Capítulo 27. Como perro con dos colas
Imagínate cuán feliz debo estar, sabiendo que mi novio fue a cenar con su antigua amiga que estaba enamorada de él. Lo bueno, si es que hay algo bueno, es que también van a estar presentes Matt y Douglas. Lo malo... Loreley está completamente histérica por dicha cena, encallada en el sillón de mi casa, mirando la televisión con sus grandes anteojos, y abrazada a un pote de helado, mientras yo me encuentro en el suelo, sentada en la alfombra, y rodeada de libros y cuadernos para tomar apuntes.
— Odio estudiar —lloriqueé. Loreley hizo un extraño ruido con su boca y me miró indignada.
— Tendrías que haber pensado mejor cuando decidiste estudiar medicina. Tu vida deja de ser tuya para ser de la sociedad... como si vendieras tu alma al diablo —comentó. Mis cejas se elevaron involuntariamente.
— ¿Estás diciendo que la sociedad es el diablo? —pregunté.
— Si —respondió comiendo más helado.
Okey, ella estaba enojada, frustrada y de mal humor así que lo que fuese que dijese, iba a estar influenciado por eso. Puse los ojos en blanco y seguí estudiando, mientras Loreley continuaba cambiando los canales sin dejar algo.
— Tengo curiosidad —comentó de repente, y dejé de leer para mirarla—, ¿Cómo se veían Logan y Aiden cuando eran adolescentes? —inquirió; la sola mención de Logan me hizo tensar. Ella sabía bien lo que había pasado, y aunque estaba enfurecida con él, no le producía el mismo efecto que a mí su nombre.
Hice memoria y busqué una forma de explicarme bien.
— Hay un actor que siempre me recuerda a Logan; el chico rubio ese que trabajaba en la película de Nancy Drew —dije pensativa, y Loreley ladeó su cabeza intentando rememorar esa película tantas veces vistas—. Y Aiden... quizás como ese jugador pelilargo en la serie Friday Night Light —agregué. Loreley quedó boquiabierto con la cuchara con helado a medio camino de su boca. Sus ojos se oscurecieron con sus fantasías mentales y yo sonreí.
— Eras una maldita afortunada —murmuró, comiéndose el helado que había comenzado a derretirse sobre ella. Meneé la cabeza porque ella estaba realmente alejada de cómo fue mi adolescencia—. Aunque hubiese preferido a Aiden de mejor amigo —agregó, dándome una mirada severa.
Puse los ojos en blanco y seguí leyendo. Loreley prefería chicos de pelo castaño antes que los rubios, así que sus preferencias no me extrañaban. Quizás, yo también debería haberlo preferido, pero en aquellos tiempos éramos un equipo los tres y sin querer, fuimos tomando caminos que no siempre fueron los mismos.
Un día cuando tenía 15 años, me encontraba en la casa de los Harrison, jugando vídeos juegos con Logan y Aiden. Los tres habíamos llegado de la escuela y lo único que queríamos era olvidarnos de todo eso.
Me encontraba sentada entre los dos hermanos para que no se pelearan, y mientras ellos jugaban yo comía las galletitas que la señora Harrison nos había traído. En aquella época, el papá de ambos aún vivía y trabajaba en la tarde en las oficinas de un banco.
Logan le gritaba a la pantalla como si eso ayudara, y Aiden se burlaba de él. Yo me reía de ellos hasta que Logan perdió y comenzó a maldecir a su hermano.
— ¡Eres un mal perdedor! —se quejó Aiden, que tenía 17 años, y sacudió su cabeza para que el pelo, que llevaba más crecido de lo habitual, se alejara de su rostro. Logan le mostró el dedo del medio y gruñendo como un animal, subió las escaleras para ir a darse un baño.
Sin poder dejar de sonreír miré a Aiden, y él me ofreció el otro mando a distancia.
— ¿También eres mala perdedora? —me preguntó; sus ojos eran intensos como el césped luego de la lluvia. Meneé la cabeza, y aunque pensé en ir hacia Logan para ver si estaba bien, acepté aquel desafío porque debía vengarme de alguna forma que él se hubiese burlado de mí ese día en la escuela.
— Tu trasero será mío, Harrison —exclamé, y pese a que no tuve suerte de ganarle, me reí mucho.
Hacía tiempo que los dos no pasábamos compartiendo un mismo espacio sin despreciarnos o pelearnos, y me costaba reconocer que la pasaba bien cuando Aiden era así... simplemente él, y no el idiota que se transformaba con sus amigos.
— ¿Y ya sabes qué es lo que vas a hacer cuando termines la escuela? —le pregunté en un momento. Él asintió rápidamente.
— ¿No te dijo mi hermano? Voy a estudiar medicina, y quiero entrar en Oxford —respondió. Un extraño sentimiento me obligó a detenerme y mirarlo.
— ¿Eso significa que te iras de Londres? —pregunté. Él torció sus labios con desagrado y se mostró melancólico.
— Si, pero vendré seguido así no te olvidas de mí —sonrió, observándome juguetonamente.
Negué con la cabeza, pero aún así sonreí; aunque la verdad, es que luego de que ingresó a la facultad, la frecuencia con la que volvía era menor hasta finalmente no volvió más con su viaje a Estados Unidos. Y yo, me aferré a mi amistad con Logan, sin permitirle que se alejara de mí; ya había perdido la extraña amistad que tenía con Aiden y no podía perderlo a él también... hasta ahora.
— Piiiiiiiiiiiiiiiiip —escuché, y me sobresalté, soltando el bolígrafo y mirando a Loreley—, ¿A dónde demonios te fuiste? —me preguntó. La miré con irreverencia y sonreí culpable. Ella puso los ojos en blanco dramáticamente y señaló la puerta.
Estaba por preguntar que quería cuando oí el timbre resonar intensamente. Así que resoplé molesta y me levanté para abrir la puerta.
— ¿Qué hacías que no abrías la puerta? ¿Acaso estabas teniendo sexo con... —siguió hablando Margot, ingresando a mi casa con el cochecito de Lio y observó el interior de la casa—... Loreley? —me miró con horror y suspiré haciéndome cargo del cochecito, dejándola cerrar la puerta y afrontar la realidad.
— No es la forma que deseábamos para decírtelo, pero ya deberías haberlo sospechado —dijo Loreley, mirándola con picardía. Margot me dedicó una mirada mordaz, mientras me sentada y saludaba a Lio, que dormía como un ángel.
— Siempre creí que tendrías mejor gusto —murmuró. Loreley le sacó la lengua infantilmente, y Margot se acomodó en el espacio que quedaba libre. El sonido de la televisión prevaleció por un momento, y fuimos evaluadas por Margot antes de que se recostara sobre el respaldar del sillón.
— ¿No era que te tomarías unos días este fin de semana para descansar de tu hijo? —pregunté. El mal humor se apoderó de ella y sus ojos se oscurecieron con enfado.
— Iba a ser un fin de semana solos los dos, hasta que el inmundo de Logan llegó a casa ayer por la noche y secuestró a mi esposo para poder descargarse de sus problemas —respondió tensamente, y posó sus ojos en mí—. Al parecer no se tomó nada bien que tú y Aiden estén de novios —se quejó.
Inmediatamente me sentí culpable, porque parte de que ella no tuviese su fin de semana con su esposo era por mí. Me hundí en el sillón con el estado de ánimo caído.
— Lo siento —susurré, y vi como ella y Loreley intercambiaron miradas horrorizadas.
— ¿Por qué sentirlo? No fuiste tú quien obligó a Logan a que se lleve a mi marido a un bar —me reprendió como si fuese mi madre, y me encogí más sobre mí misma. Abrí la boca para decir algo pero Margot levantó su dedo sobre mí para silenciarme—. Tampoco es tu culpa que él sea un inmaduro emocional que no puede soportar que seas feliz con una pareja, aunque esa pareja sea su hermano. Logan tiene un gran problema de dependencia hacia ti, como si creyera que es tu dueño para controlarte y tú te dejas influenciar fácilmente. La verdad... no sé cuál de los dos tiene que iniciar urgentemente terapia.
Mi cara se contorsionó por el enojo y posé mis ojos en Loreley.
— ¡Te dije que debía recurrir al demente de Vincent! —exclamé indignada. Ella volvió a hacer un extraño sonido de rechazo con su boca y continuó comiendo helado como un ente sin vida.
Margot se esforzó por hacer caso omiso a mi extraña reacción y continuó observándome como si fuese uno de sus pacientes, mentalmente inestables que pueden llegar a ser un peligro inminente para una tercera persona. Lo que Margot debería evaluar bien, es que la tercera persona que tenía más cercana era ella y su hijo Lio.
— Tienes que poner un punto y aparte. Debes cerrar etapas para poder avanzar, y pareces seguir viviendo en la pre adolescencia en tu relación con Logan... y ni hablar de Dylan —comentó. Un escalofrío hizo cosquillas en mi espalda y me erguí imperceptiblemente, probablemente con la expresión contorsionada por el dolor que me producía su nombre.
— ¿Qué pasa con él? —inquirí suavemente, notando que Loreley dejaba de prestar atención a la televisión para centrarse en mí, nuevamente. Margot me dedicó una mirada que decía "¿Acaso no es obvio?", y yo negué, teniendo la necesidad de saber.
— Tienes que cerrar tu etapa con él también. Solo te la pasas mortificada con todo lo que su fantasma significa. Si no concluyes lo que sucedió con él, nunca vas a poder avanzar, y lo que haces de evitar nombrarlo o verlo solo empeora las cosas, convirtiéndote en una completa gallina —respondió.
«¿Me llamó gallina?» pensé
— Sí, dije gallina... cobarde, miedosa... y todo te pasa por rencorosa —exclamó hablando en español. Abrí mi boca con espanto ante la sinceridad brutal.
— ¡No soy rencorosa! —respondí también en español, ya que mi madre me había enseñado lo suficiente como para apañármelas en algunas ocasiones; que Margot y yo tuviésemos en común sangre latina hacía que nuestra relación fuese más estrecha. Ella me miró con soberbia, totalmente incrédula.
— Por supuesto que lo eres —respondió.
— ¿Me pueden traducir qué demonios dicen? —inquirió Loreley, levantando la cuchara del helado.
— La perra dice que soy rencorosa —gruñí, mirando de soslayo a Margot reírse de mí.
— La perra tiene un poco de razón —replicó Loreley con un encogimiento de hombros.
Me crucé de brazos y las miré venenosamente. Ellas estaban allí en mi casa, quejándose y hablando mal de mí, y mi cerebro parecía ser deficiente a la hora de defenderse.
— ¿Y con base en qué dicen eso? —inquirí; aparentemente mi cerebro pudo reaccionar. Margot y Loreley se miraron, como lo hacen dos seres maquiavélicos que están poniéndose de acuerdo para atacar a su enemigo.
— Uno: aún no me perdonas por haberme comido esa torta cuando estábamos en la universidad; dos: recuerdas con lujo de detalle todo de aquellas personas que se burlaron de ti en la escuela; tres: cuando puedes, te recuerdas a ti misma de esa fulana que te robo a aquel chico de la universidad antes de que conocieras a Dylan; y cuatro: tu odio a Aiden —respondió Loreley, levantando sus deditos y posando desdeñosamente sonriente.
Entorné mis ojos sobre ella, queriendo ser capaz de silenciarla, torturarla y quizás matarla, pero lo único que causó fue que ella se volviera más sonriente. Y Margot, solo se quedó callada asintiendo todo lo que Loreley decía. Quería gritar y decirles que estaban equivocadas...aunque un poco de razón tenía.
Igual... no me iba a quedar sin pelear.
— Uno: esa maldita torta la preparó mi abuela, y yo la amaba, y esa torta significaba mucho —dije, aunque realmente significaba que era una golosa egoísta—. Dos: ¿Cómo no voy a recordarlos? Ellos me traumaron —no, en verdad no lo hicieron pero algo debía decir—. Tres: yo había empezado a tener sentimientos hacia aquel chico —otra completa mentira que esperaba que ellas no se dieran cuenta—. En cuanto al punto 4, realmente no sé si odié a Aiden en algún momento. Sí, lo detestaba la mayor parte del tiempo pero fue para protegerme de él y lo que generaba. Cuando él se fue a estudiar a Oxford estuve un mes llorando porque lo extrañaba y alrededor de dos años soñando con él —respondí.
Y lamentablemente para mí, aquello era verdad y la primera vez que lo reconocía en voz alta. Evité las miradas de Margot y Loreley por miedo a que se burlaran. Respiré hondo y comencé a jugar con Lio, mientras sentía en mi interior un molesto nudo. ¿Iba a llorar? No sé, quizás.
Estaba tan susceptible que ya comenzaba a preguntarme en qué etapa del ciclo me encontraba, hasta que oí a Loreley:
— Awwww... —exclamó como si estuviese viendo a dos ositos cariñosos en la televisión. La miré con extrañeza hasta que sonrió y busqué en Margot un poco de cordura.
— Tú ya estabas enamorada de él en aquella época —dijo Margot.
Y no, no era el tipo de cordura que buscaba.
Me tensé, alejándome imperceptiblemente de ambas que me miraban como un bicho raro. Comenzaba a temerles y estaba evaluando la necesidad de alejarlas del pequeño Lio. Pobre criatura, una madre bastante loca le tocó.
— ¿Qué? Yo no... —comencé a decir pero la mirada asesina de Margot me dio miedo.
A veces... solo a veces me preguntó quién lleva los pantalones en la relación de ella y Christopher, y momentos como estos solo confirman mi teoría de que es ella.
— Confrontar y avanzar, eso es lo que necesitas —dijo, elevando su voz para ser oída—. Repite conmigo: confrontar y avanzar.
Permanecí mirándola como si acabara de decir que tenía un alien en su estómago y que estaba a punto de salir a la superficie pero la actitud impaciente me advirtió que siguiera con su juego.
— Confrontar y avanzar —repetí como si fuese una niña de 7 años.
«¿En verdad esto iba a ayudar?»
— Suele funcionar —murmuró Margot en medio de un suspiro, y así, al parecer terminó mi sesión gratuita de terapia.
¡Por dios! Que estresante que fue.
Esa noche me costó dormirme por pensar en Logan, Dylan y Aiden. Ellos tres habían significado mucho para mí, y aún lo hacían. Mi corazón latía frenéticamente y mi mente no dejaba de recordar viejos momentos compartidos. Estaba confundida y mareada, mi corazón no decía nada útil y mi mente mucho menos. Intenté poner la mente en blanco, pero solo recordaba a Saori con Aiden y volvía a perder el sueño.
Di vueltas en la cama y estuve a punto de hacer un cráter, cuando mi teléfono sonó y me llegó un mensaje de Aiden. Luego de eso, pasó alrededor de veinte minutos para que escuchara la puerta de mi casa abrirse y fue cuestión de segundos para que Aiden entrara a mi habitación, dándome un beso profundo y sentido que me dejó obnubilada.
— ¿Tuviste una buena noche preciosa? —preguntó en un susurro, que hormigueó mi cuerpo.
Asentí y le expliqué en resumidas cuentas, cuan loca se había vuelto Loreley y como la visita de Margot la ayudó a ponerse de buen humor. Por supuesto que omití que su buen humor surgió tras burlarse de mi mal humor, pero eso no debía saberlo.
— Al parecer, tuviste más diversión que yo —comentó sombrío, deshaciéndose de la camisa y acostándose a mi alrededor—. Aquellos solo estuvieron hablando de personas de la universidad a quienes detestaba y no perdieron tiempo en recordar los momentos bochornosos de mi vida —agregó.
Sonreí y pasé mis manos por su pelo para despeinarlo, además, era una buena estrategia para atraerlo a mí y besarlo.
— Tú siempre encontraste graciosos tus momentos bochornosos —comenté, y él torció sus labios con disgusto, suspirando profundamente.
— Solo son divertidos cuando están relacionados enteramente contigo, sino no. Odio quedar en ridículo —dijo seductoramente besándome. Sonreí sobre sus labios y lo alejé un poco.
— No sé si sentirme halagada u ofendida —lo miré pensativa.
— Definitivamente, eso es un halago —comentó, pasando sus manos por mi cuerpo, haciéndome olvidar acerca de lo que hablábamos o sobre cuáles eran mis problemáticas antes de que él llegara.
Estaba a punto de seguir conversando, pero sus besos comenzaron a tomar ferocidad y rapidez, haciéndome cosquillas. Aiden se divertía haciéndome reír, hasta que olvidamos todo el resto y las cosas cambiaron de tono.
Lo único que puedo decir, es que luego de la actividad física logré conciliar el sueño en cuestión de segundos y el mal humor que tenía Aiden se evaporó junto a mis preocupaciones. Al parecer, ambos éramos buenas anestesias para él otro... pero por supuesto, todo a buenas dosis terapéuticas.
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