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Capítulo 8 "Una vida nueva"

"Una vida nueva"

Sin duda alguna me hacía falta venir a la playa. El sol traspasa mi piel y la calienta, es una agradable sensación y más si él está a mi lado. William se a comportado como un príncipe, es atento, cariñoso y muy caliente, es bueno estar con él.

Es nuestro tercer día aquí y hemos hecho de todo, nadamos en la playa, William me ha llevado a los dos centros comerciales más visitados, fuimos a muchos restaurantes y creo que a un club– aunque no sé qué era realmente– y me ha hecho el amor de todas las maneras posibles, con palabras y acciones, es lo que más me gusta de él.

Me levanto de la tumbona y me coloco mi vestido floreado junto con las sandalias. Tomo mi bolso y me encamino a mi habitación. Entro y me encuentro con William hablando por teléfono.

– De hecho, acaba de llegar... Si, le daré los saludos... Está bien, adiós.

– ¿Quién era?– me acerco a él cuando se sienta en la cama y me situó entre sus piernas.

– Wendy, quería saber cómo estábamos– acaricia mis piernas por debajo del vestido– Creí que vendrías más tarde.

– Si salgo unos minutos más al sol me quemaré.

– Yo digo que te ves hermosa– dice mientras hace que me siente a horcajadas sobre él– Tus mejillas se sonrojan– me quita las sandalias– Y tu piel está más suave– sus manos busca los nudo de la parte superior de mi bikini y la quita, dejándome con el vestido– Te ves perfecta.

Mis manos se pasean por su pecho desnudo y sus brazos, siento sus dedos jugar con los nudos de la última prenda del bikini. Beso sus labios y él se deshace de mis bragas, sus dedos bajan por mi abdomen hasta llegar a mi punto más sensible y me acaricia como solo él ha sabido hacerlo. Gimo en su boca y busco a tientas el cierre de su pantalón. Su– ya despierto –amigote hace acto de presencia. Me sujeto de sus hombros para que él pueda entrar en mí, bajo lentamente y lo siento llenarme por completo. ¡Santo cielo!, Gimo y él gruñe.

Me quedo quieta y él me sujeta de la cintura. Desliza las tiras de mi vestido por mis brazos dejándome desnuda de la cintura para arriba, comienzo a moverme de adelante hacia atrás y luego de arriba abajo, hasta que se vuelve un movimiento constante y un ritmo rápido. Gimo una y otra vez, William gruñe sobre mi cuello y aprieta mi trasero cada vez que puede. Mi respiración se vuelve errática y la presión en mi vientre me dice que ya estoy cerca, William acelera más sus embestidas hasta que los dos llegamos al punto más alto y luego caemos en picada.

William se deja caer de espaldas en la cama y me lleva con él. Jadeando trato de controlar mi respiración y me escondo en su cuello.

– ¿Estás bien?– cuestiona con voz ronca. Asiento– ¿Tienes hambre?– asiento otra vez– ¿Quieres que pida algo?– asiento nuevamente– ¿No puedes hablar?– niego y él ríe– Bien– se sienta sombre la cama y yo quedo sobre él, su amigote aún está dentro de mí, por lo que me quejo– Lo siento– Me levanta un poco y guarda su arma mortal en su pantalón, acomoda mi vestido y luego acaricia mis mejillas– Te quiero, caramelo.

– Y yo a ti– susurro.

Exactamente ayer, nos dijimos "Te quiero" y ahora ninguno teme en decirlo, y eso es genial.

Comimos hamburguesas y ahora estoy acostada sobre su pecho.

– ¿Tienes una casa en Múnich?– pregunto.

– Si. Es parecida a la de Núremberg, pero con menos vidrio.

– A mí me gustan las casa con vidrios, son diferentes a las del resto.

– A mí también me gustan por eso– murmura, caricia mi cabello y besa mi frente– No te molesta que vivamos en Múnich, ¿Cierto?.

– No, en realidad me encantaría vivir allí. Es más alegre por lo que he escuchado y hay más nieve, me gusta la nieve.

Un cosquilleo en mi mejilla me saca de mi tan preciado sueño, mi ceño se frunce y poco a poco abro los ojos. William está mirándome fijamente y sus dedos acarician mi mejilla.

– Buenos días, caramelo– sonríe.

– Buenos días– rodeo su cuello con mis brazos y lo obligo a cernirse sobre mi.

– Veo que estás contenta– asiento y beso su mejilla– Hoy es nuestro último día, ¿Qué quieres hacer?.

– No lo sé, caminar tal vez. Podemos ir a ese restaurante que vimos ayer en el centro– asiente besando mi cuello.

– Lo que la señora Ackermann ordene– río.

– Ay, por Dios– golpeo mi frente con la palma de mi mano– Solo tengo veinte, no soy una señora.

– Pero eres mía y eso hay que tenerlo claro– dice besando mis labios.

– Pero no soy tan vieja, el que lleve tu apellido no aumenta mi edad.

– Luego discutimos eso– me besa con rudeza y otras vez terminamos haciéndolo.

El restaurante es pintoresco y muy bonito, tiene muchos colores y cuadros raros. William me hizo caminar casi todo el centro y comer casi todo el menú. Compramos muchas cosas, le dije que podía ayudarlo a pagar y se negó rotundamente. Es terco, demasiado terco y se ve sexy con el ceño fruncido.

– Vamos William, yo quiero pagar la cuenta– hago un puchero y él arruga más el rostro– Por favor, tú has pagado todo. ¿Qué te cuesta dejarme pagar esto?.

Le hago ojitos y él me mira mal, empiezo a besar su mejilla y hacer pucheros constantemente.

– Está bien, pero solo esto y no volverás a pagar nada por el resto de tu vida.

– Lo que tú digas– digo y me apresuro a pedir la cuenta antes de que cambie de opinión.

Ya en el hotel, el teléfono de William comenzó a sonar y supuse que eran los negocios. Y estaba en lo correcto, le informaron que el lunes a primera hora tenía una reunión con los directivos y con mi padre para firmar la alianza.

Termine de alistar las maletas, solo eran tres, la de William la mía y la que contenía todo lo que compramos aquí, mi bolso de mano y listo.

Me despedí psicológicamente de Grace Bay y la maravillosa semana que pasamos en ella.

– ¿Lista para volver a la realidad?– pregunta cuando ya el avión está en el aire.

– No, ¿Podemos volver?– ríe y deja un beso húmedo en mi boca entre abierta.

– Pronto nos tomaremos un descanso y volveremos, lo prometo– asiento y apoyo mi cabeza en su hombro y cierro los ojos dejando que el sueño se apodere de mi.

– Caramelo, despierta. Ya llegamos– la voz de William en mi oído me obliga a abrir los ojos.

– ¿A dónde llegamos exactamente?– pregunto estirando mi cuerpo entumecido.

– A Múnich. Creí que querías ir a casa a descansar mejor.

– ¿A casa?.

A nuestra casa– sonriendo me levanto y camino a la salida del avión.

Bajo con cuidado las pequeñas escaleras y me encuentro con el Mustang de William aparcado en frente del jet. Subimos después de acomodar las maletas.

– Te tengo una sorpresa– lo miro curiosa.

– ¿Qué es?– pregunto.

– Una sorpresa– se burla sonriendo y yo le saco la lengua.

No conozco mucho Múnich, solo vine un par de veces con papá y no salíamos mucho. Luego de veinte minutos, William entra a un camino de nieve y se detiene frente a unas grandes rejas plateadas, estás se abren y una enorme casa se abre paso frente a nosotros. El vidrio refleja contra la pintura del auto. Bajamos y observo a un sonriente William.

– ¿Es tu casa?– niega– ¿Entonces?.

Es nuestra– del bolsillo de su jeans saca una llaves y las coloca en mi mano. Mi mirada se pasea entre William, la casa y las llaves en mi mano– Sorpresa, caramelo.

Lo miro fijamente y las lágrimas empañan mi vista. Me lanzo sobre él y beso todo su rostro a lo que él ríe.

– Es hermosa– digo sonriendo, realmente estoy feliz.

– Cuándo me dijiste que te gustaban las casas con mucho vidrio, recordé que está casa estaba en venta. Así que llame a Dominick y él se encargó de todo– sus brazos rodean mi cintura– Wendy me ayudó a traer tus cosas de la casa de tus padres– Mi corazón palpita fuerte– En está casa quiero empezar una nueva vida contigo, quiero que pasemos nuestros mejores momentos aquí, quiero formar una familia contigo y quiero que seamos felices aquí. ¿Te parece?

– Si– besos sus labios una y otra vez– Quiero ser feliz aquí, contigo.

¡Nuevo capítulo!
Esto se está poniendo bueno.
¡Falta poco para el especial de navidad!.
¡Voten y comenten MUCHO!

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