Estábamos en la sala de espera. Manolito tenía su guitarra a la espalda, metida en su funda, esperando de pie, nervioso. Daba pequeños golpes al suelo mientras lo hacía. Siempre le había relajado hacerlo y a mí, siempre me había puesto más nervioso. Respiré hondo, intentando así calmarme, recordando que a la que estábamos esperando era a su madre.
Manolito siguió igual y yo estaba ya a punto de colapsar. Respirar hondo no me había servido de nada. En ese momento, entraron los enfermeros con Patricia por la puerta. Entonces, la vi... y no me gustaba lo que estaba viendo. Patricia estaba escuálida, conectada a una bomba de oxígeno, en una silla de ruedas. Al vernos, sonrió. Con lo débil que estaba, sacó fuerzas aun así para sonreírnos. Después de todo, no dejaba de ser ella, la que iluminaba cada habitación por la que pasaba. Aunque esa luz estuviera tenue, seguía en ella, iluminando a su alrededor. ¿Cómo podía haber acabado así? ¿Cómo podía estar tan mal? No se lo merecía. No. Ella, no.
Tragué saliva al verla, lo último que necesitaba Patricia era que viene la tristeza en mi rostro al verla así. Manolito fue directo a abrazarla, esto hizo muy feliz a ambos. Éste se separó y Patricia le pasó la mano por la frente, como muestra de cariño, como había hecho siempre. La diferencia es que ahora tenía que esforzarse mucho más por hacerlo.
-Verio, ¿qué haces aquí?-preguntó, algo vergonzosa
-Quería verte. Veo que sigues siendo el ser de luz de siempre-me acerqué a ella con una amplia sonrisa, agarrando una de sus manos.
Ella, como respuesta, agarró mi mano con la poca fuerza que le quedaba y una dulce sonrisa. Me miró de arriba abajo y puso la otra mano que le quedaba libre en mi mejilla, como si así me observara mejor.
-Mira el hombre en que te has convertido... Me alegro de poder ver esto
-Hablando de eso... Creo que hay que decírselo a mi madre. Si no, te perseguirá con la chancla como mínimo en el inframundo-le dije, soltando su mano para agarrar la que había puesto en mi mejilla
Manolito se quedó de piedra cuando me escuchó decir eso, esperando un momento incómodo. En cambio, Patricia empezó a reír, de forma débil. Era una pena que lo hiciese así... Siempre había tenido una risa muy peculiar, la cual se escuchaba por cualquier sala, bar, restaurante, calle, avenida... que pasase. Ahora se había convertido en una risa que tenías que estar atento en escuchar. Era una pena, sí, pero por lo menos seguía riendo a pesar de todo.
-Sí, eso es algo que haría Caridad. Totalmente cierto. Me temo que deberíais decírselo. Eso sí, yo no. No estoy para aguantar regañinas-dijo bromeando, mientras encogía los hombros de forma burlona al dejarnos a nosotros con el marrón. Era bonito ver que seguía con ese espíritu bromista.
-Entonces, se lo dirá Verio. Yo tengo una madre que no puede aguantar ya regañinas-respondió Manolito, señalándose a sí mismo y poniendo cara de pena. Patricia volvió a reírse y yo los miré con cara de pocos amigos. Después de todo, me habían dejado con la odisea de darle esa noticia a mi madre. Eso iba a ser incómodo.
Madre e hijo empezaron a reír al verme así. Yo paré de mirarlos con cara de pocos amigos para cambiar a una cara llena de felicidad. Era bonito verlos tener un momento feliz en una situación como esa. Aunque fuese en mi costa. Me hacía tan feliz verlos así que estaba a punto de emocionarme. Era bonito ver que, aun cuando la vida la consumía, no perdía su risa y su humor. Después de todo, era ella, aunque no pareciese ya ella...
-Bueno, hijo, veo que has traído la guitarra. ¿Me vas a dar un concierto con Verio? ¿Vais a volver a formar mi dúo favorito?-preguntó Patricia, algo ilusionada.
Si hubiese estado como siempre, hubiera bailoteado mientras lo decía, pero ahora, sólo movió ligeramente la cabeza. Sin perder aún su chispa.
-Por supuesto, hay que aprovechar que Verio está aquí.-se acercó con tono divertido a su madre- Sin embargo, antes quería cotillear un poco. ¿Sabes que Verio ha dado un braguetazo y sale con la hija de Rafael Galileo? Además, tiene sida y todo. Le hemos estado preparando toda la vida para este momento, mamá.
-¿Sales con la hija de un escritor famoso? ¡Y parecías tonto!-me exclamó Patricia, lo más animada que podía según su condición
-Bueno, me enamoré de ella antes de saberlo. Fue verla y saber que era para mí-dije de forma muy cursi
-¡Oh! ¡Me ha dado tiempo a ver a Verio enamorado! ¿Tú qué, Manolito? No me queda mucho... -le dijo Patricia a su hijo, en modo de chantaje. Manolito abrió los ojos de par en par y empezó a sacudir las manos, como si así saliera de esa. Yo le miré con una sonrisa vacilona.
-Mamá, pero... estábamos hablando de Verio... -contestó Manolito, intentando salir de esa
-Y ahora de ti. Quiero asegurarme de que tendré descendencia. ¡Prométemelo como mínimo!-ordenó Patricia
-Te lo prometo, mamá. Serán preciosos porque saldrán a su abuela-le indicó Manolito mientras le acariciaba la cabeza con una sonrisa tierna. Ella le fulminó con la mirada, con la poca vitalidad que le quedaba
-Más te vale...
-Bueno, Patricia-intenté hacer que salieran de ese tema de conversación-¿Qué canción quieres que te cante el mejor dúo de todos?
-¡Ay, no sé! ¡Qué nervios!-contestó emocionada Patricia, aunque no pudiese expresarlo tanto como cuando estaba bien-Rocío Jurado, una de Rocío Jurado
Manolito y yo nos miramos y asentimos, con eso era suficiente para prepararnos para la acción. Patricia y mi madre nos habían hecho tantas veces tocar en fiestas, bodas, bautizos y comuniones que teníamos un gran repertorio. Incluida, obviamente, Rocío Jurado. Siempre pedían a Rocío Jurado y después de las canciones de Rocío Jurado venía un: "Pues para ser cubano... ni tan mal". Ley de vida, supongo. Obviamente, la canción que Manolito empezó a tocar y le acompañé en cuanto me dio la entrada fue "Se nos rompió el amor".
"Se nos rompió el amor
de tanto usarlo,
de tanto loco abrazo,
sin medidas.
De darnos por completo,
a cada paso.
Se nos quedó en las manos
un buen día.
Se nos rompió el amor
de tan grandioso.
jamás pudo existir,
tanta belleza."
Patricia levantó la mano levemente hacia mí. Yo me acerqué a ella y me agarró del brazo. Empezó a susurrar conmigo la canción, con la poca voz que le quedaba. Era muy bonito ese momento, recordando las veces que había hecho eso. Era algo triste comparar la vitalidad de las otras ocasiones y esta, pero la canción, debía continuar.
"Las cosas tan hermosas
duran poco.
Jamás duró una flor,
dos primaveras.
Me alimenté de ti
por mucho tiempo.
Nos devoramos vivos
como fieras.
Jamás pensamos nunca en el invierno
pero el invierno llega
aunque no quiera."
Al decir esto, miré fijamente a Patricia. Realmente no quería que llegase su invierno. Quería que estuviese siempre en verano. Pero, después de todo, mi opinión no importaba ahí, ¿no?
"y una mañana gris,
al abrazarnos,
sentimos un crujido
frio y seco.
cerramos nuestros ojos y pensamos:
"Se nos rompió el amor
de tanto usarlo.""
-¡Madre mía, qué bonito!-exclamó Patricia emocionada. Me tiró del brazo para darme un beso en la frente, como hacía siempre. La gran diferencia es que normalmente tenía fuerza para conseguir que me acercase, esta vez, me acerqué aposta, sabiendo que ya no tenía fuerza ninguna. Hizo lo mismo con su hijo, el cual sonrió cuando si madre le dio un beso en la frente-¡Os habéis convertido en todos unos hombres! ¡Qué suerte tengo de haber llegado hasta aquí! ¡Qué suerte tengo!
Manolito y yo nos miramos satisfechos. Habíamos conseguido que Patricia se emocionase una vez más. No sabíamos cuántas veces podríamos volver a hacerlo, así que sentaba bien haberlo conseguido. Después de eso, reímos y disfrutamos hasta el último minuto de la visita. La hora de visita había terminado. Ya no podíamos volver hasta la hora de la visita de la tarde.
Manolito se quedó mirando como se iba su madre, como si fuese a ser la última vez que la veía. Respiró hondo, se aguantó las lágrimas y se dio media vuelta, dirigiéndose a la salida. Yo no dije nada y él, tampoco. Fue una vuelta al coche silenciosa. Demasiado silenciosa para Manolito. Algo no me olía bien.
Cuando nos montamos en el coche, el de conductor y yo de copiloto. Se sentó erguido y se quedó un momento ahí, quieto, observando el hospital. Yo me quedé observándole a él, esperando el momento en que se dispusiera a hablar. Él, como respuesta, respiró hondo, apoyó su cabeza en el volante y empezó a llorar. Empezó a soltarlo todo.
Yo le puse la mano en la espalda, intentando así darle consuelo. Era una posición algo incómoda, así que cambié y le puse el garfio. Aproveché que tenía mi mano libre para agarrarle el brazo con fuerza, como muestra de mi apoyo.
Él agarró mi mano y me hizo una sonrisa triste. Yo le sonreí de la misma manera y asentí. Sabía perfectamente lo que le pasaba. Le dolía muchísimo ver a su madre así, igual que a mí. Sin embargo, fingía que no delante de ella para que no se preocupase. Estaba explotando cuando ya estábamos los dos solos porque no podía más. Sabía que conmigo podía ser él mismo, así que, demostró lo que realmente estaba escondiendo.
-He llorado aquí porque no puedes abrazarme por la espalda, marica-bromeó, agarrándose a cualquier chiste tonto que se le pasase por la cabeza
-Tu masculinidad frágil me sorprende cada día más. El día que vayamos a chueca, sales gay-le sonreí de oreja a oreja, de forma pícara
Él retiró mis manos de él con cara de susto. Yo me reí de su reacción. Realmente estaba deseando llevarlo un día. Una vez casi lo consigo, pero me pilló a tiempo. Algún día lo conseguiré... algún día. Ahí se escondía un gay reprimido, lo sabía. En verdad no, no creía que fuese gay, pero era divertido ver su reacción.
En ese momento, empezó a sonar mi móvil. Era un número desconocido. No solía contestar a números desconocidos, pero esa vez, sentí que tenía que hacerlo.
-¿Sí?-contestó
-¡Verio! ¿Cómo estás?-empezó a sonar una voz que conocía-Soy Rafael, el padre de Matilde. Nerea me ha contado lo de ayer. Voy al colegio ahora a hablar con ellos sobre el tema.
-¿Al colegio?-pregunté extrañado, sin saber muy bien que estaba pasando. ¿Nerea se lo había contado al padre de Matilde? ¿Qué estaba pasando?
-Sí, han empezado a echarte la culpa de todo y voy a defenderte con el abogado de la familia. De hecho, mi madre está a tope. Dice que es una falta de respeto a nuestra familia y que así puede presumir de ser una mujer moderna con sus amigas en la residencia. Bueno, ha dicho más bien; "Soy una mujer moderna y solidaria, permito que mi nieta salga con uno que vino a nuestro país en patera y encima, lo defiendo". Luego hemos tenido una gran conversación sobre el mundo, las distintas razas... y no hemos conseguido entendernos, como siempre. En fin, c'est la vie. Lo importante de esto, es qué quieres tú sacar de esto.
-¿Sacar de esto?-le pregunté aún más extrañado
-Sí. El abogado dice que podemos demandarlos, llevarlos a juicio y sacarles mucha pasta. Además, podríamos defender los derechos de los negros, los disminuidos, la igualdad entre clases... Total, cosas que suelen vender y eso. Queríamos saber si te interesa. Puedes ser la imagen de la nueva revolución. ¿Qué dices?
Respiré hondo al escuchar esto. Miré a mi amigo, el cual estaba confuso, con marcas de haber llorado. Miré al frente y miré al hospital, el lugar donde poco a poco se estaba muriendo uno de mis referentes en esta vida. Pensé en mi madre y lo poco que quería llamar la atención de la ley. Pensé en mis perros PPP y cómo, ese tramo que no recordaba, los tres acabaron sin el bozal. No quería que tuvieran problemas. Sí, yo podía ser la imagen de una revolución, pero, ¿y ellos? ¿Estarían bien ellos seguro?
-Gracias por el interés, Rafael, de verdad, me siento muy agradecido. Sin embargo, no me interesa. Sólo me gustaría que no hubiese ningún trámite mediante la justicia y que me dejen en paz. Preferiría que fuese como si nunca hubiese pasado.
-¿Qué pasa?-preguntó Manolito sin entender nada. Yo le indiqué con el garfio que luego se lo contaba.
-Vale, lo entiendo. Entonces, optaremos por la discreción, aunque no lo buscaremos de primeras para ver qué nos ofrecen. Sin embargo, ese será nuestro objetivo. ¿Cómo estás tú, Verio? Lo de ayer tuvo que ser un buen susto...
-Bueno, sí, no fue la mejor experiencia de mi vida... Sin embargo, la mejor amiga de mi madre se está muriendo, que es como una tía para mí y eso me preocupa más ahora, la verdad-le confesé
-¡Vaya! Lo siento mucho. Cualquier cosa que necesites, dímelo, ¿vale?-me contestó Rafael al otro lado del teléfono
Estaba claro porqué Juan y Matilde eran dos personas tan especiales. Tenían un gran padre. Yo sonreí al escucharlo, contar con su apoyo era importante para mí. Matilde lo quería mucho y por eso quería que su padre me quisiese mucho. Iba por buen camino.
-Sí, muchísimas gracias, Rafael
-A ti, en serio, cualquier cosa, dime. ¡Cuídate!
Con eso, Rafael colgó. Manolito me miró extrañado, sin saber muy bien que pasaba.
-Te lo cuento en la casa, cotilla. Vamos a comer primero.
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