Capítulo 10. Nada es Suficiente.
Siempre necesitamos más. Eso lo sé porque lo estudié en una clase sobre psicología, o quizás lo oí de Margot, no tengo idea. Era algo sobre el deseo continuo que tenemos desde que nacemos de completar nuestra satisfacción, pero que nunca logramos porque de eso se trata la vida, de querer y no poder. Bueno, eso es lo que entendí.
Cuando era una niña quería tener la mejor amiga de todo el mundo, y encontré a Logan lo que requirió un cambio de género para mi mejor amiga por siempre. Luego, deseé que mi mejor amigo por siempre se interesara románticamente en mí, lo que no fue para nada exitoso y desembocó en el descubrimiento de su orientación sexual. Estaba por graduarme de la escuela y lo que más deseaba era tener un novio con el cual casarme luego de finalizar mi carrera de medicina. Esto terminó con mi patética soledad luego de tropezar varias veces en mi intento de aprendizaje. Llegó el día en que estaba graduada de la universidad, con mi práctica de residencia, y siendo una persona independiente lista para lo que fuese. Pero, ¿Qué pasó? Sí, mi novio me dejó y quedé sola nuevamente.
Siempre algo tiene que faltar, es como una perversa broma del universo que hace todo para que aprendas a vivir el momento, y que se yo que más. Pero nunca vas a disfrutar todo lo que tienes, porque no estamos configurados para eso.
— La psicología apesta —me quejé.
— No, la que apestas eres tú —se quejó Margot mirándome con desagrado. Le toqué por última vez la panza y me alejé rebuznando.
— No tengo la culpa que un paciente haya decidido vomitar parte de mi indumentaria —murmuré. Ella afinó los ojos sobre mí con actitud paternalista.
— ¿Cuánto pasó ya desde lo de Dylan? —preguntó. Yo me encogí de hombros, aparentando no saberlo: 3 semanas, 5 días, 16 horas— Piper, debes salir un poco y distraerte. Es entendible que estés mal, fueron muchos años y tú lo amabas, y todo se termino de repente, pero debes afrontar tus miedos y seguir —agregó ella. Yo me crucé de brazos, y miré el cielo gris que parecía querer abrirse.
— Es fácil decirlo, pero no hacerlo —murmuré. Ella se vio frustrada y con su mano me atrajo hacia ella.
— Lo sé, pero en este momento yo también estoy afrontando un miedo: este bebé —apuntó a su panza. Yo no respondí y seguí jugueteando con mis dedos sobre su piel hasta que me pegó en la mano y me obligó a alejarme—. Las contracciones se sienten como miles de cuchillos clavándose en mi interior y me dan ganas de asesinar a alguien con mis manos para luego despedazar cada parte de su ser. Además, el parto es terrorífico para mí —agregó con voz aterciopelada.
— No, no es tan malo —intenté tranquilizarla, pero la realidad era que en todos los partos que había presenciado había una sola cosa: sufrimiento. Sus ojos me dijeron que dejara de mentir y decidí moverme un poco por la habitación.
Ninguna de las dos dijo algo más respecto al tema, pero sabía que era lo que opinaban todos. En todo este tiempo, ninguno había dejado de decirme cuan fuerte tenía que ser, cómo debía comportarme y qué tenía que hacer, pero la realidad no es tan sencilla.
— Corazón, ya llegué —Christopher se abrió paso en la habitación para encontrarse con su esposa. Ambos se besaron y tras conversar acerca de la presencia de Margot en el hospital, él se dio cuenta de mi existencia— ¿Qué es ese terrible olor? —preguntó. Moví mis manos con exasperación y decidí que lo mejor era irme.
— ¡Avísenme ante cualquier cosa! Aún si el niño nace a la madrugada —les advertí, y tras saludarlos a la distancia para no incomodar con mi aroma, me fui.
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— Entonces... —hablo Logan con voz firme y actitud seria, algo que se contradecía con el ambiente dentro del bar en donde estábamos y la corona de plástico que llevaba en su cabeza con el mayor orgullo posible—, juguemos a un juego —sentenció. Mis ojos se posaron sobre él sentenciosamente. Él podía estar vestido de la manera más ridícula posible que nunca iba a perder esa arrogancia y actitud de macho alfa dominante, aunque no quisiese dominar precisamente a las hembras.
— ¿A conoces a Ted? —pregunté en tono neutro.
Sí, mi ánimo no era el mejor dada la situación que había vivido y que mi mejor amigo me haya obligado a acompañarlo a un bar no hacía emerger en mí el buen humor.
La expresión de Logan me hizo saber que mi actitud gruñona le daba por las pelotas y que si seguía así lo único que iba a conseguir era un gran sacudón por parte de él. Y la verdad, ya estaba pensando que sería una buena idea recibirlo.
— Deja de ver tantas series —se quejó, y yo suspiré rendida.
— Si, ya terminé con todas las temporadas así que... —reconocí para tranquilizarlo—. Ahora estoy en Game of Thrones y Orphan Black —murmuré, e inmediatamente me arrepentí. Él abrió su boca para regañarme—. Lo siento, pero es lo único que me distrae... y hay tipos verdaderamente guapos —susurré.
La mirada de Logan se volvió comprensiva por un instante. Me rodeó con sus brazos y me llevó hacia él en el asiento que compartíamos. Quedamos fundidos en un pequeño y sentido abrazo.
— Nunca creí verte así —susurró él.
— ¿con el corazón partido? —preguntó.
— Comportándote patéticamente —respondió.
— Gracias por la sinceridad —señalé, y él ladeó su rostro para observarme mejor, luego suspiró y depositó un beso sobre mi cabeza.
Frené el nudo que se formaba en mi garganta y parpadeé para que mis ojos no ardieran.
— Creo que deberías hacer algo más para no pensar en él —murmuró. Respiré hondo y entrecortadamente, con una mueca de disgusto, posando mi cara sobre él.
— ¿Algo más? He pasado más horas del que me corresponde trabajando, miro series, como helado y chocolates, y limpio mi casa —respondí—. No me queda más nada que limpiar. ¿Tu casa sigue siendo el mismo desastre? —pregunté en un susurro. Logan me obligó a observar su rostro lleno de horror, pero aún así atractivo.
— Mi casa no es un desastre, y tienes que dejar ser tan neurótica —me advirtió—. Vamos, arriba ese ánimo. Aquí hay buena música y buenos tipos. Alguno tiene que ser lo suficientemente bueno para que olvides un poco tu miseria.
Miseria. Aquella palabra sonaba fuerte pero era verdad. Me detuve un instante a contemplarlo y a meditar aquella propuesta, pero lo cierto era que ya había llorado lo suficiente y llevaba demasiado alcohol en sangre como para poder pensar lógicamente.
— Ok, vayamos a bailar —dije poniéndome de pie torpemente con la expectativa de divertirme.
La verdad es que después de una hora intentándolo, no logré divertirme. Solo logré cansarme, estar sedienta y con dolor de pies, y el único que logró tener algo de atención fue Logan. Así que sí, apesto en todo sentido.
Me senté tras la barra con pesadez.
— ¿Quieres algo doc? —me preguntó Jimmy. Yo sonreí un tanto optimista y asentí.
— Una cerveza Jimmy —respondí, y tras un guiño de él lo vi desaparecer. Suspiré para eliminar la pesadez que sentí y justo en el momento en que Jimmy me alcanzó mi vaso sentí alguien sentarse a mi lado.
— ¿Noche complicada? —oí a mi lado, y no me giré. No hacía falta para saber de quién se trataba.
— De todos los sitios, no creí verte aquí jefe —respondí bebiendo un lado sorbo.
Oí la risa tranquila y profunda de Aiden. Tantos años de haber sido víctima de él habían dado sus frutos: ahora sabía cómo comportarme frente a sus ataques, y trabajar de vez en cuando juntos daba una sensación de inmunidad.
— Aja, ¿Y dónde creías que me verías? —preguntó con curiosidad.
— En el infierno —respondí, mirándolo con una arrogante sonrisa. Él meneó la cabeza intentando disimular una sonrisa, y miró sobre mi hombro a la lejanía.
— Creo que mi hermano tiene suerte últimamente —murmuró, un tanto sombrío, y posó sus ojos sobre mí. Yo suspiré y asentí, completamente acostumbrada a eso. Aiden me sonrió con pesar y torció sus labios hacia un lado.
— ¿Qué tal tú día? —pregunté ante el silencio que se creó entre ambos. Él miró pensativo la barra.
— Podría haber sido peor —respondió. Levanté mi vaso con optimismo y dije:
— Brindemos por eso —murmuré y él posó sus ojos en su vaso.
— Es agua. Tengo que conducir —aclaró penosamente. Tomé de mi vaso un sorbo y se lo cedí. Él lo miró como si se tratara de veneno.
— Vamos, solo un sorbo —dije. Sus cejas se elevaron juguetonamente, y podía asegurar que estaba a punto de decir algo pero se calló solo para beber.
Sus ojos, verdes oscuros, brillaban con malicia y en ningún momento los separó de los míos, lo que me hizo sentir levemente incómoda. Pero así era el juego de él, poner nerviosas a las personas con aquella actitud pedante y encantadora.
Tras unos tragos, dejó el vaso en la barra con satisfacción.
— ¿Ves? No fue tan malo —murmuré y él negó.
— No lo fue —aseguró.
Nuestras miradas no se separaban, y aunque me aseguraba que era inmune a sus encantos y a las técnicas para intimidar a las personas, comencé a sentir una ligera incomodidad al recordar lo que había dicho mi madre y mi hermano.
Deseando aclarar mi mente, me giré hacia Logan y lo vi tan divertido y relajado que me daba culpa tener que interrumpirlo para pedirle que me sacara de allí.
Sonreí para mí misma, contemplándolo feliz aunque no fuese como tantas veces yo había soñado de niña, y decidí terminar mi vaso de cerveza para poder irme.
— ¿Sedienta? —preguntó Aiden.
— Cansada —respondí mirándolo, pero sus ojos estaban oscurecidos sobre su hermano hasta que se volvió a mí, que le dejaba el dinero en la barra a Jimmy—. Me voy, si tu hermano pregunta: dile que seguí su consejo y me fui con un atractivo tipo que encontré por ahí atrás —sonreí triste de lo patética que sonaba y me moví con rumbo a buscar mis cosas.
Pero sentí presión en mi brazo, y levanté mis ojos para verlo más cerca de lo que querría tenerlo.
— ¿Piensas irte sola? —inquirió con sequedad.
— Ya te dije, si él pregunta dile eso. No te preocupes por mí, sé cuidarme sola —respondí queriendo recuperar mi brazo, pero resultaba que él tenía más fuerza de la que podía suponer. «¿Habrá hecho Traumatología?» me pregunté.
— Claro que roté por traumatología —comentó, y lo miré confusa.
— Deja de leer mi mente —me quejé, y vi como retuvo el impulso de poner los ojos en blanco dramáticamente, y solo afinó su mirada con advertencia.
— Voy a llevarte a tu casa. En el estado en que te encuentras dudo que logres dar tres pasos sin chocarte contra algo —me reprendió, recordándome las tantas veces que me había tratado así antes.
Gruñí y tironeé de mi brazo a la defensiva.
— Deja de tratarme como una maldita niña —me quejé, y aunque quería gritar y quizás golpearlo, me retuve de hacerlo.
— Y tú deja de llevarme la contraria —contraatacó iracundo. Yo sonreí, porque hacía tiempo no lo veía sacarse tanto de quicio.
— Está bien, llévame a casa pero déjame decirte que antes quiero pasar a comprar algo para comer —comenté intentando verlo dudar, pero el bastardo solo se mantuvo inexpresivo unos minutos, respirando hondo y canalizando la frustración que yo le generaba en algo positivo.
— El lunes estarás todo el día siendo mi residente a cargo —rió maquiavélicamente, tomando las llaves y el móvil sobre la barra, sin dejar de contemplarme totalmente horrorizada.
¡Maldito sea! Hubiese sido genial que canalizara en otro tipo de idea, no en esa. Agarré mis cosas en un silencio sepulcral y me acerqué a la puerta para irme de allí. El viento me golpeó con frialdad y me estremecí sin querer.
Ni me di cuenta el instante en que Aiden se acercó a mí para estar a la par que yo. Ambos nos mantuvimos en silencio y agradecía que fuese así. Del mismo modo en que a veces podíamos llegar a congeniar con Aiden, podíamos volvernos fieros rivales. Aunque, en realidad, no sabía si estaba enojada con él o conmigo misma por rendirme tan fácilmente, pero decidí descartar toda posible teoría.
Se me vino a la mente las palabras de Aiden, y cuando iba a burlarme por haber hecho más de tres pasos sin chocarme con nada me vi tropezando y cayendo de cara contra el suelo.
Y si, no era suficiente salir, pasarla más o menos bien e irte con el hermano insoportable de tu mejor amigo. Además, debía conseguirme un golpe. Algo así como una herida de guerra. Mierda, eso dolió.
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