Capítulo 31. Matilde.
El Uber me dejó en la bolsa de aparcamiento de al lado de la casa de Verio. Me bajé de aquel coche, decidida. Iba a cuidar a la madre de Verio, me iba a adorar y por lo tanto, Verio también lo iba a hacer. Era el plan perfecto.
Mientras me dirigía a la casa, empecé a escuchar un piano de fondo. Era armonioso, sí, pero también melancólico. Sumamente melancólico. Llegaba al alma con tan sólo pararte a escucharlo un momento. Me quedé quieta, observando el paisaje. Observé los árboles, los setos y las flores que había en la calle. Era una escena muy poética.
-¡Matilde, coño! ¡Te estoy llamando!-escuché como me gritaba Nerea
Me giré hacia su voz. Estaba asomada a su ventana con barrotes, con una chica de su edad al lado. Tenía los ojos azules y aspecto de porcelana. Era elegante pero adorable al mismo tiempo. Su piel clara resaltaba con el castaño de su pelo. Suponía que esa era la novia de Nerea de la que hablamos el otro día.
-¿Qué pasa?-salí de la hipnosis que creaba el sonido del piano
-Me ha dicho Verio que vienes a ver cómo está Caridad... ¿No crees que es mala idea? No la conoces...
-Por eso, es la mejor idea que he tenido nunca-respondí decidida
Nerea abrió los ojos de par en par ante la respuesta y la chica que estaba al lado suya empezó a reír de forma adorable.
-Creo que vas a tener que dar mejores motivos, amor-dijo ésta
-Imagínate estar desahogando tus problemas en el piano y de repente, entre una persona que no conoces de nada, diciendo que te va a ayudar con todo. ¿No te daría ganas de que se largase?-preguntó Nerea, viendo si eso me convencía. Nada de lo que me dijese iba a hacerlo.
-No, le diría que se quedase y le contaría mis problemas. La adoraría y haría que mi hijo la adorase más-asentí con las ideas claras
-Venga ya...-respondió Nerea, flipando con la respuesta
La chica de al lado no pudo aguantar más la risa y empezó a reírse aún más. Nerea la miraba incrédula, pero también con mucho amor. Estaba claro que era su pareja.
-Es una adolescente, ¿qué esperabas? ¿Qué te escuchara?-contestó ésta a Nerea
Nerea resopló y puso los ojos en blanco. Yo fui directa al portal. Escuchaba la voz de aquella mujer y Nerea pero no le presté atención. Tenía una meta e iba a darlo todo para llegar. Me planté delante de la puerta del portal. Iba a llamar al porterillo cuando la puerta se abrió frente a mí.
Nerea y esa mujer abrieron la puerta. Nerea me miraba extrañada y la mujer me miraba con cara burlona, como si fuera una situación que le entretuviese mucho. A Nerea le iba a dar un ataque de nervios.
-¡¿Me estás escuchando?!-exclamó empezando a enfadarse-¿Cómo piensas llamar al timbre de alguien que está tocando el piano? ¡No se va a enterar, Matilde!
-¡Ah! ¿Quién está tocando el piano es la madre? Toca genial, ¿verdad?-exclamé entusiasmada porque iba a conocer quién estaba tocando esa melodía
Nerea como respuesta, se llevó las manos a la cabeza, esperándose lo peor. La mujer de al lado, tan sólo decidió reír a carcajadas, observando como Nerea se estaba poniendo de los nervios.
-Te he dicho que no podías pararla, amor-dijo aquella mujer, poniendo su mano sobre el hombro de Nerea
-Ya, pero tampoco puedo dejarla entrar sin más-le reprochó Nerea
-O sí-sonreí al meterme en la conversación
Nerea me miró aún más desconcertada y aquella mujer empezó a reírse aún más. Le empezaron a saltar lágrimas de la propia risa. Esto ya se lo empezó a tomar Nerea personal.
-Pero, amor, apóyame. ¡No te rías en mi cara!-le reprochó Nerea a la que era su pareja
-Vale, vale... Cuando se me pase te apoyo
Siguió riendo un rato. Poco a poco iba aflojando y Nerea no sabía dande meterse. Yo las miraba impaciente, querían que se quitasen de en medio para poder acceder al piso de Verio, consolar a la madre y convertirme en la mejor novia del mundo. Si me interrumpían mi paso, no podría conseguirlo. No podría conseguir demostrar poder ser la mejor novia del mundo. Entonces, Verio se daría cuenta que merecía a alguien mejor que yo... Tenía que hacer algo.
Me colé entre ambas y fui directa a la puerta.
-¡Maric!-gritó Nerea
Una galga se puso en frente mía. Vino tan rápido que parecía que ya estaba ahí cuando la llamó. Me miraba con cara de pocos amigos e incluso me gruñía para que no pasase. Yo me eché un poco para atrás. Esa perra se veía capaz de matar a alguien.
-¡Suficiente!-gritó Nerea y la perra paró. Se sentó delante mía y se convirtió en la perra más adorable del mundo. Esa perra estaba bastante bien educada.
Nerea se puso delante mía, mientras acariciaba la cabeza de la perra como premio. Maric lo recibía con mucha alegría. Noté una mano en mi hombro. Me giré y aquella mujer me estaba mirando con una sonrisa que no me transmitía mucha confianza.
-Matilde, mira, antes de nada, me presento. Soy Amelia, la novia de Nerea. El problema es que... no es buena idea que entres al piso estando la madre tan triste de sorpresa. Lo decimos por tu bien. Entendemos que quieres apoyar a Verio, pero... hay cosas que sólo puede consolar el piano.
-Gracias por pensar en mí, pero voy a entrar igual. Sea como sea-concluí
Nerea resopló y su novia se encogió de hombros no había mucho que hacer. Sacó del bolsillo unas llaves y con ellas abrió la puerta del piso de Verio. Los tres perros fueron a por nosotras, pero se sentaron rápido cuando Nerea se lo ordenó. Vaya, su perra no era la única que tenía educada. Eso sí, Amelia aprovechó para cerrar la puerta de su casa primero.
Aunque ya había estado en ese lugar, era distinto. El ambiente era bastante melancólico. Los tres perros fueron rápidamente a tumbarse en el sillón o en el sofá, según hubiese pillado. Estaban relajados con la melodía del piano. Las tres nos miramos, sin saber muy bien que hacer después. La madre de Verio había colocado un teclado eléctrico móvil en medio del salón. Estaba tocando con un plato encima del piano. Ese plano contenía un vaso de ron y un puro, el cual, estaba encendido. Sus ojos estaban hinchados y su rostro expresaba total tristeza. Nos miró de reojo cuando entramos. Ni se inmutó. Tenía la mente en otra cosa. Cerró los ojos y se dejó llevar por la melodía del piano que estaba tocando.
Yo quería acercarme a ella, quería consolarla, pero Nerea me agarró del brazo con fuerza. Yo me giré, incluso sorprendida. Me negó con la cabeza y se acercó ligeramente a mí:
-Cuando tenga que hablar, lo hará-susurró
Yo volví mi mirada hacia la madre de Verio. Estaba rota. Realmente rota. Una parte de ella se había quebrado y no iba a volver a unirse.
Nerea me soltó y respiró hondo. Miré esta vez a Nerea. Le dolía ver a Caridad así. Nerea miró a Amelia y ella le devolvió la mirada. Respiraron hondo y se quedaron un momento mirándose. No sé qué se estarían diciendo entre miradas, pero no era lo que más me importaba en ese momento.
Me dirigí al sillón y me hice un hueco. Bobi lo había ocupado prácticamente entero. Ella me recibió con besos y yo le respondí con acaricias. Puso su cabeza encima de mi muslo y se quedó mirando la majestuosidad de una gran artista como era ella.
Tocó un acorde que sonaba que como el final de aquello. Dejó de tocar y tomó el ron con una mano y el puso con la otra. Me miró fijamente, con esa mirada tan triste que parecía perdida. Observó a sus perros y luego, volvió a mí.
-Gracias por salvar a mi hijo, yo nunca he podido hacerlo.
Su voz era firme, pero rota. Lo más seguro es que estuviese tan rota por la gran tristeza que tenía. Nerea se acercó a ella y puso su mano en su hombro, como forma de consuelo.
-¿Me das un puro y hablamos de lo que te pasa?-le Nerea preguntó con tono delicado y compasivo
-¿Cómo que puro? ¡Pero si llevas años sin fumar!-exclamó su novia bastante enfadada. Nerea abrió los ojos como platos, temiendo lo peor. Esto hizo que Caridad esbozara algo parecido a una sonrisa.
-Perdón, cariño... ¿La costumbre?-respondió mirando a su novia con miedo, intentando salir del paso
Amelia refunfuñó ante esta respuesta y cruzó los brazos. Algo decía que le esperaba una larga conversación a Nerea cuando se quedasen las dos solas. Caridad le dio una calada al puso y expulsó el humo lentamente, como si así lo pudiera saborear mejor.
-Si quieres que hable, nada de móviles-dijo Caridad, con un tono bastante tajante y sin perder ese aspecto melancólico
Nerea me indicó con la cabeza que la siguiese. Yo lo hice y Amelia nos acompañó. Fuimos a la cocina. Ambas dejaron el móvil encima de la encimera y volvieron al salón. Yo lo dejé por mera imitación, sin saber muy bien qué era lo que estábamos haciendo. Las seguí. Caridad nos estaba esperando delante del piano, tomando su ron.
Goku se había sentado al lado de ella y había puesto su cabeza encima de su muslo. Ella le acarició la cabeza con mucho amor. Él la miraba preocupado. Ella le esbozó una triste sonrisa, sintiéndose consolada por su propio perro.
Nerea cerró la puerta con algo de fuerza, para que Caridad se enterase de que estábamos ahí. Ella casi ni se inmutó. Volvió a tomar un poco de ron, dejó el vaso en el plato y volvió a tocar el piano, con una melodía triste.
-Mi gran apoyo se muere. Se muere y yo sólo puedo mirar como lo hace. Es lo más parecido a una familia que tengo en este país que no me pertenece, y se muere. Me abandona como yo abandoné mi tierra. Me abandona a un lugar que no podré verla, hasta que cruce el umbral de la muerte. Perdí mi tierra y ahora, ahora la pierdo a ella. Si ella deja de acompañarme, seré una veleta perdida. Una veleta perdida que siempre apunta a Cuba. La tierra paradisiaca que dejó atrás. La tierra que, aunque quiera, no puedo volver.
Siguió tocando y la melodía fue cambiando. Fue cambiando de tonos hasta que llegó a una que me sonaba mucho. Nerea tragó saliva y miró preocupada a Amelia. Ésta, tenía los ojos llenos de lágrimas que estaban deseando salir. Era una escena que ponía los pelos de punta. Seguidamente, Caridad empezó a cantar:
"Nunca podré morir.
Mi corazón no lo tengo aquí.
Allí me está esperando,
me está aguardando que vuelva allí.
Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida, dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.
Late y sigue latiendo,
porque la tierra vida le da.
Pero llegará el día,
en que mi mano le encontrará"
-Mi amor...-rio levemente de forma triste mientras seguía tocando el piano-Mi amor... No era un hombre bueno. Nunca lo fue. En cambio, a mí eso no me importaba. Sí, me pegaba y era un tanto controlador, pero yo también le pegaba y tenía al menos una casa. Tenía al menos un lugar donde poder criar una familia. ¿Sabéis lo difícil que es eso en Cuba? ¿Sabéis la pobreza que realmente hay en sus calles? El problema es que, él tenía un concepto muy distinto de cómo había que criar a Verio. Uno... sumamente distinto...
Después de decir esto, siguió cantando:
"Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida, dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.
Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida, dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.
¡Cuba!
Aunque me encuentro lejos de ti,
añoro el verde te tus campos,
el azul de tu cielo,
el agua clara de tus playas,
lo ardiente de tu Sol.
Una triste tormenta,
te está azotando sin descansar.
Pero el sol de tus hijos,
pronto la calma te hará alcanzar."
-De tus hijos...-rio levemente de forma triste mientras seguía tocando el piano-Mijo... Mi pobre Verio. Mi querido Verio. ¿Cómo pude permitir que le hiciera tanto daño? ¿Cómo no pude hacer que parase? ¿Por qué no hice prácticamente nada hasta que mi a mi pequeño hijo sin mano a ese hombre, que pensaba que sería buen padre, arrojando esa mano al fuego? ¿Por qué entonces, lo único que pude hacer, fue pedir explicaciones? Al pedírselas, él se enfureció y me pegó, como otras veces había hecho, pero nunca delante de Verio. Él era un niño de cinco años que quería mucho a su mamá, así que agarró la pistola y apuntó a su padre de forma torpe y temerosa. Ese hombre que se suponía que debía ser buen padre, le dijo:"¿Por qué me apunta si es un cobarde?". A lo que yo respondí: "Yo no". Agarré otra pistola, le apunté en la cabeza-levantó su puro con la mano derecha mientras la izquierda la dejaba en un acorde menor, lo puso en medio de su frente - y... ¡Boom! Muerto. Se desplomó en el acto. Desgraciadamente, encima de Verio, el cual gritó horrorizado. Después de todo, tenía el cuerpo de su padre encima suya. Siempre tan chiquito y queriendo defender a los suyos. Siempre tan bueno... Siempre ayudando a su mamá... ¿Qué hizo su mamá a cambio?
Después de decir esto, siguió cantando:
"Cuando salí de Cuba,
dejé su cielo, dejé su Sol.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón"
-Sueño con volver a Cuba, volver a mi tierra. Volver con su gente, volver a cantar y tocar con los músicos de allá. Sin embargo... Sin embargo, sé que nada me espera allí. Cuba, ese país maravilloso que nunca se ha gobernado bien. Ese país que se disfruta, pero también se sufre. Ese país que no tiene nada que ofrecerme ya. Ese país, donde el hambre reina en sus calles. Ese país que, aunque ame con todo mi corazón, sé que nunca podría dar a mi hijo lo que España puede darle. Pasé años estudiando, tocando en grandes lugares... ¿Para qué? Para seguir pobre como las ratas, para aferrarme al mejor hombre con posesiones que pasaba, y para acabar salir huyendo de allí. ¿Soy una persona horrible por avergonzarme de mi país y de lo que hace a su gente? ¿Soy una persona horrible por no luchar por mi tierra y aún así, seguir añorándola incansablemente? ¿Soy una persona horrible por haber conseguido una buena vida, al haber dejado a los míos y mi querida tierra atrás?
Después de decir esto, siguió cantando:
"Cuando salí de Cuba,
dejé mi madre, dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.
Cuando salí de Cuba,
dejé su cielo, dejé su Sol.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón. "
Terminó de tocar y de cantar. Apoyó sus codos en las teclas del piano con fuerza, apoyó su cabeza en sus manos y empezó a llorar, empezó a llorar desconsoladamente. Yo me acerqué a ella y puse mi mano en su hombro. Nerea iba a impedírmelo, pero Amelia la paró a tiempo. Caridad me miró directamente, como un niño pequeño que busca esperanza tras ser decepcionado.
-No eres una persona horrible. Tiene que ser muy duro por lo que has pasado. De hecho, Verio te admira muchísimo.
-¿Me admira?-preguntó ilusionada, entre tanta tristeza
-Sí, muchísimo. Has hecho mucho por él y lo valora muchísimo. Todo lo que ha conseguido es gracias a ti. Así que enhorabuena. Con todo el dolor que eso supone, pudiste dejarlo todo por él, hacer frente a una nueva vida. Sé que es duro ver que la fecha fin de Patricia se acerca, pero también te hizo feliz. Quédate con eso.
Ella esbozó una sonrisa entre tantas lágrimas y agarró mi mano con fuerza, agradecida. Yo le sonreí de vuelta.
-Gracias, mija. Al fin una que no está loca.
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