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Capítulo 26. No soy una mentirosa

— Ah, ¿no? Entonces, cómo demonios es que me entero ahora que eres la novia del tipo más odioso del mundo —se quejó elevando la voz como si yo fuese una chiquilla.

— Primero, nunca lo preguntaste. Segundo, no es que hayamos compartido tiempo los dos últimamente como para que te lo haya podido decir —grité. Él puso los ojos en blanco, desestimando todo y yo me enfurecí aún más.

— Me viste hace un tiempo en mi despacho —siseó, tensando su mandíbula.

— Lugar del cual me echaste. ¿Qué piensas? ¿Qué iba a entrar así como si nada, y en mi cruzada por intentar saber qué malditos infiernos te sucede, también iba a decirte que me estoy acostando con tu hermano?

Meneó la cabeza, con su expresión contorsionada por el horror, enojo y asco. Comenzó a caminar, frente a mí en la sala, y se sacudía el pelo como si eso fuese ayudar a tranquilizarse.

— ¿Cuándo pensabas decírmelo? —preguntó.

— No lo sé, cuando nuestra amistad hubiese vuelto a la normalidad —respondí, aunque no sé si estaba diciendo realmente la verdad. Sí, en algún momento pensaba decírselo pero iba a buscar el mejor modo posible, quizás con una tarjeta u otra cosa. Quizás, vienen tarjetas que dicen "Felicitaciones, tu mejor amiga se acuesta con tu peor enemigo y hermano. ¡Supéralo!".

El cinismo se dibujo en sus gestos y sonrió con oscuridad.

— ¿Qué normalidad me estás hablando? —dijo, riendo sin humor.

— ¿Me estás hablando jodidamente en serio? —pregunté, aunque claro era retórico, porque realmente me estaba hablando jodidamente en serio— No has dejado de evadirme, no respondes mis mensajes, ni siquiera has atendido o devuelto mis llamadas, te comportas extraño y me has tratado como si fuese una porquería. Deja de tratarme como una estúpida, Logan.

— Muy inteligente no debes ser si andas con alguien como Aiden. Piper, lo conoces desde siempre, sabes lo mentiroso que es. Le gusta jugar con las mujeres, sin tomarlas en serio, y cuando se cansa las deja por otra. He intentado por años que esto no ocurra, y tú caes de todas formas. ¡Por dios! —dijo golpeando la pared.

Me callé, porque si hablaba iba a empeorar la situación. Logan podía ser hiriente y odioso cuando quería. Decía las palabras más duras contra tu persona y se las ingeniaba para hacer que él fuese la víctima y yo la completa perra. ¿Cuál era mi falta? ¿Querer tener algo con su hermano? Solo estaba siendo sincera con mis sentimientos y con los de Aiden, y desde que estábamos juntos nunca me había dado las excusas necesarias para dudar de él.

Tragué saliva para bajar el nudo en mi garganta pero no podía. Solo tenía los ojos bien abiertos para no llorar. Miraba a Logan seguir hablando pero no oía lo que decía. Él me estaba tratando como si fuese una cualquiera.

Mi mejor amigo. Él me estaba rompiendo el corazón, aún más que Dylan.

— Luego vas a venir a mí llorando como pasó con Dylan, pero no digas que no hice nada —insistía una y otra vez.

Estaba sacado de quicio, y yo dolida. Las heridas físicas duelen menos que las heridas que producen las palabras, porque se meten en tu mente para retorcer tus emociones.

Quería hablar, gritar y pedirle que se fuera. No lo quería ver, ni escucharlo, porque solo me daba más dolor. Él no creía en mí.

De pronto, escuché la puerta abrirse y los gritos se hicieron más fuertes, pero había un pitido en mi mente que me impedía oír.

«Eres tonta»

«Él está jugando contigo»

«Vas a volver con el corazón destrozado»

«No digas que no te lo advertí»

Esas palabras una y otras vez se estrellaban en mi mente, con la voz de Logan. Cerré los ojos y tapé mis oídos para alejarme de ellas pero cobraban más fuerza. No podía evitar preguntarme qué era lo que había en mí que alejaba a quienes quería. Me alejé un poco de mis padres para no terminar exhausta, de mi hermano para no ser consumida por sus delirios, alejé a Dylan, y ahora a Logan.

Lo sentía lejos, hasta que simplemente, no lo sentí más.

— Piper —escuché, mientras hacían presión sobre mis manos para alejarlas de mis oídos—. Pip, soy yo —la voz de Aiden fue un soplo de aire fresco.

Abrí mis ojos y entre las lágrimas lo vi. Lucía cansado por el trabajo, y triste. Me encontraba sentada en el suelo, y él me ayudo a levantarme, mientras acariciaba mi pelo.

— Él se fue, todo está bien. Tranquila —me aseguró, y me escabullí a su abrazo.

— Lo arruiné —lloriqueé abrazándolo con fuerza—. Yo quería... buena de decirle... él no me habla... no pude... y ahora me odia —intenté decir una frase entera pero fracasé, por suerte Aiden logró entenderme porque asintió.

— Logan no te odia, solo está molesto y celoso. Él tampoco es un santo, así que no es quién para decir todo lo que te estaba diciendo —insistió besándome el pelo.

Respiré entrecortadamente, y logré tranquilizarme, alrededor de 40 minutos después, cuando me acosté en el sillón con Aiden, sin dejar de abrazarlo.

— ¿Qué le dijiste cuando lo viste? —pregunté en un susurro, había llorando tanto que poco a poco iba cayendo en un turbio sueño.

— Le ordené que cierre la boca y como no lo hizo, amenacé con golpearlo, pero se dio cuenta que había hecho todo mal cuando te vio llorando y repitiendo todo lo que te había dicho, y se fue. Nunca, pero nunca lo vi tan furioso y triste —respondió con voz suave.

Respiré hondo, advirtiéndoles a mis glándulas lagrimales que no produjeran más lágrimas porque las extirparía.

— Gracias por haber venido a tiempo —le dije, acomodándome contra él. Le di un beso en los labios y él sonrió con tristeza.

— Esto es mi culpa, yo sabía cómo iba a reaccionar y sin embargo, no hice nada por evitarlo —murmuró. Le hice señas para que no hablara más; necesitaba silencio y estar con él. Esa era la única manera de poder mejorar.

Y así, me dormí de nuevo.

~~~

Dormir después de llorar, es peor que dormir luego de haber bebido cerveza, daikiris y vodka. Me duelen los ojos, la cabeza, el cuello, la espalda, el trasero y un par de músculos que pese a haberlos estudiado me olvidé que existían.

El olor a comida hizo que la vida volviera a mí y me senté con torpeza en el sillón, buscando a Aiden, pero él no estaba allí.

Me estiré y caminé hacia la cocina, escuchando un par de voces hablar despacio. Allí, encontré a mi hermoso novio, al cual estaba más que agradecida por haberme ayudado, y también al zángano de mi hermano sentado en la mesa a la espera de comer.

— Robb, que bueno verte —lo miré con malhumor, pero él no capto mi sarcasmo, o simplemente le hizo caso omiso. Él es bueno con las evasivas.

— Vine a visitarte y me encontré con Aiden. Me invitó a almorzar, y no podía decir que no —respondió, mirándome con maliciosa diversión. Entrecerré mis ojos hacia él, con la esperanza de poder hacerle daño con la mirada.

— Es extraño cómo pasa el tiempo y aún siguen comportándose igual —comentó Aiden mirándonos a ambos.

Puse los ojos en blanco. Mi hermano siempre fue un presuntuoso holgazán hasta que fue a la universidad y ahora es un presuntuoso profesor de química. Y Aiden siempre lo defiende, porque ambos son amigos desde que se conocieron, y esa es la razón por la que omití todo tipo de comentarios y simplemente me senté en la silla.

— ¿Con algún motivo en especial viniste? —le pregunté mientras veía a Aiden darle ordenes a Robb para que acomodara la mesa. Eso fue algo agradable de ver, e intenté no sonreír tanto.

— Solo a visitarte —respondió, mirándome con unas cuotas de seriedad que me advertía que había otro motivo que, por vaya a saber qué, ocultaba—. ¿Y cuándo pensaban decirme que ustedes eran novios? —cambió de tema y se metió en otro que era más complicado.

— Lo siento, seguro que la carta que te envié se perdió en el camino cuando la lechuza fue asesinada por cazadores —respondí inexpresiva, y él me sonrió con diversión.

— Estoy muy ofendido dado que soy el capitán de este barco —respondió señalándonos.

«¿Se cree que somos personajes de ficción? ¿Qué sigue? ¿Nuestros nombres fusionados?» La expresión de Robb se volvió sombría porque había dicho mis pensamientos en voz alta, y estoy segura que si no estuviese presente Aiden, cocinando y riéndose de nosotros, él me hubiese tirando con un repasador.

— En realidad pensé en un par: Piden, Paiden, Aiper. Personalmente, me gusta Aiper —respondió como si estuviese hablando sobre las estadísticas a largo plazo de las consecuencias del calentamiento global en la salud de las personas.

— A mí también me gusta Aiper —canturreó Aiden levantando una espátula al aire.

— A veces creo que me odias —murmuré mirando a mi hermano.

— Eres demasiado dramática —se quejó—. ¿Y ya lo sabe Logan? —preguntó. Aiden y yo nos miramos, y mi hermano se dio cuenta que iba por terreno peligroso— Algún día madurará y se dará cuenta que no todo gira a su alrededor —comentó; noté que su voz sonaba severa y molesta; algo que no era habitual en él.

No quería que la conversación siguiera dirigida hacia Logan, porque pensar en él me daban ganas de llorar, y cuando Aiden nos dijo que la comida estaba lista, tuve deseos de besarlo con fuerza.

Él se sentó a mi lado y me dio un apretón en mi mano que me llenó de vitalidad, y me hizo sentir segura. Le sonreí, y vi de soslayo que mi hermano hacía gestos de asco y horror. Mostrándole el dedo medio, besé brevemente a Aiden para luego encargarme de servir la comida.

Limpiaba los platos mientras obligaba a mi hermano a ayudarme. Él estaba más colaborativo de lo usual, cuando lo miré dudosa. Amaba a Robb, aunque fuese un cretino, holgazán y hubiese pasado más tiempo arrastrándome a sus problemas que ayudándome. También debía reconocer que desde que su relación con Susan terminó estrepitosamente, dejándolo en deudas y con el corazón aniquilado, él se había vuelto más humano.

Robb era apuesto y no lo digo porque fuese su hermana. Podía ganar el corazón de cualquier chica que pudiese, con su avasalladora simpatía, la sonrisa encantadora y sus ojos soñadores oscuros que se achinaban cuando sonreía. Pero aún pudiendo tener todo, se había enamorado de la chica buena; él quiso darle todo para hacerla feliz, y ella quería cambiarlo para ser feliz. Y así, ambos se dieron cuenta que nada era suficiente para el otro. La relación no prosperó tras tantas idas y venidas.

Y ahora, ahí estaba mi hermano mayor, haciéndose el que tenía un corazón fuerte y anti sentimental, jugando a ser el mismo de antes. Pese a todo eso, sabía que en el fondo había cambiado, aunque de vez en cuando pienso que todo es un engaño. ¿Qué puedo decir? Soy un poco bipolar.

Hay cosas que la vida y la ciencia me han ayudado a identificar, por ejemplo cuando las personas están nerviosas o tensas por querer decir algo que no se animan.

Dejé un plato en la mesada, y vi la tensión en la espalda de Robb, la inquietud de sus dedos e incluso como se rascaba el cuero cabelludo. Respiraba más rápido de lo normal y si pudiese ver de cerca sus ojos, probablemente estuviesen dilatados. Sistema simpático, que claro eres.

— ¿Sucede algo Robb? —le pregunté en voz baja. Él levantó la mirada confundido, y observó hacia atrás; supuse que era para ver cuán lejos se encontraba Aiden.

— ¿Qué? No —respondió a la defensiva. Entrecerré mis ojos hacia él, para liquidarlo con la mirada hasta que finalmente se rindió y suspiró— Solo... es que... yo —titubeaba con torpeza para mostrarse tal cual era cuando estaba preocupado—. Solo ten cuidado —me dijo, mirándome fijamente, con sus ojos de la misma tonalidad que los míos—, sé que Logan es tu amigo y siempre lo defiendes, confías en él pero, no siempre es lo que parece —agregó enigmáticamente.

Podía diferir en él en algunas cuestiones... como en la de defenderlo siempre. Luego de la escena de esta mañana, ya dudaba siquiera que él me considerase amiga.

— ¿A qué te refieres? —inquirí, con mi expresión contorsionada por la intriga que me generaban sus palabras, porque mi hermano nunca se preocupaba y cuando sucedía, había que temer.

— Nada. Es que has idealizado tanto a Logan que quiero que sepas que él es tan humano e imperfecto como los demás. No dejes que te meta ideas tontas en tu cabeza —me dijo, moviendo su cabeza hacia la sala, donde Aiden se encontraba.

Torcí mis labios en una mueca de disgusto. Robb llevaba la razón, pero por muchos años había encontrado en Logan la fuerza necesaria para seguir en mis momentos malos. Me costaba mucho trabajo verlo por lo que era, pero en algún momento debía pasar.

— ¿Todo bien? —la voz de Aiden quebró el silencio, mirándonos a Robb y a mí.

— Sí, solo estaba contándole a mi hermana que el próximo domingo hay reunión familiar —respondió Robb—. Lo puedes llevar —agregó, mirándome y señalándolo a Aiden como si fuese una mascota.

Aiden me miró dubitativo, como si necesitara mi aprobación para estar feliz o infeliz por aquello. Hice caso omiso a mi hermano y le sonreí a Aiden.

— Entonces, allí estaremos —comentó él, contemplándome con sus ojos turbulentos y una inquietante mueca sonriente, con la que me daba ganas de besarlo.

No mucho tiempo después mi hermano se fue, y agradecí poder volver estar a solas con Aiden. Cada vez que meditaba, me sorprendía cuán bien nos llevábamos él y yo tras tantas peleas en la infancia y adolescencia. Siempre lo había visto como un gran monstruo que me traía enojo, y ahora, solo me daba tranquilidad y seguridad. Una seguridad que necesitaba, ya que la mía estaba bastante golpeada con la vida misma y al parecer, no tenía ganas de recuperarse y seguir adelante.

— Piper —oí su voz y volví a la realidad, donde Aiden me miraba de pie frente a mí. Me encontraba sentada en el sillón mirando televisión, aunque aún no la había encendido. Muy normal lo mío.

— ¿Qué? —pregunté. Aiden miró la televisión y a mí, pero no dijo nada. Solo suspiró y se acercó. Me dio un beso en la cima de la cabeza, antes de sentarse a mi lado para recostarse con el respaldar del sillón.

— Deja de pensar en mi hermano y en esta mañana —dijo, en su voz no había severidad pero si la suficiente firmeza para que sus palabras entraran en mi mente; ese tono de voz era el que usaba con los pacientes que nunca seguían con los planteamientos que él daba, y eso me hizo sentir un poco más miserable—. Él es así: se enoja, se aleja y después vuelve como si nada. Solo le gusta ser el centro de atención —agregó.

— Sí, no sé a quién habrá salido —murmuré, mirándolo irónicamente. Él entornó sus ojos sobre mí, y decidí que era mejor escuchar que comentar.

— A lo que voy, es que debes dejar de girar en torno a él. Su relación es así desde que son amigos —dijo, moviendo su mano por la parte baja de mi espalda; sus dedos se movían suavemente por mi remera y mi piel, lo que me desconcentraba mucho de sus palabras—. Él se enojaba con alguien, y tú también; él lloraba porque no podía tener un juguete y tú le regalabas el juguete para que no se pusiera mal; Logan odiaba ir al club al que nos llevaban nuestras madres y tú decidiste no ir, siendo que te encantaba; cuando no quería algo se las arreglaba para conseguirlo aunque eso te lastimara a ti, como sucedió con esa muñeca que tenías —murmuró, y giré bruscamente para mirarlo.

— ¿Qué muñeca? —pregunté confundida. Los ojos verdes de Aiden se oscurecieron ante el recuerdo.

— Esa rubia de pelo largo que era tu preferida; él la quería y como no pudo tenerla, le arrancó la cabeza. Lo encontré en el instante en que lo hizo y no pude evitarlo, pero para que no lloraras y te enojaras con él, decidí echarme la culpa —respondió—. Ya sabes, supuestamente esas cosas hacen los hermanos mayores. Aunque no lo hice por él, lo hice por ti —agregó. Quedé con la boca abierta, contemplándolo aturdida.

Aquella historia de la muñeca era antigua en nuestras vidas, pero la seguía rememorando por el enojo que me había dado que Aiden hiciera eso... y resulta que todo era mentira. No había sido Aiden, sino Logan, a quien siempre defendí como si fuese mi vida misma.

— ¿Fue la única vez que te echaste la culpa? —pregunté, con el rostro el blanco del desconcierto. Aiden se encogió de hombros como un niño.

— Un par de veces más, pero ya no importa. Otras de mis maldades las hice a propósito, y otras de manera accidental, como lo que sucedió con las galletitas con hormigas... no eran para ti, sino para él, pero se dio cuenta y las intercambió —comentó apenada, con expresión afligida; sentí la mano en mi espalda tensarse sobre mí y sostenerme con fuerza—. Creí que morirías cuando te agarró aquella crisis alérgica, y tuve tanto miedo que me prometí no tenerlo más. Por eso, estudié medicina —susurró, como si hubiese dicho un gran secreto que temía contar.

Retuve la respiración, sintiéndome traicionada y miserable con mi comportamiento. Fui una perra con Aiden y una completa dependiente de Logan. ¿Cómo no pude verlo? ¿Por qué fui así?

Y ahí, me di cuenta que yo había estado enamorada de Logan en el pasado. O eso creo que fue. Eso elevó su figura al más allá, y me hizo una completa tonta. Mi hermano tenía razón, cuando una vez dijo, que mi atención había estado con el hermano Harrison equivocado.

— ¿Por qué lo hiciste? —pregunté en un susurro, que ocultaba mi voz entrecortada. Mis ojos ardían pero no por lágrimas, sino de enojo y reproche hacia mí misma.

— Siempre me gustaste, pero mi hermano te tomó como su propiedad y nunca supe cómo pedir un poco de tu atención para mí de la forma más correcta —respondió.

Mi corazón se apretujó y me odié por no haberle prestado atención antes. Aiden se veía sincero y sus ojos brillaban con fuerza esperanzadora. Acaricié su rostro con mi mano, teniendo la necesidad del contacto físico para sanar el daño que le había hecho en el pasado. Su piel era suave bajo el tacto mis dedos, y repasé el contorno de sus labios antes de besarlo.

— Perdóname —dije, con un gemido de dolor y aumentando la presión de mis labios contra los de él. Aiden me rodeó con sus manos por la cintura, obligándome a sentarme sobre él y me aferró a su cuerpo.

— Te perdono. Y tú también debes perdonarme por mis maldades hechas solo por los celos —murmuró contra mi boca, y yo asentí, aún estupefacta por todo pero con necesidad de él.

Aiden empujó su cuerpo contra el mío, recostándome de espaldas en el sillón, y sintiendo su peso sobre mí volvió a besarme. Las sensaciones que despertó en mí, hizo que me olvidara de todo; no existía Logan, ni el pasado, ni los celos. Solo éramos él y yo, y eso me alcanzaba para que mi día no hubiese estado tan perdido ni arruinado.

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