jisung. Jaemin ya vino—
—¿Quien carajos es Jaemin?— El nombrado no pudo evitar soltar una risa. El chico era todo un caso
—El vocabulario Park Jisung— Lo regaño —Jeno te hablo sobre su mejor amigo que se quedaría con nosotros—
—¿El que fue engañado por su esposa?— Jaemin mentiría si esas palabras no le dolieron.
—Hola Jisung. Es un gusto conocerte— Le grito a la puerta.
Escucharon los pasos acercarse y la puerta se abrió revelando a un joven muchacho, alto y de complexión delgada, sus ojos estaban vidriosos por llorar y brillaban como los de un pobre venado lesionado. Sus ojos se cruzaron unos segundos, se miraron de arriba abajo y Jaemin reconoció el uniforme del instituto, ese donde había asistido en su juventud.
Jisung abrió grande los ojos y le cerró la puerta en la cara, Mark comenzó a gritarle que era mala educación lo que acababa de decir. Jaemin se había quedado en estado de shock, el pequeño era muy tierno y lindo, no se había sentido atraído por un hombre desde que era más joven y había escapado a Estados Unidos.
No se había sentido así desde Renjun.
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