Infancia
Tantas risas.
Tardes enteras en el parque.
Ganas eternas de jugar .
Que las carcajadas nunca faltaban.
Aunque los caprichos tampoco.
Que sensaciones.
Que fácil, que sencillo.
Que feliz.

Adolescencia
Tantos llantos.
Tantas risas.
Menudos cambios de humor.
Malditas hormonas.
Cambios.
Mejores o peores, pero cambios.
Presión.
Esa sensación de que nadie te entiende.
Como duele.
Decisiones difíciles,
inseguridades, extremas.
Que duro.
Preguntas sin respuestas.
Corazones rotos.
Tonterías.
La realidad.
Más y más preguntas. ¿qué tengo que hacer?

Adulto
Tanto esfuerzo.
La vida machaca, aplasta.
Ahoga hasta dejar sin aire.
Tanto trabajo.
Rutina diaria.
Los niños.
El trabajo.
El jefe.
Media hora para comer, apura que no te da tiempo.
Vuelta al curro.
Corre al colegio.
Hoy música, después pintura.
La merienda, que no se te olvide la merienda.
¡Mierda!
Corre que no llegas.
Puff fin de mes.
Malabares con las cuentas.
Sacrifícate, es tu deber.
Estrés.
Más estrés.
Corre y corre.
Pasa el tiempo.
Y sigues corriendo, de aquí para allá.
Que ya no hay tiempo ni para las tardes en el parque ni para tantas hormonas.
Que primero los demás, si tal luego tu.
Que ahora, el único tiempo de descanso que vas a tener será en otra vida.
Que ya no volverás a saborear aquellas tardes de verano con tanta ilusión.
Que ya nada será lo mismo.
Que simplemente ya no.