17 DE JUNIO
Todavía sigo observando las rosas marchitas que se encuentran tras ese aterrador cristal.
Sigo parada frente a tu foto.
Con un ramo de amapolas cálidas y alegres en mi mano.
Contrarias a mi.
Yo siento...nada.
No siento nada.
No sé que debería sentir.
Puede que dolor.
Noto las miradas de lástima de las personas que pasan alrededor.
Odio esa mirada.
Me parece absurda.
Claro que duele.
Podría desgarrar más.
Pero es suficiente.
Dejo a un lado el mundo.
Me centro en ti.
Intento recordarte.
Tu melena.
Tu sonrisa.
Tu mirada.
Y...nada, no recuerdo nada.
No hay nada en mi cabeza.
No creo que una dulce niña de tres años sea consciente de lo que pasa a su alrededor.
Pero si se da cuenta de algo.
Un detalle que todos dejan atrás.
¿Por qué su mamá no volvió a entrar por aquella puerta?
Y ahora, la adorable ricitos de oro, ya es una chica.
Y ahora si que es consciente de las desgracias del mundo.
Ahora ya conoce los detalles de aquel día.
Ahora ya refexiona ella sola.
Ahora sus ideas están más claras.
Y esa joven, sigue sentada en este frío y duro banco de piedra.
Si,justo en ese banco es en donde estoy.
Frente a tu lápida.
Mientras una fugitiva lágrima rueda por mi mejilla.
La paro.
Me impido llorar.
Dejo las radiantes amapolas ahí.
Y me alejo.
En este momento, es lo mejor que puedo hacer.
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