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Capítulo 28. Confrontar y avanzar

Confrontar y avanzar; he estado repitiendo esas palabras desde que Margot me las dijo como si fuesen alguna especie de mantra.

Mientras tanto, me encuentro sentada en la sala de común, mirando una película de ciencia ficción en la televisión. No puedo dejar de bostezar, así que bebo un café e intento que mi brazo no se acalambre tras tener que soportar todo el peso de la cabeza de Fred. Y más allá de lo pervertida que pueda sonar, una de las parte del cuerpo de Fred más grande es su cráneo y no es que lo haya testeado por mí misma, sino que he oído ciertos rumores. Muchos rumores que lo hacen muy famoso entre las mujeres.

— ¿Puedes dejar de murmurar? —me reprendió. Mi corazón se disparó y lo miré horrorizada. ¿Cuál de todos mis pensamientos oyó?— ¿Por qué repites confrontar y avanzar? —inquirió, y suspiré aliviada.

— Solo es algo que Margot me dijo para poder olvidar el asunto con Dylan —respondí con un ligero encogimiento de hombros.

Fred se acomodó en el pequeño sillón junto a mí, viéndose incómodo en intentar hacer que sus grandes dimensiones entraran en aquel sitio; esa era una de las ventajas de tener el cuerpo pequeño y proporcionado.

— ¿No has hablado más con él desde aquella vez? —Preguntó, y negué suavemente— Deberías hacerlo. Poner un fin acorde a lo que vivieron; ustedes no fueron solo una aventura, lo de ustedes fue casi un matrimonio —comentó.

Puse los ojos en blanco; para Fred cualquier relación mayor a dos meses es un matrimonio, y eso se debía a que cambiaba de novia prácticamente todos los meses. Por eso mismo, él sabe que tiene que presentarme formalmente una novia cuando se decida a sentar cabeza, y así pueda encariñarme tranquilamente.

— Voy a intentar hablar con él, eso ya lo he decidido —murmuré mirándome las manos como si fuesen tan interesantes como un trasplante de corazón. Elevé los ojos hacia Fred y percibí su inquietud sobre mí—. Tengo miedo sobre qué puede pensar Aiden —susurré.

— Lo de ustedes es serio ¿eh? —canturreó con una sonrisa divertida. Levantó su brazo y me rodeó para apretujarme dolorosamente contra su lado— ¡Mi niña se ha vuelto a enamorar! —exclamó dramáticamente.

— Saca tus sucias manos de mi, engreído —siseé con más drama que él e intenté restarle importancia a lo último que dijo. Tenía demasiadas dudas en mí sobre mis relaciones como para poder definir qué era lo que Aiden y yo teníamos; éramos novios sí, pero, ¿estábamos enamorados?

Si es que era así; ¿Cómo y en qué momento pasó?

— Díselo, él te conoce. Incluso creo que Aiden sabrá ayudarte mejor que nadie a saber cómo avanzar —sentenció. Me quedé observándolo por unos minutos. Fred me dio su opinión y no podía negar cuanta certeza tenía.

— Tienes razón, mañana mismo se lo diré —dije con optimismo, sonriendo para mí misma. Y así, volví a mirar a la película y Fred a usar mi brazo de almohada.

~~~

Si hubiese sido por mí, habría llegado a mi casa para dormir hasta el fin de los tiempos. Pero, tenía un almuerzo familiar y eso conllevaba tener que levantar mi holgazán cuerpo hasta la casa de mis padres y hacer que mi frito cerebro se esmerara por pensar buenas respuestas en la conversación con mis padres.

Lo bueno de todo, era la presencia de Aiden. Él iría conmigo, y es de completo saber universal que mis padres aman a Aiden, que mi hermano es el mejor amigo de Aiden y que yo me siento bien junto a Aiden, así que se podría concluir en que Aiden es la salvación de la familia Moore, pero por supuesto que eso nunca se lo diría porque le aumentaría el ego.

— No es que esté nerviosa, pero me siento inquieta —le digo a Aiden a medida cruzo la puerta de la casa de mis padres.

— No tienes por qué estarlo, es solo una comida y son tus padres, no una autoridad policial —respondió. Creo que frente a una autoridad policial no tendría tantos nervios como frente a ellos— Además ya los conozco a ellos, a tus historias vergonzosas, las fotos de bebé, los vídeos de mala calidad, no creo que haya algo que no hubiese visto antes —comentó con una maliciosa sonrisa. Quise besarlo hasta desmayarme y también quise golpearlo.

— ¡Aiden! —exclamó mi mamá en cuanto lo vio. Y si, lo saludó a él antes que a su propia hija. Menos mal que ya estoy curada de espanto.

Lo abrazó como si fuese un osito de peluche, y le besó la mejilla. Podría haberme puesto celosa, pero estaba demasiado cansada.

— Piper, cielo, te ves como si no hubieses dormido nada. ¿Trabajaste anoche? —me preguntó, acariciándome la mejilla. Se sentía tan bien que tenía ganas de dormirme sobre la palma de su mano.

Asentí mecánicamente y tomando de la mano a Aiden lo obligué a avanzar por la casa.

— Soy un zombi, si intento comerme tu mano, dispárame en la cabeza —le susurré. Aiden sonrió divertido y besó el dorso de mi mano, pero si fuese él, me lo hubiese tomado en serio. Mi cerebro está prácticamente disecado.

En la cocina encontramos a mi papá y tenía la ligera sospecha que mi madre había causado eso, obligándolo a ayudar para que sea útil y no permanezca sentado frente al televisor mirando un partido de fútbol. Sus ojos brillaron al vernos y supe que fuimos una especie de salvación porque nunca lo vi tan feliz de verme, aunque él siempre estaba emocionado por mí. Qué puedo decir, soy la niña de papá.

— Me alegra que hayan llegado —exclamó, y tras besar mi frente, se acercó sutilmente a Aiden—. Tanto tiempo sin verte, es un placer tenerte en esta casa aunque debo advertir que si lastimas a mi hija puedo ir a cortar tus testículos —lo amenazó sin quitar la simpática sonrisa, lo que generaba aún más miedo y perturbación.

Pero la verdad era que mi padre aunque quisiese nunca podría hacer eso. Primero, porque es un poco blandengue; en esta casa, los pantalones los lleva mi madre. Y segundo, ni siquiera estoy segura que sepa en qué sitios cortar adecuadamente pero no creo que eso importe cuando la intención es vengarte.

Aiden sonrió tensamente y me miró de soslayo en busca de ayuda, ¿pero qué rayos podía hacer yo?

— ¿Por qué no vas a mirar tele? Sigo ayudando a mamá —le dije, obligándolo a irse de allí, y lo empujé apenas hasta que desapareció—. Intenta que no te espanten, sabes que ladran pero no muerden —me quejé.

Aiden pasó la mano por su pelo, desordenándolo, y negó con la cabeza, acercándose sigilosamente a mí y arrinconándome contra la mesada.

— La única persona que puede alejarme, eres tú —murmuró, dándome pequeños y suaves besos en el cuello y el rostro que volvieron a traerme a la vida. Sonreí involuntariamente, sin poder hablar por la distracción que suponían sus labios hasta que se alejó de mí y se ubicó a mi lado, cruzado de brazos con aspecto de inocente.

Lo miré enojada e iba a reprocharle que continuara cuando vi a mi madre volver a la cocina para comenzar a ordenarnos a Aiden y a mí como cuando éramos niños; había cosas que nunca cambiaban.

— ¡Hola familia, estoy en casa! —Gritó Robb cruzando toda la sala hasta la cocina, donde nos saludo amistosamente y se encontró con el amoroso abrazo de mamá— ¿Necesitan ayuda? —inquirió.

— No, ve con tu padre a mirar el partido —le dijo ella risueña a su adorado y malcriado hijo. Robb nos sonrió a Aiden y a mí, que le dedicamos una mirada oscura.

Y sí, realmente, había cosas que nunca cambiaban.

Durante el pasado, en numerosas ocasiones estuve recostada en mi cama mirando la televisión o simplemente haciendo nada, acompañada de Aiden. Nunca nos preguntamos por qué hacíamos eso, sino que simplemente se daba. Él quería escapar de sus problemas y yo solo quería un momento en silencio; así que solo nos quedábamos ahí comiendo y pensando, y de vez en cuando discutíamos sobre temas banales solo para distraernos.

— ¿Puedo admitir, sin el deseo de recibir algún tipo de broma de tu parte, que muchas veces quise estar en tu cama besándote? —preguntó Aiden, deteniéndose un momento de aquella sesión de besos que me estaba sumiendo en un trance peor del que ya me encontraba.

Sonreí y lo miré con ternura, peinando su pelo. Yo también había tenido ese tipo de deseos. Había veces, que me era imposible tener a Aiden a mi lado quejándose de su hermano y no observarlo e imaginarme como sería ser besada y tocada por él. Pero aquello nunca lo había admitido en voz alta, por miedo a que fuese algo realmente importante... hasta aquel momento.

— Yo también he querido que me besaras en mi cama de adolescente, quizás escondiéndonos de mis padres y luchando porque Robb no nos delate —comenté encogiéndome de hombros—. Tengo una mente muy activa cuando quiero...

Los ojos verdes de Aiden se oscurecieron un poco y cuando sonrió, adquirieron un tono más brillante y hermoso. Respiró profundamente y pensé que me diría algo, pero solo me besó; esta vez fue un beso más profundo y lento pero al mismo tiempo transmitiéndome una inquieta ferocidad que me hacía estremecer.

Las cosas se estaban poniendo cada vez más calientes y frenéticas, lo que estaba ayudando a volver a despertarme y sentirme viva, pero en ese instante comenzó a sonar el móvil de Aiden. Él se alejó de mí a regañadientes mientras que yo gemí con decepción.

Maldita sean las llamadas improvistas.

— Hola madre —dijo tranquilamente, sentándose en la cama—. Todo bien, sí. ¿Por qué? —Lo escuché preguntar mientras yo continuaba mirando el techo— ¿Qué? ¿Te dijo eso? —pude percibir el tono de enojo que comenzaba a tener su voz. Me acomodé en la cama y lo miré cuidadosamente— No, nada que ver madre.

— ¿Sucedió algo? —le pregunté, en voz baja, en cuanto sus ojos se posaron en los míos.

— Logan —pronunció su nombre sin sonido, y era toda la respuesta necesaria para suponer que había sucedido—. Madre, esta tarde iré a tu casa y hablaremos. Prefiero hablar en persona, y no me gusta que lo defiendas tanto sin siquiera saber que sucedió —insistió. Podía oír la voz de Katherine desde el sitio donde me encontraba, fuerte y posiblemente molesta porque todos sabían que el menor de los Harrison era su preferido—. Ok, lo siento. Luego hablamos —murmuró Aiden y tras cortar quedó en silencio.

Lo contemplé silenciosamente hundir su cabeza entre sus manos y desordenar su pelo. No pude evitar alcanzarlo con mi mano y frotar su espalda con suavidad. Estaba tenso y enojado, así que preferí guardar silencio hasta que él decidiera decirme algo.

— Creo que puedes darte cuenta que es lo que sucede, ¿no? —dijo en voz baja y queda.

— Sí —respondí suavemente. Aiden suspiró profundamente y se puso de pie para recorrer la habitación.

Torcí mis labios en una mueca de disgusto mientras lo contemplaba caminando de un lado a otro. Molesto y seguramente intentando deshacerse de lo que sentía. Y estaba por comenzar a hacer un agujero en el piso cuando se detuvo y me miró, con sus ojos verdes bien abiertos.

— ¿Puedes creer que Logan le dijo que me he estado comportando como un idiota con él y que se ofendió tanto que prefiere no verme? —me preguntó.

Solo suspiré, porque ya no me sorprendía más nada.

— Él... él... se cree que puede hacer y decir lo que quiere, y no le importa nada —dijo con desprecio, cerrando sus ojos y sacudiendo su pelo—. Estoy cansado, harto y ya no tengo paciencia para esto, mucho menos cuando te incluye a ti —agregó. Pude ver el dolor en su expresión. Me levanté de la cama y fui hacia él.

— Shhh...tranquilo —le susurré abrazándolo por el cuello—. La familia es así, puedes tener la seguridad de que te comprendo. A veces los odias, en otras desearías no estar relacionado, luego los vuelves a amar, y así, una y otra vez —dije, peinándole el pelo para poder relajarlo de alguna manera.

— Pero con Logan es distinto —exclamó, y me alejé apenas de él para verlo a los ojos.

— No es distinto. Son hermanos y se quieren a su extraño modo. Yo también, aunque en este momento ambos nos detestemos —confesé—. Solo hay que confrontar y avanzar —asentí. Él me dedicó una extraña mirada y ladeé mi cabeza—. Es algo que Margot me dijo. A lo que me refiero es que debemos enfrentar lo que sucede, cerrar cosas y así poder continuar; como tú con tu hermano y yo con Dylan.

Cuando dije eso, me quedé en un incómodo silencio viendo como el enojo, la duda y la curiosidad se arremolinaban en su expresión. Seguí jugueteando con su pelo, solo por si acaso ayudaba.

— ¿Qué tiene que ver tu ex novio con todo esto? —preguntó.

— Absolutamente nada —respondí inmediatamente, y me encogí de hombros—. Es solo que desde hace un tiempo me estoy sintiendo culpable por no haber hablado más con él, sobre todo tras su confesión y no sé, me gustaría poder hablar y cerrar aquella etapa —agregué—. Llevó dándole vueltas al asunto, y quería saber tu opinión —susurré volviendo a abrazarlo—, por favor, no te enojes conmigo también.

Él no respondió, sin embargo, rodeó mi cintura con sus brazos, firme y fuerte. Lo oí respirar profundamente y depositó un sentido y largo beso en mi cuello.

— Nunca podría enojarme contigo —confesó, y mi corazón se derritió de amor. Lo apreté más fuerte solo para oírlo quejarse, y me alejé para vislumbrar una mínima sonrisa que me hizo sentir victoriosa.

— Entonces, ¿crees que está bien que vaya a hablar con él? —Pregunté, borrando mi sonrisa y volviendo a degustar la culpa.

Aiden me miró por un instante que se sintió eterno. Sentí su mirada atravesarme como rayos X, y había algo dentro de mí, que me decía que él podía saber más de mí misma que yo.

— Solo porque mi mente, que en este momento está enojada, me grita que no, voy a responder que sí. Porque sé que una vez esté tranquilo, mi yo diplomático respondería eso —dijo, ladeando su cabeza y lo miré como un perrito confundido.

— ¿Sabes cuán confuso sonó todo eso? —pregunté, y él asintió.

— En mi mente todo es menos complicado —comentó—, pero la realidad siempre se empeña para empeorarlo.

Sonreí y besé su mejilla haciendo un camino hasta sus labios que se habían vuelto mi perdición, haciéndome olvidar de todo y borrando cualquier miedo que pudiese tener. Aunque él podría haberse rehusado, cedió rápidamente a mí, dejando de lado todo lo demás. Me rodeó con más fuerza, arrastrando y obligándome a recostarme en mi antigua cama.

Un grito de exaltación, de mi parte, murió antes de salir cuando Aiden volvió a concentrarse en nuestros labios y en sus manos sobre mi cuerpo, en vez de los problemas que nos rodeaban, y que siempre lo harían.

Decidimos hacer de cuenta que no había nada más importante por ese momento, aunque una vez que saliéramos de aquella habitación tendríamos que confrontarnos a lo que tarde o temprano llegaría. El único deseo para mí misma era poder ser valiente.

~~~

Respiré, me mentalicé y caminé. Recorrí lo que parecía un largo tramo aunque realmente no lo era. Sentía calor, sin embargo, mi cuerpo estaba helado. No recordaba estar tan nerviosa desde mis primeras prácticas como médica, pero una vez que me detuve y me encontré con un par de ojos que tiempo atrás habían significado todo, una extraña tranquilidad me rodeó. No había enojo ni rencor, solo conocimiento.

— Buenas tardes, Dylan —lo saludé; mi voz no salió tan firme como quería que saliera. Él parpadeó y me dedicó una suave sonrisa.

— Me alegra mucho verte, Piper —murmuró, señalando la silla frente a él—. No sabes cuánto necesitaba tu llamado —agregó, sonando como una confesión que le daba pudor decir. Sonreí, y me dejé llevar por su aspecto tan sereno.

— Y yo necesitaba llamarte —coincidí. Ambos cruzamos miradas en un silencio que no era incómodo, sino suave y delicado, que te hacía sumergir en un ambiente de privacidad.

Estabaclaro. La vida me había puesto pruebas para llegar a aquel momento, donde tenía que confrontar y avanzar.Mentalmente me lo repetí una vez más ese mantra, pero solo por costumbre.

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