Capítulo 14. Verio.
Matilde y yo llevábamos saliendo desde aquel día. Ya había pasado unas tres semanas y pico.
Hacíamos la misma quedada en Sol todas las veces. Ya, el lugar donde habíamos quedado la primera vez, se había convertido en nuestro "Donde siempre". Íbamos lento, muy lento. Tan sólo nos dábamos algún beso suelto. De hecho, pasábamos casi todo el tiempo abrazados, tumbados en el césped, disfrutando el uno del otro. A veces sólo nos pasábamos tiempo en silencio, disfrutando de la conexión que teníamos. Tenerla cerca se sentía bien. Bastante bien, de hecho.
Siempre había tenido relaciones donde el sexo había aparecido pronto y había tomado un papel fundamental en la relación, sin llegar a conocer completamente a la persona con la que estaba hasta que ya era demasiado tarde. A lo mejor, por eso decía mi madre que me iban las locas. Su cordura no era lo que hacía fijarme en ellas, sinceramente. Esta vez era distinto. Esta vez no me importaba que fuera todo más lento. Bueno, miento, obviamente me importaba. Uno tiene sus necesidades biológicas. Sin embargo, no era una necesidad enfermiza. Podía aguantar hasta que ella me indicase.
En ese momento, estaba esperándola en la puerta de su colegio. Habíamos quedado para ir a mi casa y que al fin conociera a mis tres perros. Estaba muy emocionada sobre el tema y la verdad es que, yo también. Había fantaseado mucho sobre cómo sería aquel momento, sobre si Duquesa jugará con ella o se quedará tumbada cual dama, sobre si Bobi tardará mucho en ponerse panza arriba e incluso, sobre qué actitud tomará Goku. Me esperaba muy buena tarde.
Empezaron a salir los alumnos de aquel colegio privado. Aquella gente apestaba a aires de grandeza. No había ningún negro entre ellos. De hecho, todos parecían fotocopias entre sí. Todos simples y con conversaciones vacías. ¿Esta era la élite de nuestro país? ¿Esto es cómo debe ser el mejor ciudadano?
Respiré hondo y me centré. Estaba ahí por Matilde. Me fijé en el edificio para distraerme. Era un edificio enorme, con una gran valla y miles de árboles. Se veía desde el exterior que el interior debía ser inmenso. Seguro que los padres que traían aquí a sus hijos debían quedar impresionados con tan sólo estar en la puerta. Bastante distinto al instituto de Puente Vallecas donde estudié el bachillerato. Sin embargo, nosotros en la salida parecíamos, al menos, más felices y menos fotocopias entre sí. Sobre todo, no era el único negro.
Miré a mi alrededor. Había varios microcars en el aparcamiento. Vaya, irónicamente, venían en microcars igual que mis compañeros gitanos. ¡Qué cosas! Además, noté que un grupo de chicos me estaba observando. Me giré hacia ellos. Era el típico grupo de niños adinerados que creían que por mirar con desdén iban a conseguir imponer algo. Por favor, esos no durarían nada en mi instituto.
-¡Oye, negro! ¡Vuélvete a África en la patera!-gritó uno de ellos creyendo que era gracioso. Sus amigos se rieron, creyendo también que eran gracioso.
Pagar tanto por una educación y que se hayan equivocado hasta de continente. Suspiré, no valía la pena hacer caso a gritos tan sumamente ridículos. Además, ¿esperaban que me sintiera mal por comentarios así? Mi amigo el Jonathan había dicho cosas mucho peores, empezando por preguntarme numerosas veces que si por ser mi amigo tenía alguna subvención de los de los ciegos. Obviamente, lo de los ciegos era la Once. En ese momento, me acordé de mi amigo Jonathan y me pregunté cuántos hijos tenía ya. La última vez que lo vi tenía dos... Debía llamarle.
-¡Oye, negro! ¡Qué te está hablando! ¿Es que en la patera no os enseñan educación?
¿Por qué me pregunta tanto sobre una patera si no he pisado una en mi vida? Ya me jodería pagar tanto para saber tan poco. En fin, Matilde saldría pronto. En cuanto viniese, nos montábamos en el coche y salíamos pitando a conocer a mis perros. Iba a ser un día tan bonito que ese grupo de chicos no iba a estropearlo.
-¡Oye, ne...!
-¡Negro lo vais a tener en el examen de mañana como no paréis con la broma!-gritó alguien, haciendo que el grupo de chicos callara rápidamente
Mi cabeza fue directa a la portadora de esa voz. Era una voz que conocía bastante bien, pero nunca había escuchado con ese tono, si no uno mucho más relajado y menos autoritario. No pude creerlo cuando la vi. Era mi amiga Nerea vestida con camisa, pantalón arreglado y unas manoletinas. Además, llevaba una coleta alta bastante repeinada. No parecía ni ella. Eso sí, tenía esa mirada que mi madre había dicho más de una vez que daba miedo. Algo que pensé que era paranoia de mi madre. ¡Qué curiosa la vida!
-¿Nerea?-pregunté al verla así
Ella se giró, con la cara de pocos amigos con la que estaba mirando a sus alumnos. Yo pegué un bote. Aquella mirada rizaba a cualquiera. Daba mucho miedo. Al ver mi reacción, sonrió mucho al intentar aguantarse la risa, relajando el gesto. En ese momento, sí parecía la Nerea que conozco. Se forzó para volver a la posición autoritaria.
-¿Qué le han dicho? Siento mucho si estos alumnos, que deben ser alumnos de bien-dijo esto último fulminando con la mirada a sus alumnos-le hayan faltado el respeto
¿Nerea me hablaba de usted? Nunca pensé que eso pudiese pasar. ¿Qué había sido de mi amiga, la cual decía palabrotas en prácticamente, todas nuestras conversaciones? ¿Ahora hablaba de usted y hablaba correctamente? ¿Quién era esa chica y qué había pasado con mi amiga?
-Acepto las disculpas, muchas gracias. Tan sólo indicarle que me han insultado haciendo referencias a África y a venir al país en patera, cuando ni soy africano ni he venido en patera. Además, que algunos ciudadanos del continente africano deban hacer ese duro viaje no debería ser motivo de burla.
-Estoy de acuerdo-dijo mientras los miraba cada vez peor-hablaré con ellos y mis compañeros para que esto no se repita
Algunos de ellos se habían ido en cuanto Nerea había aparecido. Otros se habían ido durante la conversación. Unos últimos, se habían quedado para mirar con arrogancia lo que pasaba, creyendo que podían enfrentarse a ella. Realmente no tenían ninguna educación. Ella era la profesora, después de todo.
Una vez se fueron todos las de ese grupo, Nerea se colocó al lado de mí. Sacó una hoja y un bolígrafo del bolsillo pequeño de su mochila y escribió algo. Me pasó la que acababa de escribir y yo me quedé extrañado cuando lo leí: "Luego me cambias las llaves del coche, por dios. Abre mi coche como si fuera tuyo y yo abro el tuyo. Hazme puto caso y por favor, no vuelvas a pasar por aquí. He podido salvarte hoy el puto culo, pero no sé si podré hacerlo de nuevo."
Cuando me di cuenta, Nerea había metido la mano en mi bolsillo discretamente y había metido sus llaves del coche. No sabía que estaba pasando, pero Nerea estaba alerta, igual que Guko cuando entraba un perro que no era de fiar en el parque. No se fiaba de ello y tenía motivos para no hacerlo. Estaba intentando protegerme, lo cual me tocó el corazón.
Iba a contestar a Nerea sobre la nota que me había escrito cuando Matilde salió por la puerta, iluminando todo a su alrededor con su pelo pelirrojo que llamaba la atención entre todos. Yo sonreí al verla, al fin había llegado. La saludé con el garfio y ella me saludó levantando levemente la mano derecha, con una amplia sonrisa. Se acercó a mí y me dio un pico, el cuál recibí con mucho amor... y también aproveché para guardarme la nota de Nerea en el bolsillo. No quería preocuparla sin motivo.
Se escuchó muchas voces mientras eso pasaba. No obstante, ya me daba igual. Matilde estaba ahí que era realmente lo que importaba. Nerea abrió los ojos como platos y empezó a señalarnos a mí y a Matilde confundida. Bastante confundida. Matilde, al darse cuenta de que Nerea estaba ahí, dio un bote y se horrorizó.
-¿Tú eres la nueva novia de mi vecino? ¿Tú eres el chico del barrio con el que había empezado a salir?
Nerea parpadeó varias veces mientras asimilaba la información. Matilde empezó a ponerse colorada mientras se daba cuenta de lo que estaba pasando.
-¿Tú eres su amiga y vecina? ¿La del galgo y el cachorro?-preguntó totalmente avergonzada
-Verio... ¿Cuándo pensabas contarme que salías con una de mis tutorizadas?-me preguntó Nerea totalmente desconcertada
-¿Tuto...?-empecé a decir, cuando empecé a atar cabos. O no. Matilde era la chica que no sabía qué hacer con su futuro y con más problemas que el de enamorarse y que, al menos, estaba con un huevón y no iba a salir mal parada... Espera un momento... ¿Yo era el huevón? Menos mal que era mi amiga y no mi enemiga.
Yo la miré algo mosqueado al darme cuenta de que me había puesto verde conmigo mismo. Ella abrió mucho los ojos al darse cuenta de ello. Cerró muchos los labios y puso su mano en mi brazo, en modo de disculpa por ello.
-Eh... Entonces, vais al barrio, ¿no?-preguntó mirando a Matilde. Ella asintió muy sonrojada.
Espera un momento, yo no le había contado la quedada con los perros... ¿Se lo había contado Matilde? ¿Qué más le había contado de nuestra relación a la cotilla esta? Tanto quejarse cuando no hay nada que más le guste que un drama adolescente.
Al darme cuenta de lo que conocía a los alumnos, agarré las llaves del coche y apreté la mano de Nerea con la mía, dejando las llaves del coche dentro. Si ella decía que intercambiáramos las llaves, era por un buen motivo.
-Un placer conocerla, tutora de mi novia-exclamé con tono de broma. Ella se dio cuenta de que le había dado las llaves y sonrió de forma vacilona, observando la técnica que había usado para darla. Matilde empezó a reír de forma nerviosa, intentando salir así de la conversación.
-Un placer-se agachó levemente, en forma de reverencia. ¡Quién la había visto y quién la veía!
La solté y ella guardó las llaves de mi coche, de forma discreta. Matilde nos miraba bastante confusa.
-¿Dónde tienes tu coche?-le pregunté, para saber si íbamos a ir hacia la misma dirección
-Subiendo la calle, ¿tú?
-También
Ambos sonreímos al darnos cuenta de que estábamos a la misma dirección. Bien.
Andamos hacia los vehículos mientras teníamos una conversación un poco extraña. La más extraña que recuerdo con Nerea y Matilde. Era curioso lo que llegaba a transformarse Nerea y sobre todo, lo poco natural que se le veía así. Después de todo, ella se quejaba que no podía ser ella misma. Esa mujer que tenía en frente no se parecía a nada a la amiga risueña que tenía. Realmente necesitaba salir de allí pronto.
Al fin llegamos a los coches. Ella abrió mi coche con su mando y yo abrí su coche con su mando. Se notaba cuál era el mío, ya que tenía el logo correspondiente a una persona que sólo tenía una mano y a muchas cosas más. Sin embargo, seguramente los alumnos no se daban ni cuenta. Matilde se quedó extrañada cuando lo vio, ella ya sabía cuál era mi coche. No obstante, opto por no decir nada. Nos conocía a ambos, sabía que habría algún motivo.
Nerea se quedó allí y la conversación extraña siguió. Miraba la calle mucho mientras hablaba con nosotros. Me imaginé que era para comprobar que no había nadie cuando nos montáramos en nuestros coches. Yo empecé a hacer lo mismo que ella.
Finalmente, llegó el momento en el que no pasaba nadie. Sin decir media palabra, nos intercambiamos de nuevo los coches y nos montamos lo más rápido posible en nuestros vehículos. Matilde no entendía nada, tan sólo me siguió. En cuanto estábamos montando, arranqué y salí de allí lo antes posible. No quería volver a pisar ese sitio.
-No quería que descubrieran cuál es tu coche, ¿verdad? ¿Qué ha pasado?-preguntó Matilde, con una actitud un tanto borde
-Nada-intenté disimular lo máximo posible
-No me mientas-me respondió con gran carácter. Mierda, la autoridad me ponía mucho y estaba muy estresado en ese momento para eso.
-Quería protegerme y por eso no quería que supieran cuál era mi coche. Ya está.
Ella resopló mirando el paisaje. Su cara de autoridad se cambió por una de preocupación.
-Mis compañeros son imbéciles-resumió
-Sí-respondí con una amplia sonrisa y ella empezó a reír al escuchar mi contestación
Después de eso, el momento tenso desapareció y la gran presentación que habíamos preparado estaba al caer. La ilusión por ello volvió y las sonrisas tontas también.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro