Capítulo 7 "La boda"
"La boda"
Respira Christel, respira.
Mi estómago está hecho un lío, estoy nerviosa. Siento que en cualquier momento voy a desmayarme.
– Relájate, no es como si no supieras quién es– dice Christa terminando de aplicar su brillo labial– Es Liam, con el hombre que dormiste antes de tu boda y con el que te casarás en una hora.
– ¡Christa! – la reprendo– No digas eso, mamá te escucha y me mata– se encoje de hombros y se disculpa– Solo estoy ansiosa.
– Yo también estaba así el día que me case, aunque tú tuviste la suerte de conocerlo más antes de casarte. Bueno, vamos a ponerte tu vestido.
Ponerme el vestido fue más fácil de lo que creí, es apretado en la parte superior, hasta la cintura y de allí cae en una linda falda lisa, tiene un gran lazo en el pecho que me encanta. Mis zapatillas son blancas y el tacón es grueso con una altura de seis centímetros. Mi cabello está semi recogido y cae suelto en mi espalda en ondulaciones gruesas. Mi maquillaje es lo más sutil del mundo, lo único que resalta son mis labios, que están pintados de rojo mate.
Yo soy la novia.
Y soy una novia hermosa.
Mis emociones son un espiral, que no me deja respirar.
Mi hermana, Wendy y Barbara son mis damas de honor. Llevan un vestido por encima de las rodillas color rojo y se ven hermosas.
– ¿La novia está lista? – la voz de papá llama mi atención. Mi hermana sonríe y sale de la habitación junto con Wendy y Barbie, dejándome a solas con papá– Pero si mi nenita se ve hermosa.
– Gracias, papá– correspondo a su abrazo y siento como la calma llega a mí.
– Christel, quiero que sepas que estoy orgulloso de la mujer en la que te has convertido, eres fuerte e inteligente y sé que con Liam serás muy feliz.
– Gracias, papi– susurro conteniendo las lágrimas y respiro, papá toma mi mano y salimos al pasillo.
La boda es en el jardín trasero, el cual, es inmenso y alcanza para todas las personas.
Escucho como suenan las notas de la marcha nupcial a lo lejos. Mis manos comienzan a temblar y con una de ellas me aferro al brazo de mi padre y con la otra al ramo de rosas rojas.
– Que comience tu nueva vida– sonríe papá y asiento.
Caminamos y cuando llegamos al límite de las sillas, me permito levantar la vista.
Y dejo de respirar.
William con su esmoquin negro.
William con su hermosa sonrisa.
William y su mirada seductora.
A medida que nos acercamos, mi respiración se normaliza. Llegamos al altar y papá coloca mi mano sobre la de William.
– Te estoy entregando uno de mis pilares, cuídala mucho.
– Con mi vida, Christopher– afirma William seriamente.
Papá se aleja y se sienta junto a mamá y al resto de mi familia. Observo a William y me sonrojo ante su intensa mirada. La ceremonia empieza y el reverendo da inicio a su largo discurso. Decimos los votos, pero lo único que puedo hacer es observarlo, analizar cada detalle de su rostro, contemplar cada expresión de alegría que se traza en su mirada.
– Y con el poder otorgado a mí por la iglesia y Dios, los declaró marido y mujer. Puede besar a la novia.
Mi corazón se acelera cuando lo observo acercarse a mí y tomar mis mejillas con sus manos.
– Ahora me perteneces– dice y río bajito.
Sus labios y los míos se unen en el beso más tierno de que nos hemos dado desde que nos conócenos. Mis manos van a su cuello y me coloco de puntillas para poder besarlo mejor.
Puedo sentir los aplausos y gritos de alegría de las personas, pero mi mente está concentrada en besar al hombre que me sostiene entre sus brazos. En mi esposo.
Mi respiración se atasca en mi garganta y me veo obligada a dejar sus labios. Él apoya su frente en la mía y jadeo sonriendo.
– Espero no te arrepientas– le susurro.
– Jamás. Si es contigo, jamás.
Mi cuerpo se balancea de un lado al otro y el suyo se pega más al mío. Han pasado tres horas y todavía no creo que esté casada. Sus fuertes brazos me aferran a su cuerpo y los míos se enrollan en su cuello.
– ¿No estás cansada? – pregunta en mi oído. Niego.
– No– lo abrazo más– Me gusta estar así– escondo mi rostro en su cuello.
– Ya me di cuenta– lo siento reír– Debemos irnos pronto.
– ¿A dónde iremos?
– ¿Te gusta la playa? – me separo de él con la confusión marcada en mi rostro, lo veo sonreír– Lastimosamente es solo una semana, pero quería llevarte.
– ¿Estás jugando? – niega– ¡Oh Dios! ¿En serio vamos a la playa?
– A una en particular– ladeo el rostro– Iremos a Grace Bay.
– ¿En las islas turcas? – tartamudeo, William asiente– ¡Maldición!
– Oye, esa boca– presiona su dedo en mi mejilla.
– Lo siento, es que... ¡vaya!, Vamos a ir a la playa. Hace tiempo que no voy y estoy emocionada.
– Es bueno saberlo– me atrae nuevamente a su cuerpo– Ya te lo dije, todo por ti, señora Ackermann.
– Gracias– río y lo beso castamente para luego soltarlo e ir en la búsqueda de mi hermana.
Mientras busco a mi hermana, me dan ganas de hacer pis y voy corriendo al baño.
Después de vaciar mi vejiga, salgo del baño y en el pasillo me encuentro con la rubia piernas largas.
Anette.
– Lo siento. No te vi.
– No importa– digo y trato de pasar por su lado, pero ella me lo impide.
– Felicidades, ustedes hacen una linda pareja.
– Gracias– con una sonrisa tensa, me escabullo por su lado y salgo otra vez al jardín.
Algo me dice que ella tuvo algo con William y eso me asusta, saber que él aún trabaja con ella hace que mis dedos piquen. Me acerco a mi hermana y llamo su atención.
– ¡Hola! – sonríe y Erick hace igual– ¿Cómo estás?, ¿Te estás divirtiendo?
– Si, mucho en realidad. Solo quería decirte que ya se dónde será mi luna de miel.
– ¿En serio? – asiento– ¿Dónde?
– ¡Grace Bay! – abre la boca asombrada– ¡Estoy ansiosa!
– Ya lo creo. Debe ser un paraíso, de vez en cuando tienes que salir del frío de Alemania.
– Si. Hace tiempo no voy a la playa y William decide llevarme a la mejor.
– Espera, ¿Cómo lo llamaste? – la voz de Wendy llega desde el otro lado de la mesa.
– Eh... William– murmuro.
– En serio debes gustarle demasiado– dice sorprendida.
– ¿Por qué lo dices? – cuestiona Erick.
– Por qué no le gusta que lo llamen así– habla Dominick– Pero es un gran mérito para ti, Chris. Liam ha depositado su confianza en ti.
Las palabras de Dominick hacen eco en mi memoria «Es un gran mérito para ti, Chris. Liam ha depositado su confianza en ti» No sé si será verdad, pero soy la única que lo llama de esa forma y tal vez eso sea bueno.
Acomodo mi vestido corto suelto de color blanco y luego me coloco mis Converse blancas. Será un viaje largo así que quiero estar cómoda. Recojo mi cabello en una coleta alta y me aplicó brillo labial.
Son las dos de la madrugada y tenemos que estar en el aeropuerto a las tres. El papá de William nos prestó su jet privado, así que no hay que esperar mucho.
Mamá entra a mi habitación y veo sus ojos cristalizados. Ay, mi mami sentimental.
– Ay, mi nenita– me abraza fuerte– No puedo creer que mi bebé chiquita se casó. Estás hermosa, mi vida. Vas a ser muy feliz, lo sé. Mi instinto maternal me lo dice.
– Eso espero, má– la abrazo nuevamente y juntas bajamos a la sala. En ella están mi hermana, papá y William– que se ve realmente guapo, con sus jeans azul y su camisa negra doblada hasta los codos– sonrío al verlo.
– Bueno, aquí está la novia– habla William y se acerca para pasar su brazo por mi cintura– ¿Llevas todo? – asiento cuando me quita mi bolso de mano– el cuál, es muy grande– que mamá me obsequio en mi cumpleaños– Es hora de irnos.
– Adiós, los amo– me despido de mi familia y ellos me llenan de besos.
– No quieren separarse de su bebé– me dice William una vez que estamos en el auto– Es comprensible, eres la menor.
– Si, siempre fui la nenita de mami y papi– juego con una de sus manos, siento mis ojos cristalizarse, pero no quiero llorar.
– Caramelo– William hace que Levante el rostro para observarlo– No llores.
– No estoy llorando, es solo que... será raro no verlos diariamente y estar lejos de ellos– murmuro– Pero quiero hacer una vida contigo y debo acostumbrarme.
– Podrás visitarlos cuando quieras y ellos a nosotros– besa mi frente– Viviremos en Múnich, no al otro lado del mundo. Solo no llores, ¿Sí? No sé cómo lidiar con eso– río y él también– Me encantas, caramelo.
– Y tú a mi– digo y llevo mi mano a su nuca y hago que nuestros labios se junten.
– Colócate es cinturón, ya vamos aterrizar– William murmura y yo lo hago.
– ¡Estoy emocionada! – exclamo inquieta.
– Ya veo, te va a gustar mucho. Vine una vez a cerrar unos negocios, pero solo me quedé dos días. No salí a ninguno lado, pero ahora es diferente. Es mi luna de miel y tú estás conmigo– susurra mordiendo mi mejilla haciendo que suelte una risita.
– Qué bueno que me trajiste. Así no vas a aburrirte.
– Créeme, no vamos aburrirnos.
Bajamos del avión y el aire tropical me golpea de lleno en el rostro, ¡Vaya! Me gusta esto.
– ¿Te gusta? – pregunta William.
– Es increíble– sonrío en grande.
– Espera a ver el hotel.
Y tenía razón, el hotel es maravilloso. Se llama Grace Bay Club, es fantástico. William reservó una suite matrimonial y casi se me cae la boca al suelo cuando entramos.
– ¡Esto es hermoso! – chillo observando la vista que el balcón nos regala, el clima no es tan caluroso como esperaba y me encanta. Vuelvo a la habitación y William sale– de lo que creo es un baño– sin las maletas.
El gran hombre frente a mí se acerca y pasa sus brazos por mi cintura para después juntar nuestros labios de una manera salvaje. Extrañé besarlo así. Nos tumba sobre la cama y él aún yace entre mis piernas, baja sus besos a mi cuello y yo me aferro a su cabello rubio. Su barba me hace cosquillas en la piel y jadeo.
Esta luna de miel será interesante.
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