Capítulo 12. El tiempo vuela
Pero el tipo frente a mí logra el milagro de hacer que un par de horas sean eternas. En serio, llevo cenando con él media hora y da la sensación de que fuese hace un mes cuando empezó esto. Tengo que reconocer que físicamente no está nada mal; tiene mi altura y su modo de vestir me resulta elegante, su pelo negro esta peinado hacia un lado, y brillantes ojos turquesas. Pero lo que tiene de atractivo lo tiene de idiota.
Desde que hemos llegado al restaurante no ha dejado de hablar de sí mismo, ni de su trabajo en una empresa automotriz, ni siquiera de su ex novia. Todo el mundo, incluso yo que soy horrenda para las cosas de las citas, sabe que no se puede hablar de tu ex en una cita con un posible futuro interés romántico.
— Fue una de mis peores experiencias —dijo él procediendo a comer. Refrené el deseo de poner los ojos en blanco y solo tomé un poco del vino que poco a poco se iba terminando. Y si esto no se ponía más interesante, lo único que conseguiría sería una máximo borrachera.
— Por lo menos ninguno te ha dicho que prefiere alguien de su mismo género —comenté yo, y él me miró entre risas.
— Eso sería bochornoso, y un gran golpe a mi ego —exclamó él. Lo miré con recelo, presionando con fuerza mi tenedor y haciendo un gran esfuerzo para no clavárselo en la yugular.
Ya me lo podía imaginar, cortándole la carótida y viéndome completamente bañada en sangre. Detuve toda aquella escena mental, dándome cuenta que era propensa a convertirme en una asesina serial y me concentré en comer lo último que me quedaba.
— ¿Qué edad me dijiste que tenías? ¿30? —Preguntó, y lo miré inaudita sin poder cerrar mi maldita boca— ¿Y ya sabes qué harás de tu vida? Porque no es fácil comenzar una carrera siendo tan grande.
Oh dios santo querido. Este tipo es un maldito cretino, y eso que conozco muchos, pero éste se lleva todos los premios y las medallas de honor. ¿Acaso no me escuchó cuando le hablé sobre mi vida?
— Tengo 26 años, y estoy haciendo la residencia de clínica y un posgrado en medicina legal, para luego especializarme neurología —dije con tono firme, y observándolo fijamente para transmitirle toda la repulsión que sentía en ese instante. Pero él no pareció percibirlo porque sonrió y movió sus manos como si desechara lo que yo acaba de decir.
«Nota mental: asesinar lenta y dolorosamente a Fred» me dije a mí misma tomando otro sorbo de vino, así mi boca no me engañaba diciendo mis pensamientos.
Él siguió comiendo y hablando acerca de su vida, pero yo lo bloqueé inmediatamente para hacer descender el enojo que fluía en mí. El chico éste, del cual apenas recordaba el nombre, era demasiado frustrante e idiota, en muchos niveles posibles.
— Disculpa, debo ir al baño —dije de repente, necesitando estar a solas, mientras tomaba mi cartera y corría al baño antes de que él dijera algo.
Me encerré en el baño y cerré los ojos para canalizar toda la furia que me corroía internamente. Sí, había sido mi idea querer salir un poco pero no con semejante estúpido.
— ¿Problemas en el paraíso? —oí que preguntaron y me tensé al mismo tiempo que abrí mis ojos para encontrarme con un par de ojos verdes oscuros que me conocían bien.
— ¿Qué haces aquí Aiden? Es el baño de mujeres —me quejé. Él sonrió divertido, aunque intentó ocultar la risa mirando al suelo, y negó rotundamente.
Mis gestos se llenaron de confusión. Miré a mí alrededor y para mi vergüenza me encontraba en el baño de hombres. «Maldita sea mi suerte» pensé dándome la vuelta para correr fuera de allí. Pero Aiden fue rápido al agarrar mi brazo con fuerza, impidiendo que me vaya.
— ¿Te encuentras bien? —preguntó. Sus ojos eran suaves, al igual que sus rasgos, pero me negaba a creer que podía haber preocupación en él.
— Perfectamente —respondí. Aiden me miró con ironía, dando un vistazo a mi atuendo; llevaba un pantalón negro y una camisa de gaza azul marino.
Y como no podía quedarme viendo como era analizada, hice lo mismo. Él tenía puesto un jean, camisa y un saco; se veía serio y elegante. Desgraciadamente, también se veía bien.
— Dile eso a tu cara —comentó, soltando mi brazo pero presionando con fuerza la puerta del baño—. Te ves como si estuvieses a punto de matar a alguien, y espero no ser yo —agregó. Puse los ojos en blanco, más que nada por todo el tiempo que me había impedido hacerlo.
— Fred me presentó a un tipo que resulta ser una bazofia para el género XY, y probablemente sea el culpable de la exterminación de la raza humana —respondí austeramente. Aiden se tensó, y lo vi en las líneas de su mandíbula que se marcaron, y tras respirar hondo intentó sonreír con diversión.
— Siempre creí que la única bazofia para el género masculino, según tú, era yo. Creo que estoy perdiendo mi toque —comentó ladeando su cabeza—. ¿Quieres que te ayude a huir? Puedo decirle que estás experimentando un brote psicótico y que lo importante es que huya lejos de ti —dijo.
No puedo decir que no me pareció tentadora aquella idea. Una vez había inventado una escena con Logan, para que se presentara frente a un chico que había pasado un mes asediándome para salir, diciendo que era mi esposo y haciendo un escándalo de por qué lo estaba engañando. «Buenas viejas épocas» suspiré.
— ¿estás recordando la vez que Logan y yo nos peleamos para asustar al colorado de la escuela? —preguntó, y yo sonreí al recordar aquello. Un suceso sublime pero que al parecer había olvidado.
— No, estaba recordando otro momento similar —comenté, y me quedé en silencio contemplándolo fijamente. Él estaba bastante cerca, pero creo que el vino estaba haciendo efecto porque no me sentía nerviosa— ¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté.
— Eh... lo que se puede hacer en un baño —respondió, y lo miré con severidad—. Estoy cenando con un amigo —aclaró. Yo asentí y finalmente suspiré bruscamente.
— Creo que me lo tengo que sacar de encima, pero primero me voy a comer todo. Él insistió en pagar; será como una maquiavélica venganza —reconocí. Aiden no dijo nada. Se mantuvo observándome, y luego cedió un poco de espacio, sacando su mano de la puerta.
— Entonces, suerte en la venganza —comentó dedicándome una suave sonrisa. Yo sonreí y abrí la puerta, deseando que no hubiese nadie cerca para no sentirme avergonzada por mi equivocación de baños.
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— Realmente, esta noche fue mejor de lo que creí que sería —dijo mientras salíamos del restaurante. Yo tenía la urgencia de irme de allí lo más pronto posible, pero él estaba extendiendo todo—. ¿Qué te parece ir a tomar algo? No sé, quizás a mi departamento —agregó, mirándome con la mirada que supongo que debe usar cuando quiere llevarse a alguien a la cama.
«¿En serio le funciona?» me pregunté.
— Eh... creo que mejor me voy a ir a casa. He tenido un día largo y estoy cansada —respondí. Él sonrió con diversión, y sus ojos brillaron capaces de incendiar un edificio.
— ¿Es un tipo de jueguito que haces? No hablar en todo momento, y pretender que no te gusto —preguntó. Parpadeé y agarré con fuerza las tiras de mi cartera.
Mi instinto asesino estaba a flor de piel, pero me dije que lo importante no era un idiota presuntuoso. Me di la vuelta con deseos de irme, pero él agarró mi brazo con fuerza.
— ¿En serio estás haciendo el jueguito de difícil? —volvió a preguntar. Reí sin humor, sin dejar de mirarlo.
— Estuviste toda la noche hablando de ti, me has insultado de muchas formas posibles, pretendes que me acueste contigo sin ningún pudor, intento ser amable pero al parecer tu personalidad me lo impide —dije sin ningún remordimiento. La fuerza de su mano en mi brazo se volvió más fuerte, y retuve el grito.
— Piper —escuché mi nombre, pero no pude ver a Aiden hasta que estuvo a mi lado.
— ¿Piper? ¿Quién es Piper? —preguntó el idiota, y mis ojos brillaron con furia.
— ¡Yo soy Piper! ¿Qué maldito nombre crees que tengo? —estallé con furia, desprendiendo mi brazos de sus dedos. Sentí la mano de Aiden en mi espalda, y luego lo vi dirigirse hacia el idiota viéndose enfurecido— Ni te atrevas a golpearlo —le advertí sosteniéndolo para que no avance. Él me miró como si estuviese demente.
— Por supuesto que no, mi mano vale más que él —comentó; yo asentí de acuerdo pero también un poco desilusionada. Su carrera de cirugía era brillante, y no iba a perder todo por el idiota que se mantenía mirándonos como dos raros.
De repente, me iluminé y alejé a Aiden. Luego respiré hondo y con la base de mi palma golpeé la nariz del idiota, que comenzó a gritar dolorido con sus manos sosteniendo su nariz. La sensación de verme yo misma vengada, fue gloriosa.
— Quédate tranquilo, es auto limitado. Tomate unos analgésicos y pronto lo olvidarás —le susurré acercándome a él—. Adiós idiota —agregué alejándome y llevando del brazo a un Aiden que no podía dejar de reír y mirar al idiota con asombro.
— ¿En serio, crees que lo olvidará? —me preguntó. Yo negué.
— No, pero le servirá para no tratar a otra chica de la misma manera —comenté. Él siguió riéndose divertido, y la tranquilidad que emanaba me hizo volver a ser la Piper relajada y no la Piper asesina serial.
Caminamos unos cuantos pasos riéndonos de lo sucedido hasta el instante que alguien se cruzó en nuestro camino. Era un hombre de nuestra edad, más o menos, alto y de tez morena, con unos brillantes ojos que no podía dejar de contemplar. No era necesario preguntarme quien sería porque tenía una ligera idea.
— Creí que tendría que sacarte de la cárcel, de nuevo —dijo él con voz profunda, mirando a Aiden. Inquietantemente sorprendida, me giré hacia él.
— No es algo que esté preparado para decirte ahora mismo —me dijo él, y miró al hermoso hombre frente a nosotros—. Tú, mejor mantén la boca callada, idiota —gruñó y finalmente suspiró—. Él es Matthew Snell, el presuntuoso nuevo cirujano y mi mejor amigo —lo presentó.
Sonreí ante la actitud recelosa pero divertida que tenía Aiden, y por la sencillez que parecía tener Matthew a diferencia de muchos otros médicos cirujanos.
— Un gusto conocerte Piper, puedes llamarme Matt, todos lo hacen —me saludó él con simpatía y me detuve un instante meditabunda.
— ¿Cómo supiste quién era? —pregunté. Vi a Aiden enrojecer, creo que por primera vez en mi vida, y Matt rió divertido.
— Él siempre nombra a una residente que se llama Piper que lo hace meter en problemas, así que dada la escena que acabo de ver... solo hubo que deducir —comentó. Intenté verme amenazante y le golpeé el brazo con suavidad a Aiden.
— Yo no te meto en problemas —me defendí.
— ¿A no? ¿Y qué me dices de la vez que tuve que falsificar la firma de tu madre para que no se entere de tus malas notas? ¿O la vez que me golpeó aquel chico por tú le dijiste que yo te estaba acosando, siendo que pasaba por casualidad por allí? ¿O cuando me castigaron por ayudarte a ti y a mi hermano a ir a un concierto que en verdad nunca les dieron permiso? —preguntó. Me quedé en silencio. El maldito tenía razón y no sabía que decir—. Como lo creí, yo tengo la razón —sonrió victorioso. Respiré hondo y me concentré en tratar de ser un ser humano maduro.
— Está bien, lo siento —susurré. Y él se vio sorprendido.
— ¿Perdón? No escuché —dijo. Me obligué a no golpearlo.
— Dije que lo siento. ¡Siento haberte metido en problemas! —grité exasperada. Su sonrisa se pronunció y nos volteamos a ver a un Matt risueño.
— ¿Qué? —dijimos Aiden y yo a la vez, a la defensiva. Él levantó las manos y negó con la cabeza.
— Piper, ¿qué te parece acompañarnos al bar a pocas cuadras de aquí? Presiento que podrías contarme fabulosas historias de nuestro amigo aquí presente —me dijo. Yo sonreí y busqué en Aiden algo que me dijera que repelía la idea, pero se veía de buen humor, así que solo me encogí de hombros.
— Por supuesto —respondí, y al cuerno todo. Había tenido uno de mis peores días, y citas. Solo necesitaba buscar algo que me ayudara a superarlo, y esto parecía ser lo ideal en aquel momento.
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